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Francia: las pruebas de una mentira de Estado sobre las mascarillas

Una pareja con máscaras faciales camina en una calle de Sceaux, un suburbio del sur de París, Francia, el 7 de abril de 2020.

Yan Philippin, Antton Rouget y Marine Turchi (Mediapart)

El martes 31 de marzo, en una visita oficial a una fábrica de producción de mascarillas quirúrgicas, el presidente de la República, Emmanuel Macron, citó muchas cifras sobre los suministros actuales con el objetivo de tranquilizar al pueblo francés, preocupado por la escasez de este material médico esencial para la protección del personal sanitario.

Muchas cifras, excepto una: "1.200".

"1.200", como el número oficial del personal de la Asistencia Pública-Hospitales de París (AP-HP), el buque insignia de los hospitales públicos franceses, que han sido contaminados por el covid-19 desde el comienzo de la epidemia.

"1.200", como la prueba de la vulnerabilidad del personal sanitario, "en primera línea todos los días", como dice el jefe de Estado, pero demasiado a menudo sin la protección adecuada contra el virus.

"1.200", como resultado de la ineptitud del poder político ante una crisis sanitaria de escala y violencia sin precedentes.

Mediapart publicó el jueves 2 de abril los resultados de una investigación de varias semanas que recopila las numerosas disfunciones de la jefatura de Estado desde el pasado mes de enero hasta el día de hoy. Una mentira de Estado que ha llevado a Francia a lo impensable: la escasez de mascarillas protectoras para su personal sanitario frente al covid-19 y para su población en general.

Basándonos en numerosos testimonios y documentos confidenciales, a los que tuvimos acceso, nuestra investigación demuestra:

–A finales de enero y principios de febrero, el Ministerio de Sanidad, consciente de las bajas existencias disponibles, decidió encargar sólo una cantidad muy pequeña de mascarillas, a pesar de las alertas internas. Además, el material tardó varias semanas en llegar. 

–Tras este primer fiasco, el Estado creó, a principios de marzo, una unidad interministerial dedicada a la compra de mascarillas. Pero de nuevo, los resultados fueron catastróficos: durante las tres primeras semanas de marzo, la unidad sólo pudo obtener 40 millones de mascarillas, el equivalente a una semana de consumo al ritmo actual. En particular, la unidad interministerial perdió varias oportunidades de entregas rápidas.

El Gobierno ocultó esta escasez durante casi dos meses y, en función de las existencias, adaptó sus instrucciones sanitarias sobre el uso de mascarillas. A finales de febrero, el director general de Salud recomendó el uso de una mascarilla para cualquier persona en contacto con un portador de covid-19. Un mes después, la portavoz del Ejecutivo declaró que era inútil...

–Empresas de sectores "no esenciales" de la economía continuaron consumiendo mascarillas, por razones económicas. Un ejemplo: el fabricante de aviones Airbus, que parece haber recibido un trato preferencial. Al mismo tiempo, personal sanitario sigue trabajando sin estas mascarillas protectoras debido a la falta de existencias suficientes.

–El Gobierno trata ahora de reponer las existencias, con una estrategia de 180°: es necesario preparar la salida del confinamiento, "donde sabemos que será necesario equipar masivamente" a la población, como admitió la secretaria de Estado de Economía, Agnès Pannier-Runacher, en una reunión que fue grabada y a la que Mediapart ha tenido acceso.

He aquí la historia de una tragedia en siete actos.

ACTO I (finales de enero de 2020). Mentira sobre una escasez

"El gran error en Estados Unidos y Europa es, en mi opinión, que la gente no usa mascarillas". En la muy seria revista estadounidense Science, un científico chino de alto nivel recordó, el 27 de marzo, una evidencia frente al coronavirus, que se  "transmite por medio de gotas respiratorias": "Hay que llevar mascarillas".

"Simplemente hablando el virus puede ser transmitido –subrayó George Gao, director general del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, que ha estado en primera línea en la lucha contra el covid-19–. Muchas personas afectadas son asintomáticas, o todavía no presentas síntomas: con una mascarilla, se puede evitar que las gotas portadoras del virus se escapen e infecten a otros".

El problema: a mediados del pasado mes de enero, al inicio de la epidemia en China, los stocks de mascarillas son casi inexistente en Francia.

Según nuestra información, hay menos de 80 millones de mascarillas "quirúrgicas" –más otros 80 millones suplementarios encargados antes de la epidemia pero aún no entregados– y cero en stock de las llamadas mascarillas FFP2. Las primeras son mascarillas básicas antiproyección, destinadas a la población, con una duración limitada de cuatro horas. No protegen a los que las usan, pero evitan que contaminen a otros con su esputo.

Las segundas –y su versión de gama alta, la FFP3– son mascarillas de protección respiratoria destinadas al personal sanitario. Sólo las FFP2 y FFP3 protegen a sus usuarios. En caso de pandemia, debe ser posible distribuirlas, como mínimo, a todo el personal sanitario más expuesto: enfermeras de hospital, médicos de ciudad, bomberos, conductores de ambulancias, etc… Sin embargo, Francia no tiene ninguna mascarilla de este tipo en stock.

Esta no es la elección del Gobierno actual, sino de su predecesor. En 2013, la ministra de Sanidad, Marisol Touraine, decidió suprimir las existencias estratégicas del Estado y transferir esta competencia a los empleadores, ya sean privados o públicos, responsables ahora de "acumular existencias de mascarillas para proteger [a su] personal".

En lugar de apostar por la transparencia sobre esta escasez –que no es de su responsabilidad–, y explicar que las pocas existencias disponibles se reservarán prioritariamente para el personal sanitario, el Gobierno de Édouard Philippe decidió no informar a los franceses. Y utilizar argumentos sanitarios falsos para ocultar la insuficiencia de existencias. Así, explicará a su vez que las mascarillas son inútiles para la población en general, después que no son eficaces porque los franceses no saben cómo usarlas, para ahora, tarde, tratar de equipar "masivamente" a la población con el objetivo de salir del confinamiento.

ACTO II (finales de enero – principios de febrero). Una reacción lenta e insuficiente

Estamos en el mes de enero. En el entorno del profesor Jérôme Salomon, director general de Sanidad, ya hay preocupación, según las informaciones recopiladas por Mediapart: los responsables políticos no se atreven a admitir ante la población que las mascarillas podrían faltar, y prefieren decir al principio que las mascarillas son inútiles, hasta que llegue el pedido.

El 24 de enero, pocas horas antes de la confirmación de tres casos europeos (y franceses) de coronavirus, la ministra de Sanidad, Agnès Buzyn, se muestra tranquila a la salida del Consejo de Ministros: "Los riesgos de propagación del virus en la población [francesa] son muy bajos".

Dos días después, mientras que la Agencia Europea para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) aumenta el nivel de riesgo de importación a la Unión Europea, la ministra desaconseja, en una entrevista concedida a RTL, el uso de mascarillas quirúrgicas, que según ella sólo son útiles «cuando se está enfermo». La ministra relativiza: "Cuando te cruzas con alguien en la calle, el riesgo de contraer el virus es bajo". También dice que "hay decenas de millones de mascarillas en stock, en caso de emergencia" y que "todo está perfectamente gestionado por las autoridades". "Y si un día tuviéramos que usar una mascarillas, las distribuiríamos, no hay ninguna razón para salir a comprarlas", añadió.

