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Arizona olvida su pasado republicano y se convierte en estado clave para Biden

El candidato demócrata a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Joe Biden.

Alexis Buisson (Mediapart)

Cielo azul y ni una nube; el termómetro marca 31°C. Estamos a 21 de octubre y es el día perfecto para ir a votar a Mesa. El voto anticipado (early voting) acaba de comenzar en esta ciudad a las afueras de Phoenix, allí donde los cruces que conectan las interminables calles sin peatones está salpicado de docenas de carteles de campaña.

Aquí, como en otras partes del país, la gente no sólo vota para las elecciones presidenciales. También se elige un nuevo senador, diputados de la Cámara de Representantes, parlamentarios del Congreso de Arizona y muchos otros oscuros cargos locales.

En el colegio electoral de Dobson Palm Plaza, situado entre una pequeña escuela infantil y una sala de recepción en una gran plaza comercial, los votantes van y vienen desde muy temprano. Entre ellos, Jenny Langone, de 43 años, acaba de cumplir con su deber cívico. “Voto por la persona que representa mis intereses, no por el partido”, puntualiza esta comercial.

Al igual que un tercio de los votantes de Arizona, figura como “independiente” en la lista de votantes. En otras palabras, no está afiliada a ningún partido político. En 2016, votó a Trump. Esta mañana lo hará por Biden. “Me gustaron las promesas de Donald Trump de bajar los impuestos. Pero considero catastrófica su gestión de la crisis del covid-19. Tengo un niño pequeño que no quiero enviar a la escuela debido al virus y mi madre es población de riesgo”.

No es la única que ha cambiado de bando en Arizona, un estado del oeste de Estados Unidos que se enorgullece de su independencia de espíritu –no es casualidad que John McCain, autoproclamado "inconformista, lo representase durante décadas en el Congreso. Este año, Arizona es uno de los “swing states” (estado bisagra), que determinará el ganador de las elecciones.

Joe Biden encabeza las encuestas, al igual que el astronauta candidato al Senado Mark Kelly, esposo de la exdiputada Gabby Giffords, que sufrió un atentado en 2011. Los demócratas no han ganado las elecciones presidenciales de Arizona desde Bill Clinton en 1996.

“El cambio es monumental. Hace apenas seis años era un estado muy republicano, pero ahora estamos igualados", se alegra Steven Slugocki, presidente del Partido Demócrata de Maricopa County. Este condado, que alberga Phoenix, estará en el punto de mira en la noche del 3 de noviembre porque concentra el 64% de los votantes de Arizona. “Es fruto del trabajo llevado a cabo desde la elecciones. Hemos hecho campañas de registro de votantes en el censo, organizado formaciones y campaña, entrado en contacto con los nuevos habitantes. Estamos bajo presión, pero estaremos listos", jura.

Hace cuatro años no estaba tan seguro. En la noche del 8 de noviembre, Donald Trump se imponía a Hillary Clinton y sumió al país en la incertidumbre. Arizona tuvo algo que ver, eligió a Trump por 91.000 votos de diferencia frente a Hillary Clinton. Al mismo tiempo, los votantes del condado de Maricopa rechazaron en las urnas la nueva candidatura del sheriff Joe Arpaio, un héroe de la extrema derecha conocido por sus medidas contra los migrantes.

Elegido año tras año, el "sheriff más duro de América", como le gustaba describirse a sí mismo, había respaldado la proposición de ley SB 1070, que exigía a los agentes de policía, en caso de sospecha, que comprobaran el estatuto migratorio de cualquier persona detenida por cualquier delito.

El proyecto de ley de 2010,  denunciado por las asociaciones de defensa de los migrantes indocumentados y por Barack Obama, provocó una ola de manifestaciones en Arizona y en el resto del país. Nadie podría haber imaginado que sería un precursor de las duras medidas contra la inmigración del Gobierno de Trump.

La derrota del "Sheriff Joe" en 2016 (luego en 2018 cuando intentó presentarse al Senado y en 2020 cuando se presentó de nuevo a su antiguo cargo) se ha interpretado como la consecuencia del despertar de los nuevos demócratas de Arizona. En efecto, la afluencia de población llegada de fuera del estado, en particular de la muy liberal California, está transformando su electorado.

No es sólo el buen tiempo lo que atrae: los incentivos fiscales estatales y municipales son un imán para muchas empresas, especialmente del sector tecnológico, y las universidades locales captan la atención de estudiantes y jóvenes trabajadores de todo el país; los jubilados del Midwest, en busca de un clima más cálido, se están uniendo a la manada. Entre 2016 y 2019, Maricopa County fue el condado de EE.UU. con el mayor crecimiento de la población. Entre julio de 2017 y junio de 2018, se instalaron él más de 200 personas al día.

