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Diez millones por desmantelar un grupo industrial francés: los escandalosos honorarios del mediador en la fusión de los gigantes del agua Veolia y Suez

Una de las plantas de Cofely, filial de la multinacional francesa GDF Suez, que ofrece servicios de eficiencia energética.

Martine Orange (Mediapart)

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¡Diez millones de euros! Cuando algunos administradores de Suez [en España, propietaria de Agbar] se enteraron de los honorarios, revelados por BFM, que iba a percibir Gérard Mestrallet, expresidente de Suez, por sus servicios de mediación entre Suez y Veolia, se negaban a creerlo. [En abril se cerraba el acuerdo de fusión entre los dos gigantes franceses del agua. Atrás quedaba un año de rivalidad. Y Suez y sus empleados se convertían entonces en los grandes perdedores]. En ningún momento se hizo mención a este contrato, ni siquiera a la labor de mediación del que fuera presidente de Suez, que actuaba en nombre de Equanim, en las distintas reuniones del consejo de administración.

¿Cómo se puede justificar semejante suma?, se preguntan, furiosos, algunos miembros del consejo de administración, dispuestos a bloquear el pago del contrato (Suez debería abonar cinco millones y otros tanto, Veolia). La dirección de Suez, apelando a las cláusulas de confidencialidad del contrato, se ha negado a dar la más mínima explicación o detalle al respecto. Ni confirma ni desmiente los importes mencionados. Sin embargo, el asunto puede no quedar ahí. Las próximas reuniones del consejo probablemente sean movidas.

Y es que estos diez millones preocupan y enfurecen a los directores de Suez, a sus directivos y a muchos otros. Ha tenido unas consecuencias inesperadas. La condena es general en el pequeño mundo del CAC 40 y sus acólitos, según un buen conocedor del mundo empresarial. “En la última semana, todo el mundo habla de ello, porque es increíble. En mis 30 años de carrera, nunca había visto semejante degeneración. Es un escándalo”, explica.

Por su parte, los trabajadores de Suez se dividen entre el hastío, la ira y un sentimiento de traición renovado. No esperaban gran cosa del expresidente del grupo. Pero ahora, algunos tienen la impresión de que se han traspasado todos los límites de la decadencia. “Es una vergüenza, diez millones de euros por tres días de trabajo y todo ello para construir un acuerdo destructivo para Suez. ¡Bravo, chicos!”, se indigna Jeremy Chauveau, delegado del grupo en la central sindical CFDT.

Para él, como para muchos otros, este episodio se suma a las “muchas cosas inexplicables” que se han sucedido desde el inicio de la ofensiva de Veolia contra Suez, lanzada el 30 de agosto. Este contrato de oro no es más que el resultado final, según ellos, de un proceso en el que todo es problemático: la propia mediación de Gérard Mestrallet, el chapucero acuerdo de principio adoptado en menos de tres horas por el consejo de administración de Suez y, finalmente, la ruina de Suez.

“Si el acuerdo entre Suez y Veolia hubiera sido equilibrado, se podría haber aceptado el papel de Gérard Mestrallet. Pero ver al expresidente de Suez participar él mismo en el desmembramiento de su grupo y, encima, embolsarse 10 millones, es inexplicable, inaceptable, indefendible”, dice un asesor empresarial, que confiesa un claro malestar por lo sucedido. “Cuando pienso que el Elíseo y el Estado entero se movilizaron en 2006 para salvar Suez, pienso que el Gobierno no estaba dispuesto a hacer nada. El propio Villepin [entonces primer ministro] anunció en las escaleras de Matignon la privatización de GDF y su fusión con Suez. Todo para llegar a esto; dos grupos saqueados, destruidos. Una ruina”, recuerda una figura conocida en el mundo político.

Pero, ¿cómo Gérard Mestrallet, que dejó la presidencia de Engie en 2017 y la de Suez en 2019 para ser solo presidente de honor de los dos grupos, pudo volver a tomar las riendas del asunto? Mestrallet no ha respondido a nuestra solicitud de entrevista.

Mientras la batalla entre Veolia y Suez alcanzaba su punto álgido, muchos habían percibido la poca diligencia del antiguo presidente de Suez por acudir al rescate de su antigua empresa. Se limitó a escribir un artículo en el periódico Le Figaro defendiendo la independencia del grupo en septiembre. Los servicios mínimos para los empleados. “A Gérard Mestrallet le hubiera gustado que la dirección y el consejo de administración de Suez le llamaran. Le molestó bastante que nadie quisiera escuchar sus consejos durante todo este tiempo”, dice una persona conocedora del asunto. “Pero siempre ha estado ahí. Ayudó al grupo desde el principio, pero de forma muy discreta”, sostiene, por el contrario, un alto directivo del grupo, ardiente defensor del expresidente.