Los franceses hacen todo lo contrario. A mediados de enero, "mucha gente se apresuró a comprar mascarillas en las farmacias, en tiendas de bricolaje, en internet, en todas partes. Eso acabó con muchas existencias", indicó, durante una reunión interna confidencial, el director comercial de la zona del Mediterráneo Occidental del fabricante estadounidense 3M, uno de los principales productores de mascarillas del mundo. Especialmente porque "muchas mascarillas que estaban almacenadas en Francia fueron a parar a China o a otros lugares". La escasez en el circuito comercial fue tan extrema que 3M "dejó de abastecer a las farmacias francesas a finales de enero" y "dio prioridad a los hospitales", continuó explicando director comercial.

Los comentarios de Agnès Buzyn también están completamente desfasados con respecto a la realidad que vive, al mismo tiempo, la unidad de crisis del Ministerio de Salud, que está trabajando en un plan de acción para las diferentes etapas de la epidemia. Compuesta por 25 personas del CORRUSS (el centro de vigilancia del ministerio) y de la Subdirección de Vigilancia y Seguridad Sanitaria, esta célula se alarma por las escasas existencias de mascarillas. "Empezamos a preocuparnos y nos pusimos en orden de batalla para comprar masivamente a finales de enero", confía a Mediapart, de forma anónima por su función, un miembro de la unidad de crisis.

El 24 de enero, la Dirección General de Salud (DGS) solicitó a la Agencia Francesa de Salud Pública (SPF), bajo la tutela del Ministerio, que hiciera un inventario de las existencias de material médico. El 30 de enero, pidió a la SPF que adquiriera "lo antes posible" sólo 1,1 millones de mascarillas FFP2, según un documento obtenido por Mediapart:

El encargo de equipo de protección ordenado por la Dirección General de Salud (DGS) el 30 de enero de 2020. © Documento de Mediapart

En cuanto a las mascarillas quirúrgicas, el DGS no recomienda ningún nuevo suministro, salvo el pedido de 80 millones realizado antes de la llegada de la epidemia y destinado a alcanzar un stock nacional de unos 160 millones. A los ojos de las autoridades sanitarias, esto parece ser suficiente.

El 7 de febrero, la DGS realiza una nueva solicitud a la SPF. Esta vez, el objetivo es adquirir 28,4 millones de FFP2, mediante un  "procedimiento de compra rápida", contactando sólo a los tres principales productores franceses. No se hicieron pedidos adicionales de mascarillas quirúrgicas. Peor: la DGS ordena sacar el stock de 810.000 mascarillas quirúrgicas con una fecha de caducidad corta (31 de marzo, 31 de agosto de 2020), para enviarles a China...

Dos semanas después de la primera remisión, los resultados son catastróficos. El 12 de febrero, de los 28,4 millones de mascarillas FFP2 solicitadas, la SPF sólo había recibido 500.000 y había pedido otras 250.000 más, aún no entregadas. Y de los 160 millones de mascarillas quirúrgicas esperadas, siguen faltando 30 millones, pedidas pero aún no entregadas.

La preocupación aumenta inevitablemente en el Ministerio de Sanidad, que se alarma por las dificultades de abastecimiento y la lentitud de la Salud Pública de Francia. En una reunión interna sobre el tema, el 11 de febrero, se acto que no era seguro lograr el objetivo de 28,4 millones de mascarillas FFP2. Lo que no impidió al nuevo ministro de Sanidad, Olivier Véran, anunciar a bombo y platillo varias veces, el 18 de febrero, al micrófono de France Inter, que "Francia está preparada" ante el "riesgo de pandemia".

¿Cómo explicas este fiasco? El Ministerio argumenta que se enfrenta a un mercado muy competitivo –oferta limitada, aumento de la demanda en todo el mundo, aumento de los precios–, especialmente frente a los asiáticos, que ya cuentan con sus canales de suministro habituales.

Pero, objetivamente, el Gobierno cometió varios errores: pedidos en volúmenes muy bajos, demasiado tardíos, dispersos –cada ministerio realiza pedidos por su cuenta, perdiendo peso en las negociaciones– y, por último, el uso de procedimientos de contratación pública inadaptados a la emergencia. Incluyendo a nivel europeo.

El 13 de febrero, tres días antes de su dimisión para presentarse a las elecciones municipales en París, Agnès Buzyn anunció en una reunión informativa para la prensa sobre el covid-19 un gran "contrato público europeo" para un suministro masivo de mascarillas, en lugar de que cada país se equipara por separado. Un mes y medio después, ya nadie habla de ello.

La Comisión Europea acaba de empezar a examinar las ofertas para un suministro previsto para dos semanas después de la firma del contrato... "Estamos haciendo todo lo posible para acelerar considerablemente el proceso administrativo de la adquisición conjunta", respondió, el 30 de marzo, el servicio de prensa de la Comisión, sin darnos ninguna indicación sobre la fecha, el volumen o el desglose por países del pedido.

"Tal vez hubo errores –concede un miembro de la unidad de crisis a Mediapart–. Tal vez el Estado no ha sido lo suficientemente reactivo, y demasiado sabido en sus demandas. Los procedimientos de contratación pública están bien en tiempo de calma, pero son totalmente inadecuados en condiciones de tormenta donde hay que tomar decisiones rápidas, mientras que la puesta en marcha de la concurrencia es de tres meses…"

Para él, el problema inicial proviene principalmente de "la elección de no tener existencias estratégicas de mascarillas".

A mediados de enero, "en el estado de los conocimientos científicos y con las limitaciones presupuestarias impuestas, la toma de decisiones era complicada", argumenta, y "la persona que entonces, en el estado actual de las finanzas de Francia, hubiera dicho 'vamos a gastar cientos de millones de euros en una hipotética crisis', nos habríamos de ella reído en su cara. Desde el principio, sabíamos que sería una gestión de crisis relacionada con la escasez –de mascarillas, pruebas, respiradores, camas de reanimación–. A partir de ese momento, es posible anticiparse, puedes hacer un montón de cosas bien –y nosotros hicimos algunas de esas cosas– pero hemos perdido la guerra de entrada".

El Gobierno también ha subestimado claramente la velocidad y la virulencia de la epidemia. "Sabíamos desde el principio que venía una ola –dice la misma fuente–, pero no pensábamos que sería tan fuerte, que el virus sería tan violento, con pacientes que pueden empeorar repentinamente y necesitan ser intubados con urgencia".

A mediados de febrero, el Ministerio pasó la alarma a la Salud Pública de Francia, en particular durante una reunión técnica para establecer el plan maestro de almacenamiento y distribución. Es necesario pasar a una marcha superior, dejar de recurrir a los largos mercados públicos tradicionales, tantear en todas partes, "en modo de guerra", les aconsejan.

La agencia no parece ser plenamente consciente de la urgencia de la situación. Su letargo se debe a su funcionamiento: nació en 2016 de la fusión de tres institutos de salud y "se armó como un plan quinquenal en tiempos de la Unión Soviética", según estiman ciertas fuentes.

En principio más reactiva y menos sujeta a limitaciones administrativas que el Ministerio, la máquina SPF sufre, de hecho, la misma rigidez cuando tiene que realizar operaciones urgentes. Sobre todo porque, desde la fusión, se ha descuidado su componente de "intervención", gestionado por el antiguo Establecimiento de Preparación y de Respuesta a las Urgencias Sanitarias (EPRUS). Interrogado por Mediapart, la dirección de la SPF no quiso responder, remitiéndonos al Ministerio de Sanidad.

