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Las huelgas de trabajadores regresan con fuerza a Estados Unidos

Miembros de United Auto Workers (UAW) protestan en las afueras de la planta de Bedford Casting Operations, en Indiana.

Mathieu Magnaudeix (Mediapart)

Después de cuarenta días de paro laboral, la mayoría de los 50.000 empleados en huelga de General Motors (GM) acordaron el viernes 25 de octubre volver a trabajar. Desde 1973, el grupo automovilístico estadounidense, que desde hace mucho tiempo es líder mundial en el sector, no había experimentado una huelga tan larga.

Cincuenta plantas en los Estados Unidos estuvieron afectadas, particularmente en el área de Detroit, Michigan, el corazón industrial de GM. Los trabajadores perdieron cientos de millones de dólares en salarios, haciendo piquetes las 24 horas del día.

Descrita por The Washington Post como "una de las mayores huelgas del sector privado en veinte años", el movimiento finalmente dio sus frutos. Sin embargo, al inicio del conflicto, la dirección de la empresa anunció la suspensión de la cobertura sanitaria de los huelguistas, vinculada a su empleo. Esta decisión, diseñada para romper la huelga, provocó una protesta nacional. Muchos comentaristas y políticos han denunciado la "avaricia" de GM. El grupo finalmente retrocedió.

Luego se necesitaron varias semanas de huelga y la visita de la mayoría de los favoritos de las primarias demócratas para que GM y los sindicatos llegaran a un acuerdo. Está lejos de satisfacer a todos los empleados: el 43% de ellos estaba a favor de continuar la huelga. La dirección continuará además con su plan de cierre de tres plantas.

En cuanto al bonus individual de 11.000 dólares otorgado a los empleados, equivale a lo que Mary Barra, presidenta y directora ejecutiva de General Motors Company, recibe..... en una hora de trabajo. Su salario es de 22 millones de dólares al año, lo que equivale a 281 veces el salario del empleado medio de GM.

United Auto Workers, el sindicato de trabajadores de la automoción, ha anunciado su intención de presionar ahora a Ford y Fiat Chrysler, los otros gigantes de Detroit.

A unos pocos cientos de kilómetros de distancia, 30.000 maestros en huelga de las escuelas públicas de Chicago, Illinois, continúan el gran movimiento que comenzó hace más de una semana. Una huelga creativa, donde se manifiestan, cantan pero también se entrenan para la desobediencia civil en caso de una escalada del movimiento, un signo de su determinación.

Bajo el mandato de Rahm Emanuel, el antiguo alcalde, un demócrata que también era jefe de gabinete al comienzo de la Presidencia de Obama, las escuelas fueron sacrificadas en favor de la reducción de costes. Cerca de sesenta fueron cerradas, la mayoría de ellas en los barrios pobres y negros de la ciudad, un desastre social en una ciudad que sigue estando marcada por la segregación racial.

El movimiento es poderoso y bastante popular: los maestros exigen aumentos salariales, clases más pequeñas, inversiones extracurriculares (especialmente para trabajadores sociales y puestos sanitarios en las escuelas). Pero también, y esto es original, la construcción de viviendas asequibles para ellos (están legalmente obligados a vivir cerca de su lugar de trabajo, en una ciudad donde los alquileres están por las nubes) y sus estudiantes, decenas de miles de los cuales no tienen hogar.

Elegida recientemente en un programa que promovía la defensa de las escuelas públicas, la alcaldesa demócrata Lori Lightfoot parece haber iniciado el camino para poner fin a la crisis.

¿Están pasando los Estados Unidos la página de tres décadas de apatía social? Durante los últimos dos años, las huelgas han regresado. Esta es la primera vez desde 1981, cuando el recién elegido presidente republicano Ronald Reagan comenzó su revolución conservadora infligiendo una derrota aplastante a los controladores aéreos en huelga.

