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Trump y su gente, en el punto de mira por el escándalo ucraniano

Donald Trump durante su intervención en la ONU la semana pasada.

Da miedo. La escena se ha podido ver en varios medios de comunicación. Sobre todo en vídeo, la amenaza parece más real.

El jueves 26 de septiembre, Donald Trump pronunciaba un discurso en el Hotel InterContinental Barclay de la ciudad de Nueva York. Se encontraba con los empleados de la misión de Estados Unidos ante Naciones Unidas: una visita de agradecimiento al final de la Asamblea General de la ONU.

Unas horas antes, todos los medios de comunicación acababan de publicar un documento muy esperado, la denuncia detrás del escándalo, la presentada por un empleado de la CIA que trabajaba en la Casa Blanca, según The New York Times. Este detallado testimonio de nueve páginas, fechado el 12 de agosto, había sido remitido el día anterior al Congreso. Conocidos estos hechos, los demócratas, que durante mucho tiempo se habían mostrado renuentes, iniciaban finalmente un procedimiento de destitución contra el 45º Presidente estadounidense.

Ante el personal norteamericano de la ONU, Trump hace comentarios escalofriantes. “Estamos en guerra”, afirmaba en un momento dado. Denuncia a los “espías”, la “traición”, al denunciante y a los que le informaron. Le gustaría saber quiénes son, señaló.

“¿Sabéis lo que se les hacía a los espías, en los viejos tiempos, cuando éramos listos, no? Lo gestionábamos de una manera un poco diferente a como lo hacemos hoy en día”. Se oyen risas, quién sabe si procedentes de cortesanos o si son fruto de la sorpresa o la incomodidad.

Trump no especifica la amenaza. Pero cómo ignorar la admiración de Trump por el fiscal maccartista de 23 años que logró la sentencia de muerte y luego la ejecución en 1953 de Ethel y Julius Rosenberg, dos neoyorquinos comunistas acusados de espionaje atómico en beneficio de la URSS. El hombre, fallecido en 1986, era Roy Cohn, persona impetuosa y detestable. Como nos recuerda un documental que acaba de estrenarse en Estados Unidos (Where's my Roy Cohn?), fue el mentor de Trump y también su abogado.

Después de todo, las palabras del presidente son una forma de confesión. En Estados Unidos, a los denunciantes a menudo se les trata como parias. Edward Snowden (exiliado), Julian Assange (sospechoso de espionaje, amenazado de extradición), Chelsea Manning (indultado, pero encarcelado), Reality Winner (una lingüista de la Agencia Nacional de Seguridad condenada a 5 años de prisión por espionaje)...

Este denunciante, cuyo anonimato está protegido en este momento por sus superiores y apoyado por su jerarquía, la comunidad de inteligencia y la oposición demócrata, probablemente no correrá la misma suerte.

Las palabras de Trump también revelan lo que es este presidente, el líder de una banda, dispuesto a cualquier cosa para ganar. Ahora profiere insultos y amenazas. Pero por una vez, el fuego cruzado de las revelaciones, la precisión de los testimonios, lo hacen vacilar. Donald Trump ha entrado en la zona de peligro.

Hace unos días, cuando los demócratas acababan de activar un procedimiento de destitución tras las serias alertas sobre su conversación estival con el presidente ucraniano, Trump parecía tener todavía algunas armas retóricas. Dijo que la transcripción de la entrevista limpiaría su nombre. La Casa Blanca, es decir, su oficina, la publicó. Incluso parcial y reelaborada, resultó ser abrumadora. En varias ocasiones, Trump le sugería a Volodymyr Zelenski que iniciara una investigación contra su oponente presidencial, Joe Biden, acusado (falsamente) de haber reclamado la cabeza de un fiscal ucraniano para proteger los asuntos de su hijo. Una vez más, Trump había ido de farol. Muy mal. Como un jugador de póquer barato.

El informe oficial del denunciante, fechado el 12 de agosto, pero hecho público el jueves por la mañana, fue todavía más explosivo. Su autor, un empleado de la CIA que trabajaba en la Casa Blanca, no conoció directamente ningún hecho, sino que basó su testimonio en “más de media docena de funcionarios estadounidenses”.

