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Plomo en la Torre Eiffel: una contaminación disimulada ante trabajadores y visitantes

Paseantes con mascarillas pasan por delante de la Torre Eiffel.

Pascale Pascariello (Mediapart)

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En septiembre de 2019, al ser preguntada por la contaminación por plomo tras el incendio de la catedral de Notre-Dame, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo (PS), afirmaba que “había puesto de relieve algo que ya se sabía”, más concretamente, “la contaminación de los suelos parisinos existente desde hace muchísimo tiempo”. Entiéndase que el plomo forma parte de la historia de la capital y hay que vivir con ello.

Al mismo tiempo, el Ayuntamiento de París, la Agencia Regional de Salud (ARS) y la Prefectura de Policía eran alertados de la preocupante contaminación por plomo que afectaba a otro lugar histórico de París, la Torre Eiffel, el monumento de pago más visitado del mundo.

Sin embargo, nadie dijo nada.

Según numerosos documentos y testimonios recabados por Mediapart (socio editorial de infoLibre), los informes de inspección venían alertando desde 2009 de los niveles de contaminación por plomo, a veces entre 20 y 40 veces superiores a los umbrales preceptivos. Se midieron en la explanada de la Torre Eiffel, así como en todas las plantas del monumento. Y, por si fuese poco, se hizo con unas medidas de protección insuficientes.

Desde entonces, parece haberse organizado un verdadero silencio institucional, dejando al personal del monumento y a sus siete millones de visitantes anuales, especialmente los niños, expuestos al riesgo de ingerir polvo y escamas de plomo durante sus visitas.

Esta contaminación, que procede de la erosión natural de las pinturas originales que contienen plomo, se agrava a intervalos regulares durante las labores de renovación de la pintura del monumento, es decir, cada siete años. Estas obras, que duran entre dos y tres años, producen polvo y escamas de plomo. Sucede así especialmente en enero de 2019, cuando los trabajos incluyeron decapado y pintura, además del cambio de uno de los ascensores de cara a los Juegos Olímpicos de 2024, todo ello por importe de 50 millones.

El 3 de febrero, ante la magnitud del problema, aunque ya se conocía desde hacía tiempo, las obras de la Torre Eiffel tuvieron que cerrar temporalmente, según informó Le Figaro. El director general de la Sociedad de Explotación de la Torre Eiffel (SETE), consultado por el periódico, dijo haber descubierto la magnitud de la contaminación, “a pesar de las precauciones y protecciones colectivas adoptadas”.

Contactado por Mediapart, el presidente de la sociedad (que trabaja por delegación del Ayuntamiento), Jean-François Martins, afirma que “la salud y la seguridad de los que visitan la Torre Eiffel (trabajadores, empleados, visitantes) durante el tiempo que duran los trabajos siempre ha sido la principal preocupación de la SETE. Para ello, hemos puesto en marcha un control permanente de los niveles, la aplicación de medidas correctoras siempre que fue necesario, la colaboración y la transparencia con la ARS, la Caja Regional del Seguro de Enfermedad de Île-de-France (Cramif) y la inspección de trabajo y la paralización voluntaria de las obras por iniciativa nuestra. Seguimos, con la humildad que impone la Torre Eiffel, sus 132 años, su complejidad y sus 19 capas de pintura, buscando soluciones que garanticen la salud de todos y el mantenimiento del monumento”.

En realidad, desde el comienzo de las obras en enero de 2019, la SETE ha recibido numerosas comunicaciones de la Cramif, que controla la seguridad de la obra, junto con la inspección de trabajo.

En todas estas comunicaciones, se exigía a la SETE que dejara de poner en peligro a los empleados y a los visitantes, instándoles a tomar medidas de protección colectiva y a descontaminar las zonas contaminadas.

Alertada por la Inspección de Trabajo sobre “niveles de plomo muy elevados en las obras” y por los responsables de una escuela infantil, situada cerca del Campo de Marte, próximo a la Torre Eiffel, la agencia sanitaria regional solicitó, a finales de 2020, que el laboratorio de la Jefatura de Policía de París tomase muestras. Dos de las cinco muestras tomadas en el exterior del edificio mostraron la presencia de plomo.