Sea como fuere, Gérard Mestrallet, como el político astuto que siempre ha sido, se aprovechará de las reglas establecidas por el ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, y las circunstancias adecuadas, para volver a la primera línea e imponerse en la batalla entre los dos grupos.

El fracaso de la mediación de Moulin

Esta fue una de las condiciones que puso Bruno Le Maire, tras hacerse cargo del caso Suez y Veolia, que hasta entonces había gestionado de forma discreta, pero directa, el Elíseo: el capitalismo francés no podía dar un espectáculo con dos grupos que se despedazaban y destruían mutuamente, explicó. Había que introducir un mediador para alcanzar un compromiso aceptable para todos.

Mientras que la dirección y el consejo de administración de Suez se muestran muy partidarios de una solución negociada, el director general de Veolia, Antoine Frérot, no lo ve así en absoluto. Con el 30% de Suez que consiguió comprar a Engie gracias al apoyo del Elíseo, se siente en una posición de fuerza y no ve ninguna razón para no impulsar su ventaja: quiere todo Suez, con sus condiciones, como explicó a finales de agosto.

Pero el ministro no puede echarse atrás, sobre todo porque los políticos locales empiezan mostrarse muy alterados por este ataque hostil y amenazan con volver a agitar un importante movimiento de remunicipalización del agua. Para sortear la negativa de Veolia, pidió al Ministerio de Economía que supervisara él mismo la mediación entre los dos grupos. Y nombró al hombre de la casa más poderoso para dirigirlo: el director general del Tesoro, Emmanuel Moulin.

La elección de un alto funcionario para ocuparse de esta negociación sorprende un poco. “Pero al menos, era gratis”, ironiza hoy un observador. Para Bruno Le Maire, la candidatura de Emmanuel Moulin es natural. Encarna la voluntad del Estado y conoce el caso a la perfección: antes de ser designado director de uno de los departamentos más importantes del Ministerio, en octubre de 2020, fue director de gabinete de Bruno Le Maire. También es un hombre muy cercano el secretario general del Elíseo, Alexis Kohler, cuya sombra pesa sobre el caso. Esto permite que se transmitan los mensajes y se encuentren puntos en común.

En diciembre, comienza con gran discreción la misión que dirige Emmanuel Moulin. “Una de las preocupaciones de Economía era mantener dos grupos industriales. Suez estaba dispuesta a venderse a los fondos de infraestructuras. Pero si dejamos que los fondos de infraestructuras hagan lo suyo, dados los medios financieros de que disponen, los grupos industriales quedarán pronto excluidos del juego. Los fondos se harán con todos los activos”, explica un asesor de Veolia, que participó en las negociaciones con Bercy.

Nuevo jarro de agua fría para el Ministerio

En marzo se alcanzó un compromiso. Según el plan ideado por Bercy, Suez tendría que vender ciertas actividades a Veolia para que ésta cejara en su ataque hostil. El alcance de la nueva Suez representaría unos 9.000 millones de euros de cifra de negocios, la mitad que en la actualidad. Sobre todo, mantendría las actividades internacionales, especialmente en Estados Unidos. Una dimensión a la que Bruno Le Maire tiene especial apego; quiere que Suez mantenga su dimensión internacional.

Aunque el sacrificio que se le exige a Suez es importante, Philippe Varin, presidente del consejo de administración, y Bertrand Camus, director general, están de acuerdo con el compromiso elaborado, al considerar que el grupo tiene los medios precisos para mantenerse en esa configuración. Pero Antoine Frérot, que desiste de su compromiso de lanzar una OPA hostil a su rival, se negó tajantemente.

“Por segunda vez en pocos meses, dos directores vinculados al Estado y dependientes de los dictámenes de éste se permitieron humillar al ministro de Finanzas, para mandar al Estado a paseo”, señala una persona conocedora de los entresijos del poder.

Si Antoine Frérot se permite un gesto así, no es “por aversión a los políticos”, como explican algunos. Como la derrota pública de Jean-Pierre Clamadieu, presidente del consejo de administración de Engie, tampoco obedece a una “voluntad de independencia frente al Estado accionista”. Los dos hombres solo validan la deriva institucional que los franceses han constatado en muchos otros temas: el poder está concentrado en unas pocas manos en el Elíseo. Con este apoyo, los dos dirigentes pueden permitirse hacer todas las peinetas que quieran a los servicios del Estado.