“En el ejercicio de mis funciones”, escribe esta persona, “he recibido información de varios representantes del Gobierno de Estados Unidos de que el presidente de los Estados Unidos ha utilizado su poder para buscar la injerencia extranjera en las elecciones de 2020 en EE. UU. Esta injerencia incluye presionar a un país extranjero para que investigue a uno de los principales rivales políticos del presidente. El abogado personal del presidente, Rudolph Giuliani, es una figura clave en esta iniciativa. El procurador general Barr también parece estar involucrado”. Rudy Giulani, exalcalde de Nueva York, hace meses que lleva a cabo una inquietante diplomacia paralela con el único propósito de obtener una investigación sobre Biden en Ucrania. William Barr, el fiel ministro de Justicia de Trump, ha bloqueado la transmisión del informe del denunciante al Congreso.

La exposición del denunciante retoma la llamada telefónica del 25 de julio con el Presidente ucraniano. “Alrededor de una docena de funcionarios de la Casa Blanca" escuchan la llamada en la situation room de la Casa Blanca: se supone que la llamada es una conversación de “rutina” con un líder extranjero.

“Los funcionarios de la Casa Blanca que compartieron esta información conmigo estaban profundamente preocupados por lo que sugería la llamada telefónica”, dice el informe. Me dijeron que había un “debate en curso” con los abogados de la Casa Blanca sobre cómo tratar la llamada, ya que era probable que hayan sido testigos del abuso cometido "por el presidente en beneficio propio”.

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El denunciante informa entonces de cómo se ocultó esta llamada en un sistema seguro, normalmente reservado para conversaciones de importancia capital o que atañen a la seguridad nacional.

“En los días siguientes a la llamada telefónica, muchos altos cargos estadounidenses me informaron de que funcionarios experimentados de la Casa Blanca habían intervenido para 'bloquear' todas las grabaciones de la llamada telefónica, en particular la transcripción textual oficial de la llamada que, como es habitual, había sido realizada por la “sala de crisis” de la Casa Blanca”.

“Los altos cargos de la Casa Blanca me dijeron que habían ‘recibido la orden’ de los abogados de la Casa Blanca de retirar la transcripción digital del sistema informático en el que habitualmente se almacenaban para su coordinación, finalización y distribución entre los miembros del gabinete”.

“En lugar de eso, la transcripción se archivó en un sistema informático separado, que también se utiliza para almacenar y procesar información clasificada de naturaleza particularmente delicada. Un alto cargo de la Casa Blanca consideró que este acto constituía un abuso de este sistema informático, ya que la llamada no contenía ningún elemento sensible desde el punto de vista de la seguridad nacional”.

En un anexo a su denuncia, el denunciante escribió: “Según responsables de la Casa Blanca con los que hablé, no era ‘la primera vez’ con esta Administración que la transcripción de una entrevista presidencial se colocaba en este sistema accesible con contraseña, con el fin de proteger información políticamente delicada, más que delicada en términos de seguridad nacional”.

Según The New York Times, las transcripciones de las conversaciones con Vladimir Putin o el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salmane (MBS) han sido archivadas en este sistema informático ultrasecreto, de acuerdo con reglas oscuras. Los intercambios con MBS de Arabia Saudí se realizaron incluso de forma predeterminada en este sistema protegido. Incluidos los relacionados con el brutal asesinato del periodista saudí Jamal Jashoggi por empleados del consulado saudí en Estambul...

Los demócratas ya han prometido actuar con rapidez. Su objetivo, según varios medios de comunicación, es redactar artículos de destitución antes de finales de año, antes de una votación en la Cámara de Representantes, y un (muy hipotético en esta etapa) juicio presidencial en el Senado.

La semana pasada escucharon al director de inteligencia, Joseph Maguire, sospechoso de haber hecho la vista gorda con la denuncia. Solicitaron documentos al Departamento de Estado, dirigido por Mike Pompeo, fiel a Trump. Los líderes demócratas parecen decididos a limitar el procedimiento de destitución a la cuestión ucraniana. Es una cuestión de eficiencia y comprensión en la opinión pública, dicen.

A su izquierda, donde desde hace mucho tiempo se ha reclamado la apertura de un proceso de destitución, algunas voces están preocupadas por que se trate de una investigación demasiado limitada, basada en temas conocidos para Estados Unidos (seguridad nacional, CIA, traición.....), pero que corre el riesgo de descuidar aspectos enteros de las acciones de la Administración de Trump: su vergonzosa política migratoria, la manera en que su Administración manejó lamentablemente el mortífero huracán en Puerto Rico en 2017, la obstrucción de la Justicia que cometió cuando el fiscal Mueller lo investigó, la corrupción de su administración, sus propios conflictos de intereses, sus propios ingresos y declaraciones de impuestos que aún no se han hecho públicos, pagos ilegales en efectivo a actores femeninos que amenazaron con revelar vínculos con él, etc.