A raíz de esta alerta, a mediados de febrero, la Secretaría General de Defensa y Seguridad Nacional (SGDSN), organismo dependiente de Matignon [Presidencia del Gobierno] encargado de organizar la respuesta del Estado a las crisis más graves, ya sean de carácter terrorista o relacionadas con la salud, se reunió con varios ministerios. Pidió apoyarse en los cuatro fabricantes franceses que producen las mascarillas FFP2. El gabinete del Ministro de Sanidad convocó entonces a estos cuatro fabricantes y agrupó todos los pedidos del Estado a través de un único comprador, SPF. El objetivo: tener más influencia en las negociaciones con los proveedores.

A finales de febrero, la epidemia llegó a Italia de manera preocupante y el Ejecutivo comenzó a entrar en pánico. El 25 de febrero, se organizó una reunión interministerial de crisis en torno al primer ministro Edouard Philippe. Según la respuesta del Ministerio de Salud a Mediapart, se identificó una  "necesidad" adicional de 175 millones de mascarillas FFP2 "sobre la base de una epidemia de 3 meses". Aún así, según el ministerio, Olivier Véran ordena el mismo día a la Salud Publica de Francia que solicite estas mascarillas.

Públicamente, el Ministerio de Salud trata de calmar los ánimos durante sus reuniones informativas con la prensa. "Para estas mascarillas con un alto nivel de tecnicismo [el FFP2]" "se ha realizado un pedido público" con el fin de "acumular un stock de varias decenas de millones", declaró Olivier Véran el 26 de febrero, prometiendo, al día siguiente, no estar "en la reacción" sino "desde hace semanas en la anticipación".

"Estamos y seguiremos estando un paso por delante", jura.

"No hay escasez", insiste Jérôme Salomon, el DGS, por su parte.

ACTO III (finales de febrero- principios de marzo). Los fallos de la célula de crisis

Pero entre bastidores, el Gobierno decide cambiar de marcha. Salud Pública parece claramente insuficiente para gestionar el pedido, la recogida y la distribución de mascarillas. Se pone en marcha una estrategia agresiva. El Ejecutivo crea una célula de crisis interministerial covid-19, la CCIL (Cellule de Coordination Interministérielle de Logistique), que se activa oficialmente el 4 de marzo. La CCIL cuenta con un departamento dedicado a la compra de mascarillas, responsable de aumentar las existencias por todos los medios posibles.

Esta subcélula mascarillas incluye personal del Ministerio de Salud y del SGDSN. Su dirección está confiada a Martial Mettendorff, el antiguo Subdirector General de Salud Pública de Francia, el mismo que había recibido la petición del Ministerio de acelerar el proceso a mediados de febrero... Será reemplazado a la cabeza de esta "célula de mascarillas" menos de un mes después, por un comisario general de las Fuerzas Armadas.

El balance de este comando interministerial es muy pobre. Desde su creación hasta el 21 de marzo, poco más de tres semanas, la célula sólo pudo obtener 40 millones de mascarillas con todo incluido (producción francesa, requisiciones, donaciones e importaciones), según el ministro de Sanidad. Es decir, sólo una semana de consumo de las existencias estratégicas al ritmo actual.

Sobre el papel, sin embargo, el Ejecutivo golpeó duro. El 3 de marzo, el Estado decidió, por decreto del primer ministro, requisar todas las existencias de mascarillas en el territorio y las que salieran de las fábricas.

Por el lado de la producción, este decreto resolvió de un solo golpe las laboriosas negociaciones iniciadas en febrero con los cuatro fabricantes dotados de una fábrica en Francia. Ahora están obligados a entregar toda su producción exclusivamente al Estado y logran duplicar su producción, que ya ha alcanzado los 6 millones de mascarillas por semana. Esto significa que unos 20 millones de mascarillas habrían sido entregadas el 21 de marzo.

Por su parte, la requisa de los inventarios de todas las instituciones y empresas francesas ha conocido ciertos fracasos. El 25 de marzo, la federación de servicios públicos de la CGT alertó al ministro del Interior, Christophe Castaner: "Decenas de miles de mascarillas siguen esperando que vayamos a buscarlas". Para hacer frente a la escasez en Alta Saboya, el coordinador de la CGT del cuerpo de bomberos, Sébastien Delavoux, llamó a los sindicalistas de varias empresas públicas de energía. "Decenas de miles de mascarillas fueron encontradas haciendo unas pocas llamadas telefónicas. En varios lugares se compilaron las mascarillas, pero nadie vino a llevárselas", dijo.

El decreto de requisición también ha tenido efectos perversos. "Navegamos a ciegas", estima el miembro de la unidad de crisis ya mencionado, para quien "la cura ha sido probablemente peor que la enfermedad". Según él, "la requisa no fue preparada. Después del mensaje en Twitter de Emmanuel Macron anunciando tal medida, el decreto tuvo que hacerse rápidamente".

No se "anticipó" un elemento clave en particular: el hecho de que la requisa "secaría los canales de suministro tradicionales durante dos semanas, porque los profesionales que hacían entregas a los centros de salud y a las farmacias en particular se detuvieron, sin saber qué se les permitía hacer o si se les iba a pagar". "Nos encontramos con dificultades, y eso claramente retrasó el suministro de mascarillas –dice-. Los alemanes, por ejemplo, prohibieron las exportaciones en lugar de requisar".

El 20 de marzo, tres semanas después de la requisa, el Gobierno cambió su posición y volvió a permitir que las entidades públicas y privadas importaran libremente mascarillas.

Pero el resultado más decepcionante viene de las compras en el extranjero. Según una estimación de Mediapart, que el Ministerio de Salud nos confirmó, la "célula de mascarillas" logró importar menos de 20 millones de unidades entre principios de marzo y el 21 de marzo. El ministro de Salud declaró públicamente que estas "dificultades" se derivan de la "carrera mundial por las mascarillas" provocada por la pandemia, lo que significa que "ningún país del mundo está satisfaciendo su demanda".

Sin embargo, se han cometido errores. De acuerdo con nuestra información, las propuestas serias han sido, de hecho, ignoradas. Como la de Julien, experto en abastecimiento industrial en China, que deseaba permanecer en el anonimato (véase nuestra Caja Negra, al final del artículo). Vivió allí durante diez años, experimentó varias pandemias virales, y está siguiendo la crisis de cerca a través de sus amigos confinados en Wuhan.

Conmocionado por la política francesa que desaconseja el uso de mascarillas, se dirigió el 13 de marzo al director general de Sanidad, Jérôme Salomon. "Llevar una mascarilla no es un acto folclórico. Es lo que ha permitido y permite controlar la propagación del virus en Asia, –le escribió Julien a través de la plataforma LinkedIn–. El uso de una mascarilla es obligatorio en muchos países asiáticos. [...] Los resultados son convincentes. [...] En Europa, especialmente en Francia, el discurso sobre el uso de mascarillas es irracional. Las mentalidades también. Cambiémoslo».

La oferta de uno de estos importadores, Jérôme*, que proporcionó a Mediapart toda su correspondencia con la unidad de crisis, se consideró efectivamente seria. De hecho, el Estado le pidió que hiciera una propuesta detallada para un primer pedido de un millón de mascarillas producidas en China, según los correos electrónicos obtenidos por Mediapart. Pero Jérôme esperó una semana antes de recibir una respuesta, finalmente negativa debido a los precios considerados demasiado altos...

