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La economía se reactiva en China tras la pandemia a costa de precarizar más el empleo

Un hombre se toma la temperatura en Nanning (Guangxi, China).

En China, como en todo el mundo, pero sin duda más que en otras partes, las cifras de desempleo son sensibles, y más aún en estos tiempos de pandemia de efectos devastadores para la economía global. Li Xunlei, responsable de investigación de Zhongtai Securities, lo vivió en primera persona a finales de abril, cuando vio cómo su informe, que establecía la tasa de desempleo real en más del 20% (lejos del 5,9% oficial de marzo), tuvo que ser retirado de la circulación. El argumento era sencillo: al señalar que la tasa oficial no tenía en cuenta a los trabajadores migrantes que llegaban al país, el equipo de Li estimó que la disminución de la actividad, sumada a las dificultades de los migrantes para llegar a sus lugares de trabajo, se traducía en una pérdida adicional de 70 millones de puestos de trabajo directamente relacionados con la crisis sanitaria causada por el coronavirus.

Finalmente, el Li también se vio obligado a cambiar de trabajo y Zhongtai tuvo que hacer una penosa declaración afirmando que “la posición del gabinete [era] acogerse a las cifras oficiales”.

Oficialmente, la cifra de desempleo alcanzó su nivel más alto en febrero, llegando al 6,2%, un máximo histórico desde que se publican estas cifras en China, y especialmente desde que la metodología contable se hizo más “fiable”, o al menos más realista, en 2018, sobre la base de las informaciones provinciales publicadas mensualmente. Ahora sabemos que esto corresponde al pico de la crisis en China.

Toda la provincia de Hubei, el epicentro del brote de Covid-19, fue estrictamente confinada desde finales de enero y no se reabrió oficialmente hasta principios de abril, y la economía china experimenta una desaceleración sin precedentes. En el primer trimestre de 2020, el Producto Nacional Bruto (PNB) de China cayó un 6,8%, mientras que el PNB de Hubei, la séptima economía provincial más grande de China, se desplomó un 39,2% durante el mismo período.

Es cierto que al cruzar los datos de desempleo de enero y febrero, la Oficina Nacional de Estadística china (BNS) reduce el efecto real de la crisis en el empleo; la cifra total de desempleo global corresponde a más de un punto porcentual de aumento con respecto a diciembre de 2019, y por lo tanto en términos de datos relativos a un aumento de casi el 20%. En comparación, la tasa de desempleo general armonizada en los países de la OCDE fue del 5,5% en marzo y del 8,6% en abril de 2020.

Para Geoffrey Crothall, de la organización China Labour Bulletin, ONG con sede en Hong Kong que trabaja en defensa de los trabajadores chinos desde 1994, sería “un error borrar de un plumazo las cifras oficiales”. “Aunque sólo tenga en cuenta el desempleo urbano en las 31 ciudades más grandes de China, técnicamente incluye también a los trabajadores migrantes urbanos, contrariamente a la idea de que todos los trabajadores migrantes [291 millones, según las últimas estadísticas] están excluidos de las encuestas”, insiste.

“En cambio, el método sólo se aplica realmente a las tendencias a largo plazo y no consigue detectar la precariedad a corto plazo, especialmente entre las personas con empleo temporal y, por lo tanto, de aproximadamente 200 millones de trabajadores 'flexibles', entre los que se incluyen los trabajadores por cuenta propia”, añade.

Para el BNS, es suficiente haber trabajado una hora a la semana para ser considerado “asalariado”. “Las cifras oficiales sólo pueden servir, por tanto, como indicativo y, para comprender la verdadera magnitud del problema, debemos también, y sobre todo, fijarnos en los jóvenes y subempleados”, recuerda Crothall.

En abril, el desempleo juvenil, según datos del Gobierno, se situaba en el 13,8%, más del doble de la cifra oficial global y más de medio punto porcentual que en marzo. Al mismo tiempo, el BNS informó de que en los cuatro primeros meses del año sólo se habían creado 3,54 millones de puestos de trabajo, un 23% menos que en el mismo período del año anterior, además a menudo en sectores menos protegidos de la “gig economy” [economía gigante], la economía de los empleos ocasionales temporales en el sector terciario.

Estas cifras también se corresponden con las del informe de la Guanghua School of Management, de la Universidad de Pekín, que reveló a mediados de abril que el volumen de ofertas de trabajo publicadas en la plataforma online Zhaopin.com había disminuido en un 27%online en el primer trimestre de 2020.

En el informe también se indicaba, a partir de esta base de datos de más de un millón de empresas y 23 millones de puestos de trabajo, que las pymes eran las más afectadas, así como los empleos peor remunerados y los demandantes de empleo con 1 a 3 años de experiencia. Otro estudio de la Universidad de Tsinghua estimaba que a mediados de abril las pymes perdieron alrededor del 70% de sus ingresos sólo en marzo.

