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Los indígenas de Brasil le reprochan a Bolsonaro que defienda los intereses de los incendiarios

Los indígenas de Brasil le reprochan a Bolsonaro que defienda los intereses de los incendiarios

“Es aterrador, las llamas tan cerca de nuestras aldeas. Todo este humo... Da la impresión de que no se puede respirar...”. Watatatakalu, líder yawalapiti (Estado de Mato Grosso) trata de describir el aire acre, enrarecido por el humo, el día oscurecido y el miedo que se instala. Unas semanas antes, los alrededores de su aldea estaban en llamas.

“Se están abriendo carreteras y las pequeñas ciudades cercanas a nuestro territorio están en pleno desarrollo. No podemos controlar quién entra en nuestro territorio, cada vez hay más invasores”, lamenta esta mujer. “En la región, nuestros vecinos blancos no nos quieren”.

Al igual que entre los yawalapitis, más de 148 tierras indígenas de la Amazonía legal –la zona que comprende los nueve Estados brasileños que componen la región amazónica– se han visto afectadas por los incendios. Cada año, los indígenas tienen que hacer frente a estos incendios que asolan el Amazonas durante la estación seca.

En el Estado de Pará, los amanayés están presentes en tres territorios, uno de los cuales no se ha visto afectado, otro que está en proceso de delimitación y un tercero, ya delimitado, que es objeto de un importante conflicto.

“Esta zona está siendo devastada, muchos amanayés han tenido que huir a otros territorios para evitar ser asesinados”, dice Ronaldo Amanayé. “Pero este año, es peor. Los blancos son mucho más atrevidos. Con este presidente, se sienten apoyados por el Gobierno y van más allá”. 

“Ponemos el foco en los incendios, pero son sólo una parte del problema”, afirma Ronaldo Amanayé. Las invasiones de los buscadores de oro o de los traficantes de madera son un primer paso. No van a quemar árboles valiosos, ¡no están locos! Primero saquean el bosque, luego ven si vale la pena quemarlo, es decir, si la tierra puede adquirir valor”.

Primero se prepara el terreno: se talan los árboles más grandes, se eliminan los más valiosos y luego se pasa al corentão, una enorme cadena tensada entre dos tractores que arrasa los árboles restantes. Posteriormente se deja secar durante unas semanas antes de prenderle fuego. Porque en la selva amazónica es muy difícil iniciar un incendio debido a la humedad ambiental existente.

“No existen incendios espontáneos en este bosque, todos los incendios son de origen humano y provocados. Sólo entonces podrá extenderse al resto de la selva”, asegura Mário Nicácio, del pueblo wapichana, miembro de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Amazonía Brasileña (COIAB).

La tierra limpia se utiliza para la ganadería extensiva, lo que también permite asegurar la tierra ocupándola con ganado, antes de venderla a precio de oro a los grandes terratenientes que vienen a cultivar soja.

La quema es cara, alrededor de 1 millón de reales (218.000 euros) por 1.000 hectáreas, pero el negocio es rentable. Y la especulación vuela: cuanto más cerca está un terreno de una vía de comunicación, más valioso resulta. Sin embargo, al igual que sucede en territorio yawalapiti, las carreteras y las ciudades pequeñas están más cerca de los territorios indígenas.

Después de décadas de deforestación, las reservas naturales y los territorios indígenas atraen cada vez más a los ladrones de tierras públicas, los llamados grilheiros, en alusión a una antigua técnica de dejar que los grillos se pudran en papeles de propiedad falsos para darles un aspecto antiguo.

Hoy en día, la tecnología ha evolucionado, pero las tierras vírgenes y desprotegidas se agotan ante la deforestación. Las áreas protegidas (tierras indígenas, propiedad del Estado federal pero de uso indígena exclusivo, y reservas naturales), que ocupan el 44% de la superficie legal de la Amazonía, son más difíciles de robar porque están bien delimitadas y registradas.

