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La Marina griega devuelve a Turquía en balsas salvavidas a migrantes que acababan de ser rescatados

Migrantes rescatados por guardacostas turcos, al sudoeste de Turquía.

Nicolas Cheviron | Elisa Perrigueur (Mediapart)

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Sábado 31 de octubre, una de la mañana. La patrullera 101, de la unidad de guardacostas de Marmaris, en el suroeste de Turquía, navega a toda velocidad en un mar agitado. El mando central de Ankara acaba de informar al personal local de la presencia de embarcaciones de migrantes a la deriva frente a las costas de Kizilburun, lengua turca de terreno deshabitado e inhóspito próximo a la isla griega de Symi.

Después de apenas una hora de navegación, la potente embarcación, que puede alcanzar velocidades superiores a 80 km/h, llega al lugar. Buenas noticias, los migrantes, repartidos en dos botes salvavidas hinchables, lograron acceder a las rocas sin sufrir daños. Una zodiac se dispone a recogerlos; a bordo viajan agentes con atuendos antibacterianos, imprescindibles en tiempos de coronavirus.

Trasladados a la patrullera, los migrantes se instalan en la cubierta de popa, con mantas y bandejas de comida. Son 18, adultos, excepto dos niños de tres y cuatro años y dos adolescentes de unos 15 años. Sirios todos ellos, excepto una familia palestina. Exhaustos, asustados, pero sanos y salvos. “Tenemos suerte, normalmente también recuperamos cadáveres”, dice un marinero turco.

Los guardacostas también suben a bordo las balsas hinchables de color naranja fluorescente de los migrantes, cuya marca indican: Lalizas, una empresa griega con sede en el puerto del Pireo. Para ellos, no hay duda de que se trata una vez más de un pushback, una devolución a aguas turcas organizado por sus homólogos griegos. “Están allí, no muy lejos, observándonos. Nuestro radar ha identificado uno de sus barcos cerca de aquí”, afirma un oficial.

Los relatos de los migrantes confirman la hipótesis. Su barco zarpó el día anterior alrededor de las 19 horas, tras pagar a los contrabandistas 2.000 euros por cabeza, con el objetivo de llegar a la isla griega de Rodas. Sin embargo, después de dos horas en el mar, el motor se detuvo y el barco quedó a la deriva, a merced de las corrientes y de las olas.

Finalmente fue abordado por un barco de la Marina griega. “No me equivoco, había letras en griego por todas partes, sé reconocerlas y los marineros hablaban griego entre ellos”, explica Hassan, un sirio de 37 años, procedente de Idlib, enclave próximo a Turquía, en manos de la oposición siria. “Y era un buque de guerra real, con armamento y marineros en uniforme”.

Los migrantes pasan de inmediato a un segundo barco, también griego, probablemente de la guardia costera –“era como éste, con hombres armados”, señala Hassan, mostrando el barco patrulla turco que lo rescató–. “[Esta vez], los griegos nos llevaron a bordo de su nave. Y cogieron todo lo que teníamos, incluidos nuestros teléfonos móviles”, explica uno de los migrantes.

Después de disparar a la embarcación, sin los inmigrantes a bordo, para hundirla, el barco griego navegó durante casi dos horas. “Llegamos en medio de la nada. No podíamos ver la tierra, sólo unas pocas luces en la distancia. Fue entonces cuando lanzaron las balsas inflables y nos hicieron subir a ellas, luego nos empujaron con palos lejos de su barco”, rememora Hassan. “No teníamos chalecos salvavidas ni nada para dirigir las balsas, sólo un remo”.

Temían ser separados por el oleaje, pero los migrantes lograron unir las dos embarcaciones. Afortunadamente, las corrientes terminaron por empujarlos hacia la costa. “Los niños gritaban, las mujeres lloraban. Pensamos que íbamos a morir porque la mayoría de nosotros no sabe nadar y las rocas podrían haber pinchado las balsas”, explica el ingeniero eléctrico.

El hombre, que huyó de Idlib por miedo a las milicias yihadistas tras el asesinato de su hermano, se alegra de no haber subido a bordo a su esposa e hijos, que permanecen en Hatay, un departamento turco fronterizo con Siria. “Fue estúpido y peligroso, nunca debí haber intentado algo así”, dice el emigrante, que esperaba viajar de Rodas a los Países Bajos para encontrar trabajo.

