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El 'New Deal', historia de un desmantelamiento cuyas brasas están aún calientes

Joe Biden junto al senador Bernie Sanders en una imagen de archivo.

Romaric Godin (Mediapart)

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Para entender los orígenes del desmantelamiento del orden del New Deal, hay que regresar al discurso a la nación pronunciado el 8 de agosto de 1969 por Richard Nixon. El nuevo presidente republicano de Estados Unidos, elegido por estrecho margen el año anterior, se volcó en una violenta crítica contra el sistema social implantado por Roosevelt. "Si lo medimos por la angustia de la gente pobre o por la carga vertiginosamente creciente sobre el contribuyente, el actual sistema social debe ser considerado como un fracaso colosal", proclamaba el que, en la campaña para las primarias republicanas de 1968, aparecía más bien como un moderado frente el conservador Ronald Reagan.

Nixon propuso entonces cambiar el welfare por el workfarewelfareworkfare, es decir, condicionar la asistencia social a la inserción en el mercado de trabajo. Es verdad que el Family Assistance Plan, que sería finalmente aprobado a finales de 1971, estaba lejos de la destrucción del Social Security Act de 1935, pues garantizaba incluso un ingreso mínimo a las familias, lo que provocaría la furia en medios conservadores.

Pero Richard Nixon acaba de abrir la puerta a un desmantelamiento progresivo. Además de la capacidad de los Estados para exigir un empleo a los beneficiarios de la ayuda social, introdujo en el debate público una retórica de fracaso del New Deal New Dealy de la inmortalidad de la ayuda social que hasta entonces estaba limitada a ciertos círculos de la derecha del partido republicano.

Es verdad que a finales de 1960 las condiciones del New Deal estaban ya desmoronándose, empezando por las condiciones económicas. La guerra de Vietnam era demasiado cara para el presupuesto federal y comenzaba a pesar sobre el dólar, que se enfrentaba a una huida hacia el oro. Nixon decidió, unilateralmente, el 15 de agosto de 1971, suspender la convertibilidad en oro, llevando al enterramiento del sistema de Bretton Woods de los acuerdos de Jamaica de enero de 1976. El desorden monetario le incitó a reducir el déficit y los gastos sociales.

Paralelamente, los beneficios de las grandes compañías estadounidenses empezaban a encontrarse bajo presión. Grégoire Chamayou, en su obra La Sociedad Ingobernable (edit. La Fabrique, 2018), relata que esa regresión era ya sensible en marzo de 1969 cuando Fortune, la revista de los grandes negocios, señalaba una "contracción de beneficios". Se trataba de un fenómeno bastante novedoso porque no era coyuntural, sino más bien estructural, que se inscribía en un triple contexto: una fuerte presión del coste de trabajo gracias al pleno empleo, una recuperación del crecimiento de la productividad y una intensificación de la competencia internacional con nuevos actores como Japón y la Alemania Federal.

La crisis racial y la de Vietnam

La situación política tampoco era boyante. Por una parte, estaba la guerra de Vietnam en la que Lyndon Johnson se había lanzado de lleno indignando a una parte de la juventud y de los demócratas. También estaban los movimientos de derechos cívicos, a los que Johnson dio en esa ocasión la razón pero que fracturaron la "coalición del New Deal" construida por Roosevelt en los años 30.

Martin Luther King, líder de esa lucha, estimaba por lo demás que "las promesas de la Gran Sociedad han sido derrotadas en el campo de batalla de Vietnam". Los demócratas del sur, segregacionistas declarados, abandonaron el partido y presentaron su propio candidato, George Wallace, a las elecciones de 1968. Wallace consiguió el 13,5% de los votos y ganó en cinco Estados, facilitando así la victoria de Nixon.

La ruptura ya se había producido ciertamente en 1948, pero no había impedido que Harry Truman ganara. Esta vez, la situación era más seria, pues la revuelta de los Dixiecrates fue contestada con una revuelta de afroamericanos que conectaba con los movimientos sociales. Los disturbios se multiplicaban en los barrios poblados por las minorías olvidadas por la "sociedad de la abundancia" del New Deal. New DealLa más violenta fue la del barrio de Watts, en Los Ángeles, en agosto de 1965. En un panfleto que apareció poco después en inglés, recogido en el número 10 de la Situationist International, Guy Debord observa "una revuelta contra la mercancía, contra el mundo de la mercancía y del trabajador-consumidor jerárquicamente sometido a las medidas de la mercancía", y concluye que "la sociedad de la abundancia encuentra su respuesta natural en el pillaje".