Además, durante los dos mandatos de Lula, en especial con la ministra de Medio Ambiente Marina Silva, las áreas protegidas fueron delimitadas estratégicamente a lo largo de los frentes de deforestación en un intento por frenar su progreso. Pero en 2012, con el gobierno de Dilma Rousseff, la amnistía general ofrecida a los terratenientes que deforestaron más allá de los límites permitidos aumentó el apetito de los grilheiros.

Durante el gobierno de Temer, la certeza de la impunidad combinada con un proceso de regularización de las tierras robadas amplificó aún más el fenómeno. Con Bolsonaro, los grilheiros se sienten a sus anchas.

Desde el principio de su mandato, el nuevo presidente desmanteló el sistema de protección del medio ambiente, en particular con un importante recorte del presupuesto para la prevención de incendios. El 10 de agosto, en torno a tres pequeños pueblos de Pará, al menos 70 personas organizaron, por WhatsApp, un inmenso “día del incendio” para mostrar su apoyo a las políticas de Bolsonaro.

A pesar del aumento de los incendios, un 83% más que el año pasado, el año 2019 aún no ha superado el récord de 2005. En cambio, las tierras indígenas y las reservas naturales, las áreas más protegidas de la selva amazónica, están mucho más amenazadas que antes.

“Si la destrucción del bosque pasa cierto punto, se acabó”

El desmantelamiento de la política indígena brasileña promovida por Jair Bolsonaro, que recorta los presupuestos de Funai (encargado de proteger a los indios), y sus discursos antiindígenas, que a veces envuelve en argumentos a favor del desarrollo, alientan a los "invasores", que esperan una futura regularización de las tierras robadas.

El 30 de agosto, durante una transmisión en directo en Facebook, el presidente aseguró que revisaría los procesos de demarcación de todas las tierras indígenas, muchos de los cuales, según declaró, estarían marcados por irregularidades. A veces los incendios en los territorios indígenas están motivados simplemente por este odio, que cada vez está asumiendo más en todo el país, lamenta Watatatakalu Yawalipiti. Esta es la primera vez que estas actividades han sido directamente alentadas por el discurso de un presidente.

Como resultado, los incendios de este año comenzaron antes de lo habitual, dice Watatatakalu. 62 brigadistas indígenas, divididos en cuatro brigadas diferentes, tratan de extinguir los incendios declarados a lo largo y ancho del enorme parque indígena de Xingu.

“Hay muchos focos, pero gracias a nuestra movilización hemos podido evitar que adquiriesen demasiada amplitud. Desafortunadamente, no todos los indígenas estaban tan preparados como nosotros”, dice. Las embarcaciones de los 108 pueblos del parque siguen siendo requisadas para ir lo más rápido posible a los focos de los incendios.

Durante unos días, las ONG locales incluso aportaron un helicóptero. “Pero ahora no queda dinero y tenemos que arreglárnoslas con nuestros medios y equipación rudimentaria. Desde Bolsonaro, el Gobierno ha retirado su apoyo a nuestros brigadistas”.

Ronaldo Amanayé también denuncia la actitud de Bolsonaro, que inicialmente aseguró que no tenía medios para combatir los incendios. “Después de su pique con el presidente francés, envió al Ejército, así que estos medios existían, ¡sólo estaba conspirando con los incendiarios!”.

Las medidas presentadas por Jair Bolsonaro, como el decreto que prohíbe las quemas durante 60 días en la Amazonia, no convencen a nadie entre los indígenas. “Es sólo para aliviar la presión internacional. Los medios existen, pero él los está desmantelando. Bolsonaro no quiere luchar contra los incendios; si la presión baja, todo volverá a la normalidad. Él nunca cambiará”, opina Mário Nicácio.

En 1998, el entonces diputado Bolsonaro decía: “La caballería brasileña ha sido muy incompetente, a diferencia de la caballería norteamericana que diezmó a sus indios en el pasado y hoy ya no tienen este problema en su país”.