Ante la nueva negativa de Veolia, Suez decidió recurrir a la píldora venenosa que había ideado. El 23 de marzo anunció su intención de activar la fundación holandesa a partir del 20 de abril, lo que Veolia se apresuró a impugnar ante los tribunales. “En ese momento, Gérard Mestrallet volvió a ver a Philippe Varin y Bertrand Camus. Les sugirió que abrieran un nuevo proceso de mediación. No se ofreció directamente. Fue más hábil que eso. Propuso el nombre de Equanim”, dicen fuentes conocedoras del caso.

Una plataforma de mediación provisional

Equanim International. Hasta hace dos semanas, esta empresa era totalmente desconocida. Pero desde la firma del acuerdo de principio, y la publicidad en torno a la mediación de Gérard Mestrallet, está en el punto de mira. La empresa la crearon Patrick Klugman y Matthias Fekl. El primero comenzó a ejercer de abogado, tras ser teniente de alcalde de París y, sobre todo, muy cercano a Julien Dray desde la época de SOS Racismo. El segundo fue ministro de Comercio Exterior y efímero ministro del Interior con Hollande, antes de ejercer también como abogado.

Esta empresa pretende ser una “plataforma de mediación internacional” para ayudar a las empresas a tratar sus conflictos y diferencias en un marco discreto, menos restrictivo y menos caro (sic) que el arbitraje, según la página web. A pesar de estas intenciones declaradas, algunos observadores suspicaces se preguntan si Equanim no se creó ad hoc y si el contrato Veolia-Suez no es el único que tiene. Patrick Klugman asegura que la empresa cuenta con otros contratos de mediación, pero que no puede revelarlos por motivos de confidencialidad.

“Hacía mucho tiempo que Patrick Klugman no pensaba en este proyecto”, asegura un conocido suyo. “Llevo muchos años convencido de que hay que desarrollar la mediación [...]. Pero al principio era una idea muy general, una intuición que sólo tomó forma el año pasado, tras muchas conversaciones y charlas informales con amigos, colegas y personalidades cualificadas. [...] La decisión de pasar a la fase de ejecución y lanzar Equanim como empresa comercial se tomó el verano pasado, tras los periodos de confinamiento que dejaron un poco más de tiempo para perfeccionar las cosas”, explica Patrick Klugman, en respuesta a nuestras preguntas.

Si bien el proyecto fue largamente meditado, sus primeras concreciones, sin embargo, parecen haberse materializado a toda prisa para salir del paso. En cualquier caso, la empresa no cumple las bases para alcanzar su ambición de convertirse en una plataforma de mediación internacional. Creada el 3 de febrero con 5.000 euros de capital, tiene cuatro accionistas: Patrick Klugman, su mujer, Matthias Fekl e Yvan Terel, otro abogado. Está domiciliada en una vivienda particular.

Pero tiene poderosos inspiradores. Sin ser accionistas, Gérard Mestrallet y Maurice Lévy, ex director general de Publicis, dos de las personalidades que han dominado el capitalismo francés y sus juegos de influencia durante más de 40 años, se presentan como miembros fundadores. “Nos acompañaron, al igual que [...] muchos otros miembros de Equanim, dándonos consejos estratégicos, basados en su conocimiento de la economía internacional”, explica Patrick Klugman. En cualquier caso, todo el mundo parece haber utilizado su libreta de contactos para intentar reclutar a “personalidades prestigiosas”.

Cuando empezaron a oír hablar de Equanim, los empleados de Suez se apresuraron a ir a la página web para enterarse de qué se trataba. Les sorprendieron algunos nombres. “Klugman, Fekl, Cazeneuve ... Cuando veo esta sarta de socialistas convertidos en empresarios, francamente ...”, se enfada Jeremy Chauveau.

Junto a ellos, los imprescindibles del pequeño mundo empresarial parisino: Henri de Castries, ex director general de Axa; Enrico Letta, presidente del Partido Democrático Italiano, que se ha convertido en una de las referencias impuestas en el mundo administrativo y financiero parisino, y el insustituible Gerhard Cromme, garante germánico del mundo empresarial francés desde hace tres décadas. Este último fue también miembro del consejo de administración de Suez durante varios años.

