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La generación de la revolución de Túnez sigue a la espera de respuestas

Manifestación a favor del presidente en Túnez.

Lilia Blaise (Mediapart)

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La semana siguiente a la toma temporal del poder del presidente tunecino ha sido una de las más calientes del periodo estival, tanto por las temperaturas récord como por el trajín incesante de la actualidad del país. El domingo 25 de julio, el presidente de la República, Kais Sayed, decidió cesar al jefe del Gobierno y suspender las actividades del Parlamento.

Unos días más tarde, Faisal Jouini, de 25 años, y Hamza Jebli, de 22, vecinos de los céntricos barrios de la capital El Bardo y El Omrane, disfrutan de una tarde de playa en Carthage Amilcar, junto al puerto de la ciudad de Sidi Bou Said. “Con todo lo que está pasando, sienta bien nadar y además protegemos a las chicas de los manoseos bajo el agua”, dice medio en broma Faisal, un técnico de mantenimiento eléctrico que no oculta su satisfacción cuando habla de Kais Sayed, el presidente de la República, aunque prudentemente dice que “estamos esperando que todo lo que ha anunciado se plasme sobre el papel, porque ya sabemos como funciona esto, él no está solo y seguro que habrá gente que le va a poner palos en las ruedas”.

Hamza, con la toalla al hombro, acaba de salir del agua. Este jugador profesional del Stade tunecino, uno de los clubs de fútbol de la capital, cita a K2rym, un ostentoso rapero tunecino seguido por una parte de la juventud y ex marido de la hija del dictador Ben Ali (se casaron en 2019 y se divorciaron diez meses más tarde). “Como dice este rapero, el sentido de la patria lo tienes o no lo tienes. Yo estoy dispuesto a trabajar diez veces más por mi país si Kais Sayed cumple lo que ha prometido: erradicar la corrupción y ayudar a los pobres. Es un momento histórico en el que estoy dispuesto a participar”.

Una Generación Z que se toma la revancha

En las elecciones presidenciales de 2019, Faisal y Hamza votaron a este presidente atípico, ex profesor de derecho constitucional apodado afectuosamente Robocop por su estatura rígida y su articulación monocorde del árabe literario. Sayed, símbolo de la integridad y sin partido alguno, sedujo a los jóvenes abandonados por la clase política que, por su edad, entre 18 y 25 años, no solían acudir a las urnas después de la revolución. Pero en la primera vuelta de las elecciones, el 47% de los 920.000 jóvenes inscritos fue a votar con una tasa de participación récord del 91% a favor de Kais Sayed en primera y segunda vueltas. Según las encuestas de la agencia SIGMA, la juventud representó dos tercios de los votos que Sayed recibió.

En la actualidad, para una gran parte de esta Generación Z, el hecho de que Kais Sayed se haya impuesto con decisiones valientes a la clase política, rechazada mayoritariamente por la opinión pública, es una especie de venganza.

Dos años después de las elecciones, los jóvenes se habían quedado de nuevo al margen de los asuntos políticos, espectadores más que actores ante el bloqueo del Parlamento y del Gobierno y la degradación de la situación económica del país. “¿Dónde estaban esos políticos que ahora defienden el acceso al Parlamento cuando salimos a la calle en enero para mostrar nuestro hartazgo y nos reprimieron y detuvieron? (las manifestaciones terminaron con casi 2.000 detenciones). ¿Dónde estaban cuando sufrimos toda la violencia policial? Jamás han estado ahí cuando había que defendernos”, denuncia Hamza, enfadado.

Faisal, más moderado, nos explica: “Yo gano mil dinares (300 euros) al mes en una empresa egipcia que tiene dificultades para pagarme porque PayPal todavía no está autorizado en mi país. Francamente, hay muchas cosas que aquí no funcionan, además de la política. Todo el Estado funciona mal. El presidente va a tener mucho trabajo que hacer”.