Cierto, Jérôme realizó su oferta en el momento de los mega encargos anunciados por el Estado, el 21 de marzo (véase más abajo). Pero este retraso en el examen de la oferta llama especialmente la atención en vista de la emergencia sanitaria y la feroz competencia por los suministros. "La demanda es tal que cada día que pasaba, la capacidad disponible de mis proveedores disminuía. Uno de ellos se realizó un pedido de 10 millones de piezas para otro país", indica a Mediapart.

En su defensa, la célula tuvo que actuar rápido y comprobar la seriedad de las ofertas para evitar las estafas. "La dificultad era que también había una avalancha de ofertas extranjeras de empresas que no existían, mascarillas FFP2 ofrecidas a precios delirantes en comparación con los precios habituales, etc.", explica una fuente interna. "Las propuestas fraudulentas han proliferado", confirmó el Ministerio de Salud a Mediapart.

El gabinete de Olivier Véran nos respondió que la unidad interministerial, compuesta por "profesionales" experimentados, "recibió numerosas ofertas de compra o donación que fueron examinadas por orden de prioridad", y "siguió todas las precauciones necesarias para poder adquirir equipos de calidad reconocida, fruto de fuentes fiables". El Ministerio prefiere no comentar la "totalidad de las propuestas de licitación" que les presentamos, ya que no habría "pruebas" de que los empresarios que nos han asegurado ser serios, lo sean realmente.

También parece haber habido problemas de comunicación entre los servicios del Estado en las regiones y la célula nacional. La historia más emblemática es la de la compañía Prolaser, revelada por el diario Ouest-France. Durante la semana del 16 de marzo, esta PYME, especialista en cartuchos de tinta reciclados, identificó proveedores chinos capaces de entregar rápidamente 500.000 mascarillas por día, gracias a su red local. La empresa se dirige a los servicios locales del Estado, sin éxito. El Ministerio de Salud nos dijo que no estaba al tanto de esta propuesta.

Resultado: justo después de la publicación del decreto del 20 de marzo por el que se autoriza a las instituciones y empresas a comprar, los consejos departamentales de Vendée y Maine-et-Loire aprovecharon la ocasión para hacer pedidos de 1,2 millones de mascarillas, en su propio nombre y en el de las comunidades de municipios de su territorio. En particular, serán entregados a los Ehpad (Institución Residencial para Personas Mayores Dependientes) y al personal que ayuda a los ancianos a domicilio.

Prolaser indicó a Mediapart que ha asegurado 500.000 entregas por día, con un primer avión que aterrizó el lunes 30 de marzo. El consejo departamental de Vendée confirma haber recibido el mismo día un primer lote de 30.000 mascarillas, que permitirán suplir la escasez a la espera de "las entregas del Estado".

Por último, hay stocks de mascarillas que no tienen el certificado europeo CE, pero que cumplen con normas extranjeras cuyas características son muy similares. El 16 de marzo, Henri (nombre modificado), jefe de una empresa importadora de artículos publicitarios, avisa de la existencia de un stock de 500.000 mascarillas quirúrgicas chinas con el estándar no europeo EFB95, originalmente destinadas al mercado brasileño. Tiene la idea de importarlos a Francia para ofrecerlos «a precio de coste». "Estas mascarillas eran conformes y de buena calidad. Mi reflexión era que era mejor tener mascarillas, incluso sin la marca CE, que no tener ninguna mascarilla", relata.

Henri se pone en contacto con la aduana para preguntarles si es posible una importación. "Todo lo que necesitaban era el acuerdo de los servicios de salud, lo cual es comprensible. Pero a pesar de insistir, no recibimos ninguna respuesta por su parte. Tuvimos que liberar el stock, que fue a parar a otros países".

Ante la escasez, el 20 de marzo, España decidió autorizar temporalmente la importación de estas mascarillas sujetas a normas extranjeras. Francia, por su parte, optó por requisar a partir del 13 de marzo las mascarillas sin certificado CE almacenadas en su territorio, pero esperó hasta el 27 de marzo para autorizar su importación.

Como consecuencia de ello, el Gobierno parece haber perdido varias oportunidades de entrega en marzo, en un contexto de escasez en el que los compradores públicos y privados compiten ferozmente con los fabricantes chinos. "Es una guerra entre países para conseguir pedidos –dice un comprador de un grupo francés–. Los embajadores en China casi no duermen para asegurar los lotes. Y en este juego, Francia se despertó tarde".

No es Renaud Muselier quien dirá lo contrario. El martes 31 de marzo, el presidente de la Región Sur (antigua Provenza-Alpes-Costa Azul) anunció en la cadena rusa RT que parte de un pedido francés de 4 millones de mascarillas de China fue simplemente desviado a Estados Unidos en el último minuto. "En la pista [del aeropuerto], en China, un pedido francés fue comprado por los estadounidenses en efectivo, y el avión que se suponía que iba a venir a Francia fue directamente a Estados Unidos", denunció el presidente de la Région Sur.

Varios contratistas en contacto con el Estado indicaron a Mediapart que habían advertido a la "célula de mascarillas" que el retraso en los pedidos sería costoso. A partir de mediados de marzo, el mercado chino se convirtió en una "jungla", el "lejano oeste", según estas fuentes.

Los industriales chinos se han precipitado sobre el mercado de las mascarillas, que se ha convertido en el nuevo oro blanco, abriendo fábricas a todo gas. Como resultado de ello, la calidad ha disminuido y encontrar existencias fiables es cada vez más difícil. Los Países Bajos descubrieron que un lote de 1,3 millones de mascarillas chinas entregadas el 21 de marzo era defectuoso.

En Francia, la Asistencia Pública-Hospitales de París (AP-HP) explicó, en una nota confidencial, que el 26 de marzo recibió 700.000 mascarillas "sin el certificado CE". Estas mascarillas "son conformes", insistió la región de Île-de-France, que realizó el pedido, y la ARS, que lo inspeccionó.

El Ministerio nos indicó que, a fecha 11 de marzo, había realizado un pedido de 175 millones de mascarillas, sin especificar si incluía los volúmenes comprados a los productores franceses. 

Independientemente del volumen encargado para su importación, este tardó en llegar: entre finales de febrero y el 21 de marzo, la unidad interministerial sólo logró obtener menos de 20 millones de mascarillas compradas en el extranjero.

El Ministerio nos indica que su "destreza" debe evaluarse en el "contexto inédito" al que se han enfrentado todos los países compradores, es decir, la dificultad de obtener suministros en un contexto de oferta mundial insuficiente y de competencia exacerbada.

ACTO IV (marzo). La célula de Bercy y el escándalo Airbus

Este ha sido el credo del Gobierno desde el comienzo de la crisis: "La distribución de mascarillas siempre privilegia a los cuidadores y a las personas más frágiles", repitió, el sábado 28 de marzo, el ministro Olivier Véran. Así es, pero "privilegiar" no significa "reservar". Si fue reducido drásticamente, el Ejecutivo nunca ha cortado el suministro a las empresas, en nombre de su política de preservar la mayor actividad económica posible (lea nuestras investigaciones aquíaquí y aquí).

Cuando el Gobierno requisó por decreto, el 3 de marzo, todas las mascarillas presentes en el territorio, no ordenó la incautación de todas las existencias de las empresas. Según Marianne, una semana más tarde, el Ministerio de Sanidad quiso recuperar las mascarillas de la industria agroalimentaria, que consume más de un millón y medio de mascarillas a la semana. Antes de rendirse bajo la presión de la industria y del Ministerio de Agricultura.