Conflictos de intereses en cascada

Pero Gehrard Cromme no está solo. Según parece, tirando de contactos, Gérard Mestrallet parece haber invitado a varios de sus allegados a formar parte del “consejo estratégico internacional” de Equanim. Entre ellos encontramos a Marie-José Nadeau, administradora de Engie pero también presidenta del comité de auditoría y miembro del comité estratégico del grupo. Tuvo mucho que ver en la decisión del grupo de vender la participación de Engie en Suez a Veolia sin licitación y a toda prisa. Todavía por parte de Engie, hay que añadir a lord David Simon de Highbury, antiguo administrador y expresidente del comité de remuneraciones de GDF-Suez (ahora Engie).

Pero la mayor sorpresa para los empleados de Suez fue descubrir la presencia de Miriem Bensalah Chaqroun, directora de Suez pero también presidenta del comité estratégico y miembro del comité ad hoc, creado para organizar la respuesta del grupo al ataque de Veolia. Según nuestras informaciones, en ningún momento informó a la junta de su participación en Equanim. Todo es mucho decir y da idea del clima tan típico del capitalismo francés.

Dada la presencia de personas implicadas o que han estado directamente implicadas en la larga historia entre Engie y Suez y ahora Veolia, ¿no debería haber llevado a los dirigentes de Equanim a mantenerse al margen de este asunto y a abstenerse de cualquier intervención para evitar cualquier sospecha de conflicto de intereses? “Todos los miembros de Equanim pueden ser mediadores. Sin embargo, de acuerdo con nuestras normas de confidencialidad, no están al corriente ni de los asuntos que llegan ni de los asuntos en curso, ni de los asuntos resueltos vía una mediación, salvó por supuesto cuando intervienen como mediadores”, responde Patrick Klugman cuando se le pregunta por los conflictos de intereses. En una palabra, la confidencialidad se supone que evita el conflicto de intereses.

Eso supone olvidar que la noción de conflicto de intereses es más amplia de lo que quieren decir los responsables de Equanim. Porque sucede lo mismo con la mediación, el arbitraje y la justicia: se trata de despejar la sospecha de conflicto de intereses mismo para disipar cualquier duda.

El precio de la traición

A estas normas generales, hay que añadirle la cuestión específica de la elección de Gérard Mestrallet como mediador. “No entiendo cómo pudo ser elegido mediador, cómo pudo aceptar el encargo”, constata un abogado. El expresidente de Suez y Engie parece tener una interpretación muy restringida del conflicto de intereses. Su mandato como senior advisor del fondo de riesgo CVC Capital, que compró la actividad de producción-exploración de Engie, justo después de su salida de la presidencia del grupo permanece en la memoria de la empresa. Pero Gérard Mestrallet siempre ha asegurado que no ha tenido nada que ver y que siempre se ha desentendido del tema.

Si la pregunta vale para Gérard Mestrallet, vale todavía más, en cierto modo, para Equanim. Preguntado sobre los conflictos de intereses durante una entrevista en BFMTV, Matthias Fekl respondió muy tranquilo: “El conflicto de intereses son los hechos”.

Y precisamente en este caso, hay hechos. Preocupado por presentar un marco jurídico estricto, Equanim ha publicado su reglamento de mediación. La cuestión del conflicto de intereses se discute ampliamente. En particular, prevé que la mediación debe suspenderse o interrumpirse si existe un “interés financiero o de otro tipo, directo o indirecto, en el resultado de la mediación, (una) relación privada o profesional previa con una de las partes, o (si) el mediador, o cualquier empresa, administración, comunidad, entidad jurídica pública o privada o grupo de cualquier tipo al que esté vinculado, ha actuado en condición distinta a la de mediador para una de las partes”.

Evidentemente, aunque su situación es bien conocida, Gérard Mestrallet no cumple las condiciones establecidas por las normas de Equanim. Presidió Engie y Suez durante más de diez años. Fue él quien nombró al presidente de Engie, al presidente y al director general de Suez, que ahora están en el centro de la polémica. Lo importante es “la confianza de ambas partes”, explica Patrick Klugman.

Además, ¿podemos asegurar que no tiene ningún interés financiero en el caso? A finales de 2019, Gérard Mestrallet tenía más de 16.900 acciones de Suez. Su entorno asegura que los ha vendido, según informa BFM. Pero también sigue teniendo acciones de Engie.

