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Osos y pastores, veinte años de tensiones en los Pirineos

Un oso pardo en una imagen de archivo.

Emmanuel Riondé (Mediapart)

Ya es un clásico pirenaico. Una vez más, este verano, con el fondo de la trashumancia de rebaños, han vuelto a subir la tensión entre los pro y los anti osos soltando sus andanadas de amenazas, violencia y anuncios atronadores.

Los principales episodios han ocurrido en Ariège [departamento francés situado en la frontera con España], donde habita la mayor parte de los cuarenta plantígrados censados en ese macizo. El 26 de junio, un despeñamiento de un rebaño imputado al paso de un oso (no hay depredación comprobada) costó la vida a 260 ovejas en Aston, en Haute-Ariège.

El 17 de julio fue incendiado uno de los vehículos de los agentes de la Oficina Nacional de Caza y Fauna Salvaje (ONCFS) cuando estaban practicando pruebas periciales tras un posible ataque de osos en ese mismo valle. El director general de la Oficina anunció unos días más tarde la suspensión de los informes por daños en algunos agostaderos, el terreno donde el ganado pasta durante el verano.

El 25 de julio, un nuevo despeñamiento en el monte Rouch, en Couserans, mató a 61 ovejas. Acto seguido, la prefecta autorizó una batida para dispersarlos, lo que provocó el enfado de la asociación Ferus, comprometida en la defensa y la salvaguardia de los grandes depredadores, como el oso, el lobo y el lince, que reprochaba en una carta abierta una “precipitación tal vez vinculada a una voluntad (…) de comprar la paz social”. Una paz social que está lejos de ser conseguida: el 6 de agosto se celebró una manifestación de representantes y ganaderos ante la Prefectura de la Región en Toulouse, aunque no consiguieron hablar con las autoridades. Unos diez días más tarde, al inicio de un sendero en Couserans, un cartel firmado por los autoproclamados y anónimos “defensores de la montaña” denunciaba la “caza del oso” en marcha, invitando a los senderistas a desconfiar de los “proyectiles” que podían “ser mortales a más de tres kilómetros”. ¡Qué ambiente!

De nuevo el 22 de agosto, en Ustou, Ariège, 46 ovejas murieron por un  despeñamiento imputado al oso, sin marcas directas de su paso pero por el simple hecho de su presencia comprobada en la zona.

Esta serie negra relega a un segundo plano la guía de pastoreo y oso hecha pública el 6 de junio pasado por el Ministerio de Transición Ecológica.  El documento, que marca cinco objetivos, pone especial acento en la experimentación de acciones “destinadas a alejar a los osos de los agostaderos” y en el “refuerzo de las medidas de protección de los rebaños”.

Este año, a fecha 10 de agosto, en el conjunto del macizo, la ONCFS ha abierto 326 expedientes de “daños por osos”, instruidos por la dirección departamental del territorio (DDT). Afectan principalmente a ovejas (798 ovinos, 14 bovinos, 7 equinos y 21 colmenas). En el mismo período, en 2016, eran 114. Aunque una buena parte de los expedientes son “indeterminados”, es decir, no “imputables al oso” con seguridad (108 de los 262 expedientes en 2018), se eleva la curva de depredaciones. Ariège es la más afectada: desde 2016, entre el 66% y el 79% de los expedientes “daños por oso” son de este departamento.

En esta situación, la guía no es suficiente para los ganaderos. La Asociación de Salvaguardia del Patrimonio de Ariège-Pyrénées (ASPAP), instalada en virulentas posiciones anti-oso, muy vinculada a la Cámara de Agricultura del departamento dirigido por Philippe Lacube, con el apoyo de la FNSEA, es uno de los actores más ruidosos del debate. Su portavoz, Rémi Denjean, secretario adjunto de la Cámara de Agricultura, ganadero con 1.200 ovejas, condenado en 2017 a 10.000 euros de multa por realizar una artiga salvaje [preparación del terreno para el cultivo que consiste en arrancar hierbas y maleza para luego quemarlas y esparcir la ceniza sobre la superficie], dice que quiere “un plan de gestión concreto y real” sin precisar matices. “El año pasado, al final del agostadero, me faltaban 80 animales. De ellos, 29 por depredación del oso. Si las pérdidas normales son unos 20 o algo más (por accidentes o enfermedades), ¿dónde están los demás? Por cada animal que me indemnizan me falta uno y medio más…”, asegura.

