Los libros

Esos seres que hablan

Portada de ¿Qué clase de criaturas somos?, de Noam Chomsky.

¿Qué clase de criaturas somos?

Noam ChomskyTraducción de Jorge ParedesArielBarcelona2017

 

Noam Chomsky es sin duda uno de los intelectuales más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, y lo sigue siendo hoy en día, a sus venerables 88 años, sobre todo por sus comentarios sobre política americana e internacional. Se le conoce en primer lugar por su contribución a la lingüística y al cognitivismo científico y filosófico, pero desde muy temprano en su trayectoria intelectual no ha dejado de opinar sobre temas políticos, siempre opuesto a los desmanes de su gobierno, como en la guerra de Vietnam, o a las acciones de otros gobiernos, como la ocupación indonesia de Timor. Últimamente, puede vérsele incluso en Netflix, en el documental llamado Requiem for the American Dream, en el que Chomsky expone con su habitual sequedad expresiva la manera en que la riqueza se ha concentrado en unos pocos en América, dejando a muchos en la pobreza, algo que resonará en estos días incluso con más urgencia, dado el ganador de las últimas elecciones.

El libro que nos ocupa presenta cuatro conferencias dedicadas a temas que han ejercido la mente de Chomsky desde el principio de su derrotero intelectual. Para entender al ser humano, dada su fundamental diferencia con otros seres biológicos, hay que entender en primer lugar qué cosa es el lenguaje, el que constituye un salto cualitativo en relación con las capacidades de los primates que nos anteceden u otros animales, un salto sobre cuyo origen podemos saber poco, dada la escasez de datos empíricos con que se cuenta, aunque Chomsky especula que podría haber ocurrido por un cambio genético que alterara la capacidad computacional del ser humano, algo así como 100.000 años atrás, o incluso más temprano. ¿Pero qué es exactamente el lenguaje? Chomsky define la que considera la propiedad más básica del lenguaje de esta manera: "Cada lenguaje provee una variedad ilimitada de expresiones estructuradas jerárquicamente que reciben interpretación en dos interfaces, la sensorial-motórica para la externalización y la conceptual-intencional para los procesos mentales".

Ahora bien, Chomsky fue quien sentó las bases para una forma nueva de entender el lenguaje, la gramática generativa, que explica la capacidad humana de generar un número infinito de oraciones con un número limitado de elementos léxicos, esto es, la gramática debe tener algún mecanismo recursivo que permita esta operación computacional. Chomsky distingue, a su vez, entre una capacidad generativa débil y fuerte. La primera permite al lenguaje generar oraciones lineares de modo infinito, mientras que la segunda, que considera fundamental, permite al lenguaje generar constituyentes estructurados jerárquicamente. Chomsky distingue también entre los lenguajes externos e internos y considera que el objeto de la sintáctica es el lenguaje interno, la correcta caracterización intencional del procedimiento recursivo interno que es representado en la mente del hablante. Es más, Chomsky puntualiza que la mayor parte del lenguaje tiene lugar en la mente, como diálogo interno, y que la principal función del lenguaje no es la comunicación externalizada, sino el pensamiento. La externalización del lenguaje puede incluso prescindir del sonido, como en el lenguaje de manos. Pero lo que estructura todas estas expresiones es la capacidad lingüística hereditaria.

Es bien sabido que Chomsky ha sido asociado con cierto cartesianismo idealista, por su énfasis en una Gramática Universal, que es la que permitiría a todo hablante adquirir una lengua en cualquier idioma. Chomsky, empero, no sitúa la gramática o los elementos conceptuales que la constituyen en un reino ideal ajeno al mundo material, sino en la herencia biológica. Todo ser humano aprende su particular idioma con estímulos limitados, lo que haría casi milagroso el aprendizaje de no postularse la presencia de una gramática universal. Le corresponde a la neurología la explicación de los patrones neuronales que expliquen esta capacidad computacional, pero Chomsky sugiere en este libro que tal vez sea necesario un cambio de paradigma en las ciencias que se ocupan del cerebro antes que una explicación satisfactoria pueda ser posible. Pues uno de los asuntos que ocupan buena parte de este sustancioso libro es la filosofía de la ciencia, sobre todo los límites que tiene el conocimiento humano y la forma en que ha avanzado, más allá del sentido común e incluso de la inteligibilidad. En su concepción, los seres humanos, a menos que sean ángeles, tienen una capacidad limitada de acceso cognitivo, pues es su misma limitación la que permite adquirir conocimiento.