Por último, los 10 millones que cobra Equanim por la misión son cualquier cosa menos una prueba de desinterés. En nombre de la confidencialidad, Equanim ni confirma ni desmiente esa cifra y menos aún a dar el más mínimo detalle sobre el contrato. Pero el importe es tan desorbitado en comparación con la práctica habitual, muy superior a cualquier procedimiento de arbitraje que requiera otros medios durante largos periodos de tiempo, que sólo puede cuestionarse. Aunque Equanim establezca la facturación, Gérard Mestrallet está necesariamente asociado a este resultado. “Está recibiendo el precio de su traición”, comenta un observador.

Todo esto debería haber llevado a Equanim a no presentar la candidatura de Mestrallet como mediador entre Suez y Veolia. Sin embargo, a  finales de marzo, según nuestras informaciones, presentó una lista de tres nombres a Veolia y Suez: Gérard Mestrallet, Enrico Letta e Yves Leterme. Gérard Mestrallet fue contratado tanto por Suez como por Veolia.

El hecho de que Antoine Frérot no haya impugnado la candidatura del expresidente de Suez intriga a muchos observadores. ¿Por qué, habiendo rechazado muchas otras propuestas, aceptó ésta, cuando a priori podía dudar de la imparcialidad del antiguo presidente de Suez? ¿Tiene prisa el director general de Veolia por acabar con esto? ¿Le habían asegurado que obtendría condiciones más favorables que las establecidas por Bercy?

El 1 de abril, el antiguo presidente de Suez publicaba un artículo en Les Echos: “Es hora de que las aguas vuelvan a su cauce entre Veolia y Suez”.

El juego de Mistrigri

Cuando los empleados de Suez se enteraron el 12 de abril de que se había impuesto a Gérard Mestrallet como mediador entre Suez y Veolia, sufrieron un shock. No se había filtrado nada en el grupo sobre su contratación como mediador. Pero, lo que es más problemático, el consejo de administración también se había mantenido al margen de esta elección. El comité ad hoc, que se supone que supervisa toda la defensa de Suez, no había sido consultado.

Los directores no se enteraron de este nombramiento hasta la tarde del domingo 11 de abril. Ya no había alternativa: por la tarde se celebraría una nueva reunión del consejo de administración para examinar el acuerdo de principio que se está discutiendo entre Antoine Frérot y Louis Schweitzer por parte de Veolia, Philippe Varin y la directora Delphine Ernotte, por parte de Suez, y Gérard Mestrallet, en el centro.

¿Por qué los dirigentes de Suez guardaron silencio sobre esta mediación, sobre el papel de Gérard Mestrallet, sobre el contrato con Equanim? Frente al consejo, el presidente y el director general se acogieron a la cláusula de confidencialidad. “No existe una cláusula de confidencialidad frente a una junta. El consejo debe ser informado, especialmente cuando hay tanto en juego, cuando se han firmado contratos como éste. Sobre todo porque podemos cuestionar si la contratación de Gérard Mestrallet, como presidente honorario de Suez, no entra en el ámbito de los acuerdos regulados”, analiza un abogado.

“Para mí es simple, es una estafa”, decide abruptamente un viejo conocedor del mundo de los negocios.

Temiendo que su responsabilidad en este asunto pudiera ser cuestionada, todos los administradores se pusieron muy nerviosos, sopesando sus responsabilidades y tratando de estimar los riesgos. El juego de Mistrigri había comenzado: cada uno intenta pasarle la pelota al otro. Los directores al presidente y el director general, el presidente al director general, etc.

Según nuestras informaciones, Philippe Varin y Bertrand Camus aceptaron la mediación de Gérard Mestrallet y su contrato, aunque éste sólo lo firmase Bertrand Camus. “Como presidente, era responsabilidad de Philippe Varin informar al consejo”, dice una fuente cercana al caso.

“El secreto no lo era para todos. Delphine Ernotte [asociada a todas las negociaciones] fue informada el viernes por la noche de la mediación de Gérard Mestrallet y su contrato”, informa otra fuente relacionada con el proceso. Dados los vínculos que el expresidente de Suez tiene con un cierto número de directores del grupo, a los que él mismo nombró, no excluye que otros directores también fueran informados, sin decir una palabra. Habida cuenta de la prisa que muchos tenían por acabar.

Porque el asunto de los 10 millones de euros abonados a Gérard Mestrallet no debe ocultar el verdadero escándalo del asunto y del que también son responsables los directivos: esta mediación mantenida en secreto conduce a la destrucción programada de un grupo industrial que cuenta con 90.000 empleados con el asentimiento y el apoyo del Gobierno.

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Traducción: Mariola Moreno

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