Lentamente pero con seguridad, los demócratas mejoraron su resultados en las urnas. Incluso antes de la ola azul de 2018, que les permitió recuperar la Cámara de Representantes, varios candidatos del partido de izquierdas se habían abierto camino en los consejos municipales y en la legislatura estatal al hacerse con escaños ocupados por republicanos.

En 2020, Tempe, un municipio de las afueras de Phoenix, eligió a su primer alcalde afroamericano. Incluso el alcalde adjunto de Joe Arpaio, que se presenta como candidato a sheriff del condado de Maricopa contra el titular demócrata, se ha distanciado de su antiguo jefe, señal de que la política extrema del pasado ya no funciona.

Al norte de Phoenix, el distrito Legislativo 23 es un ejemplo de esta transformación. Este distrito, que siempre ha votado “republicano”, también está experimentando un fuerte aumento de la población, centrado en su ciudad principal, Scottsdale, conocida por sus campos de golf.

“Hasta ahora, los demócratas se presentaban en este distrito pero no tenían oportunidad de ganar. Este año hay una puerta abierta... Desde noviembre de 2016, el número de demócratas en la circunscripción ha aumentado un 26%, frente al 9% republicano. Hay republicanos que están dejando el partido para unirse a nosotros", apunta Seth Blattman, aspirante a senador por Arizona.

Blattman, de 37 años, es la primera vez que se presenta. Propietario de un pequeño negocio, creció en Scottsdale y es uno de los jóvenes progresistas que salieron de la nada tras la elección de Donald Trump. Antes de 2016, se consideraba “independiente”, no demócrata. A pocos días de las elecciones, cree en sus posibilidades. Un demócrata que se presentó en 2018 en la misma circunscripción perdió por tres puntos. Un resultado impensable hace unos años.

Por su parte, Seth Blattman recaudó en el tercer trimestre casi tanto dinero como su rival, aunque ella estaba mucho mejor situada. “Lo que sucede en otras áreas suburbanas del país se aplica aquí también. En esta circunscripción más bien conservadora, con altos niveles de ingresos y educación, los republicanos tradicionales, que creen en el libre comercio y en un papel limitado del gobierno, no se identifican con el extremismo partidista que ven en la televisión”, explica.

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Scottsdale no es la única comunidad en las afueras de Phoenix que suscita el apetito de la izquierda. El grupo Swing Left, fundado después de las elecciones de 2016 para apoyar a los demócratas que buscan recuperar circunscripciones republicanas, acompaña a un pequeño ejército de candidatos que compiten por escaños en el condado de Maricopa o en el Parlamento de Arizona. “La aplastante mayoría de estos candidatos son nuevos en política y muchos son profesores”, puntualiza Deborah Howard, copresidenta de Swing Left Arizona.

Nada sorprendente. El estado, que oculpa los últimos puestos en cuanto a inversión en escuelas públicas, ha sido escenario de protestas del movimiento Red for Ed, que recorrió varios estados republicanos en 2018 pidiendo más fondos para los maestros. Swing Left se centra en particular en las llamadas elecciones down ballot, es decir, en los escaños del congreso local o estatal.

Aunque menos visibles que las elecciones presidenciales, son sin embargo esenciales; los legisladores estatales participan en la delimitación de las circunscripciones. “Queremos asegurarnos de que producimos la próxima generación de líderes políticos. Eso comienza en el ámbito local”, añade Chuck Albrecht, el otro presidente de Swing Left Arizona. “La población de Arizona cada vez es más diversa. Estos nuevos votantes quieren un cambio”.

En Mesa, una gran ciudad en los suburbios del este de Phoenix situada a lo largo de la 101 Loop, el corredor que atraviesa los suburbios, Donald Trump se puso en contra a algunos de sus votantes. Es el caso de Charles Eastwood, un cerrajero que votó al presidente en 2016 porque no quería que Hillary Clinton “pudiera elegir a los jueces que se sientan en el Tribunal Supremo”, una prerrogativa del inquilino de la Casa Blanca.

En cuatro años, Charley ha vivido una decepción tras otra. Llegó a un punto de no retorno en junio, cuando el Gobierno dispersó manu militari un grupo de manifestantes pacíficos de Black Lives Matter para que Donald Trump pudiera posar, Biblia en mano, frente a una iglesia para la foto. “Está sembrando el caos en el país. Y ahora le resta importancia al coronavirus. Es incapaz de decir la verdad. No puede ser el presidente de mi país”, observa.

