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‘Hijos de Sedna’

Portada de Hijos de Sedna.

Laura Rivas

Hijos de Sedna

VV. AA. Prosa Inmortal y EpiskaiaMadrid2016

Contemplen el planeta Tierra. Esquilmado, superpoblado, al límite de sus fuerzas. Imaginen que no viven en una Tierra que se encamina hacia eso, sino que ya están obligados a compartir todos sus metros cuadrados con demasiada gente, la contaminación ha llegado a niveles irrecuperables y tanto los bienes como el futuro empiezan a escasear. Estamos todavía a principios del siglo XXI.

De repente, una luz. Un grupo de científicos detecta con un telescopio infrarrojo un planeta potencialmente habitable, en órbita alrededor de una gigante roja llamada Saranik, a una distancia alcanzable con la tecnología existente. Se envían sondas espaciales que confirman la presencia de aire respirable y posiblemente de vida en el planeta. Y se toma una decisión sin precedentes en la historia de la humanidad: tratar de colonizarlo. El planeta se llama Sedna, y el viaje durará 580 años que los colonos —científicos, militares, obreros— pasarán sumidos en el profundo sueño de la criogenización.

A partir de esta premisa, la microeditorial Prosa Inmortal y la revista literaria Episkaia han unido sus fuerzas para editar por sí mismos Hijos de Sedna, una antología de 14 autores y 195 páginas cuyo hilo conductor son los primeros 100 años de colonización del planeta. Un ejercicio de experimentación indie cuyos jóvenes editores juegan con la ciencia-ficción utilizando un amplio abanico de registros lingüísticos, sazonándolo todo con una buena dosis de humor. El libro está ilustrado con unos preciosos mapas de la ilustradora Adara Sánchez; una versión en formato póster viene incluida de regalo. La ilustración de cubierta es de Juan García.

El volumen es protagonista dentro de la propia historia: un manual de propaganda del Gobierno Planetario en forma de guía sociológica que a su vez ha sido intervenida en la cadena de distribución por un grupo revolucionario. Así, “las más ofensivas de sus historias han sido sustituidas por los relatos de la gente que forma Sedna”.

“El espacio no es vacío”, arranca el primer relato introductorio, firmado por Francisco Serrano, autor y editor de Prosa Inmortal junto con John Tones y Elisabeth Falomir. La gigantesca nave, que alberga en sus bodegas miles de vidas en estado de semimuerte, debe alcanzar su destino cueste lo que cueste. Y con una frenética y violenta narración, Serrano dibuja el mito fundacional de la colonia: el aterrizaje fallido de la piloto Deandra Alwanih. Esta heroína, la primera de la historia de Sedna, es un símbolo del impulso más ciego y suicida del ser humano. Ese que nos lleva a ignorar todos los instintos de supervivencia individual, y que conduce a la especie humana a sacrificarse por imponer en el otro lado de la galaxia sus sueños, sus conflictos, su crueldad y sus afanes de dominación. Y si para ello hace falta destruir un ecosistema preexistente y alterar genéticamente a la población para adaptarla, sea.

Destacan una divertidísima crónica de Santi Pagés, cuyo periodista recorre las zonas rurales del continente principal para documentar las costumbres religiosas de sus comunidades más remotas, y un relato de Antonio Castaño, autor y editor de Episkaia junto con Clara Morales, en el que un hippie artesano resulta ser un agente del Gobierno enviado para desestabilizar un sistema económico local que ha logrado reducir las jornadas laborales a tres horas.

Hijos de Sedna es un mosaico de estilos e historias en el que tienen cabida tanto una enigmática bruja rural que obtiene sus ingredientes de un negocio familiar de sangre menstrual como un pueblo pesquero utópico que ha alcanzado la jornada laboral de tres horas gracias a la completa automatización de los procesos de trabajo. Muestra un mundo en el que la biotecnología ha avanzado tanto que permite a los poderosos rozar la inmortalidad, pero cuyo Gobierno abandona a su suerte a los colonos periféricos, que deben enfrentarse a un ecosistema hostil sin recursos. Es un compendio de supersticiones, complots políticos, revueltas y pacificaciones violentas que, fragmento a fragmento, construye para el lector una realidad tan compleja como las propias vidas que pueblan el planeta.

Una obra que nos recuerda que, aunque estemos condenados a cometer los mismos errores una y otra vez, siempre podremos hacernos con un pedazo de tierra deshabitada y reproducir nuestros corruptos y fallidos sistemas de poder en otro lado.

*Laura Rivas es periodista. Laura Rivas

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