Nuevos contratos a tiempo parcial

En el discurso oficial, la preocupación respecto al empleo de los jóvenes, una constante desde hace algunos años, se hizo aún más evidente cuando el primer ministro Li Keqiang presentó su informe de actividad en la apertura de la doble sesión parlamentaria el 22 de mayo.

El empleo está, pues, en primera línea de lo que el gobierno llama las “seis estabilizaciones” y las “seis garantías” y, muy significativamente, el propio término empleo (jiuye) se menciona nada menos que 39 veces, mucho más que en 2019 y muy por delante de los demás temas económicos abordados en el discurso, incluida la inversión.

Sobre todo, el jefe del Gobierno chino identificó claramente los segmentos de la población que corren mayor riesgo: los recién llegados al mercado laboral, en primer lugar, y en particular los 8,74 millones de recién graduados, todos ellos en busca de su primer empleo.

A continuación, el primer ministro distinguió entre el personal militar al final de su servicio activo, los trabajadores rurales migrantes, que están especialmente mal protegidos, los discapacitados y los hogares en los que no trabaja ningún miembro. Acto seguido pasaba a referirse a los “cientos de millones de trabajadores” con empleo precario y señaló que al menos 600 millones de personas en China vivían con unos ingresos inferiores a 1.000 yuanes600 millones de personas (126 euros) al mes.

Como parte del plan de estímulo de cuatro billones de yuanes (534.000 millones de euros) anunciado, la mayoría de las medidas incluyen rebajas y exenciones para las empresas: eliminación de algunos impuestos de sociedades, alquiler y préstamos bancarios subvencionados por los gobiernos locales, reducción de las contribuciones sociales, incluido el reembolso de las cotizaciones de desempleo, reducción de los costos de electricidad y agua, y ampliación hasta marzo de 2021 del aplazamiento de los pagos de capital e intereses de los préstamos a las pymes.

Se trata de disposiciones destinadas a preservar el empleo, que se complementan con medidas destinadas a crear nueve millones de puestos de trabajo urbanos, según el primer ministro, favoreciendo en particular los sectores de la nueva economía y prometiendo mantener el ritmo de 10.000 creaciones de empresas al día, como en 2019.

Pero este enfoque puramente contable, que parece estar dando frutos en parte, con una contratación total de más de 4,4 millones de personas en el segundo trimestre de 2020 y un aumento de casi el 35% de las ofertas de trabajo en la plataforma Zhaopin.com en comparación con el primer trimestre, no oculta importantes pérdidas salariales y un subempleo real.

Según Gavekal Dragonomics, consultora especializada en el análisis de la economía china y con sede en Pekín, la pérdida salarial del mes de febrero equivale al “2,3% del total de los ingresos familiares de todo un año”. Y cuando la actividad comenzó a recuperarse, a partir de los meses de marzo-abril, muchos empleados, como los de la industria textil, fueron contratados sólo a tiempo parcial, sin posibilidad de hacer horas extras, y con salarios que correspondían a la mitad –o incluso menos– de lo que ganaban antes de la crisis del covid-19.

Sólo 200 millones de personas, menos de la mitad de la fuerza de trabajo urbana y menos del 20% de los trabajadores migrantes, están cubiertos por el sistema de seguro de desempleo, que representa sólo el 80% del ingreso mínimo, que es diferente en cada provincia y gran ciudad y, en la mayoría de los casos, equivale sólo a una cuarta o incluso una quinta parte del salario real medio de la localidad.

Además, los salarios mínimos rara vez se revisan, contrariamente a la obligación legal de hacerlo al menos cada dos años, y en 2020 los salarios mínimos se congelaron de factocongelaron.

Al final, por tanto, pocas personas tienen interés real en “perder su tiempo en dar el paso para obtener una compensación ridículamente baja”, como resume Geoffrey Crothall. No es de extrañar, entonces, que según el Ministerio de Recursos Humanos y Seguridad Social de China, solo 2,3 millones de personas habían recibido esta ayuda a finales de marzo.

¿Podría Li Xunlei, el economista tratado bruscamente en Zhongtai Securities, haber tenido razón demasiado pronto? En el caso de Gavekal Dragonomics, no hay ninguna duda al respecto, ya que tanto las extrapolaciones macroeconómicas como las proyecciones empíricas basadas en estimaciones de la recuperación diferenciadas por sector económico calculan que la pérdida de puestos de trabajo en el primer trimestre entre 60 y 100 millones.

Y si bien la recuperación económica y la contratación se están produciendo, las condiciones de empleo se han vuelto evidentemente precarias y el sueño chino de un desarrollo basado finalmente en el consumo interno –aunque se reescriba en la nueva jerga de la “circulación dual”– parece estar comprometido.

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Traducción: Mariola Moreno

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