En este contexto, el de las especulaciones epistemológicas, es que se sitúa la distinción chomskiana entre problemas y misterios, y lo que se ha llamado misterianismo. Los problemas caen aún dentro de nuestras capacidades cognitivas y nuestro poder generativo de hipótesis; los misterios, en cambio, no. La ciencia ha avanzado, sin embargo, muchas veces sin poder explicar partes esenciales de sus teorías, como cuando Newton describió las leyes que gobiernan la gravedad sin entender cómo era posible la acción a distancia. De igual modo, recuerda Chomsky, la química pudo avanzar sin ser reducida a la física, hasta que la física cuántica abrió otras posibilidades de comprensión científica. Chomsky sugiere una conexión entre su rechazo de la referencialidad y su misterianismo. Los conceptos atómicos del lenguaje no pueden ser todos relacionados directamente con eventos y propiedades independientes de la mente, lo que no ocurre con los lenguajes animales. Esta característica del pensamiento chomskiano se relaciona a su vez con el naturalismo metodológico de Chomsky y su rechazo del dualismo metodológico. Si bien hay cosas que nuestra propia constitución biológica impide conocer, esto no ha detenido el avance de la ciencia, aun cuando opere con limitaciones. Es probable que dadas otras condiciones naturales de cognición, otros serían los límites epistemológicos. Los seres humanos poseerían lo que llama una facultad de crear ciencia, pero dadas sus limitaciones, Chomsky cree que la investigación científica debiera adoptar un ¨escepticismo mitigado¨, esto es, abandonar la idea de que el universo vaya a ser inteligible a los seres humanos por completo.

Pero las labores intelectuales de Chomsky no se han circunscrito a la lingüística o la filosofía de la ciencia, como dijimos. Hay una sutil conexión entre sus quehaceres más abstractos y su preocupación política. El ser humano tiene la capacidad innata de producir lenguaje, pero también de desarrollarse en todos los ámbitos de la ciencia y el arte. Obstaculizar tal desarrollo tiene que ser considerado una injusticia y eso es lo que hacen muchos gobiernos al condenar a muchos de sus ciudadanos a la pobreza o al oprimirlos directamente. Chomsky dedica uno de los capítulos de su libro al bien común y recurre para su reflexión a la tradición anarquista. Cree que el esfuerzo de justificación le compete al sistema capitalista en ejercicio, pues han de hacer comprensible al hombre común que se les prive de oportunidades de desarrollo humano. De lo contrario, las instituciones que sostienen un sistema que empobrece y oprime, han de ser desmanteladas y construidas de nuevo, bajo el principio de organizaciones libres que deciden sus objetivos en común. La democracia, tal y como opera hoy en día en su país, favorece a las élites, algo que tiene sus raíces en el propio origen del sistema democrático americano. Chomsky cita a los Padres Fundadores, en el sentido de que se muestran temerosos de que la chusma acceda a cualquier poder decisorio, por lo que se inventa un sistema que los excluya, y que garantice la prevalencia de las élites y la conservación de sus propiedades, algo que sigue ocurriendo hoy en día. Hace referencia a las experiencias anarquistas en España y las muestra como ejemplo de lo que puede alcanzarse desde una organización comunal que no ignora a las bases. Chomsky no se decanta por partido político alguno, al menos en el contexto de este libro, pero deja claro que siempre habrá injusticia donde se ignore el desarrollo natural de los seres humanos. En este sentido, Chomsky continúa una vieja tradición humanista que se centra en el florecimiento humano como principal bien común.

Inercias

Inercias

El libro se presenta como una serie de conferencias desprovistas de lenguaje técnico y accesible al público en general, pero aunque es cierto que Chomsky evita tecnicismos abstrusos me imagino que buena parte del libro le resultará de difícil al lector común, por su constante referencia a otros autores, a teorías planteadas por el autor previamente, a investigaciones de especialistas. Chomsky recorre vastas áreas de conocimiento con pluma segura, lo que deleitará al enterado, pero confundirá, tal vez, a quien se acerque a este libro como primera aproximación al autor. Cierta familiaridad con los temas que preocupan al autor es, por tanto, un requisito que enriquece la lectura de una persona cuya importancia en la historia intelectual de Occidente no puede exagerarse.

*Frans van den Broek es escritor.Frans van den Broek

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