La generación de la revolución, más politizada y vigilante

Para Khalil Abbess, de 32 años, investigador en ciencias políticas, integrante de la generación que participó en la revolución, la rabia de la Generación Z es legítima, pues es la que más ha sufrido las recaídas económicas y sociales de la transición y a la vez la que actualmente le faltan más referencias. “Es una generación que tiene un potencial porque ha crecido en democracia pero al mismo tiempo tiene como referencias el éxito a través del dinero fácil o del rap, por lo que siente que la política no tiene un lugar en sus esquemas, cuando no la rechaza completamente”, dice Abbess.

Justo tras la toma de posesión de Kais Sayed, dos raperos, F.B.K. (un jóven de 19 años llamado Faten Ben Khaled) y Guito’n, escribieron una canción en homenaje a las decisiones de Kaysoun, como algunos llaman a Kais Sayed, y también un panfleto contra la clase política. “La ley está hecha a su medida/lo ves delante de tus ojos/Dicen que han sido elegidos, pero en diez años de poder no hemos visto nada (…). Hemos tenido paciencia, queremos que las cosas mejoren lentamente, pero la situación está siendo muy sombría”, cantan los dos sobre un montaje de imágenes de alegría callejera en la tarde de 25 de julio.

Para Khalil Abbess, esta juventud ha regresado a la política con el golpe de Kais Sayed. Hasta ahora ocupaba el espacio público o la política solamente “en acciones puntuales como las manifestaciones de enero en los barrios populares, o cuando Kais Sayed fue elegido y todos los jóvenes salieron a limpiar las calles y cuidar sus barrios”, subrayando que sigue siendo imprevisible y que Kais Sayed representa por el momento un valor seguro o un cierto liderazgo. “Nos damos cuenta de que esos jóvenes han elegido hoy a Kais Sayed y le apoyan firmemente en la actualidad, más por su sistema de valores como la integridad y la rendición de cuentas en política que por su programa político, que muy pocos conocen a fondo”, explica.

Al contrario que su generación, que ha participado en casi todos los momentos políticos y en la crisis de la transición, Khalil, desengañado por la política como muchos otros, ha vivido el 25 de julio como un momento fuerte, pero desconfía. “Cuestionar el sistema político está bien pero hay que conservar una forma de pluralismo y de oposición, de garantías”, insiste Khalil.

Otros se muestran más tibios. Jalel Finzi Boulah, de 29 años, vecino del barrio del Kram, jurista y activista de la sociedad civil, que militaba en un partido político en 2011 y lo dejó rápidamente “cuando el dinero se convirtió en la única condición de éxito de un partido en unas elecciones”, hoy se ha reconvertido en activista medioambiental. Es cofundador de Tounes Clean-up, un colectivo de jóvenes que limpian las playas y emprenden acciones de sensibilización sobre el medio ambiente en las escuelas. Votó en blanco en 2019 y ahora está atento a los eventos del 25 de julio. “Lo que me sigue preocupando es la concentración de poderes. Queramos o no, mi generación creció con la dictadura, por lo que sigo desconfiando”, dice.

Un debate sobre la Constitución y las conquistas democráticas

El presidente es criticado por los constitucionalistas y ciertos partidos políticos como la primera formación del país, el partido islámico conservador Ennahda por su interpretación extensa del artículo 80 de la Constitución, que le permite “tomar medidas de excepción” en caso de “peligro inminente para el país”, pero no se menciona el cese del jefe de gobierno o la suspensión del Parlamento.

Desde comienzos de la semana, una parte del debate político se ha enfocado sobre la legalidad de la acción de Kais Sayed y una campaña mediática del partido Ennahda, sobre todo en el exterior, para denunciar un “golpe de Estado”.

