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La deriva antisistema del 'Bild', el símbolo de la división de la derecha en Alemania

Captura de la web del diario 'Bild'.

Thomas Schnee (Mediapart)

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El pasado 30 de agosto, Julian Reichelt, redactor jefe del diario conservador Bild, el de mayor tirada de la prensa alemana, con 1,2 millones de ejemplares vendidos cada día, iniciaba su nuevo programa de televisión con rabia. La víspera, durante el primer debate televisado de la campaña electoral, no se mencionó ni una sola vez las palabras “migración” y, sobre todo, “migración y delincuencia”, protesta, preguntándose cómo pueden ser creíbles para el público los candidatos de los principales partidos, incluido el candidato conservador.

Tres debates después, el Bild lo tiene claro: los “politicuchos” hacen todo lo posible por evitar el tema de las elecciones y prefieren hablar del clima. “La cuestión de la migración es el tema principal de la agenda política del periódico. Por desgracia para él, este tema está muy por detrás de las tres cuestiones que más preocupan a los alemanes: la transición energética, el empleo y la lucha contra el covid”, afirma Moritz Tschermak, redactor jefe de Bildblog, un sitio web fundado en 2004 para denunciar las mentiras del diario.

El enfado de Julian Reichelt no sólo se debe a la dificultad de imponer un tema que viene publicando el periódico desde hace muchos meses. El Bild también tiene que ocuparse del lanzamiento de Bild TV, un canal de televisión en streaming que emite ininterrumpidamente desde el 22 de agosto.

Por último, tiene que hacer frente a una campaña electoral que no va en absoluto como estaba previsto. “El periódico tiene un problema: no tiene candidato para las elecciones. Al Bild le hubiera gustado que saliera elegido el liberal-conservador Friedrich Merz y se volcó en ello. Pero no funcionó. En su lugar, tienen a Armin Laschet. Pero Laschet sigue siendo la línea de Merkel, enemiga del Bild desde hace añosBild”, dice Moritz Tschermak.

La historia del Bild siempre ha estado estrechamente ligada a la historia política de la Alemania de posguerra. Desde su lanzamiento, el 24 de junio de 1952, el periódico ha arrasado. Su título es tan corto como un grito. La portada está llena de fotos. Todo ello aderezado con una buena dosis de provocación, agresividad y mala fe. Siete años después de la derrota de los nazis, todo esto destaca en un panorama mediático muy controlado que renace tímidamente.

Para Axel Springer, su creador, el Bild es, por supuesto, la respuesta escrita a la aparición de la televisión (Bild significa “imagen” en alemán). Pero también es una herramienta de propaganda al servicio del Occidente capitalista. El periódico sigue muy oficialmente los siguientes principios: es proestadounidense, pro OTAN, proisraelí, proortodoxia presupuestaria, procapital, antiruso y antichino.

En 1953, el diario alcanza el millón de ejemplares vendidos. En 1965, llegó a los 4 millones y, en 1982, a los 5 millones. En los años 60, Axel Springer lanzó una violenta campaña anticomunista que también tuvo como objetivo las manifestaciones de 1968. El intento de asesinato del líder estudiantil Rudi Dutschke por parte de un lector habitual del Bild convirtió al periódico en un símbolo de la reacción conservadora.

Unos años más tarde, los trabajos del periodista Günter Wallraff y una novela de Heinrich Böll (El honor perdido de Katharina Blum) desacreditaron los métodos de un periódico que no dudaba en distorsionar la información para crear una “buena” historia. Sin embargo, 20 años después, el Bild sigue utilizando su influencia política y le gusta citar a Gerhard Schröder, que una vez dijo que todo lo que tenía que hacer para gobernar era leer el Bild y ver la televisión.

El malestar entre el Bild y el Gobierno federal comenzó cuando Angela Merkel llegó al poder en 2005Bild. La discreta heredera política de Helmut Kohl no es precisamente el estilo de la casa y su alianza a largo plazo con los socialdemócratas en una gran coalición disgusta a la empresa matriz del Bild, la editorial Axel Springer Verlag (ASV), la mayor de Europa con una facturación de 7.000 millones de euros.

La ruptura entre el canciller de la CDU y el grupo pareció consumarse cuando, en 2007, el Gobierno federal votó a favor de un salario mínimo sectorial en los servicios postales. El ASV y su máximo responsable, Mathias Döpfner, habían invertido cientos de millones en PIN AG, una empresa que transportaba cartas y paquetes a precios ínfimos y con salarios muy bajos.

A pesar de la campaña del Bild contra el salario mínimo, durante la cual se sucedieron las portadas dedicadas a oponerse, el proyecto gubernamental, impulsado por la Deutsche Post y los sindicatos, salió adelante. Esto supuso un duro revés para el Grupo Springer, que se retiró y no olvidó.

En lo sucesivo, el Bild rara vez pierde la oportunidad de criticar a la canciller, que ahora pacta con la izquierda, apoya la integración de los extranjeros, presta dinero alemán a Grecia o decide sin previo aviso la aceleración de la salida nuclear. Entre otras cuestiones. Pero durante mucho tiempo, el periódico contuvo sus ataques debido a la popularidad persistente de Angela Merkel.