Un decreto y una orden ministerial del 9 de julio pasado detallan “la indemnización por daños causados a los rebaños domésticos por el lobo, el oso y el lince”. Las cantidades se fijan en función de la especie, la calificación y la valorización de los animales. “Eso corresponde a la venta de ovejas en septiembre”, reconoce el ganadero. “Pero el oso se come también ovejas destinadas a experimentos genéticos, animales que no iba forzosamente a vender…”.

La cuestión del dinero es recurrente en los expedientes sobre los osos, cuya presencia en el macizo genera una microeconomía bastante desigual (que habíamos documentado en el artículo publicado por Mediacités en septiembre de 2017). Las diferentes ayudas al pastoreo (financiación de pastores, cabañas, medios de protección además de indemnizaciones por animales depredados) constituyen un apartado importante y articulado: con respecto a las “líneas directrices agrícolas europeas”, las indemnizaciones están condicionadas “a la implantación de medidas de protección” de los rebaños. La hoja de ruta prevé no obstante “medidas transitorias” hasta 2020 que permitan a los ganadores acceder a esas indemnizaciones, aunque no hayan aún tomado las medidas necesarias. A esto se añaden, desde 2015, las ayudas de la PAC, históricamente favorables a los agricultores del cereal y que ahora han sido un poco reequilibradas a favor de la ganadería. “Este reequilibrio ha hecho que algunos ganaderos, no todos, hay salido muy beneficiados”, subraya François Thibaut, propietario de 200 ovejas y miembro del grupo de trabajo sobre depredación en la Confederación Campesina.

“Hasta 2018, un simple flash en la cara del oso estaba prohibido”flash

Para François Thibaut lo esencial reside sin embargo en la obligación por parte del Estado de proteger a los rebaños contra los depredadores, según el artículo L-113-1 del Código Rural. “Actualmente nuestra petición se refiere a las medidas de gestión de la depredación”, insiste. “Es el Estado el que ha reintroducido el oso y es él quien debe hacer subir a las brigadas de agentes para proteger los rebaños. No es la solución última pero sería un verdadero avance que permitiría lo que pedimos claramente, que se vaya el oso…” Desde esta óptica, el ganadero sindicalista se felicita por los primeras dispersiones de nivel 2 (tiros no letales) autorizados a finales de julio, pero echa pestes contra la lentitud de las autoridades: “Hasta 2018, ¡un simple flash en la cara del oso estaba prohibido!”.

Por parte de la ONCFS y de las asociaciones pro oso, prefieren apostar más por el incremento del nivel de protección de los rebaños: pastoreo agrupado, posible aumento de perros de vigilancia patou (raza del Pirineo) y pastores, construcción de alambradas cerradas y electrificadas y renuncia a las majadas escarpadas para evitar despeñamientos. “Los ganaderos conocen la vulnerabilidad de sus agostaderos”, resume Olivier Tartaglino, jefe de equipo en la ONCFS de Foix. “Hay medios disponibles, haría falta un pliego de condiciones preciso que permita desplegar las herramientas de protección más adaptadas a cada agostadero…” Una orden desbaratada por François Thibaut, cuyo rebaño está en un agostadero de 800 animales: “El diagnóstico es rápido: yo, que cuento con medios, tengo un pastor que hace pastoreo, cinco perros de protección y parques y, a pesar de ese equipamiento, hemos sufrido ya siete u ocho ataques este año. Y eso no es todo. Entonces, los consejos de la ONCFS…”.

El 19 de agosto, la Cámara de Agricultura de Ariège publicaba un comunicado que acusaba de cobardía a la Pastoral Pirenaica, una asociación de ayuda a los ganaderos y pastores, más bien clasificada como de “pro oso”, por haberse negado a ir a un agostadero. En su respuesta, pormenorizada, la Pastoral terminaba recordando que “es indispensable la cooperación del conjunto de los actores del mundo del pastoreo para reducir la depredación en los agostaderos”. La hoja de ruta del ministerio prevé la implantación antes de un año de un grupo de “pastoreo y osos” y de “comités departamentales” compuestos por todos los actores afectados. Son los tiempos de una esperada “cooperación” que, veinte años después de las primeras reintroducciones, sigue siendo un deseo inútil.

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  Traducción de Miguel López.

Aquí puedes leer el texto original en francés:  

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