No se trata de una interpretación excesiva. La contestación del racismo ya iba a la par que la del orden económico. El historiador Howard Zinn subraya, en su Historia Popular de los Estados Unidos (Agone, 2014), que las autoridades consideraban que en Detroit, en 1967, había un ataque contra los "símbolos de la autoridad y de la propiedad". El autor señala claramente que el nuevo movimiento afroamericano "era más peligroso que el movimiento de derechos cívicos porque podía unir a los trabajadores negros con los blancos en la cuestión de la explotación social". La cuestión racial era ya pues una cuestión social radical.

La crisis racial y la relativa a Vietnam se unieron entonces en una crítica del orden consumista. Quien se oponía en primer lugar al orden del New Deal era precisamente este "consumidor-trabajador" para el que había sido construido, y que progresivamente quería salirse del juego. Los últimos años 60 y principios de los 70 fueron el momento menos conocido pero perfectamente documentado por Chamayou sobre la oposición de los trabajadores de la industria al poder gerencial. En efecto, las reivindicaciones no se limitaban al aumento salarial. En 1973, un obrero de la industria del automóvil exigía "tener la oportunidad de utilizar su cerebro" y dejar una fábrica que era comparable a una cárcel, "salvo que en el talego tienes más tiempo libre".

Lo que está en juego es pues la situación misma del New Deal: la abundancia contra el orden mercantil. Cuando Nixon pronunció su discurso en 1969, la tensión social era, según el Wall Street Journal, la "peor que el hombre recuerde". El orden del New Deal ya no conseguía que los trabajadores aceptaran las condiciones de trabajo. Era finalmente la organización social entera la que estaba en cuestión, es decir, lo que Roosevelt había conseguido preservar: el capitalismo. Salvarlo iba a suponer reactivar la vieja lucha de clases que los demócratas habían intentado transformar en colaboración con las clases en el seno de la coalición del New Deal.

Los capitalistas abandona el New DealNew Deal

Y ese es el giro que efectúa Richard Nixon el 8 de agosto de 1969. Las grandes empresas estadounidenses no pueden tolerar una contestación así cuando ellas mismas deben hacer frente a nuevos competidores y a beneficios reducidos. Tras los sudistas y una parte de la izquierda, ahora son los capitalistas los que abandonan la coalición del New DealNew Deal, volviéndose hacia una alternativa intelectual y política disponible, dispuesta a salir de la sombra.

La resistencia al New Deal apareció ya en los primeros momentos de la era Roosevelt, concentrándose en ciertos sectores industriales, sobre todo en los de trabajo intensivo y en las Pymes. La oposición se basaba en la idea de que el nuevo orden social era contrario a los ideales de Estados Unidos, los de un Estado modesto y el de la libertad económica. Pero después de la severa derrota electoral de 1936, en la que el candidato republicano Alf Landon sufrió el mayor revés de la historia del país, una gran parte del establishment republicano terminaría por aceptar las grandes líneas del New Deal.establishmentNew Deal

El principal representante de la oposición conservadora del partido, Robert Taft, fue también derrotado tres veces en las primarias republicanas para las elecciones de 1940, 1948 y 1952 contra los representantes del ala moderada del partido. Así ocurriría hasta 1976, con la excepción de la nominación de Barry Goldwater, sucesor de Robert Taft en representación del ala derecha del partido republicano. Pero, como en 1936, la dominación de la coalición del New Deal era aplastante. New DealGoldwater consiguió el 38,5% de votos frente al 61% de su adversario y solo ganó en 6 de los 50 Estados. Entre los dos candidatos había una diferencia de 14 millones de votos.

Aunque los círculos anti New Deal eran bastante reducidos en la opinión públicaNew Deal, no estaban inactivos ni por tanto sin influencia. En 1947, en respuesta a una oleada de huelgas relacionadas con la crisis de la reconversión de la economía, Robert Taft consiguió pasar la ley Taft-Hartley, que limitaba los derechos sindicales. Harry Truman terminaría promulgándola en un contexto de guerra fría que favorecería la desconfianza sobre el movimiento social.

El macartismo sería una prueba más de la influencia de la derecha del partido republicano sobre la política nacional. Frente a la amenaza "roja", la coalición del New Deal intentaba mantener el equilibrio entre la zanahoria de los derechos sociales y el palo de la represión. Y a veces eran necesarios los conservadores para endurecer el tono.

Si la derrota de Barry Goldwater abrió la vía al ala moderada del partido para las elecciones de 1968, Richard Nixon se apoyaría no obstante en Goldwater y sus amigos para gobernar. El presidente republicano dimitiría el 9 de agosto de 1974 cuando éstos le abandonaron por el caso Watergate. Porque además la influencia de Goldwater crecería con el paso del tiempo y su toma de control del partido para conseguir su nominación serviría de inspiración a Reagan en los años 70.

