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Los votantes de Trump en California se muestran más preocupados por el empleo, la religión y las armas que por los megaincendios

Bomberos en Butte County, California.

También se ha recurrido a las mulas como refuerzo. En el parque nacional de las Sequoias, en el sur de California, recorren senderos peligrosos, inaccesibles a los vehículos. Allí, cada 60 metros, descargan parte de su carga: tuberías. Una vez ensambladas, las tuberías de riego se utilizan para refrescar el suelo y combatir los incendios que asolan desde hace 30 días el majestuoso bosque de árboles milenarios. 540 km2 de vegetación, cinco veces la superficie de París, ya se han convertido en pasto de las llamas.

Sobre el terreno, la intensidad de las llamas que se extienden por la costa oeste de Estados Unidos, por Oregon, Washington y California sorprende incluso a los más experimentados. “En 27 años, nunca he visto nada como esto [...]. Y los vientos cálidos y secos del otoño, los vientos de Santa Ana, aún no han llegado”, confiesa, asombrado, un portavoz de las autoridades locales en un canal del Valle Central.

Más de tres millones de acres (superior a la superficie de Líbano) han ardido sólo en el estado de California. Además, hay un gran número de víctimas humanas. Al menos 26 personas han perecido, 12 están desaparecidas y 60.000 se han visto obligadas a abandonar sus hogares para escapar de las llamas.

Cerca del parque nacional de las Sequoias, a una hora en coche, el presentador del tiempo de KBAK-TV, programa que se emite desde Bakersfield, la principal ciudad del condado de Kern, tiene buenas noticias. Pese a todo. Según el presentador de esta cadena, perteneciente al grupo Sinclair (muy conservador), pasada la segunda quincena de septiembre, se prevé sol y tiempo fresco. En la ventana, no hay rayos en el horizonte, ni siquiera una suave brisa. Una espesa neblina de humo y el olor a gasolina saturan el aire.

¡Bakersfield es el Kern-tucky!, resume un lugareño. Se trata de una referencia al estado de Kentucky, bastión de la derecha americana. Bakersfield, situado no lejos de las palmeras de Los Ángeles, emblema demócrata, se parece más a los badlands (tierras áridas y no fértiles) de Texas. Atravesado por el río Kern y sus inmensos campos de petróleo, aquí todo recuerda al auge del oro negro descrito en 1956 en la película Gigante de George Stevens. Pozos de petróleo hasta donde alcanza la vista. Y campos.

A pocos kilómetros del centro urbano se encuentra el Valle de San Joaquín, región del Valle Central que hace que el estado de California represente por sí solo el 12,2% de la economía alimentaria de Estados Unidos. En 2016, la población de Bakersfield (casi 385.000 habitantes), en su mayoría blanca, heredera de los granjeros de Oklahoma descritos por John Steinbeck en Las uvas de la ira, votó mayoritariamente a Donald Trump, ahora candidato a la reelección.

Sin embargo, desde hace varias semanas, la ciudad debe hacer frente a la contaminación, a los enormes incendios de la zona y al silencio del presidente.

En Bakersfield, sin embargo, 300 camiones y coches se manifestaron el fin de semana pasado, con banderas ondeando, en apoyo del presidente Trump. Toda una muestra de fuerza, irónicamente llamada “Corona Trump Cruise”, que recorrió las redes sociales locales. A pocas semanas de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre mientras el oeste de Estados Unidos y los condados cercanos están literalmente en llamas, ¿cómo se puede explicar semejante apoyo?

“Bullshit”

En las calles casi desiertas –grandes avenidas ocupadas por grandes coches–, los residentes de Bakersfield, en su mayoría sin máscaras, ofrecen las respuestas. “El presidente es simple y llanamente el mejor, ha levantado las restricciones federales [relacionadas con las regulaciones medioambientales] y ha creado puestos de trabajo”, asegura en tono afable John, un veterano de 80 años de la guerra de Vietnam y exingeniero de una estación de bombeo de agua.

El clima, la pandemia, es “bullshit” [una mierda] orquestada por los periodistas, añade el jubilado, que viste un sombrero de vaquero. El hombre, sólo ve un canal de televisión, el único que en su opinión es fiable, One America News, un medio de comunicación de extrema derecha.

En el aparcamiento del supermercado Costco, muchos piensan como John. El presidente realmente se preocupa por la suerte de la gente. “He care about people”. La frase se repite una y otra vez.

Es “patriótico”, dice Pam, de 63 años, maestra. “Un buen hombre”. Los incendios, el calentamiento global no le preocupan mucho. Pam, muy creyente, murmura su teoría. Todo este “caos, los incendios, el virus”, para ella es sólo una señal del fin de la vida en la tierra, una oportunidad para “reunirse con Jesús”.

