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La crisis del covid-19, un 'test de estrés' en tiempo real para los bancos

Una mujer protegida con mascarilla y abrigada saca dinero de un cajero de Madrid.

Martine Orange (Mediapart)

¡Veintisiete mil millones de dólares! Cuando el mundo financiero ha descubierto, a mediados de abril, la cuantía de las provisiones suplementarias que los siete grandes bancos estadounidenses (JPMorgan, Bank of America, Citi, Wells Fargo, US Bancorp, Goldman Sachs y PNB) han constituido para hacer frente a los riesgos de créditos e impagos en el primer trimestre, se han quedado helados. Incluso en tiempos de la crisis de 2008, los bancos americanos no habían reservado tanto dinero.

Esta prudencia les lleva a aceptar disminuir sus beneficios en proporciones impresionantes. Los resultados de JPMorgan se han dividido por tres (2.800 millones de dólares contra 9.100 en el primer trimestre), los de Bank of America han quedado en la mitad (3.500 millones contra 6.800 hace un año), igual que los de Goldman Sachs (1.200 millones contra 2.300 hace un año).

Las cantidades en juego nos dan la medida del shock económico provocado por la pandemia del coronavirus que espera encontrarse el sistema bancario y financiero. Para todos los bancos, los meses que vienen pueden suponer una especie de test de estrés en tamaño real de todos los riesgos acumulados durante el ejercicio test de estrés , la demostración en tiempo real de la validez o no de la reglamentación implantada desde la crisis de 2008.

Aunque la Reserva Federal ha acudido en su ayuda desde las primeras alertas de la pandemia, aceptando comprar todo, desde deudas de empresas hasta créditos hipotecarios o al consumo, los bancos anticipan ya una oleada sin precedentes de incumplimientos y suspensión de pagos que podrían suponer para ellos montañas de créditos impagados, deudas irrecuperables y pérdidas. Los principales responsables de los bancos estadounidenses han anunciado ya que se verán obligados a constituir aún más provisiones en los próximos meses.

Parece ser que las presentaciones de los bancos americanos han puesto a los bancos europeos en apuros. ¿Qué deberían hacer? ¿Anunciar que ellos también van a crear montañas de provisiones en previsión del temido derrumbe económico? ¿Tomarse algún tiempo? Ahora que comienzan a presentar sus cuentas trimestrales parece que se empieza a vislumbrar una grieta en el viejo continente con los bancos de la zona euro por un lado y todos los demás por otro.

El banco británico HSBC ha decidido alinearse con la estrategia de los bancos estadounidenses. En sus cuentas trimestrales ha constituido una provisión de 3.000 millones de dólares, un 420% más que el último año, para cubrir los riesgos de futuro. Ante el temor de unos meses aún más duros, ha decidido suspender sus dividendos y reducir los bonus de sus directivos. Según sus primeras indicaciones, podrían llegar a constituir este año entre 7.000 y 11.000 millones de dólares de provisión. "Prevemos una recesión profunda y severa en el segundo trimestre en Europa occidental y en Estados Unidos", ha explicado el director financiero del banco, Ewen Stevenson.

Los dos mega-bancos suizos, Crédit Suisse y UBS, han optado por la misma política de precaución, constituyendo miles de millones de reservas suplementarias para poder afrontar la borrasca que se avecina en la economía mundial.

Frente a eso, los 500 millones de euros de provisiones suplementarias para cubrir riesgos de créditos anunciados el 27 de abril por el Deutsche Bank, uno de los bancos más sistémicos del mundo y el más importante de Alemania, no tienen muy buena pinta. El principal banco italiano, Unicredit, particularmente afectado por el parón de la economía italiana, ha hecho la misma elección acumulando sólo 900 millones de provisiones suplementarias a la espera de lo que esté por venir. El Banco de Santander, principal establecimiento bancario español, tan afectado como ellos, ha tomado algunas precauciones más registrando en sus cuentas 1.500 millones de euros suplementarios. Todos ellos han renunciado por el momento a repartir dividendos pero ha sido a requerimiento del Banco Central Europeo, que les ha invitado a suspender el reparto al menos hasta el 1 de octubre.

¿Están pecando de optimismo los bancos europeos? "Hay ya bastante visibilidad del deterioro económico que va a suponer 2020 para que los bancos puedan (y deban) empezar a constituir reservas de provisiones suplementarias a partir del primer trimestre", decía asombrado un analista de Keefe, Bruyette & Woods tras los primeros resultados de los bancos españoles.

Las moratorias de los bancos europeos

En su defensa, algunos analistas subrayan que los bancos europeos no tienen las mismas reglas ni obligaciones, ni tampoco la misma exposición que los bancos estadounidenses, para quienes la materialización del derrumbe económico provocado por el covid-19 está ocurriendo ya.

Como en Estados Unidos no tienen, o apenas tienen, seguro de paro y de protección social, y las familias viven a crédito desde hace décadas para compensar sus bajos salarios y la precariedad en el empleo, el parón de la economía americana y los 22 millones de desempleados registrados en las tres últimas semanas tienen consecuencias inmediatas. De un mes para otro hay millones de familias sin ingresos o apenas ingresos que no pueden hacer frente al pago de sus créditos al consumo ni al pago del préstamo para comprar un coche o una vivienda. En los miles de millones de provisiones constituidas por los bancos americanos, los riesgos de impagos sobre el crédito al consumo o el crédito automóvil representan entre un tercio y la mitad del total.

Europa ha conservado una protección social, un seguro de desempleo y una red de seguridad para los trabajadores, aunque hayan sido reducidos, por lo que los bancos europeos estarán menos expuestos que los americanos a una pérdida de un día para otro de ingresos en las familias, sobre todo porque los créditos al consumo están mucho más controlados en el viejo continente que en Estados Unidos, lo que explicaría el hecho de que los bancos europeos se sientan menos obligados a constituir de inmediato importantes provisiones.