En un panfleto contra el espíritu del 68, publicado en 2007, el redactor jefe Kai Diekmann revela, sin embargo, el estado de ánimo general en la dirección del periódico. “Describo 1968 como un cambio de época en la sociedad alemana hacia el egocentrismo, la pereza, la mediocridad... 1968 determina nuestras vidas hasta el más mínimo detalle; la fe en el Estado, los sistemas de adquisición criptosocialistas, el odio a uno mismo, la pérdida de identidad”, explica en las páginas del semanario ultraconservador suizo Weltwoche, donde también estigmatiza la pérdida de valores y normas: “Tenemos comprensión para cada delincuente sexual, cada demandante de asilo en fraude de ley, con cada traficante de drogas africano”, critica.

El “demonio reaccionario” del Bild, que tiene mucho que ver con la competencia de las redes sociales, a su vez proclives a derivas diversas, se despertó en 2018 cuando Julian Reichelt asumió la dirección de la redacción central. Sucede a Tanit Koch, que siguió la acogida de refugiados en Alemania de forma bastante benévola para con Angela Merkel y que actualmente es directora de campaña de Armin Laschet.

“Nada nos ha perjudicado tanto económicamente en términos de audiencia como nuestra postura clara, humana y empática en la crisis de los refugiados”, se apresura a explicar el nuevo redactor jefe del Bild, que cree que la sociedad necesita repolitizarse y repolarizarse. La revista especializada Kress Pro resume el giro a su manera: “Con Reichelt, el Bild ha vuelto a la disciplina principal del periodismo sensacionalista: revolver en la mierda”.

“Desde entonces, el Bild desarrolla su propia agenda política, cercana a las orientaciones del canciller austriaco Sebastian Kurz, gran amigo de Reichelt, conocido por su política migratoria restrictiva y su coalición con la extrema derecha”, recuerda Moritz Tschermak.

Entre los temas importantes están, por supuesto, los migrantes, la criminalidad de los extranjeros y la necesidad de deportar y cerrar las fronteras. Luego está la transición energética propuesta por los ecologistas, presentada como caótica y destructora de puestos de trabajo. Por último, la gestión federal de la pandemia y los círculos científicos que asesoran a la canciller, encabezados por Christian Drosten, el virólogo más conocido de Alemania, también ocupan un lugar destacado en la agenda.

Por supuesto, los representantes más liberales y conservadores de la democracia cristiana, todos ellos dispuestos a enterrar la era Merkel lo antes posible, aparecen regularmente en las páginas del periódico y en Bild TV. “Los únicos a los que no se invita son los de la extrema derecha AfD. Reichelt está absolutamente en contra”, precisa el experto de Bildblog, que al mismo tiempo señala la cercanía, a menudo extrema, de la agenda política del diario con el programa de la AfD.

Durante la campaña para las elecciones parlamentarias, previstas para el domingo 26 de septiembre, al Bild le resulta aún más difícil asumir el liderazgo de la propaganda conservadora, ya que no sabe qué hacer. Además, su jefe se vio implicado en un asunto que estuvo a punto de costarle el puesto: en marzo de 2021, el semanario Der Spiegel reveló que estaba a punto de iniciarse una investigación por abuso de poder y mala conducta hacia varias empleadas.

Reichelt fue suspendido temporalmente de su cargo, pero perdió su puesto de director general del Grupo Bild y se nombró a una coeditora jefe, Alexandra Würzbach. Este asunto parece haber calmado claramente a Julian Reichelt, que mantuvo más bien un perfil bajo durante el verano.

“El Bild ha perdido influencia en Alemania, excepto entre los periodistas y políticos que siguen pensando que salir en sus columnas, lo mismo que leerlo, son esenciales”, dice Moritz Tschermak. A este respecto, la candidata de los Verdes, Annalena Baerbock, rompió con la tradición y se negó a ser entrevistada en la edición dominical del periódico, que ha atacado repetidamente a su partido. El Bild respondió con una página en blanco.

El giro político ultraconservador del Bild en los últimos tres añosBild no es, por supuesto, sólo ideológico. Coincidiendo con su 50º aniversario, en 2002, el periódico seguía tirando 4 millones de ejemplares. A principios de 2021, eran apenas 1,2 millones de copias. A los que hay que sumar 600.000 suscriptores de la edición digital. Aunque el Bild sigue siendo ampliamente rentable, la caída es impresionante.

El éxito del proyecto de Bild TV es, por tanto, esencial para este periódico que, al igual que la galaxia conservadora, está perdiendo fuelle. El buque insignia del grupo Springer no dejará de estar presente cuando se forme el primer gobierno de la era post Merkel, pero también durante el ajuste de cuentas que probablemente desgarre al gran partido conservador. Lo que puede incluso agravar el malestar de la derecha alemana.

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Traducción: Mariola Moreno

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