Con las protestas en aumento, los círculos conservadores comenzaron a ser más escuchados, jugando especialmente la baza del orden público y social, el tradicional "law and order", aunque también la de la presión fiscal que se consideraba insoportable. En 1966, el muy derechista William Buckley, amigo personal de Reagan y promotor de la National Review, lanzó un programa de televisión, "Firing Line", que duraría 23 años y contribuiría a difundir la agenda conservadora en la opinión pública. En los años siguientes se multiplicaron las asociaciones y revistas conservadoras.

Se organizó entonces un movimiento cultural profundo basado en que el orden del New Deal ya no cumplía su papel de defensor del capitalismo.New Deal En su Breve historia del neoliberalismo, David Harvey menciona una nota confidencial de agosto de 1971 de Lewis Powell, juez del Tribunal Supremo nombrado por Nixon presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, que dice que "las críticas y la oposición a la libre empresa han ido demasiado lejos y ya es hora de movilizar la sensatez, el sentido común y los recursos del mundo de los negocios contra los que quieren destruirla".

A lo largo de los años 70, los centros de reflexión neoliberales inundarían el debate de ideas imponiendo su agenda y aupando a sus nuevos héroes, contando con la inestimable ayuda de los ricos estadounidenses. Harvey recordaba que fue el multimillonario Richard Mellon Scaife, heredero de una de las más poderosas familias americanas, quien financió en 1977 la versión televisiva del libro La libertad de elección, de Milton Friedman.

A partir de ahí, los que habían estado silenciosos, como el American Enterprise Institute, fundado en 1938 por industriales, principalmente de la química, para contrarrestar la dominación del New Deal, pasaron a primera línea en el debate público. El temor a la contestación social proporcionaba una nueva actualidad al pensamiento de Friedrich von Hayek y a las novelas de la libertaria Ayn Rand quien, sin embargo, había recibido una fría acogida de los conservadores estadounidenses con la aparición de su obra La Huelga, en 1957.

En adelante, estos textos se convertirían en referencias de la cultura popular que iban a la par de las movilizaciones del mundo del trabajo. En este cara a cara, el orden del New Deal se fue hundiendo progresivamente y sus defensores se fueron uniendo poco a pocoNew Deal , en nombre de la defensa del capitalismo, al campo neoliberal. Porque el equilibrio se modificó también en las ciencias económicas donde el marco neokeynesiano regresó con fuerza y modificó incluso la percepción del pensamiento de Keynes. Paul Samuelson establecía en los años 60 una síntesis entre keynesianos y neoclásicos. Paralelamente, la matematización de la economía, encarnada por "la ecuación de la mano invisible" de Debreu y Arrow en 1958, reforzó la impresión de ciencia dura del marco neoclásico, revivificado a principios de los años 70 por Robert Lucas.

En los años 60, Milton Friedman fundó en Chicago la escuela monetarista lanzando una gran ofensiva contra el keynesianismo que dominaría la formación de banqueros centrales tras el final del sistema de Bretton Woods. El falso "premio Nobel" fundado en 1969 por iniciativa de los conservadores suecos, vendría a dar un respaldo prestigioso a este movimiento neoliberal: Samuelson lo recibió en 1970, Hayek en 1972 y Friedman en 1976.

Si añadimos la emergencia de las nuevas teorías de la firma y de la gestión, todo el arsenal intelectual estaba preparado para un ataque frontal contra el orden del New Deal. En un almuerzo en 1974, en Washington, Arthur Laffer trazó una curva sobre el mantel ante dos responsables republicanos que serían los pilares de la revolución neoliberal, Dick Cheney y Donald Rumsfeld. Nacía la "teoría del goteo", que sería central en la campaña de Reagan en 1980. Si el New Deal fue construido por juristas, el neoliberalismo marcó el regreso de los economistas.New Deal

El golpe de gracia

Pero, en aquel momento, a mediados de los años 70, en el plan conservador faltaba un elemento clave. Porque en un contexto de pleno empleo, la crítica de la izquierda al New Deal tenía una ventaja.New Deal Para hacer entrar por el aro al mundo del trabajo había que poder amenazarlo. "Para disciplinar a la gente ahí dentro, hay que jugar a tope con la inseguridad económica y social ahí fuera", resume Grégoire Chamayou. La debilidad de la ofensiva de Nixon de 1969 a 1971 desembocaría en el regreso de los demócratas al poder en 1976.

Pero la situación iba a cambiar. La crisis de los años 70 vería cómo las empresas subían los precios y, al mismo tiempo, echaban a la gente. El aumento de los precios al consumo llegaría en 1980 a un 13,6% anual, mientras que la tasa de desempleo pasó del 3,5% en 1969 a casi el 8% diez años más tarde. A partir de 1974 no volvió a bajar del 5%. El choque afectó tanto a los que fueron despedidos como a los que siguieron trabajando con una pérdida salarial real. En esa condición la indisciplina pasó al olvido ante los métodos de gestión cada vez más represivos. Los sindicatos comenzaron a perder influencia y el chantaje en la contratación se volvió cada vez más frecuente.