Pero está también el resto de la economía real. El cierre de comercios, de una parte de las empresas e incluso últimamente hasta de los tribunales de comercio, impide por el momento tener una idea exacta de los estragos causados por la pandemia y el confinamiento obligatorio en la economía. En los primeros quince días de abril, es decir, desde que se han reiniciado las vistas en los tribunales "se han registrado en Francia 649 aperturas de procedimientos por impagos y liquidaciones judiciales y 30 procedimientos de insolvencia", contra 2.738 operaciones similares durante el mismo periodo del año pasado, según el bufete Altares. Las verdaderas cifras llegarán más tarde: en el marco de las disposiciones de urgencia, las empresas en suspensión de pagos pueden prorrogar la petición de apertura de procedimiento colectivo hasta el 24 de junio.

Pero todos esperan encontrarse con situaciones dramáticas con el levantamiento progresivo del confinamiento. A pesar de las ayudas estatales, hay comercios que no volverán a abrir, pymes que no lograrán reconstruir sus cuentas para volver a empezar y miles de personas pueden verse arruinadas. Estas ruinas afectarán parcialmente a los resultados bancarios en forma de créditos impagados, deudas no satisfechas, quiebras y embargos. "Se teme que asistamos a incumplimientos en cascada. Teniendo en cuenta la probabilidad de una recesión muy fuerte, haría falta constituir reservas de crédito", ha explicado Jamie Dimon, presidente del JPMorgan, para justificar sus provisiones récord.

Aunque los bancos europeos tienen las mismas dudas, no las muestran en sus cuentas con el consentimiento de los reguladores, si creemos a la agencia Bloomberg. "Los bancos discuten con los auditores y la competencia para determinar qué previsiones económicas pueden justificar no aprovisionar sumas demasiado grandes de dinero. Recurrir a previsiones menos severas permite reducir la cantidad de provisiones que se vean obligados a reservar", indica esta agencia citando a un regulador anónimo.

De hecho, todo está pensado para facilitar la vida a los bancos europeos, para permitirles hacer una lectura tolerante de la normativa y de librarse de su aplicación si fuera necesario. La Comisión Europea presentó el 27 de abril un plan explicando que los daños causados por la pandemia justifican flexibilizar la normativa puesta en marcha en la crisis de 2008. Así, propone posponer la aplicación de las nuevas reglas contables y normativa prevista para los bancos, y además un tratamiento regulatorio flexible para los créditos garantizados por los Estados. Esto permitiría, según la Comisión Europea, aumentar la capacidad prestataria del sistema bancario europeo en 450.000 millones de euros.

Mientras el BCE mantiene la ventanilla abierta desde hace años para asegurar la refinanciación de los bancos y de la economía, permitiendo a los establecimientos bancarios conseguir dinero a tipos negativos, esta nueva flexibilización de las reglas previstas por la Comisión Europea, justificada siempre en nombre de la financiación de la economía, parece un poco accesoria. ¿Qué suponen esos 450.000 millones de euros en comparación con los billones que el BCE está dispuesto a anticipar en el marco del mecanismo LTRO (Long term refinancing operations)Long term refinancing operations?

La razón de esta repentina suspensión de obligaciones propuesta por la Comisión Europea está tal vez en otra parte: en las opciones que han seguido los bancos europeos desde la crisis de 2008 y que esperan no se cuestionen. En lugar de aceptar recapitalizarse en fuertes proporciones como en Estados Unidos –los bancos americanos han sido obligados por los reguladores– éstos han defendido la flexibilización de las obligaciones con el fin de no deteriorar sus beneficios y de poder repartir dividendos importantes, persuadidos de que, en caso de dificultades, los accionistas, agradecidos, no dudarán en socorrerles aportando los capitales que hagan falta.

Siempre se atienen a este principio: lo primero es asegurar los accionistas. En este contexto, constituir importantes provisiones para prevenir riesgos futuros dañaría los beneficios y su rentabilidad. Además, renunciar al reparto de dividendos podría alejar a los accionistas.

En la actualidad, los bancos europeos abordan el seísmo que viene en una situación frágil. En Grecia, en Italia o en España, los establecimientos bancarios, tocados por la crisis del euro y por años de recesión o estancamiento económico, tienen todavía miles y miles de deudas impagadas o irrecuperables. Según el BCE, esas malas deudas en los resultados de los 121 bancos de la zona euro, aunque hayan disminuido a la mitad en cuatro años, representaban aún 500.000 millones de euros a finales de 2019.

Preocupado por las catastróficas consecuencias de la pandemia, el BCE propuso a primeros de abril constituir un bad bank -un banco malo-, un organismo de liquidación a nivel europeo o a nivel nacional, que se haría cargo de todas las malas deudas de los bancos. Todos los países del sur de Europa han apoyado la propuesta, comenzando por Grecia, cuyo inestable sistema bancario aún tiene más del 30% de deudas incobrables y se arriesga a quedar muy tocada por la caída del turismo, principal motor de su economía. Pero Alemania ha rechazado el proyecto, recordando su promesa de que no se recurriría más a las familias para reflotar los bancos.

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Eso podría ser una falsa promesa. La pandemia puede en efecto someter a una dura prueba al sistema bancario europeo, sobre todo porque se resiste a constituir las reservas que hacen falta. En caso de dificultad, es de temer que no sea a los accionistas a quienes recurran, digan lo que digan los banqueros, sino a los Estados de nuevo.

Traducción: Miguel López.

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