Este trágico episodio para el sindicalismo norteamericano pareció marcar el canto del cisne de las huelgas en Estados Unidos, que sin embargo vivieron buenos tiempos en el pasado, desde las revueltas de esclavos hasta la huelga de 1886 por la jornada laboral de ocho horas en Chicago (origen del Día Internacional del Trabajador del 1 de mayo), pasando por la huelga de los trabajadores de General Motors en 1937, o la huelga general en Oakland (California) en 1946.

En tres décadas, la sindicación se ha reducido a la mitad (el 10% de los trabajadores son miembros de sindicatos hoy en día en los Estados Unidos), pero sobre todo la huelga ha sido sistemáticamente ignorada, y a veces prohibida. Las leyes de derecho al trabajo aprobadas en la mitad de los Estados americanos, que limitan la negociación colectiva, han debilitado la influencia de las organizaciones profesionales. La negociación colectiva ha disminuido considerablemente, y los sindicatos se han convertido en instituciones defensivas, paralizadas por el miedo al enfrentamiento, que esperan más del Partido Demócrata que de la acción directa. En la mayoría de las empresas, el derecho a la huelga es en la práctica inexistente.

Como han demostrado los economistas Thomas Piketty y Emmanuel Saez, la pérdida de influencia sindical se ha correspondido con la explosión de la desigualdad en Estados Unidos. Este gráfico muestra el aumento en la participación del ingreso nacional del 10% de los estadounidenses más ricos (en azul)) y la evolución de la tasa de sindicación en los Estados Unidos (en rojo) desde 1920:

Según las estadísticas de la Oficina del Trabajo de los Estados Unidos, el número de paros laborales "importantes" en 2018 (un total de 20 huelgas que involucran al menos a 1.000 empleados) no ha sido tan alto desde 2007, más de una década. Y "el número de trabajadores implicados, 533.000, [era] el más alto desde 1986".

El año pasado, la huelga de dos meses de los 8.000 empleados de Marriott Hotels fue, según sus iniciadores, la "mayor huelga de hoteles de varias ciudades de Norteamérica". En el gigante de las telecomunicaciones AT&T, 10.000 empleados se declararon en huelga.

Movilizaciones históricas

La huelga de maestros de Chicago fue precedida en enero pasado por un conflicto similar en Los Ángeles: los maestros californianos tenían las mismas reivindicaciones y también denunciaron la privatización de la educación.

Es sobre todo una réplica de una ola de protestas históricas en 2018 en varios Estados del medio oeste, centro y sur de los Estados Unidos, durante las cuales casi 400.000 maestros dejaron de trabajar, durante una o dos semanas: trabajan para la clase obrera de Virginia Occidental, en la rural y petrolera Oklahoma, Kentucky, Arizona, Colorado, Carolina del Norte, etc.

En muchos Estados, la gran mayoría de los cuales son conservadores, el sector público ha sido aniquilado durante una década por las políticas de austeridad, y donde algunos maestros, mal pagados y obligados a pagar por los materiales o la decoración de las aulas, ni siquiera tienen el derecho de dejar de trabajar... (Mediapart se reunió con los maestros en Oklahoma el año pasado).

Historiador del Boston College y colaborador de la revista Dissent, David Sessions ve estos movimientos como el resultado de una década de respuestas a la crisis financiera, durante la cual se les pidió a los funcionarios y empleados estadounidenses que hicieran sacrificios, a pesar de que su participación en el conjunto de ingresos en la nación ya era muy desfavorable para ellos, más baja que nunca desde la Segunda Guerra Mundial.

El regreso de la huelga, dijo, es una de las modalidades del despertar social en Estados Unidos, después del Occupy Wall Street, la descentralizada lucha por el salario mínimo de 15 dólares la hora, o la organización de los trabajadores del sector de comida rápida, tradicionalmente no sindicada.