La traducción política de esta situación fue naturalmente una ofensiva de las ideas neoliberales y conservadoras en la última parte de los años 70. Ofensiva facilitada por la pérdida de referencias del keynesianismo clásico, incapaz de explicar la estanflación y de hacerla frente. Ahora bien, frente a ellos, los monetaristas y los libertarios aportaron algunas respuestas. Los aparentes éxitos económicos del laboratorio chileno, donde Pinochet aplicaba los consejos de Milton Friedman y Friedrich von Hayek, dieron aún más peso a esas ideas entre las élites conservadoras.

Finalmente, la deconstrucción del orden del New Deal apareció como la respuesta a la crisis. Incluso los demócratas debían decidirse a hacer algo y fue el vencedor de 1976, Jimmy Carter, quien nombró en 1979 director de la Reserva Federal a Paul Volcker, un discípulo de Friedman. Volcker aplicaría la teoría monetarista a tope elevando la tasa de refinanciación hasta el 20%, llevando el nivel de desempleo a casi el 11% en 1982.

Esta inseguridad económica permitió construir, durante la campaña de 1980, la perspectiva de un renacimiento económico mediante la destrucción de un sistema que había fracasado, como ya dijera Nixon en 1969. Es la teoría del goteo y la insistencia dada al empresario como perspectiva para las clases medias. Con estos temas, Reagan ganó fácilmente e impuso un nuevo régimen económico y social.

El Estado no se retiraba del todo del juego pero ponía su peso en la balanza para construir una política que fuera favorable al capital. Por eso Reagan pudo profundizar en el déficit público con el fin de alimentar el complejo militar-industrial y llevar a cabo una política de represión sindical feroz contra los controladores aéreos en 1981. "El neoliberalismo de Reagan fue no solamente una transformación del Estado, sino también una estrategia agresiva de confrontación contra los centros opositores organizada desde las prerrogativas de las empresas estadounidenses, tanto en el extranjero como en los Estados Unidos", resumen Damien Cahill y Martijn Konings en su libro de síntesis Neoliberalism (Polity, 2017).

La "revolución Reagan" atacó pues de lleno al corazón del sistema Roosevelt por dos vías: el poder del mundo del trabajo y la redistribución. Los presupuestos sociales se redujeron y fueron transferidos a los Estados federados, lo que obligaba a los demócratas a aplicar con frecuencia medidas de austeridad. Los impuestos a los ricos y a las empresas se redujeron enormemente y el tipo marginal de impuestos sobre la renta pasó del 70% en 1981 al 28% en 1991.

Cuando los demócratas volvieron al poder en 1992, el orden dominante era ya el neoliberalismo. De la misma manera que Eisenhower aceptó el New Deal rooseveltiano, Bill Clinton aceptaría la "revolución Reagan". Rodeado de neokeynesianos convertidos al neoliberalismo, Clinton se mostraría incluso más estricto en materia presupuestaria. Fue entonces cuando, en 1996, el Congreso generalizó el workfare con la ley Personal Responsibility and Work Opportunity Reconciliation Act. El proyecto de Nixon sería culminado por un presidente demócrata que disponía de la mayoría en las dos cámaras. A partir de ahí, el horizonte sería el del "nuevo crecimiento" tecnológico y la financiación se aceleraría para permitir su despliegue. Los mercados dictaban su ley y el valor accionarial determinaba el empleo y las políticas públicas.

En 1999, el secretario de Estado del Tesoro de Bill Clinton, Lawrence Summers, anunció un violento ataque en la legislación del New Deal: el fin de la Glass-Steagal Act de 1933Glass-Steagal Act, que prohibía la fusión de bancos de inversiones y de bancos comerciales.

El Green New DealGreen New Deal

El orden del New Deal quedó desde entonces carente de sentido. Se construyó una coalición dominante que, en materia económica y social reagrupa a la inmensa mayoría de demócratas y republicanos. Las voces disonantes, como la del que ahora no es más que congresista por Vermont, Bernie Sanders, son raras y están aisladas. El final del orden del New Deal es fruto de una conjunción: la de un capitalismo en crisis profunda, la de un sistema político desvalido frente a esta crisis y la de una batalla cultural intensa.

La hipótesis de un Green New Deal parece despuntar hacia la restauración de tal ordenGreen New Deal, mediante la añadidura de una dimensión ecológica. Eso implica que el New Deal no habría sido solamente un episodio histórico, obligatoriamente pasado, sino un estado o una configuración del capitalismo reivindicando fines distintos a los del beneficio, a lo que podríamos acercarnos. 

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Traducción: Miguel López

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