La juventud se ha posicionado también en este tema, sobre todo en Twitter, donde muchos investigadores y activistas anglófonos han tratado de mostrar otros puntos de vista sobre los eventos. “Era para contrarrestar al mismo tiempo un alegato de Ennahda que habla de golpe de Estado y de atentado a la democracia de manera bastante vergonzosa, utilizando la presión a expertos y congresistas americanos y también mucho el discurso de expertos que comentan lo que pasa en Túnez bajo el prima egipcio, cuando nosotros estamos en dos tiempos completamente diferentes”, explica Rania Said, una investigadora tunecina residente en Estados Unidos.

Para Ouiem Chettauoi, consultora, este debate virtual es también una manera de mostrar que la juventud tiene también sus propias inquietudes sobre la democracia tunecina. “Para nosotros, las condiciones materiales en las que vivimos como jóvenes, las dificultades a las que nos enfrentamos cada día, son más importantes en nuestra idea de la política que los conceptos políticos que nos imponen sobre los eventos de nuestro país. Es un momento de cólera pero también un momento que define nuestra democracia y que cuestiona tal vez el sistema de representatividad que nos hemos dado”, explica Chettaoui, muy activa en este nueva comunidad tunecina y anglófona en Twitter, distinta de la famosa blogosfera que había llevado la revolución tunecina de 2011 a las redes sociales.

Queda por saber cómo será atendida esta juventud plural por Kais Sayed que, por ahora, no ha nombrado aún al jefe de Gobierno. Horas antes de su decisión del 25 de julio declaró que “la bandera nacional ondeará siempre tan alta gracias a la determinación de la juventud tunecina”, cuando felicitaba por teléfono al nadador tunecino Ayoub Ahmed Hafnaoui, ganador de una medalla en los Juegos Olímpicos de Tokio, pero ¿qué lugar ocupará esa determinación en su proyecto de país?

Anuncios a favor de la lucha contra la corrupción y la bajada de precios

Sus últimos anuncios, en especial el estímulo a la bajada de precios de los productos alimentarios, los medicamentos o las tasas de interés bancario, han tenido buena acogida pero mucha gente espera algo más concreto. También se está a la espera de qué va a pasar con su operación Manos Limpias iniciada a lo largo de la semana.

El levantamiento de la inmunidad parlamentaria podría conllevar detenciones de diputados perseguidos por corrupción o violencia, más de veinte según las cuentas de la ONG I-Watch. Pero el presidente también ha dicho que quiere que los 460 hombres de negocios corrompidos durante el anterior régimen, según un listado de 2011, reinviertan el dinero expoliado al Estado en los proyectos de desarrollo regional que determinen los comités de representantes regionales, una de las promesas de su programa electoral.

Mientras tanto, debe hacer frente a las presiones políticas y extranjeras para constituir un nuevo equipo gubernamental sin tardar y para que su campaña anti corrupción no se convierta en una “purga vengadora” como algunos temen. En el barrio popular de Hay Ettadhamen, en el gran Túnez, donde hubo protestas en enero de este año contra el coste de la vida y el desempleo, Sabeur, un técnico de 40 años, se pregunta cómo el presidente “va realmente a aplicar sus decisiones sobre los hombres de negocios. Se ha visto ya antes un hombre de negocios inculpado pero cuando se le pregunta dónde está el dinero, su cuenta bancaria esta vacía y casualmente se cierra el caso”, dice, escéptico.

La secuencia tunecina está aún sin acabar. El presidente tiene treinta días según la Constitución para poner en práctica sus decisiones y sus aspiraciones de reformas y, según Khalil Abbess, la juventud sigue constituyendo una garantía ante cualquier deriva. “Ha habido un mensaje de orden generacional en apoyo a sus decisiones pero es necesario que encuentre un sistema político que permita a esos jóvenes participar más en la cosa pública”, explica. En cuanto al riesgo de una deriva autoritaria, el final de la canción de F.B.K. y Guito’n viene cargado de advertencias: “Señor presidente, es usted formidable/Pero no dejemos que Túnez recule/No hay que tocar nuestra libertad, si el autoritarismo vuelve puede estar seguro de que el fuego volverá en todo el país”.

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Traducción: Miguel López

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