El periodista Mehdi Hasan escribe en The Intercept, un sitio de investigación que defiende regularmente a los denunciantes estadounidenses: “Voten el impeachment de Trump por todos estos delitos, no sólo por Ucrania [...] impeachmentPara los escépticos de izquierda, tanto Rusia como Ucrania sirven a los intereses del establishment nacional estadounidense, deseosos de castigar a Trump por su heterodoxa política exterior”, escribió. “Los demócratas centristas y los republicanos antiTrump están unidos en la creencia de que las aperturas de Trump a Vladimir Putin representan una amenaza a la seguridad nacional”.

“En contraste con la narrativa centrista que pone el foco en la seguridad nacional, la izquierda debería defender la idea de que este es un ejemplo perfecto de cómo la Presidencia imperial pone en peligro la democracia”, continúa Hasan. “Trump trata la Presidencia como un feudo y utiliza su función para castigar a sus enemigos políticos [...]. Si los demócratas han esperado tanto tiempo y acaban votando a favor de la destitución de un presidente anárquico, racista y anárquico que no paga sus impuestos sólo por sus interacciones con el presidente ucraniano, en la práctica le darán un certificado médico positivo sobre todo lo demás”.

Enfrente, Trump ha lanzado a los perros. Roy Cohn, su mentor, también le enseñó esta regla de oro: no admitir nunca la derrota, pensar sólo en ganar. Una máquina perfectamente engrasada, la propaganda presidencial está funcionando a pleno rendimiento en Facebook, Twitter y los canales de televisión del presidente.

Este fin de semana, Trump retuiteaba a un editorialista del canal ultraconservador Fox News, que apareció en el programa favorito de Trump, el show vespertino de Sean Hannity, que también es el confidente, consejero y portavoz favorito del presidente.

Para dar una idea de adónde planea llevar Trump la discusión, esto es lo que este erudito, un hombre llamado Mark Levin, dice: “Cuando se trata de Trump, los demócratas y los medios de comunicación son como drogadictos en busca de su próximo chutechute [...] La denuncia del agente corrupto de la CIA, la he visto; un agente de la CIA no puede escribir algo así, es un documento legal, comprobado por abogados, quiero saber quién lo escribió. Quiero saber con quién habló este hombre, con quiénes habló [...] ¿Quieres detener a tu presidente? Queremos saber todo sobre ti. Este denunciante puede ser un vagabundo de la acera, no sabe nada, todo lo que escuchó fue que la gente estaba molesta en la Casa Blanca, pero ¿no es gracioso entonces que ninguna de las personas que habían estado en la primera fila no presentara una denuncia? Ni uno solo”. Levin habla de “golpe de estado”, de “dictadura”.

En el mismo programa, el multimillonario George Soros, el blanco habitual de la extrema derecha estadounidense, era acusado de estar detrás de todo.

Los canales locales de las redes Sinclair y OneAmerica también transmiten su certeza de que se trata de una conspiración contra el presidente. Mienten, distorsionan los hechos, dicen tonterías, bajo la aturdida mirada de algunos de los pocos editorialistas y periodistas que permanecen más o menos apegados a los hechos.

La guerra de opiniones y de cerebros no ha hecho más que empezar. El cofundador de los medios progresistas Vox.com, Matthew Yglesias, recordó esta semana en Twitter el poder del “aparato de propaganda del Partido Republicano”.

En la página web mediamatters.org, que analiza constantemente a los medios ultraconservadores, Matt Gertz recuerda que Fox News se concibió precisamente después del escándalo de Watergate y la dimisión de Nixon, para evitar que la derecha norteamericana fuera humillada de nuevo. “Fox ahora sirve de muro de contención contra la repetición de la caída de Nixon”, escribe Gertz. “Nixon no tenía a Fox. Trump lo tiene. Eso marca la diferencia”.

En la batalla del impeachment que se abre, Hannity, Trump y su mundo lucharán hasta el final. Spoiler, como dicen en spanglish en las series de televisión: están dispuestos a todo. __________________

Trump presionó al primer ministro australiano para desacreditar la investigación sobre las injerencias rusas, según el 'New York Times'

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  Traducción: Mariola Moreno

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