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Irán se rebela contra la mentira

Varios estudiantes iraníes posan con fotografías de las víctimas del reciente derribo por error de un avión ucraniano con 176 personas a bordo en Teherán.

Zahra Khatami y Sara Rad son dos presentadoras estrella en la televisión estatal. Ambas renunciaron a su trabajo después de que las autoridades iraníes admitieran que derribaron “por error” el avión de Ukraine International Airlines el 8 de enero, poco después de que despegara del aeropuerto Imam Jomeini de Teherán, matando a 176 personas. Antes, habían difundido información oficial según la cual, supuestamente, el avión había sufrido un problema técnico. Una mentira más. “Gracias por aceptarme como presentadora hasta hoy. No volveré a la televisión nunca. Perdónenme”, escribió la primera en las redes sociales iraníes. “Les anuncio que tras 21 años en la radio y la televisión, no puedo seguir trabajando en estos medios de comunicación. No puedo más”, añadió su colega.

Una tercera presentadora, Golare Jabbari, muy popular en Irán, fue aún más explícita al anunciar que no volvería a ponerse delante de una cámara. “Fue muy difícil para mí admitir que nuestra propia gente ha sido asesinada [...] Discúlpenme por saberlo tan tarde. Y perdón por haberles mentido durante 13 años”, escribió en Instagram, la red favorita de los iraníes.

La República Islámica tiene una relación complicada con la mentira. Como muestra la literatura iraní y, más aún, su cine, la mentira, el dorough, es un asunto central en la sociedad iraní. En la antigua religión zoroástrica, que aún hoy influye en gran parte de la cultura iraní, se consideraba el peor de los pecados. Pero dado que se convirtió en una estrategia de supervivencia social, Irán se ha convertido en el país donde la mentira es la reina.

Sin embargo, si procede del Gobierno o del Estado, por el daño que causa a la sociedad y, sobre todo, si daña la imagen de Irán, la mentira sigue escandalizando. El gran poeta Hafez, que es venerado por todos los iraníes, lo proscribía ya en el siglo XIV. Pero en el accidente aéreo de Ucrania, los jefes de las fuerzas de seguridad mintieron y también lo hizo una gran parte de la clase política. El presidente Hassan Rohani dijo no haber sido informado del “error” hasta el 10 de enero, mientras que el general Amir Ali Hadjizadeh, jefe de la rama aeroespacial de la Pasdaran (Guardia Revolucionaria), que asumió la “responsabilidad total” de la tragedia, dijo que el 8 de enero el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas había abierto una investigación por las sospechas de que el Boeing ucraniano pudiera haber sido derribado por un misil iraní. Según el oficial, si la información no se transmitió inmediatamente a las autoridades civiles, fue debido a un procedimiento que impuso el silencio a los militares durante la investigación.

En otras palabras, o el presidente mintió o no tiene control sobre nada.

“Se acusa al Gobierno de mentir, algo extremadamente grave en la cultura iraní”, destaca el historiados y politólogo, especialista en Irán y Oriente Medio, Jonathan Piron, asesor de Etopia, centro de investigación con sede en Bruselas. Por ello, tras una ceremonia de homenaje a las víctimas del accidente, se inició una primera manifestación en una universidad de Teherán con el lema: Muerte a los mentirosos. Desde entonces, estudiantes de Isfahán, Racht, Shiraz, Tabriz e incluso Kerman, el lugar de nacimiento del general Qassem Suleimani, donde se celebraron sus fastuosas exequias, se han unido también a la protesta.

"Por supuesto, las mentiras no son la única razón de la ira de los manifestantes contra el régimen. Y hay una movilización estudiantil que proviene de un grupo más o menos organizado. Pero esta ira se alimenta de la emoción y de la cultura iraní”, continúa el historiador.

Junto con la mentira estatal, lo que también se denuncia es el “error” del lanzamiento de misiles (ahora parece confirmarse que fueron dos los disparos al avión ucraniano). “La Guardia Revolucionaria, que destaca su programa balístico como ‘protección’ de la población, son cuestionados ahora por su incompetencia”, dice el mismo investigador. “La ira de los estudiantes es, en particular, un reflejo de su propaganda sobre los misiles que saturan el espacio público iraní: por ejemplo, vemos enormes carteles publicitarios que promueven estos misiles en la Plaza Valiasr, en el norte de Teherán. Por lo tanto, los manifestantes, especialmente los estudiantes hasta ahora, consideran que la comunicación de la República Islámica es falsa. Los lemas que cantan ahora son adaptaciones desvirtuadas de los del régimen: Muerte al dictador es una respuesta directa al habitual Muerte a América”.

“Los iraníes también están muy molestos porque se han dado cuenta de que si el avión hubiera sido iraní, sin pasajeros extranjeros, sin delegaciones de expertos ucranianos y canadienses, no habría habido ninguna investigación. El régimen lo habría considerado un accidente y el caso habría quedado enterrado. Eso es algo terrible de decir, pero gracias a las víctimas extranjeras del accidente no fue así”, añade el investigador Reza Moïni.

Un electroshock para la sociedad iraníelectroshock

Por el momento, el régimen se abstiene de tomar medidas tan duras como lo hizo en las protestas de noviembre de 2019, cuando Amnistía Internacional documentó más de 300 muertes. Aunque las palizas y los arrestos se multiplican, parece que no hay mucho fuego real. El martes por la noche, sin embargo, los vídeos mostraban enfrentamientos muy violentos, iniciados por los basij (miembros de las milicias islámicas), en el campus de la Universidad Amir Kabir de Teherán. El jefe de Policía de Teherán, Hossein Rahimi, hizo saber que ordenó a sus hombres “contención” y que “no disparasen” contra los manifestantes.