Tras un período de vacilación, el Gobierno precisó las normas: las empresas que estaban legalmente obligadas a proporcionar mascarillas a sus empleados antes de la crisis, por razones de seguridad en el trabajo, pueden seguir haciéndolo, dijo la secretaria de Estado de Economía, Agnès Pannier-Runacher, durante una rueda de prensa telefónica el 30 de marzo.

El 20 de marzo, al liberalizar las importaciones –sólo se deben declarar los pedidos de más de 5 millones de mascarillas y pueden ser requisados–, las autoridades permitieron también a las empresas francesas abastecerse de mascarillas, alimentando así la competencia en un mercado que ya estaba sometido a una fuerte tensión.

Aún más sorprendente: el Ministerio de Economía ha creado una unidad dentro de su Dirección General de Empresas (DGE) para ayudar a las empresas a importar mascarillas. A diferencia de la unidad interministerial encargada de abastecer al Estado para el personal sanitario, coordina una red de 150 compradores privados repartidos en los grandes grupos franceses. El secretario de Estado especificó que la «unidad empresarial» obtiene sus suministros de fabricantes chinos «más pequeños», y que los "mayores volúmenes" se "dirigen" prioritariamente a la unidad que suministra al Estado.

Dado que el Estado ha "bloqueado" sus suministros mediante pedidos gigantescos anunciados el 21 de marzo (véase más adelante), Agnès Pannier-Runacher considera "normal" que Bercy, sede del Ministerio de Economía, trabaje para «ayudar a las empresas, ya que éstas dan a Francia una resilencia adicional».

Interrogada por Mediapart sobre el asunto, el lunes 30 de marzo durante su rueda de prensa, se mostró especialmente abochornada por el número de mascarillas consumidas por las empresas. "Menos de unos pocos millones por semana", respondió. Preguntado más tarde sobre los volúmenes exactos, su gabinete se negó a responder.

La secretaria de Estado aseguró que el sector privado "no compite con la salud" y que sería "erróneo enfrentar a unos contra otros". Dijo que el Estado "abastece" de suficientes mascarillas cada semana a los hospitales, y que la única "cuestión" que se plantearía sería la "logística" de su distribución al personal médico.

Esta afirmación es más que cuestionable, dada la escasez de mascarillas para el personal sanitario (véase más adelante). Dado que la liberalización de la compra de mascarillas se remonta a tan solo unas semanas, el consumo de mascarillas por parte de las empresas está destinado a aumentar. Sin olvidar que estas mascarillas están lejos de ser utilizadas sólo por sectores esenciales o expuestos, como el sector alimentario o los cajeros de los supermercados.

El caso más emblemático es el del gigante Airbus.

Dado que la crisis del covid-19 ha obligado a aterrizar al 80% de la flota aérea mundial, no hay ninguna urgencia en montar aviones. Sin embargo, Airbus reabrió sus fábricas francesas el 21 de marzo, a costa de un importante consumo de mascarillas, según nuestra información.

Y el fabricante de aviones parece haber recibido vía libre. El 20 de marzo, el director comercial de la zona Oeste-Mediterránea del fabricante de mascarillas 3M distribuyó a sus tropas un documento confidencial titulado "comunicación covid" que recopila los sectores de entrega prioritaria. Se trata, explicó durante una conferencia telefónica, de las instrucciones dadas por el Gobierno.

Todo tiene sentido a primera vista. La "prioridad 1" se refiere a los responsables de las instituciones de salud, de la industria farmacéutica del Gobierno. Los sectores esenciales (alimentos, energía) son "prioridad 2", mientras que todas las demás empresas son "prioridad 3", es decir, "no prioritarios".

Todos los demás, excepto Airbus, aparecen clasificados en el documento como "prioridad 2". ¿Por qué? "Está basado en las prioridades establecidas por el Gobierno. [...] Nosotros no decidimos esas prioridades", respondió el director comercial de 3M, el fabricante de las mascarillas, durante una conferencia telefónica interna el 20 de marzo. "No voy a juzgar, no estamos aquí para juzgar en absoluto, pero hasta ahora, esto formaba parte de las prioridades", añadió. Según otro documento confidencial de 3M, Airbus no fue retirada de la "prioridad 2" hasta el 25 de marzo, y fue reclasificada de facto como "prioridad 3", junto con todas las empresas aeroespaciales (ver a continuación).

¿Realmente el Gobierno dio instrucciones a 3M para favorecer a Airbus? El fabricante de mascarillas no ha desmentido esta información, afirmando solamente que "tiene en cuenta plenamente las recomendaciones del Gobierno, incluida la de dar prioridad a los profesionales de la salud". Airbus afirma que "no está al tanto de esta prioridad 1, 2 o 3". Bercy y el Ministerio de Salud no nos respondieron sobre este punto.

En cualquier caso, tras cinco días de cierre debido a la puesta en marcha de las medidas de confinamiento, las fábricas francesas de Airbus reabrieron el 21 de marzo. Al día siguiente, el director general del fabricante de aviones, Guillaume Faury, anunció en Twitter que uno de sus A330 había aterrizado en Toulouse con dos millones de mascarillas chinas, "la mayoría de las cuales serán entregadas a los gobiernos". "Estamos trabajando para apoyar a los equipos médicos que salvan vidas en el terreno", se felicitaba.

Pero Guillaume Faury olvidó decir que el cargamento también estaba destinado a sus fábricas. "Una pequeña parte fue conservada por Airbus para asegurar la seguridad del personal que trabaja en nuestras sedes", reconoce ahora la compañía. Por lo tanto, el fabricante de aeronaves hizo buen uso de un convoy humanitario para abastecerse discretamente.

Extracto de las instrucciones Covid-19 para los empleados de las plantas francesas de Airbus.

Mediapart ha tenido acceso a las instrucciones distribuidas a los trabajadores a la entrada de las fábricas: el uso de mascarillas quirúrgicas es obligatorio "cuando la actividad no permite respetar la distancia de 1 m", con "las mascarillas deben cambiarse cada 4 horas". De acuerdo con nuestra información, la mayoría de los trabajadores usan mascarillas. Dado el número de efectivos de Airbus, esto representa varios miles de mascarillas al día. La empresa no ha negado esta cifra.

Lo que es todavía más chocante es que las mismas instrucciones establecen que "llevar una mascarilla FFP3" es obligatorio "si hay exposición al polvo/niebla de aceite". Las mascarillas FFP3, que son aún más eficaces y costosas que las mascarillas FFP2, son de hecho esenciales para proteger a los trabajadores en ciertos puestos. Pero su uso en medio de la crisis del covid-19 plantea interrogantes. Las mascarillas FFP2 y 3 son las únicas que protegen a sus portadores contra el virus, e incluso los trabajadores de primera línea en la lucha contra el virus tienen dificultades para conseguirlas. "Me disgusta que utilicemos las FFP3 cuando no tiene sentido ensamblar aviones en este momento –dice un empleado de Airbus–. Estas mascarillas deberían ser donadas a los hospitales".

