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Mahmud Abbas se enfrenta al gran desafío de su mandato, la anexión israelí de parte de Cisjordania

Mahmud Abbas durante su discurso del martes en Ramala.

René Backmann (Mediapart)

El presidente de la autoridad palestina, Mahmud Abbas, anunció este martes 20 de mayo por la noche el fin de los acuerdos y pactos, incluidos los de seguridad, firmados con Israel y Estados Unidos. Esta decisión, hecha pública al término de una reunión entre los dirigentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y la Autoridad Palestina, constituye la respuesta de la dirección palestina a las declaraciones de Benjamin Netanhayu del domingo ante el Knesset.

"Esta es la verdad", había afirmado el primer ministro israelí en el discurso programático con el que ha conseguido la confianza del Parlamento. "Estos territorios (la Cisjordania ocupada) están donde ha nacido y crecido el pueblo judío. Ya es hora de aplicar la ley israelí y de escribir un nuevo capítulo glorioso en la historia del sionismo". En pocas palabras, ha llegado el momento de poner en marcha el apartado territorial del "acuerdo del siglo" presentado por Donald Trump el pasado mes de enero, que prevé la anexión a Israel de una parte importante (entre el 30 y el 45%) del territorio de Cisjordania a partir del 1 de julio.

No es la primera vez que Mahmud Abbas se alza contra esta amenaza que tendrá el efecto, si realmente se aplica, de transferir a la autoridad de ocupación israelí las responsabilidades y las obligaciones que le incumben en virtud del derecho internacional. En particular, el cuarto Convenio de Ginebra, que tiene a la potencia ocupante por responsable de la población civil ocupada, prohíbe los castigos colectivos, el robo de recursos y la anexión de tierras.

Ya en febrero, un día después de la presentación en Washington del plan Trump, el presidente palestino anunció el fin de los acuerdos con Israel. Pero la "coordinación de seguridad", elemento central de esos pactos, continuó y otros aspectos de los acuerdos tampoco fueron abolidos. La declaración del pasado martes es claramente de otra naturaleza porque se ha hecho al término de una reunión entre los dirigentes palestinos, esperada desde hacía días y finalmente celebrada con urgencia en Ramala. Pero también porque ha tenido lugar en un contexto político y diplomático particular.

El regreso al poder de Netanyahu, encabezando un gobierno en el que participa finalmente Benny Gantz, quien había hecho votos de echarle de su puesto y no aliarse jamás con él, da al primer ministro los medios pero también la obligación de responder a lo que espera la mayor parte de su electorado: extender la colonización y anexar la mayor parte de Cisjordania. Para ese electorado de colonos, o de partidarios de la colonización, la anexión de al menos una parte de Cisjordania es un objetivo ideológico de una gran importancia, lo que, además, sellará oficialmente las salvajes confiscaciones y apropiaciones de tierras palestinas a las que se han dedicado desde hace muchos años.

En un momento en el que se va a abrir su procesamiento por corrupción y abuso de confianza que ha tratado de evitar desde hace más de un año, Netanyahu debe dar imperativamente a sus partidarios lo que reclaman para poder contar con su apoyo, incluso en la calle, en caso de que las decisiones de los jueces no le favorezcan. Y su amigo y protector Donald Trump está en una situación parecida. En apuros por su espantosa y desastrosa gestión de la pandemia del covid-19, le hace mucha falta unir los votos de su electorado evangélico sionista, partidario fanático de la anexión de los territorios palestinos, para ganar a Joe Biden en noviembre.

La "diplomacia del megáfono" de la UE

Esta conjunto de factores ha convencido a algunas capitales de que es real el riesgo de ver a Netanyahu anexionarse los territorios palestinos en julio y de que ha llegado el momento de darle un toque de atención serio. Desde primeros de mayo, los embajadores de doce países, Reino Unido, Francia, Alemania, Irlanda, Países Bajos, Italia, España, Bélgica, Dinamarca, Finlandia y la Unión Europea, le han dicho al ministro israelí de Asuntos Exteriores que, si se aplican los planes de anexión de Cisjordania definidos en el acuerdo de coalición que están concluyendo, esa decisión tendrá "graves consecuencias".

Dos semanas después, París, a través del ministro de asuntos exteriores Jean-Yves Le Drian, ha pedido a Israel que se abstenga de "cualquier medida unilateral que conduzca a la anexión de todo o parte del territorio palestino". Josep Borell, alto representante europeo para la política exterior, ha recordado que Europa "no reconocerá las modificaciones de las fronteras de 1967 que no sean aceptadas por israelíes y palestinos". El ministro alemán de asuntos exteriores, Heiko Maas, y el primer ministro palestino, Mohammed Shtayyeh, han hecho pública una declaración conjunta expresando su "grave preocupación".

Incluso el gobierno canadiense, que habitualmente apoya a Israel, ha manifestado su oposición al proyecto de anexión. "Lo que ha sido sorprendente", dice un diplomático, "ha sido ver que en Bruselas, Países Bajos, históricamente favorables a Israel, han participado con Francia, Irlanda, Luxemburgo y España en conversaciones en las que se ha aludido la hipótesis de sanciones contra Israel".

Netanyahu, manifiestamente movilizado para la preparación de su procesamiento, silencioso ante la reserva de sus militares, en activo o retirados, que subrayan el riesgo de explosión de una tercera Intifada o de la ruptura del tratado de paz con Jordania si se concreta el proyecto de anexión, ha dejado que su ministerio de Asuntos Exteriores denuncie la "diplomacia del megáfono" de los europeos.

Es difícil decir por el momento si esta decidida oposición de los europeos, a los que se ha unido el canadiense Justin Trudeau y el adversario demócrata de Trump, Joe Biden, quien ha declarado que "no apoya la anexión", ha tenido algo que ver en la decisión de los palestinos de anunciar el fin de los acuerdos. Esta oposición aparentemente les garantiza la continuidad de la ayuda internacional que permite el funcionamiento de sus instituciones.

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Aunque Israel decidiera, según su costumbre, confiscar el importe de las tasas que les corresponden, y que constituyen una parte importante de sus recursos, los palestinos parecen seguros de que no serán abandonados, lo que habrá contado mucho para lanzar ese desafío histórico a Israel, a Estados Unidos y a la comunidad internacional. Pero los palestinos, prudentes por experiencia, se preparan no obstante para unos días difíciles. La semana pasada, los jefes de las misiones diplomáticas palestinas han recibido instrucciones de Ramala pidiéndoles que evalúen qué efectivo mínimo de servicios necesitarían para poder continuar funcionando.

Traducción: Miguel López.

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