Sin embargo, lo que le preocupa son los “disturbios”, las manifestaciones organizadas en otras partes del país en respuesta a la violencia policial contra los negros de EE.UU. “Nunca he tenido un arma, pero respeto mucho la Constitución”, dice la sexagenaria de 60 años, que ahora se siente insegura. “¿Cómo voy a proteger a mi familia sin mi arma?”, pregunta Roger, de 38 años.

Empleo, religión, armas. Esto es lo que parece seducir aún hoy a los votantes de Bakersfield, a pesar de los incendios. En 2018, las elecciones locales de mitad de mandato fueron un anticipo de esto. El congresista Kevin McCarthy, líder republicano de la Cámara de Representantes y uno de los primeros valedores de Donald Trump, resultó reelegido con más del 65% de los sufragios.

Aquí, las personas que se ganan la vida principalmente con la industria petrolera y la agricultura “son generalmente escépticas sobre el cambio climático. Culpan de sus problemas económicos al gobernador demócrata de California [Gavin Newsom], que quiere lograr la neutralidad del carbono antes de 2045. No el presidente”, observa John Cox, un reportero local de Bakersfield California.

El medio ambiente entra en la campaña

Ambos responsables políticos se entrevistaron brevemente el 14 de septiembre durante la visita exprés de Donald Trump a California. En campaña, en el oeste del país, criticado hasta la fecha por su silencio en lo que respecta a los incendios forestales, el presidente, climaescéptico, finalmente abordó la cuestión. El problema “es la gestión forestal”, dijo.

Durante mucho tiempo ha prevalecido en Estados Unidos una política de supresión total de incendios. Como resultado, se han acumulado enormes residuos de combustible en bosques más densos y menos desbrozadas. Esta política, que el presidente denunció, está siendo cuestionada por algunos expertos, junto a otros factores, como las condiciones climáticas.

En California, una zona de 100 millones de acres (más de 400.000 km2), un tercio de la cual está cubierta de bosque, los veranos son cada vez más calurosos y secos. Entre 2008 y 2017 se quemaron 6,9 millones de acres (28.000 km2). El fuego más mortal del estado todavía permanece en la memoria colectiva. Hace sólo dos años, 85 personas quedaron atrapadas al tratar de huir de la pequeña ciudad de Paradise en el norte del estado, el 90% de la cual fue destruida por las llamas.

“La evidencia habla por sí misma: el cambio climático es real”, aseveró el gobernador Newsom a Donald Trump. A principios de septiembre, se registraron 49 grados en el condado de Los Ángeles. Temperaturas sin precedentes. “Terminará llegando el frío”, replicó el presidente. Detrás de esta aparente ligereza hay en realidad un sólido balance en materia de desregulación ambiental, advierte la abogada Hana Vizcarra.

Junto a sus colegas de la Facultad de Derecho de Harvard, la letrada y sus colegas de la Facultad de Derecho de Harvard han analizado un centenar de medidas. “La llegada de Andrew Wheeler al frente de la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. marcó un punto de inflexión. La Administración Trump ya no se limita a revisar las leyes, sino que las reinterpreta”.

Desde su ciudad natal de Wilmington, Delaware, Joe Biden también criticó el 14 de septiembre el historial de su rival electoral. Lo que está en juego para el candidato demócrata es doble: seducir a los jóvenes partidarios de izquierda del senador Bernie Sanders y del Green New Deal, sin alienar a la clase media blanca y trabajadora, especialmente en el Medio Oeste.

Un electorado centrista contradictorio

En el país, dos tercios de los estadounidenses creen que el gobierno federal no está haciendo bastante en materia medioambiental, según un sondeo reciente realizado a 10.957 personas por el independiente Pew Research Center. ¿La inversión de dos billones de dólares prometida por Joe Biden durante cuatro años para lograr la neutralidad del carbono en 2050 tendrá el mismo nivel de apoyo?

En Bakersfield, Johnny, jubilado del sector inmobiliario, lo duda. Sólo su historia resume las contradicciones del electorado centrista. “Trump ha sido un buen presidente para el empleo”, comienza. “Sigue siendo un gran hombre de negocios a pesar de su gestión de la epidemia”. ¿Sabe a quién va a votar en noviembre? "¡Oh, yes!”, responde Johnny seguro de sí mismo.

Su mujer, supervisora de un importante productor de zanahorias, es mexicana, confiesa. “Los prejuicios de Trump contra los latinos... ya sabe…”, lamenta Johnny, no sin cierto rubor. Votará a Biden.

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Traducción: Mariola Moreno

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