Al final, el grupo logró contactar con los servicios de rescate. “Teníamos un teléfono que conseguimos ocultar a los griegos. Llamamos a los turcos con él, al número de urgencias”, confía la mujer, que contaba con reunirse con sus hijos en Alemania. De vuelta a tierra firme, los sirios serán enviados a su ciudad turca de registro, mientras que los palestinos probablemente vayan a un centro de retención.

El oficial turco que dirigió las operaciones no es la primera vez que interviene para ayudar a personas que han sido devueltas. “Siempre ha habido pushback, pero nunca tan sistemáticos, envío de migrantes en balsas hinchables”, dice. “En la actualidad, entre el 35 y el 40% de los migrantes que rescatamos proceden devoluciones”. El militar tira de estadísticas, entre el 1 de enero y el 31 de octubre, de 553 incidentes con 17.912 migrantes, 252 fueron devoluciones, que afectaron a 7.682 migrantes.

Se están violando los derechos humanos y el derecho del mar, denuncia el hombre. “Se pone la vida de estas personas en riesgo”, insiste. “Se les abandona en el canal de Rodas, por donde pasan numerosos buques mercantes, en embarcaciones que no son visibles en el radar. Ahora bien, entre el 80 y el 90% de los migrantes no saben nadar; si el barco se vuelca, supone la muerte segura”.

“Ya no se trata de actos discretos y aislados, es política organizada”

El oficial, preguntado por las pruebas que, además de los testimonios de los migrantes, le permiten incriminar a sus homólogos griegos con semejante certeza, admite que es “muy difícil ser testigo de este tipo de operaciones de devolución”, aunque semejantes maniobras ya han sido filmadas por barcos turcos. “En general, se constata que los migrantes se encuentran en balsas hinchables de fabricación griega”, subraya. “Y, sobre todo, estos barcos no tienen motor”, lo que significa que los migrantes no han podido salir del continente con ellas”.

“A menudo, los propios griegos denuncian los pushback a través de un correo electrónico a nuestro comando. Abandonan a los migrantes y luego nos informan”, añade el marinero, que también culpa a la agencia europea de protección de fronteras, Frontex. “Ya hemos visto barcos de Frontex en nuestros radares cerca de los lugares donde los guardacostas griegos están abandonando a los migrantes”, confirma.

Una encuesta, realizada por un colectivo de medios de comunicación europeos y publicada el 23 de octubre por la revista alemana Der Spiegel, aseguraba que los buques de Frontex estuvieron presentes en este tipo de operaciones en al menos seis ocasiones entre abril y octubre. El 8 de junio se filmó incluso un barco rumano que realizaba labores con Frontex que participaba en la maniobra bloqueando el barco de los migrantes. La agencia está desplegando alrededor de 600 agentes en Grecia, barcos, aviones y aviones no tripulados. Bajo presión, el consejo de administración de Frontex “concluyó que era necesario tomar medidas urgentes para investigar todos los aspectos de estos informes”, según indicó a Mediapart (socio editorial de infoLibre) el portavoz de la Comisión Europea Adalbert Jahnz.

El gobierno griego de Nueva Democracia (derecha) se enfrenta en 2020 a un número creciente de acusaciones de “pushback en el mar Egeo y en su frontera terrestre con Turquía en el noreste del país. La Guardia Costera turca denuncia tales devoluciones orquestadas por los griegos. Los vídeos, las fotos y las localizaciones telefónicas en Grecia proporcionados por los propios migrantes también permiten a las ONG denunciar los casos sospechosos.

Tommy Olsen de la organización noruega Aegean Boat Report (ABR), que documenta estos supuestos retornos forzados, dice que los procedimientos son siempre los mismos. Como en la escena observada entre Symi y Kizilburun, “las autoridades devuelven a los migrantes al agua en otros barcos, a menudo de marca Lalizas”, explica. “La otra estrategia es que cuatro o cinco hombres enmascarados se acerquen a los barcos en el mar y quiten los motores para dejarlos a la deriva hacia Turquía”.