Cuestionado, Airbus asegura que "limita su consumo de mascarillas quirúrgicas y FFP3 a lo estrictamente necesario para garantizar la seguridad de sus empleados". El grupo justifica la continuación de sus actividades a pesar de la crisis sanitaria por la necesidad de "garantizar la supervivencia a largo plazo" de la industria aeronáutica, "un sector esencial y estratégico para Francia". Por último, Airbus indica que ha "repatriado unos 6 millones de mascarillas, destinadas principalmente a los servicios de salud europeos" (lea la respuesta completa en la pestaña Prolonger, en francés.).

El caso de Airbus no plantea ningún problema al Gobierno: el Ministerio de Sanidad respondió que desde la liberalización de las importaciones decidida el 20 de marzo, todas las empresas "cuya actividad requiera el uso de una mascarilla quirúrgica o del tipo FFP2/FFP3", incluso las no esenciales, tienen derecho a comprarlas.

ACTO V [marzo]. La escasez actual de mascarillas

Hospital Bichat, París. Para hacer frente a la ola de pacientes que inunda la región de Île-de-France, el establecimiento ha hecho todo lo posible para aumentar su capacidad. Su unidad de cuidados intensivos pasó de 28 a 45 camas en sólo unos días, hace menos de dos semanas. Este esfuerzo ya es insuficiente: las salas de cuidados intensivos están llenas al 100%, según nuestra información.

En los otros servicios también, el personal sanitario está en primera línea para atender a un lote de pacientes "más o menos afectados". Pero la escasez de mascarillas se hace sentir.

"El fin de semana pasado me dieron tres mascarillas, no las mascarillas FFP2 para protegernos, sino simples mascarillas quirúrgicas, para toda una noche", dice Sarah*, que trabajaba con 24 pacientes covid-19, portadores comprobados del virus, "la mayoría de ellos en estado crítico". La enfermera de 28 años, que suele trabajar en asociaciones, se había ofrecido como voluntaria para reforzar los equipos del hospital. "Me dijeron que me iban a proteger. Me mostraron vídeos de cómo vestirse en una célula covid-19, etc". En realidad, la enfermera siente "como si la hubieran enviado al desguace sin protección". "Es muy traumático, estoy segura de que ahora estoy infectada", dice.

Al día siguiente de su guardia nocturna, Sarah llamó al servicio de guardia para anunciar que no volvería a Bichat. Como última palabra, el hospital le dio el número de la línea directa de un infectólogo.

Tal racionamiento del personal se debe a que el suministro de mascarillas ha alcanzado un nivel crítico. La PA-HP, que emplea a 100.000 profesionales en 39 hospitales, tenía menos de 2,4 millones de mascarillas en stock a fecha de 31 de marzo, según las síntesis su "unidad de mascarillas".

El stock está dominado en gran medida por una reserva de 2 millones de FFP2 , cuya reposición es actualmente muy incierta. Por lo tanto, la AP-HP ha recortado el suministro en todos los centros de salud, dando prioridad al personal de reanimación. En tres días, del 29 al 31 de marzo, sólo se distribuyeron 20.000 mascarillas FFP2 en promedio cada día. Y esto en un momento en que los hospitales de la región de Île-de-France se enfrentan a una afluencia récord de pacientes.

Resultado: las instrucciones emitidas por las autoridades sanitarias al principio de la crisis han caído en desuso. El 20 de febrero, en una nota dirigida a los establecimientos sanitarios, el Ministerio exigió que todo cuidador en contacto con un posible caso de covid-19 llevara un FFP2. Pero, desde entonces, la doctrina oficial sobre el uso de mascarillas ha evolucionado, recuerda el Ministerio de Sanidad.

Para restringir el uso de las FFP2, las autoridades se basaron en un dictamen, emitido el 4 de marzo, por la Sociedad Francesa de Higiene Hospitalaria (SF2H), en el que se consideraba que esas mascarillas podían reservarse "para el personal sanitario que realiza procedimientos médicos o maniobras invasivas en la esfera respiratoria" de pacientes covid-19. La propia SF2H se basaba en una recomendación de la Organización Mundial de la Saluddestinada a "racionalizar" el uso de equipo médico ante el riesgo de escasez mundial.

La distribución de las mascarillas quirúrgicas también está ahora muy controlada. Y por una buena razón, sólo quedaban 294.000 mascarillas en stock el martes 31 de marzo. La ratio de entradas y salidas de los últimos días muestra la gravedad de la situación: en tres días, la APHP distribuyó 829.750 mascarillas... y, en el mismo tiempo, sólo recibió 7.500.

La urgencia es tal que la AP-HP se ha movilizado junto a la Universidad Paris-Saclay, y el gigante de lujo Kering, para fabricar unos cientos de mascarillas adicionales por díautilizando unas 60 impresoras 3D

Al mismo tiempo, según las cifras oficiales comunicados por su dirección general, el número de profesionales de la AP-HP contaminados desde el inicio de la epidemia ha ascendido a 1.200 personas «con una proporción significativa de médicos, cerca del 40%».

Redactada el 20 de febrero, la guía del ministerio establece que cualquier empleado sanitario en contacto con un « posible » caso de Covid-19 utilice una máscara FFP2.

El problema no sólo concierne a la región de Île-de-France. En numerosas áreas y desde hace varias semanas, el personal sanitario estima que ya no tiene los medios para trabajar con seguridad.

El 19 de marzo, una enfermera de cuidados intensivos del centro hospitalario de Perpiñán, donde el personal médico ha sido contaminado desde entonces, explicó a Mediapart las consecuencias de la falta de mascarillas: "Por lo general, más allá del covid, para los pacientes en aislamiento, tenemos que llevar una blusa impermeable, guantes, un gorro de quirófano, una mascarilla FFP2, y al salir de la habitación tiramos todo. Hoy se nos pide que mantengamos nuestras mascarillas FFP2 durante el tiempo que sean válidas (tres o cuatro horas). Excepto que cuando atendemos a un paciente, las gotas caen sobre la mascarilla, luego respondemos al teléfono con la máscara puesta, vamos y venimos a la sala. Ahí es donde realmente te pones en riesgo, por el bien de la economía. Nos dicen: 'No hay mascarillas'".

La escasez está afectando a toda la cadena hospitalaria. Como en este hospital psiquiátrico de Lorraine, que tuvo que donar el 25% de sus existencias (10.000 mascarillas quirúrgicas de un total de 40.000) al Hospital Universitario de Nancy. ¿La razón? Incluso «después de las requisiciones del gobierno», la asignación concedida a la rama departamental de la Agencia Regional de Salud (ARS) "permite difícilmente hacer frente a las necesidades expresadas", explicó la dirección del hospital por correo electrónico el 18 de marzo.

Interrogada por Mediapart, la ARS Grand Est afirma que se trataba de una "demanda" y no de una "requisa": "Esto se hizo con el acuerdo de estos últimos, y apoyado por la solidaridad entre los establecimientos en un período de crisis. Nadie fue agraviado", añade el servicio de prensa.

Sin embargo, hubo consecuencias: para facilitar el material, el personal sanitario del hospital psiquiátrico –varios de cuyos pacientes padecen de covid-19, según una nota interna– fue invitado por su dirección a dejar de usar mascarillas para el tratamiento de aquellos que no mostraban síntomas. "Hemos estado expuestos durante casi 15 días", critica una enfermera, que teme que el virus pueda prosperar entre los pacientes asintomáticos y los profesionales.

"Desde el principio han anunciado entregas de mascarillas a las farmacias, pero ¿dónde están? ¡No lo entendemos!", se alarma, en el Sarthe, la doctora Audrey Bidault. Desde hace varias semanas, esta geriatra cuenta sus mascarillas, que distribuye a cuentagotas a su alrededor.