En una segunda serie de muestras tomadas en el Campo de Marte (banco, tobogán, mesa de ping pong, zona de juegos), 7 de cada 10 muestran la presencia de plomo, explica la ARS a Mediapart, al tiempo que precisa que “estos resultados no conducen a un seguimiento sistemático de los niños y las mujeres embarazadas. En cambio, continúa la vigilancia de los alrededores de la obra”.

Numerosas partes interesadas (empleados de la SETE, empresas que trabajan en la obra y especialistas en cuestiones de seguridad), consultadas por Mediapart, que prefieren permanecer en el anonimato dado lo delicado que es el asunto, expresan ahora su preocupación, al constatar los riesgos a los que se exponía el personal, pero también el público joven.

En un documento de 2018, destinado a las empresas encargadas de las obras, en el pliego de cláusulas técnicas y particulares de la SETE, se menciona “el problema del plomo y de la posible contaminación de las zonas de trabajo y de visita, porque la Torre Eiffel ha sido repintada durante más de cien años con pintura con plomo. El nivel de plomo de la pintura es elevado”.

No obstante, debe darse prioridad a “mantener la explotación [...] abierta al público los 365 días del año y accesible” [...]. Las empresas seleccionadas trabajarán, por tanto, en un lugar ocupado y tendrán que adaptarse a las limitaciones relacionadas con el mantenimiento del acceso del público, que seguirá siendo sistemáticamente una prioridad, en particular durante los eventos y manifestaciones que la Torre organice de forma regular u ocasional”, señala el documento.

“¿Cómo es posible que la Torre esté abierta mientras hay pintores, insuficientemente protegidos, que decapan la pintura con plomo y debajo el público circulando con redes que se supone que retienen el polvo? ¡Qué desprecio por las personas que trabajan y por los turistas! Pedí que el monumento se cierre a principios de 2020”, manifiesta a Mediapart una persona que trabaja en los niveles de plomo para la SETE. “Pero la respuesta que recibí fue que la obra debía estar terminada para los Juegos Olímpicos, que económicamente no era conveniente cerrar. Y para la imagen de la Torre, era impensable cerrarla por la contaminación por plomo”.

El covid y el confinamiento obligaron, en octubre de 2020, a cerrar el monumento al público. “Un alivio” para este especialista en plomo pero “ya era tarde. Y podríamos haber evitado que los niños estuvieran expuestos y los trabajadores intoxicados, continúa. Es un riesgo para la salud pública, sobre todo porque el efecto del plomo es más grave para los niños. ¿Crees que es aceptable ver a los niños con sus bocadillos, sentados en el suelo, contaminado y poniendo las manos en todas partes? No quiero ser cómplice de ello con mi silencio”.

Según los estudios científicos, una única exposición al plomo es suficiente para ingerirlo e, incluso, en pequeñas cantidades pueden tener consecuencias para la salud, especialmente en los niños. Pero la particularidad de la intoxicación por plomo, una sustancia clasificada como cancerígena, mutágena y reprotóxica (CMR), es que es difícil percibir los síntomas rápidamente (excepto en el caso de la intoxicación aguda). La mayoría de las veces es silenciosa y sus efectos, graves para la salud, se posponen en el tiempo. Esto supone una bendición para las autoridades que, de este modo, pueden ocultar mejor la contaminación.

El saturnismo, la intoxicación por plomo por inhalación o ingestión, puede causar lesiones neurológicas irreversibles, cardiovasculares y cancerosas y problemas de infertilidad. En los niños, la intoxicación por plomo puede provocar una disminución del rendimiento cognitivo y sensorial.

Sin comentar directamente la situación de la Torre Eiffel, el investigador Philippe Glorennec, especializado en los riesgos asociados a la contaminación por plomo en el Inserm y profesor de la École des Hautes Études en Santé Publique, recuerda que “la toxicidad del plomo no tiene umbral. Es decir, puede haber un umbral por debajo del cual el plomo no tiene efecto, pero es tan bajo que aún no se ha detectado”.