"Hay pushback, es la voluntad de este Gobierno y Frontex lo sabe”, denuncia el exdiputado del partido izquierdista Syriza, Georgios Pallis, que vive en Lesbos, a unos diez kilómetros de Turquía. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) también dice estar “preocupado”, recuerda su portavoz Astrid Castelin: “Acnur es informado cuando llega gente a las fronteras marítimas y terrestres. Sin embargo, el Gobierno no confirma la presencia en Grecia de la mayoría de estas personas, algo que resulta motivo de preocupación.”

En un año, el número de refugiados registrados en Grecia ha disminuido. Por ejemplo, en noviembre de 2019, 4.088 llegaron a Lesbos, frente a los 71 de noviembre de 2020. Un descenso dramático en parte relacionado con el miedo al covid, pero también calculado, como suponen las autoridades griegas. El país “ha impedido [...]” la entrada de 10.000 personas [...] desde principios de año, se jactaba el ministro de la Marina Mercante y Política Insular de Grecia en una rueda de prensa en septiembre. A pesar de estas declaraciones, el Gobierno griego niega la existencia dedevoluciones, tampoco indirectas, como las que presenciamos en Symi.

A preguntas de Mediapart, el capitán Nikolaos Kokkalas, portavoz de la Guardia Costera griega, asegura en una respuesta escrita que Grecia lleva a cabo una vigilancia intensiva de las fronteras marítimas con el fin de proteger la seguridad nacional y la salud pública y detener el cruce ilegal de extranjeros. Uno de sus objetivos es "la detección de embarcaciones de migrantes antes de que entren en las aguas territoriales nacionales y la notificación oportuna a la Guardia Costera turca”, resume. Antes de asegurarse de que las operaciones de búsqueda y rescate en aguas griegas "se ajustan a los requisitos del derecho nacional e internacional".

Pero, según él, “los resultados visibles en la rápida disminución de los cruces ilegales [...] han llevado [a la fuerza de la Guardia Costera griega] a ser un objetivo sistemático de los medios de comunicación, las ONG y otras plataformas de redes sociales, que se utilizan para presentar sus acciones de manera parcial/tendencia. En la mayoría de los casos, se basan en fuentes no confirmadas y no fiables cuya procedencia es imposible de identificar y verificar”. Por último, el capitán insiste en que esta "vigilancia intensiva de las fronteras [...] se ha hecho particularmente necesaria en vista del flujo masivo y organizado de migrantes que ha seguido a las declaraciones de los funcionarios turcos, pero también en vista de la actual pandemia".

El oficial se refiere a la crisis greco-turca de marzo de 2020. Insatisfecho con la posición de la Unión Europea respecto del riesgo de una afluencia masiva de refugiados sirios a Turquía por una ofensiva del régimen de Damasco contra el enclave de Idlib, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan anunció la apertura de las fronteras de Turquía con Grecia, lo que daría lugar a la llegada de decenas de miles de migrantes a las puertas del país, en la frontera terrestre del noreste. Durante este tenso episodio, Atenas aumentó su fuerza militar en respuesta a este movimiento de migrantes, que describió como una “amenaza asimétrica”. El país suspendió todas las nuevas solicitudes de asilo durante un mes, una medida que es contraria al derecho internacional.

Para Epaminondas Farmakis, fundador de Human Rights 360, una ONG que trabaja en defensa de los derechos humanos y que alerta regularmente de las devoluciones, éstas se han intensificado precisamente desde esta crisis. Según él, las cifras que facilita la Guardia Costera turca son fiables. “Las devoluciones han existido desde hace mucho tiempo en Grecia. Se han practicado con todos los gobiernos, incluido el anterior gobierno de izquierda de Syriza, que tenía fama de ser más abierto. Pero ahora -opina-, ya no son actos discretos y aislados, sino una política organizada. Es una estrategia integral de disuasión para desalentar la llegada de refugiados, asumida por el Gobierno”.

Como medida disuasoria, el Ejecutivo también anunció en octubre la construcción de un muro de 27 kilómetros a lo largo de su frontera terrestre. Para Farmakis, “esta estrategia de disuasión no es sólo griega, ahora es europea”. Lamenta ahora los pushback de los migrantes devueltos a Croacia, Malta, Bulgaria, etc. Y constata: “La UE no los detiene”.

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Traducción: Mariola Moreno

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