Para su consumo personal, la médico "reutiliza las mascarillas quirúrgicas durante unos días, lo que no es lo ideal, por supuesto". Pero las reservas se están agotando. Así, piensa en la posibilidad de reciclar sus "últimos FFP2 descontaminándolos a una temperatura de 70°C durante un período de treinta minutos".

A pesar de todo, Audrey Bidault sabe ahora que es una privilegiada: es una de las raras profesionales que ha acumulado su propio stock comprando material en Internet a principios de marzo. ¿La razón? Un viaje familiar a Japón –donde casi toda la población está equipada con una mascarilla– del que regresó, a finales de febrero, con la certeza de que Francia tenía que prepararse para la propagación del virus.

Al aterrizar en suelo francés, la doctora Bidault alertó a las más altas autoridades, empezando por el director general de Sanidad, el profesor Jérôme Salomon. "¿Sería posible distribuir mascarillas quirúrgicas a la población en múltiples lugares?", le pregunta el 24 de febrero a través de LinkedIn. El profesor Salomon responde: "Las mascarillas quirúrgicas son útiles en caso de brote y se distribuyen a los repatriados de China y a las personas que están en contacto con los enfermos". Audrey Bidault relanzó: "En mi opinión, esto no será suficiente. No estamos haciendo lo suficiente en términos de prevención". "Estamos de acuerdo y apoyamos todas las acciones de prevención", contesta Jérôme Salomon.

Cuatro días después, Francia pasó al "nivel 2" de la epidemia.

ACTO VI (segunda quincena de marzo). Mega-pedidos y mega com’

Francia se encuentra todavía en el "nivel 2" cuando el Gobierno decide celebrar la primera ronda de elecciones municipales el 15 de marzo. El Estado no proporciona mascarillas a los presidentes y asesores de los colegios electorales. La noche siguiente, Emmanuel Macron anunció el confinamiento de la población durante dos semanas.

El covid-19 ya se ha cobrado 148 vidas.

En los días siguientes, el Ejecutivo repitió su lenguaje sobre la inutilidad de usar una mascarilla. "Los franceses no podrán comprar mascarillas en las farmacias porque no es necesario cuando no se está enfermo", declaró la portavoz del Gobierno Sibeth Ndiaye el 19 de marzo. "Yo no sé cómo usar una mascarilla […] es una cuestión técnica", añadió al día siguiente.

El mensaje se transmite en todos los tonos, en todos los canales. "Tenemos que salir de esta fantasía sobre las mascarillas –insiste Agnès Pannier-Runacher el mismo día en BFM Business–. Mantener una distancia de más de un metro es mucho más efectivo que una mascarilla. Sobre todo, hemos tenido casos de contaminación de personas que usan mascarillas y las tocan todo el día".

El punto culminante se alcanzó el 25 de marzo cuando Sibeth Ndiaye declaró que "el presidente de la República no está equipado con una mascarilla, simplemente porque no hay necesidad de una mascarilla cuando se respeta la distancia de protección cara a cara". Esa misma noche, Emmanuel Macron visitó el hospital de campo de Mulhouse, establecido por el Ejército, con la preciosa mascarilla FFP2 en su cara.

Al mismo tiempo, Olivier Véran reconoce finalmente la escasez, el 19 de marzo, en el Senado, y en un discurso televisado dos días después. Explica, con casi dos meses de retraso, que el Estado sólo tenía "150 millones" de mascarillas quirúrgicas y ninguna FFP2 en stock a finales de enero.

Olivier Véran también comunica una evaluación muy negra. Admite que, desde finales de febrero, el Estado sólo ha conseguido obtener 40 millones de mascarillas, con todos los circuitos combinados (producción francesa, donaciones, requisiciones e importaciones). Ahora sólo hay unos pocos millones de FFP2 en stock, y 80 millones de mascarillas quirúrgicas. Suficiente para abastecer tan sólo dos semanas. A pesar de que no es posible facilitar una mascarilla a todo el personal sanitario, Francia consume actualmente 40 millones de mascarillas por semana.

Pero estas cifras se vieron eclipsadas por otro anuncio del ministro el 21 de marzo: casi un mes después de la creación de la célula interministerial, indica que el Estado ha logrado finalmente encargar "más de 250 millones de mascarillas" a proveedores chinos. El encargo siguió aumentando a lo largo de la semana a través de la prensa: 600 millones de mascarillas el 27 de marzo segúnLe Monde, y 1.000 millones al día siguiente, sábado 28 de marzo, según France Info.

Esta última cifra fue confirmada oficialmente el mismo día por Olivier Véran en una conferencia de prensa junto al primer ministro Édouard Philippe. Pero con un matiz importante: "Más de mil millones de mascarillas" se encargaron en China "para Francia y el extranjero, desde Francia y al extranjero, para las semanas y meses venideros".

El Ministerio de Sanidad nos ha precisado que se trata de encargos para Francia, pero se ha contradicho en cuanto a su origen. En efecto, el gabinete de Olivier Véran nos ha afirmado que este billón de mascarillas iban a ser "importadas", añadiendo justo después que esta cifra "incluye [también] la producción nacional". Si esta segunda versión es la correcta, significa que el encargo chino está muy por debajo de los mil millones.

Poco importa, el día del anuncio, la cifra de mil millones de mascarillas encargadas en China se propagó en bucle por los medios de comunicación. La operación de comunicación funcionó.

Porque el verdadero problema no es el número de mascarillas encargadas, sino la fecha en que llegarán de China. Y eso preocupa al Gobierno. Hay "incertidumbre sobre la posibilidad de validar los pedidos realizados, incertidumbre sobre la realidad de su entrega", confió la secretaría de Estado de Economía, Agnès Pannier-Runacher, el 27 de marzo, durante una conferencia telefónica con la industria textil, de la que Mediapart ha obtenido la grabación.

"No tengo la certeza de que las importaciones sean efectivas en nuestro territorio […] hasta el momento en que el avión que tiene que traer las mascarillas aterrice en la pista de los aeropuertos franceses", añadió Olivier Véran al día siguiente.

Dada la competencia en la compra de mascarillas chinas, es necesario asegurarse primero de que las mascarillas se fabriquen correctamente, luego de que sean de buena calidad, y sobre todo es imprescindible encontrar aviones para entregarlas. Con el 80% de la flota mundial en tierra, los precios de los fletes aéreos se han disparado y se ha hecho muy difícil encontrar aviones de carga disponibles.

Como informó Le Monde, el "puente aéreo" pregonado por el Ejecutivo se organizó con mucha prisa. El fin de semana del 21 y 22 de marzo, justo después de que Olivier Véran anunciara el primer pedido de 250 millones de mascarillas, se lanzó una licitación. El concurso fue ganado por Geodis, una filial privada de la SNCF, que logró fletar dos Antonov 124, el primero de los cuales aterrizó el lunes en el aeropuerto de París-Vatry (Marne), con 8,5 millones de mascarillas a bordo.

El Gobierno y Geodis no han proporcionado cifras precisas sobre el volumen y el calendario de entregas. El Ministerio de Sanidad ha rechazado comunicarnos esta información.