Y añade: “La historia del plomo es que a medida que los niveles de plomo en la sangre bajan, se pueden estudiar los efectos de las plombemias en niveles más bajos. Se calcula que con 12 µg/L [microgramos de plomo por litro de sangre], un niño pierde un punto de cociente intelectual (CI). Un punto de CI es poco para un individuo, pero multiplicado por miles de personas, es mucha pérdida en términos de salud pública. Y se estima una pérdida de 6 a 7 puntos de CI para un nivel de plomo en sangre entre 0 y 100 µg/L. Y los efectos causados por el plomo son irreversibles”.

Los casos de intoxicación, silenciados

Tras el incendio de Notre-Dame, la Dirección General de Sanidad, en agosto de 2019, la Agencia Nacional de Seguridad Alimentaria, Medioambiental y Salud Laboral (ANSES, por sus siglas en francés) y el Consejo Superior de Salud Pública (CSSP) se encargaron de reevaluar los peligros del plomo. Los dictámenes, emitidos en febrero de 2021, son categóricos: los umbrales de exposición, conocidos como reglamentarios, deben reducirse y la tasa de plomo en la sangre, también. El HCSP recomendó reducir el nivel de plomo en el polvo después de trabajos de 1.000 µg/m² (microgramos por m²) a 70 µg/m².

“En el caso de los ambientes interiores, se puede establecer una correlación entre la exposición al plomo y la contaminación. Según nuestro modelo, de cada 100 niños expuestos permanentemente a 70 µg/m2 en una habitación, 5 de ellos tendrán un nivel de plomo en sangre superior a 50 µg/L”, explica el investigador Philippe Glorennec. “Pero todavía no podemos establecer este tipo de modelización para la exposición al aire libre, en particular porque las toallitas utilizadas para el muestreo, al ser representativas de la mano del niño, no nos permiten establecer una correlación para la exposición al aire libre. Se están estudiando nuevos protocolos de muestreo”.

En un informe hecho público en febrero de 2020, la ANSES concluye que el polvo de plomo que contamina los espacios públicos exteriores (aceras, calzadas, parques infantiles...) son una fuente de contaminación en particular para “los niños y ciertos trabajadores, debido a su probabilidad de contacto con superficies contaminadas. La vía prioritaria de exposición parece ser la ingestión de polvo, en particular en el caso de los niños, que son más propensos a llevarse las manos a la boca”.

¿Cuántos visitantes y niños han ingerido plomo en la Torre Eiffel? Sin un análisis de sangre para medir los niveles de plomo, es imposible saberlo.

En este caso, los análisis de sangre tampoco son obligatorios para los empleados y trabajadores y no existe un registro de intoxicaciones. Sin embargo, Mediapart tiene constancia, hasta la fecha, de los casos de seis personas contaminadas, dos de ellas en enero y todas silenciadas por la SETE.

Debido a la falta de protección colectiva suficiente, dos trabajadores temporales sufrieron una grave intoxicación por plomo y tuvieron que ser apartados de la obra con un seguimiento médico reforzado. Uno de ellos se contaminó en menos de dos semanas, mientras que el segundo tenía un nivel de plomo en sangre que superaba el umbral de alerta, susceptible de provocar trastornos neurológicos.

A raíz de estas contaminaciones y con el fin de analizar las causas, dos informes recogen una serie de observaciones preocupantes de la obra. El primero, que lleva por título “Tratamiento de HSE [Higiene Salud Entorno]”, realizado por la empresa que empleaba a los dos trabajadores temporales y presentada en febrero, precisa que uno de los dos trabajadores ocupó un puesto supuestamente “limpio”, es decir, no contaminado. Los empleados que trabajaban allí no llevaban ninguna protección. Sin embargo, el cierre de esta zona no está garantizada y las “redes de protección instaladas arriba” no permiten retener todas las escamas de pintura de plomo que caen de los trabajos de decapado.