También hace una lectura de las consecuencias de la campaña presidencial de 2016, que estuvo muy marcada por temas económicos y sociales. "La campaña de Bernie Sanders ha dado a mucha gente la esperanza de que algo es posible que antes no era posible. Trump también habló de los lugares devastados por la desindustrialización y rechazó la ortodoxia republicana en temas económicos, aunque sólo fuera retórica, ya que no resolvió nada una vez en el poder".

"El Gobierno no se ocupará de nosotros, ni tampoco los empleadores. Tenemos que cuidarnos", resumió el presidente del sindicato de hoteles que lideró la huelga de Marriott el año pasado en The New York Times. "Se había estado gestando durante mucho tiempo. Ahora está saliendo a la superficie"

Activista y periodista de los medios de comunicación socialistas Jacobin (socio de Mediapart), antiguo profesor, Eric Blanc pasó meses en 2018 trabajando junto a profesores en huelga en los estados conservadores. Escribió un libro, Red State Revolt, en el que relata el poder de estos movimientos.

"Estas huelgas de maestros son históricas", dijo a Mediapart. La movilización en los estados conservadores ha dependido más de las redes sociales que en Chicago o Los Ángeles, ha estado más fuera de los sindicatos. Pero en todas estas huelgas hay demandas similares que van más allá del salario: clases más pequeñas, más recursos, el fin de la privatización de la escuela". 

Eric Blanc señala que estas movilizaciones han derivado en ganancias significativas para los profesores –un aumento del 5% en los salarios en Virginia Occidental y del 20% en Arizona, recursos adicionales en Los Ángeles, etc.– "Obviamente, no son suficientes y estos movimientos no han transformado el sistema escolar, que sigue estando en muy mal estado", continúa diciendo. Pero literalmente han dado poder a cientos de miles de personas que no eran políticamente activas. Muchas han sido transformadas por las huelgas, y esta experiencia colectiva de manifestarse con miles de colegas delante de su Capitolio estatal", a veces con sus estudiantes y padres.

El campo léxico de la huelga también ha florecido desde la elección de Trump. En marzo de 2018, después de la masacre en una escuela secundaria en Parkland, Florida, al menos 1,4 millones de jóvenes estadounidenses de 4.500 escuelas abandonaron sus centros para protagonizar una movilización contra las armas de fuego: este fue la cuarta jornada más importante de movilizaciones bajo el mandato de Trump, y uno de las ocho más grandes en la historia de Estados Unidos.

El movimiento juvenil en torno a la emergencia ecológica también ha popularizado en Estados Unidos el término "huelgas climáticas", cuyo punto culminante fue la marcha mundial organizada el 20 de septiembre, un día histórico de movilizaciones a favor del clima.

A medida que la izquierda estadounidense se despierta y se radicaliza, el peso de las figuras del movimiento sindical también están aumentando dentro del equilibrio de poder. En enero de 2019, cuando Donald Trump cerró el gobierno durante semanas para obligar al Congreso a financiar "su" muro con México, congelando el pago de salarios a 800.000 funcionarios públicos, se produjo una llamada a una huelga general que obligó al presidente estadounidense a ceder.

Cinco días después, cuando los aviones fueron inmovilizados por falta de personal en el aeropuerto LaGuardia de Nueva York, Trump decidió reabrir el Gobierno. "Cuando usamos nuestro poder, construimos poder", resumió Sara Nelson hace unos meses en una conferencia en Nueva York, donde Mediapart estuvo presente. "El poder no es un recurso limitado, se construye cuando se usa", señaló. A la izquierda del Partido Demócrata, Sara Nelson es la favorita para convertirse en 2021 en la presidenta de la mayor federación sindical estadounidense, la AFL-CIO, que agrupa a 55 sindicatos y cuenta con 12,5 millones de miembros.

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Mientras tanto, los dos candidatos de izquierda en las primarias demócratas, Bernie Sanders y, en menor medida, Elizabeth Warren, prometieron revitalizar los sindicatos y hacer cumplir el derecho a la huelga si son elegidos en la Casa Blanca en noviembre de 2020. ________________

Traducción: Mariola MorenoTexto original en francés:

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