Geodis anuncia 16 vuelos adicionales "en las próximas semanas", pero sin citar el volumen de mascarillas. Los vuelos están programados para abril, según la dirección del aeropuerto citada por la Agencia France-Presse (AFP). A un ritmo de unos diez millones de mascarillas por vuelo, esto podría corresponder, si todo va según lo previsto, a unos cuarenta millones de mascarillas por semana. Solo lo suficiente para mantener la tasa de consumo actual, que incluye, por lo tanto, restricciones para el personal sanitario.

Sin embargo, el Estado podrá contar con una red de seguridad adicional, gracias a las donaciones de empresas como Crédit Agricole y especialmente LVMH. La principal empresa de artículos de lujo del mundo indica a Mediapart que el 20 de marzo realizó un pedido de 40 millones de mascarillas fabricadas en China ofrecidas a Francia, incluidos 12 millones del indispensable modelo FFP2, con una entrega prevista a un ritmo de 10 millones por semana en abril.

"La gran dificultad es encontrar aviones", aseguran desde la sede general del grupo. El domingo 29 de marzo, el primer lote de 2,5 millones de mascarillas llegó a Francia a bordo de un avión de Air France fletado por el grupo Bolloré. El avión también llevaba 3 millones de mascarillas adicionales encargadas por empresas francesas, incluyendo 1 millón para que el grupo Casino equipara a sus cajeros.

ACTO VII (finales de marzo). Cambio de doctrina

Para tratar de hacer olvidar la escasez y la lentitud de su reacción desde finales de enero, el Ejecutivo ha multiplicado sus operaciones de comunicación. El martes 31 de marzo, Emmanuel Macron visitó la fábrica de mascarillas Kolmi-Hopen, cerca de Angers, para afirmar su nuevo objetivo: Francia debe lograr "una independencia total y completa" en la producción de mascarillas "antes de fin de año".

El Jefe de Estado elogió la movilización de las cuatro fábricas francesas, cuya producción ha pasado de 3,5 a 8 millones de mascarillas por semana, con el objetivo de llegar a 10 millones "a finales de abril", e incluso a 15 millones gracias a la ayuda de «nuevos actores».

Es decir, sólo un tercio del consumo actual, lo cual es en sí mismo insuficiente.

La víspera, la secretaria de Estado de Economía Agnès Pannier-Runacher había anunciado la iniciativa del Gobierno para producir mascarillas de tela gracias a los profesionales de la industria textil. Si bien el proyecto también fue iniciado por empresas del sector.

De hecho, el 6 de marzo, Bercy escribió a una representante de la industria textil para pedirle que considerara la posibilidad de producir mascarillas. Pero varias otras empresas empezaron a producir mascarillas espontáneamente en respuesta a las peticiones de ayuda en las redes sociales lanzadas por el personal sanitario afectado por la escasez. La escena, surrealista, se ha repetido en los últimos días, a pesar de los estridentes anuncios gubernamentales de pedidos de cientos de millones de mascarillas a China.

Se han establecido verdaderos canales de distribución de manera informal para compensar las deficiencias del Estado. En Isère, el personal médico ha encontrado el apoyo de la marca de jeans 1083, con sede en Romans (Drôme). "Nos llamaron el 16 de marzo varios médicos que nos conocen en la zona. Nos dijeron que se les estaban acabando las mascarillas y que el Hospital Universitario de Grenoble les había enviado un tutorial para que las fabricasen ellos mismos", dice el fundador de la empresa, Thomas Huriez.

"No tenían tiempo para fabricar las mascarillas, ni la habilidad, ni las máquinas de coser. Así que nos pidieron que lo hiciéramos –añade–. Empezamos el lunes por la noche, y empezamos a repartir el martes a mediodía". Desde entonces, la marca ha distribuido "miles de mascarillas" de forma gratuita a los médicos, en residencias de tercera edad. Otros fabricantes franceses han hecho lo mismo.

No fue hasta el 18 de marzo cuando el Ministerio de Economía pidió al Comité Estratégico de la Moda y el Lujo que estructurara el proyecto y supervisara la movilización del sector. El objetivo: fabricar dos tipos de productos con características cercanas a las de las mascarillas quirúrgicas y a las FFP2, en una versión ligeramente degradada. El Estado ha definido las normas y ha movilizado a un laboratorio del Ejército para probar los prototipos. 179 empresas respondieron; 81 prototipos han sido validados.

El Ejecutivo espera que la industria sea capaz de producir 500.000 mascarillas al día «en los próximos días», y un millón a finales de mes. El objetivo no es equipar a los trabajadores sanitarios, sino a los empleados privados y a los funcionarios públicos que el Estado no puede proteger actualmente. "Los que están expuestos a los servicios a domicilio, a nuestros transportistas, a nuestros bomberos, a nuestras fuerzas de policía, a nuestros cajeros y cajeras, a todas las profesiones que están expuestas hoy en día que, lo sé, a menudo sienten angustia, y están esperando las mascarillas", dijo Emmanuel Macron.

Detrás de este forcing a la producción nacional se esconde un cambio en la doctrina sobre el uso de la mascarilla, en contraposición al discurso oficial sobre su supuesta inutilidad. Así lo manifestó la secretaria de Estado de Economía Agnès Pannier-Runacher, el viernes 27 de marzo, durante una conferencia telefónica sobre las mascarillas con la industria textil, que Mediapart ha podido escuchar.

Hay que "aumentar masivamente, masivamente, nuestra autonomía en materia de mascarillas", indicó la secretaria de Estado. "El desafío para nosotros es, en última instancia, prepararnos para la salida del confinamiento, donde sabemos que tendremos que equipar masivamente» a la población, añadió. Cuando fue interrogado por Mediapart, su gabinete se negó a comentar sobre la base de que "la doctrina del uso de la mascarilla" es "responsabilidad exclusiva del ministerio de Salud". El Ministerio no respondió sobre este punto.

Sin embargo, los comentarios de la secretaria de Estado demuestran que el Gobierno no cree en su discurso oficial sobre la primacía exclusiva de los "medios de barrera". Una vez que se complete el periodo de confinamiento, la población se expondrá de nuevo al virus, con el riesgo de un resurgimiento de la epidemia.

En este contexto, la mascarilla es un medio eficaz de protección. En los últimos días, cuatro países de Europa central (República Checa, Eslovaquia, Austria y Eslovenia) han declarado obligatorio el uso de mascarillas en los espacios públicos.

Al menos seis denuncias penales han sido presentadas ante el Tribunal de Justicia de la República (CJR) contra el primer ministro, Édouard Philippe, la ex ministra de Sanidad, Agnès Buzyn, y su sucesor, Olivier Véran, acusados de haber gestionado mal la crisis, en particular en lo que respecta a las mascarillas.

Durante su visita a la fábrica de mascarillas Kolmi-Hopen, Emmanuel Macron denunció a los "irresponsables" que "ya están iniciando procesos judiciales mientras que aún no hemos ganado la guerra". "Entonces llegará el momento de la responsabilidad. Y todos miraremos lo que podríamos haber hecho mejor, lo que habríamos podido mejorar", prometió.

El Jefe de Estado reclamó que este examen se realice  "con un principio de justicia, con respecto a todas las decisiones pasadas, independientemente de quiénes sean los responsables políticos". Consideró que aquellos que "tomaron decisiones hace cinco o diez años" no podían "anticipar lo que estamos viviendo".

"Cuando vivimos algo nuevo, no se puede pedir a la gente que lo hubiera previsto hace 10 años" , dijo, añadiendo que quiere que este "principio de justicia" se aplique "a todos".

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Versión y edición española : Irene Casado Sánchez.

Texto en francés:

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