Por otro lado, según Reza Moini, se está reprimiendo a las familias de las víctimas iraníes del accidente. Cuando van a recoger los cuerpos de sus seres queridos, deben “cumplimentar un cuestionario” y comprometerse a que las vigilias de duelo no se convertirán en manifestaciones. “Los periodistas iraníes han sido obligados durante tres días a guardar silencio sobre la verdad. Incluso los que trabajan en el extranjero, por ejemplo para la BBC en persa, reciben amenazas de muerte", asegura. Diecisiete, según el investigador, que los ha contabilizado para la ONG Reporteros sin Fronteras.

En el lado de los manifestantes, hay una radicalización de los eslóganes. Los manifestantes gritan “Marg bar dictador” (“Muerte al dictador”) e incluso “Marg bar Jamenei” y “los Pasdaran son nuestro Daesch”. En Sanadaj, en la Universidad del Kurdistán, donde las manifestaciones son muy importantes, incluso se ha gritado: “Años de crímenes, muerte al velayat [el sistema político iraní que da preeminencia a lo religioso]”. Aquí y allá, los carteles del líder supremo Ali Jamenei han sido arrancados y pisoteados.

Ante las crecientes acusaciones, el Gobierno está tan unido que ya no está claro quiénes son los reformistas y los usulgariyan (“principalistas”, el nombre de la mayor facción radical). La mayoría de los primeros se alinean con las posiciones de la Guardia Revolucionaria. A espaldas del régimen, en cambio, los ataques son violentos. Hodjatoleslam Mehdi Karoubi, discípulo de Jomeini y ex alta personalidad de la República Islámica, que se encuentra bajo arresto domiciliario desde su revuelta contra el fraude electoral en 2009, envió el 12 de enero una carta, de una virulencia inusual, al guía Alí Jamenei, sobre todo porque las críticas contra él están prohibidas. Como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas iraníes, escribió el clérigo, “usted es directamente responsable” del lanzamiento que derribó el avión. “Es una vergüenza que usted se enterara de este incidente ya el miércoles [8 de enero] y permitiera que las autoridades civiles y militares, así como la maquinaria de propaganda del país, engañaran al pueblo durante tres días más. Y si usted no era consciente de este desastre, también es una vergüenza”, añadió. Desde que se hizo pública la carta, Hussein Karubi, el hijo del clérigo, ha sido arrestado.

Para el régimen iraní, las manifestaciones de los estudiantes y de parte de la clase media no son una amenaza. En cualquier caso, mucho menos que las más populares de noviembre. Además, no se ha cortado internet y no se han movilizado los Pasdaran. Las autoridades apuestan por que se vayan desinflando.

Pero la gran conmoción nacional causada por la muerte del general Qassem Suleimani ya parece ser cosa del pasado y el deseo de unidad nacional que parecía haberse expresado en el funeral se hizo añicos una semana después. “Los desfiles alrededor del ataúd de Suleimani mezclaron con todo tipo de motivaciones: presión social para algunos, apoyo a la República Islámica para otros, nacionalismo y apego a la figura del general para otros”, asegura Piron. “Algunas personas pueden haber participado en las primeras marchas y ahora cantar consignas hostiles al régimen. El error sería ver a la población iraní como un bloque monolítico”.

También ha surgido un nuevo fenómeno, como si la caída del Boeing 737 hubiera sido un electroshock para la sociedad iraní.

En Instagram, muchos iraníes, que por interés o precaución evitaban la más mínima crítica al nizam (el sistema), comenzaron a expresar su indignación. Lo mismo ocurrió con personalidades del deporte, como Kimiya Alizadeh, la campeona de taekwondo y la única mujer iraní que ganó una medalla de bronce en los últimos Juegos Olímpicos, que anunció en Instagram que había abandonado su país, denunciando la corrupción dentro del Estado y el hecho de que había sido obligada de nuevo a “mentir” y a “repetir un discurso político” que le habían dictado. Aún más importante es la disidencia de actrices, actores, músicos y directores que han hecho toda su carrera con la República Islámica.

El 14 de enero, más de 40 de ellos decidieron boicotear el gran festival internacional de cine Fajr (Alba). En Instagram, la actriz Taraneh Alidoosti, que acudió a Cannes en 2016 por su papel en El cliente, otra gran película sobre la mentira, de Asghar Farhadi, denunció la condición del pueblo iraní con palabras sin concesión: “No somos ciudadanos, nunca lo fuimos. Somos prisioneros, millones de prisioneros”.

Este viernes 17 el líder supremo habló en la gran rezo. Ali Jamenei calificó el derribo del avión ucraniano como “amargo”, evitó criticar a la Guardia Revolucionaria y acusó a los manifestantes de “no tener en cuenta el interés nacional” y “hacer el juego al enemigo”. Fue una señal de que se trata de un momento delicado para el régimen: era la primera vez que Jamenei intervenía en el rezo de los viernes en ocho años.

Irán admite que el avión ucraniano fue derribado por dos misiles y que las 'cajas negras' están dañadas

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Traducción: Mariola Moreno

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