Con semejante presidente al frente del país, todos los indígenas entrevistados acogen con satisfacción la presión internacional que ha empujado al Gobierno a reaccionar, pero quieren que se intensifique. “Aislados, será demasiado duro para nosotros, estamos listos para defender el bosque, somos los más eficientes para ello. Pero necesitamos el apoyo de otros países”, dice Ronaldo Amanayé.

Por el momento, todavía no es suficiente, dice el joven. “Hablan mucho, pero le faltan acciones concretas. No sólo queremos quejarnos, nos organizamos, proponemos. ¡También tienen que asumir su responsabilidad! Tienen una responsabilidad histórica, especialmente los portugueses que vinieron a colonizarnos”.

A este respecto, Ronaldo rechaza la acusación de Bolsonaro de haber denunciado la “mentalidad colonialista” del presidente francés en una serie de tensos intercambios entre los dos presidentes. “Francia tiene sus demonios, pero hoy, el verdadero colono es Bolsonaro, el peor jefe de Estado del mundo para los indígenas”.

Se espera que una delegación de indígenas brasileños viaje a Europa en octubre para poner en marcha una campaña de boicot a los productos agrícolas brasileños.

“Debemos obligar al Gobierno a respetar sus deberes para con nosotros. No pedimos nada más que hacer cumplir la Constitución que nos protege. Y también es bueno ver que no todos los blancos son como Bolsonaro y su familia. Es bueno ver que están tomando conciencia de la importancia del bosque”, dice Watatatakalu Yawalapiti.

La noticia de posibles denuncias contra Bolsonaro por crímenes contra la humanidad ante la Corte Penal Internacional también es bienvenida. Especialmente porque los pueblos aislados, aquellos grupos étnicos que no mantienen o nunca han tenido contacto con el gobierno federal, son particularmente vulnerables a los incendios.

Hay 28 pueblos aislados confirmados, pero podría haber muchos más (quizás 114). 13 territorios donde viven estos pueblos están afectados por los incendios.

Mário Nicácio Wapichana teme lo peor para los awa-guajás, atrapados entre diferentes frentes de deforestación y considerados los pueblos aislados más amenazados. “Pero también temo por nuestros padres, cuya existencia ni siquiera conocemos...”.

También destaca los numerosos problemas de salud causados por estos incendios. “Las enfermedades respiratorias se multiplican por el humo, el agua se vuelve negra. Y con las invasiones vienen las drogas, el alcoholismo, la explotación sexual...”. El vicecoordinador de la COIAB también quiere ayuda alimentaria, porque en algunas comunidades los incendios han destruido plantas agrícolas familiares.

A pesar de la movilización internacional y las medidas tomadas por Bolsonaro, se espera que los incendios continúen, ya que el período seco se intensificará y se extenderá hasta octubre en la mayor parte de la Amazonía. En el Estado de Roraima, Mário Nicácio está un poco aliviado. "En nuestro país, la estación seca termina antes. Ya llovió un poco la semana pasada. Pero en casi todos los demás estados, se intensificará”.

El bosque que actualmente está en llamas fue talado entre abril y junio. El que fue cortado entre julio y agosto será quemado en septiembre y octubre. Sin embargo, en comparación con 2018, la deforestación aumentó un 278% en julio y un 118% en agosto. Lo peor puede estar por venir. Y nadie sabe cómo reaccionarán los pirómanos ante el ligero ocaso de Jair Bolsonaro bajo presión internacional.

¿Optarán por la retirada táctica o empujarán cuando el Ibama (el organismo de protección del medio ambiente) esté totalmente desorganizado? La investigación en torno al “día del incendio” mostró que Ibama estaba al tanto del proyecto pero que no podía intervenir por falta de recursos y por miedo a represalias.

Alertado, el ministro de Justicia Sérgio Moro no ha hecho nada. “El Estado podría ayudarnos, pero ya no podemos contar con ello en estos momentos”, apunta Watatatakalu Yawalapiti. “Sin embargo, debemos actuar con rapidez, si la destrucción del bosque llega a un cierto punto, se acabó. Ni todo el oro del mundo podría devolvérnosla”.

Traducción: Mariola Moreno

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