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La 'Caesar Act' de EEUU, la ley que asfixia económicamente a la población siria

Niños sostienen banderas sirias durante una celebración, en Damasco (Siria).

La Caesar Act oley César es antes que nada la historia de un héroe anónimo. La de un fotógrafo de la división forense del Ministerio de Defensa sirio que durante meses, en secreto y arriesgando su vida, tomó fotografías de los prisioneros que murieron torturados. Inicialmente, ése no era su objetivo. Simplemente quería desertar y unirse a la oposición. Fue la oposición la que lo convenció para que continuase su trabajo en las morgues de las prisiones para documentar los crímenes del régimen, a menudo fotografiando hasta 50 cadáveres al día.

Hasta que se rompió en 2013. Después de esconderse un tiempo en su país, logró llegar a Jordania oculto en el contenedor de un camión, con las memorias USB que contenían las imágenes digitalizadas del horror del campo de concentración sirio. Una vez en Europa, tomará el nombre en clave de César, Caesar en inglés. Ahora vive escondido y bajo una fuerte protección.

Luego está la historia de la autentificación y validación de las imágenes que tomó, con la colaboración de abogados, organizaciones humanitarias, peritos y oficiales de policía. Un trabajo terriblemente difícil: examinar con detalle 53.275 fotos de cuerpos desnudos y demacrados, casi esqueletos, cada uno de ellos testigo de la violencia de los actos de tortura sufridos. A un ritmo de 4 o 5 fotos por cadáver, supone unas 11.000 víctimas. Lo que el fotógrafo revela es un continente de tortura.

Pero también es una historia de los traumas para las familias sirias, muchas de las cuales desconocían que sus parientes desaparecidos estaban muertos y que los reconocieron en las fotos, descubriendo al mismo tiempo en qué condiciones habían sido asesinados.

Por último es la historia de una ley americana, la Caesar Syria Civilian Protection Act, que lleva el pseudónimo del desertor, aprobada por el Congreso, con demócratas y republicanos haciendo causa común por una vez; ratificada por Donald Trump para castigar económicamente a Bashar al-Assad y a los suyos, entró en vigor a mediados de junio.

Esta ley bipartidista se basa en la investigación de los laboratorios del FBI que verificaron la exactitud de los documentos. Pero también es el fruto de un intenso lobby de la diáspora siria en Estados Unidoslobby. Así pues, la redacción de la ley es el resultado de la colaboración entre la sociedad civil siria en el exilio y el Congreso, ya que el desinterés de Donald Trump por el caso sirio ha facilitado sin duda su entrada en vigor.

Su propósito, según lo descrito por James Jeffrey y Joel Rayburn, los dos diplomáticos que trabajan en la cuestión Siria, es agotar gradualmente los recursos financieros del régimen para impedir que éste inicie operaciones contra la población. En resumen, se trata de asfixiar económicamente a Damasco.

Siria ya vive bajo un régimen de sanciones estadounidenses, algunas decididas en 1979 en el contexto de la ocupación siria del Líbano; otras desde el levantamiento popular de 2011, que apuntan a las empresas estadounidenses que quieren hacer negocios con el régimen. A ellas hay que añadir las sanciones europeas renovadas en junio. Pero la ley César va mucho más allá, impone “sanciones secundarias” que prevén fuertes penalizaciones financieras contra terceros países y empresas que quieran hacer negocios con Damasco. La nueva ley se dirige a los sectores del petróleo y la construcción en particular. Concierne principalmente a Rusia e Irán, pero también a los Emiratos Árabes Unidos (que han restablecido sus relaciones con Damasco), el Líbano, Jordania, Irak y China.

“A medida que el conflicto entra en una nueva fase, las sanciones tienen por objeto disuadir a las personas o empresas participar en los esfuerzos de reconstrucción del país”, acogió con beneplácito la ONG Syria Justice and Accountability Center (SJAC), que ha participado en la campaña de la diáspora siria con la administración de Estados Unidos. “Antes de la aprobación de la ley César, la Administración Trump tuvo que recurrir a las amenazas verbales y a las advertencias privadas para disuadir a los Gobiernos de Europa y del Golfo de volver a comprometerse políticamente con Damasco o de invertir en áreas gubernamentales. [...] Las sanciones de la Ley César son una disuasión mucho más fuerte”.

En principio, la ayuda humanitaria no está recogida en la ley. Tampoco el sector privado sirio, pero como generalmente éste se encuentra en manos de oligarcas cercanos a Bashar al-Assad, sometidos a la ley César, toda la economía siria está viéndose gravemente afectada.

Actualmente, se estima que el 83% de los sirios viven por debajo del umbral de pobreza. Según un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) publicado en marzo de 2018, unos 6,5 millones de personas padecen inseguridad alimentaria y otros cuatro millones –el doble que hace un año– corren el riesgo de padecerla. Desde entonces, la situación ha empeorado aún más. Según las estimaciones del PMA, el costo de una cesta de productos de primera necesidad, como la harina y el aceite, ha aumentado en un 111% en 12 meses.