Christie Black ha llegado a la misma conclusión. En 2016, no votó ni a Hillary Clinton ni a Donald Trump, sino a otro candidato sin ninguna posibilidad de ganar. Este año, votará a los demócratas “por primera vez en unas elecciones presidenciales”. Su voto es indicativo de una tendencia que debería asustar a los republicanos.

Involucrada en varios grupos de apoyo a los refugiados, que se habían establecido en Arizona en gran número antes de que Donald Trump suspendiera su entrada, Christie es miembro de la gran e influyente comunidad mormona de Mesa, ciudad fundada por miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a finales del siglo XIX.

En 2016, los mormones dieron su apoyo a Donald Trump (a niveles más bajos que otros grupos cristianos), pero cuatro años después, algunos están indignados por sus mentiras y políticas inhumanas, muy alejadas de los valores de tolerancia y respeto por los demás que defiende su fe. Prefieren votar a Joe Biden, a pesar de que apoyo el aborto.

“Tuve muchas reacciones negativas, pero también permití que se manifestaran otras voces en el seno de la iglesia”, observa Christie Black. “No me opongo a la idea de volver al Partido Republicano, siempre y cuando el candidato tenga integridad. Pero el partido tendrá que hacer un gran examen de conciencia para reconocer el daño causado por sus acciones y palabras en lo que respecta a la raza y la justicia social. No creo que eso suceda”.

En Arizona, parece algo muy lejano. Junto a los republicanos moderados, como John McCain y su esposa Cindy, que apoyaron públicamente a Joe Biden, sigue existiendo un movimiento más radical encarnado por el actual líder del partido estatal, Kelly Ward. Ward ha sido acusado de estar demasiado cerca de las figuras conspiracionistas y ha apoyado las movilizaciones anticonfinamiento en el país, invitando en Twitter a los manifestantes para que se disfrazaran de sanitarios.

Entorno al partido también gravita una multitud de grupos de extrema derecha o “patrióticos”, como la Great State Alliance (GSA), que en abril organizó grandes manifestaciones contra las restricciones promovidas por el gobernador (republicano) de Arizona contra el covid.

Según el medio de comunicación local AZ Central, Arizona es también caldo de cultivo para las teorías de conspiración más locas, como QAnon, que afirma que Donald Trump fue elegido para luchar contra un círculo satánico de pedófilos demócratas y miembros del estado profundo.

Los medios de comunicación también señalan que el escándalo de Wayfair, una cadena de muebles acusada sin fundamento de tráfico de niños, se hizo viral después de ser promovido en Instagram por una pareja que vive en los suburbios de Phoenix.

A Antonio Valdovinos, fundador de The Machine, una empresa de consultoría política que ayuda a los candidatos demócratas a dirigirse al electorado hispano de Arizona, le preocupa la falta de inversión de las instancias del partido para movilizar a los latinos de Arizonas (el 23% de los electores).

Con el Covid-19, las operaciones puerta a puerta se han suspendido en gran medida, dejando vía libre a los republicanos. Desde mediados de agosto, los republicanos registraron a 30.000 personas más que los demócratas en las listas electorales. Otros “estados centrales”, como Florida y Pensilvania, han estado experimentando el mismo fenómeno desde el comienzo de la crisis sanitaria.

“Se dice que Arizona es un estado indeciso, pero no lo parece. En este punto de la campaña, deberíamos estar en el proceso de reunir cientos de voluntarios para ir puerta a puerta. En vez de eso, estamos poniendo carteles en el césped y haciendo llamadas telefónicas a los votantes”, lamenta.

Sabe que esto no es suficiente, a pesar de que el electorado hispano de Arizona, en gran parte mexicano, se reveló contra la política de separación familiar fronteriza del Gobierno de Trump en 2017.

“Aunque la gente se registre para votar, muchos no votarán porque es demasiado complicado. No sólo se vota al presidente, que todo el mundo conoce. La papeleta de voto también está llena de otros nombres –candidatos a jueces, concejales, parlamentarios– que no conocen. No relacionan estos cargos y la forma en que pueden mejorar sus vidas”, dice Valdovinos.

También cuenta que ha hablado con votantes que “olvidan las papeletas en su mesa o que las tiran a la basura”. Además, hay quienes no cumplen con el plazo para votar por correo o registrarse para votar.

Nuestro mayor problema es la apatía y la falta de educación electoral de los votantes menos comprometidos”, concluye Valdovinos. “Las instancias nacionales del partido dicen que Arizona puede convertirse en un demócrata, pero eso es marketing. Mucha gente no vota. Sería feliz si Arizona, aunque no se convirtiese en demócrata, se hiciese un poco menos republicano”.

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Traducción: Mariola Moreno

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