El segundo análisis, también publicado en febrero, cuestiona a la empresa explotadora de la Torre Eiffel. Recuerda que estos dos casos de contaminación pueden ser declarados como enfermedades profesionales y que “puede bastar una sola exposición para contaminarse”.

El experto en prevención señala que más allá de la “insuficiente formación de los trabajadores temporales”, las condiciones de trabajo eran “muy malas”, con un “estrés debido a lo que se jugaba el cliente, los Juegos Olímpicos y la apertura del monumento al público”, lo que provocó una “presión sobre la producción y la planificación”, en definitiva, un “contexto de rentabilidad más exigente que la prevención: apertura al público/explotación - eventos/medios de comunicación Juegos Olímpicos”.

El experto destaca graves incumplimientos de la normativa, como la ausencia de “instalaciones de descontaminación adecuadas”, “la falta de control y verificación por parte de la dirección” y la ausencia de obligación de llevar mascarilla o duchas de descontaminación a pesar de que “el recinto tiene plomo en todas las zonas”.

De hecho, “se pueden encontrar trozos de pintura que contienen plomo en las inmediaciones de las zonas de trabajo de la obra debido al estado de deterioro de la pintura [...] en toda la estructura, así como en la explanada”.

Desde el inicio de los trabajos, estas observaciones se realizaron sin que el director de la SETE pareciera reaccionar. Hasta tal punto que la Cramif le envió, en febrero, un requerimiento para que pusiera fin a los peligros relacionados con esta contaminación descontrolada por plomo.

“Hemos constatado que sus empleados, tanto los dedicados a la explotación como los de mantenimiento, están expuestos a riesgos de intoxicación por plomo, principalmente por la ingestión de polvo que contiene plomo [...] también es posible la absorción por inhalación”, puede leerse.

La Cramif recordó entonces los niveles de plomo encontrados en enero y febrero de 2021. Las plantas accesibles del monumento están contaminadas con niveles 18, 12, 7 o 3 veces superiores al umbral reglamentario: “En el suelo, en uno de los ascensores, en una taquilla, pero también en la sala utilizada como cafetería (en servicio)”, así como en los vestuarios de la sala conocida como el “búnker”, donde se encuentra la bodega del restaurante Jules-Vernes y las oficinas de la Dirección de Prevención de Riesgos, Seguridad y Protección. Búnker donde se almacena el “equipo sucio y polvoriento de la Torre Eiffel”.

El documento continúa: “Estos resultados prueban la contaminación de las superficies debido a las obras, ya sea directa o indirectamente”. Y sigue: “Sus empleados pasan por zonas que han demostrado estar contaminadas y luego se dirigen a zonas menos contaminadas donde dispersan el polvo que contiene plomo. No hay ninguna señalización, barrera física ni instalaciones de descontaminación entre las zonas” consideradas con diferentes niveles de contaminación.

“Es absurdo tratar de conciliar un trabajo que produce mucha contaminación por plomo con el público en un monumento como la Torre Eiffel, donde el polvo y las escamas caen y se dispersan. Se habla de zonas limpias y sucias, pero todas están sucias, todas contaminadas. Las redes que se han colocado sólo retienen una mínima parte de las escamas”, confiesa un trabajador de la obra, especialista en prevención. “La limpieza de las zonas de acceso público no era suficiente. Al principio, una de las empresas lo hacía incluso con una Kärcher [máquina de agua a presión]. Una herejía para el plomo porque se dispersa todo el polvo. La descontaminación a menudo se hacía rápidamente, por la noche, y al día siguiente, cuando se reanudaban los trabajos, la contaminación volvía a empezar”, explica.

“Se habló de instalar varias duchas de descontaminación, como la instalada en Notre-Dame. Pero la dirección de la SETE, con la presión de terminar rápido para los Juegos Olímpicos, dijo que perderíamos demasiado tiempo”, sigue lamentando.

La Torre Eiffel se limpia ciertamente por la noche, pero sin resultados satisfactorios, como indican los correos de julio de 2020, a los que ha tenido acceso Mediapart. Así, zonas contaminadas en octubre de 2019 siguen estándolo nueve meses después. Resultado: en los últimos meses, los inspectores de trabajo multiplicaron las alertas sobre el riesgo de contaminación. En vano.