La ley César está obviamente dando lugar a una gran cantidad de críticas y controversias, incluso al margen de los partidarios habituales del régimen –Moscú, Teherán y Pekín, que están unidos en su deseo de oponerse a cualquier sanción. Damasco, por su parte, habla de “terrorismo económico”.

“Para algunos, la ley César es la solución milagrosa; para otros es un veneno que sólo afectará a la población civil. Pero debemos tener una posición equilibrada, no es ni lo uno ni lo otro”, advierte el politólogo sirio Salam Kawakibi, director del Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos de París (Carep).

Dicho esto, surge la pregunta inherente a cualquier campaña de sanciones, ¿no será el precio a pagar exorbitante para los sirios, sabiendo que el objetivo de la ley no es el derrocamiento de Bashar al-Assad?. Según el propio James Jeffrey [el representante especial de Estados Unidos en Siria], esta ley no tiene por objeto expulsar a Bashar al-Assad de Siria ni a los rusos de Siria, sino obligar a las autoridades sirias a cambiar su política interna, a liberar a los prisioneros, a detener los asesinatos en masa. “Pero esto parece casi anecdótico cuando se conoce la naturaleza totalitaria del régimen. No hay mucho que saber sobre Siria y su historia contemporánea”, añade el mismo investigador.

“Esta ley es sobre todo un acto militante de la diáspora siria en los Estados Unidos”, insiste Firas Kontar, abogado y especialista en derechos humanos. “Se produce en un contexto particular: actualmente no hay más planes para Siria. Ninguno. Los países europeos han renunciado, ya no muestran ningún interés en este país. Donald Trump tampoco está interesado. Antes de él, Barack Obama había bloqueado esta ley con el pretexto de que impediría las negociaciones con el régimen sirio, con los resultados que vemos hoy. El problema de la ley César es que está incompleta. Carece de un componente humanitario y de un componente judicial, que consiste en enjuiciar al régimen a nivel internacional. Porque, ¿un régimen que gaseó a su gente, que destruyó sus ciudades, se va a preocupar si su gente pasa hambre? No, claro que no, pero usará la ley César para culparlo de todo lo que está mal en el país. Lo mismo para el aliado ruso al que no le importa que los sirios estén en la miseria. Por otra parte, si el aspecto económico se hubiera vinculado a los asuntos humanitarios y judiciales, entonces, sí, esta ley habría tenido sentido”.

Pero, matiza, “la ley tiene el mérito de recordarnos quién es César y lo que es la industria de la tortura en Siria. También muestra que cualquier normalización con Damasco es imposible y por lo tanto obligará a ciertos países a suspender lo que han emprendido”. Empezando por los Emiratos Árabes Unidos, que tenían la intención de participar en la reconstrucción de Siria, y Jordania, que se preparaba para desempeñar el papel de base de la retaguardia de Siria. También afectará al Líbano, donde Damasco tiene muchos intereses, ya que está devastado por una terrible crisis económica y financiera.

En cualquier caso, añade Salam Kawakibi, el régimen no busca reconstruir Siria. “Tal vez, añade, quiere reconstruir ciertos sectores, lo que le permitiría beneficiarse de ciertas ganancias financieras. Pero la reconstrucción real debe ser tanto tangible como intangible, y debe implicar a la ciudadanía, la sociedad, la unidad nacional, pero esa es la menor de las preocupaciones de un régimen que sólo busca dividir y gobernar, lo que ha estado haciendo desde 1970”.

Otra pregunta es, ¿cuál es la eficacia de las sanciones? Todas las que ya han sido aplicadas nunca han frenado la ferocidad del régimen. E insiste el mismo investigador: “Además, el régimen sirio siempre ha logrado eludir todas las sanciones que se le han impuesto. Y su aliado, el régimen iraní, es el campeón mundial en este ámbito, ya que ha conseguido sortearlas y gestionarlas, no en beneficio de la economía nacional o del Estado, sino por su propio bien. Gracias, en particular, a las redes regionales e internacionales, ha logrado incluso enriquecerse desarrollando una economía informal de mercado negro, que le ha reportado miles de millones de dólares, y transmitiendo los efectos negativos a la población, haciéndole creer que no tiene nada que ver”.

En cuanto a Rusia, continúa, “desde la promulgación de la ley ha mostrado una gran indiferencia, haciendo saber que no iba a cambiar ni sus compromisos en Siria ni sus inversiones (ya ha firmado varios contratos para el control de los puertos, los fosfatos, del gas). Y los rusos son maestros en sociedades pantalla; ya han creado varias en Siria”. Por no hablar de su continua presencia militar, subraya, “bajo la bandera de las empresas mercenarias, afirmando que se trata de un asunto privado”.

Por consiguiente, aunque cree que la ley César tendrá sobre todo un impacto negativo en la población, Salam Kawakibi cree que “la insoportable, explosiva y catastrófica situación económica” está causando fisuras dentro del propio régimen y que los que apoyan a Bashar al-Assad podrían finalmente decirle: “Aunque creemos en ti, has fracasado en tu misión. ¡Deja paso a otra persona!”.

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Traducción: Mariola Moreno

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