El plomo es tabú

Ante esta situación, uno de los responsables de la empresa que trabaja en la obra no se desanima. En un correo electrónico enviado al director general de la SETE en abril, recordaba “las numerosas negativas” que había recibido para instalar duchas, como se había hecho en Notre-Dame a petición de los inspectores, con el argumento de que ello suponía una pérdida de “2,5 horas” al día y que ocupaba demasiado espacio.

Sin embargo, la SETE se desplazó a las obras de Notre-Dame para ver las instalaciones de protección contra el plomo que se habían colocado, también a raíz de las múltiples peticiones de la Cramif y de la inspección de trabajo. En un informe de esta visita, fechado en diciembre de 2020, y aunque las obras de la Torre están iniciadas desde hace más de dos años, la SETE señala que sería necesario “realizar una limpieza diaria”, “sustituir las máquinas de limpieza cuya eficacia no es satisfactoria”, “reforzar la recogida en origen de las escamas en la obra de pintura para reducir las caídas en las zonas públicas”.

Pero eso no es todo. Menciona que algunos equipos de protección dificultan la productividad de los trabajadores. Por ejemplo, afirma que “el rendimiento del trabajo se reduce en un 12,5% sin llevar mascarilla y en un 35% cuando se lleva”. Subraya el coste económico de la protección colectiva: “El coste de la instalación de vestuarios y duchas es enorme. El sistema de caldera para todas las duchas y vestuarios representa un coste de 600 K euros más el coste de dos transformadores de 600 kVA [kilovoltamperios]”.

Por último, se señala en negrita una de las lecciones aprendidas de la crisis de Notre-Dame: “El encargado del proyecto debe cubrirse”. Encargado del proyecto que es, respectivamente, en la Torre Eiffel, la SETE y, en Notre-Dame, el establecimiento público presidido por el general Jean-Louis Georgelin, nombrado por el presidente Emmanuel Macron.

Cubrirse parece, en efecto, esencial, dada la antigüedad de las alertas lanzadas al SETE para proteger a los empleados y visitantes del peligro de exposición al polvo de plomo.

De hecho, en junio de 2019, menos de seis meses después del inicio de la obra, los informes de inspección alertaron al director general de la empresa explotadora de la Torre de la situación catastrófica de la obra y de los peligros para los empleados y el público. “Los empleados están expuestos a riesgos relacionados con la ingestión e inhalación de polvo que contiene plomo”, señalaron.

La lista de sus observaciones es abrumadora: “En el suelo se almacenan elementos antiguos recubiertos de pintura que contienen plomo”, “a los pies de la Torre se ven muchos restos de pintura antigua”. Estos “graves riesgos laborales son el resultado de una mala coordinación y gestión de la que usted es responsable como encargado y el empleador”.

Este informe señala la falta de protección colectiva suficiente. No hay una separación suficientemente estrecha entre las zonas de renovación de la pintura y las zonas de circulación del público. Los inspectores señalaron que “una dispersión accidental de polvo que contenga plomo en zonas abiertas a otros empleados distintos de los de la obra, al personal de la explotación e incluso al público, podría dar lugar al cierre de dichas zonas para su descontaminación por parte de una empresa especializada”.

Sin embargo, la obra continuó en las mismas condiciones y la Torre sigue abierta, las visitas escolares continúan y los turistas acuden.

Cubrirse. El director general de la SETE, que pasó por los servicios jurídicos del Ayuntamiento de París, ¿podía ignorar que en 2016 fue condenado por el Tribunal Correccional de París a 18.700 euros de multa por el delito de obstrucción, por no haber informado a su comité de seguridad e higiene, durante unas obras en 2012, de la presencia de altos niveles de plomo en sus pinturas?

Los inspectores de la Cramif observaron, durante las obras de renovación, riesgos de intoxicación para los trabajadores y los visitantes. La dirección informó al CHSCT mucho después, a pesar de que los niveles de contaminación en algunos lugares podían ser 21 veces superiores a las normas.

Cubrirse. Porque será difícil fingir ignorancia de un riesgo semejante, que durante más de diez años no se ha tenido en cuenta, como demuestran una serie de cartas enviadas a la SETE por los inspectores de obra en septiembre de 2009, agosto de 2012, o siete años después, en junio de 2019. Sistemáticamente, se hace la misma observación: “La presencia significativa de polvo de plomo en la obra, en la zona de trabajo y en la zona pública, y en las zonas acotadas. [...] que puede ser inhalado e ingerido inmediatamente por el operario o los empleados que se encuentren en las inmediaciones y, posteriormente, tras el depósito”.

Y siempre la misma petición: “Le pedimos que tome todas las medidas para eliminar los riesgos de exposición al polvo de plomo para su personal, pero también para el público”.

Al final, el covid tuvo al menos un efecto positivo, prohibir las visitas.

Entre los 11 miembros del consejo de administración entrevistados por Mediapart, Frédéric Badina, del grupo ecologista, se muestra sin embargo satisfecho con la información facilitada durante las reuniones de los consejos. “Hay transparencia. Hay actualizaciones periódicas sobre las obras de la Torre Eiffel. El problema de la contaminación por plomo estaba controlado”, dijo.

Cuando le recordamos que la obra se cerró porque esta contaminación no se controló a pesar de las reiteradas alertas de los inspectores, duda del “nivel de información transmitido” y devuelve la pelota al representante sindical de la CGT presente en estas reuniones y “que no hizo más preguntas”.

Por otro lado, el representante ecologista no recuerda que se debatiese o siquiera se plantease la cuestión del cierre del monumento al público. “En el consejo de administración, siempre tuvimos una presentación bastante tranquilizadora sobre el plomo. El problema no se ocultó, sino que se minimizó”, dice Stéphane Dieu, delegado de la CGT en la Torre Eiffel.

“Hay una parte variable en los salarios que depende de las entradas de la Torre. Con el plomo y el cierre, tengo una preocupación por los empleados y es, sobre todo, financiera”.

En cuanto a su salud, se muestra tranquilizador al explicar que se han realizado "casi 70 análisis de plomo en sangre a 350 empleados sin encontrar ninguna alerta”. Sin embargo, estos análisis de plomo en sangre se realizaron tras tres meses de confinamiento, lo que da tiempo a que el plomo disminuya en la sangre. Además, el médico no está obligado a alertar al empresario si el nivel de plomo en sangre está por debajo del llamado umbral de alerta, aunque pueda ser significativo. “Es cierto que no estamos realmente informados de todo lo que concierne al plomo”, se lamenta Stéphane Dieu. “Pero tampoco somos médicos”, concluye.

Los análisis de plomo se hacen de forma voluntaria, así que te puedes imaginar que pocos empleados los hacen”, confiesa Laurent (nombre supuesto), que lleva casi veinte años trabajando en la Torre. “Lo principal es la entrada al monumento por la parte variable de los salarios y a nadie le interesa que la Torre esté cerrada. Es un sistema que nos amordaza completamente”.

Y recuerda a una “señora que se encargaba de los sanitarios y que se intoxicó con plomo. Pero la dirección siempre negó los hechos, diciendo que se había visto expuesta en otro sitio. Por mi parte, a menudo he pedido explicaciones sobre el plomo, especialmente en 2012, cuando se nos ocultaron los niveles de contaminación por plomo y me costó el ascenso en mi carrera. El plomo es un tabú en la Torre. Pero si la contaminación fuera tan poco perjudicial, ¿por qué nos ocultan sistemáticamente la información? "

La Prefectura de la región de Île-de-France responde a Mediapart que “como todas las obras sensibles, la Torre Eiffel es objeto de un estrecho seguimiento por parte de los servicios gubernamentales competentes. Las elevadas mediciones de plomo realizadas a finales de 2020 dieron lugar a una alerta tras la cual la dirección del proyecto de la obra tomó medidas”.

La prefectura asegura estar “particularmente vigilante”.

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Traducción: Mariola Moreno

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