Los libros

Málaga, 1930

Periodismo, política y cultura en la II República, de Juan Rejano.

Antonio Jiménez Millán

Periodismo, política y cultura en la II RepúblicaJuan RejanoEdición de Fernando Arcas Cubero y Luis Sanjuán SolísRenacimientoSevilla2016Periodismo, política y cultura en la II República

 

El andaluz Juan Rejano (1903-1976) es reconocido como uno de los mejores poetas del exilio republicano español en México, muy especialmente a partir de los estudios que le dedicaron María Teresa Hernández y Antonio García Berrio a finales de la década de los setenta del pasado siglo, y del número monográfico de la revista malagueña Litoral “Señales de Juan Rejano” (1980). Sin embargo, hay una faceta suya bastante menos conocida hasta el momento y es su labor periodística, desarrollada fundamentalmente en dos diarios republicanos de Málaga: Amanecer y El Popular. Esta edición, que corre a cargo de Fernando Arcas y Luis Sanjuán, ofrece una amplia muestra del trabajo de Rejano y cuenta además con un extenso y documentado estudio previo. Cuando yo realizaba mi tesis doctoral, encontré un artículo de Juan Rejano, “Ventanal a la aurora”, en la revista Posguerra (1928): el escritor de Puente Genil estuvo vinculado a lo que se llamó “literatura de avanzada”, la que sustenta un ensayo clave como El nuevo romanticismo de José Díaz Fernández, en el periodo inmediatamente anterior a la proclamación de la Segunda República. En esos años se consolida su posición de compromiso político muy activo a favor de la república.

Esta recopilación de artículos de Juan Rejano tiene, de entrada, un valor histórico indudable, al situarnos en la vida cultural de una ciudad de provincias, Málaga en este caso, durante los años treinta. Una vida cultural muy diferente a la de Madrid o Barcelona: Juan Rejano se queja, por ejemplo, de que La Barraca no visite los teatros malagueños, y de que la presencia de autores extranjeros sea muy escasa. No parece anecdótico que casi todos estos artículos se centren en la crítica teatral, porque es ahí, en la escena, donde mejor se refleja una confrontación ideológica que sigue muy de cerca las tensiones sociales del momento. Es algo que se podía advertir en el ensayo de Luis Araquistain La batalla teatral (1930), pero también, y en la misma fecha, en el polémico estreno de la obra de Rafael Alberti El hombre deshabitado, con aquella proclama final del autor: “Viva el exterminio. Muera la podredumbre de la actual escena española”.

Las crónicas de Juan Rejano insisten una y otra vez en la pobreza de un repertorio teatral basado en autores como Muñoz Seca, Linares Rivas, Martínez Sierra o Luca de Tena y, por supuesto, en el andalucismo superficial y tópico de José María Pemán, los hermanos Álvarez Quintero y sus imitadores (no es difícil atisbar en la denuncia de Rejano la utilización posterior de esa imagen –la “España de pandereta”— durante la dictadura franquista, sobre todo en la inmediata posguerra). Los editores escriben acertadamente en el prólogo: “Frente a la Andalucía trágica de Azorín, frente a la Andalucía ideal de Ortega, no había quien asumiera desde la cultura –es decir desde el teatro y para un público amplio— la verdadera realidad andaluza”. Pero no olvida Rejano que el público asistía en masa a los estrenos de los autores antes citados; más que un criterio de calidad, se imponía claramente el interés de los empresarios teatrales, tanto como la rutina de un público burgués acostumbrado a ese tipo de representaciones.

Como contrapunto, Rejano expresa su admiración por Unamuno, Valle-Inclán, García Lorca y Alejandro Casona, y resalta la calidad de determinados actores; en cuanto a las figuras femeninas, hace homenajes a Margarita Xirgu y –en las escasas menciones a la danza— a La Argentinita, aunque se desliza algún tópico sobre la imagen de la mujer, muy a tono con los debates de la época. Encontramos, a veces, un sentido profético inquietante: en febrero de 1935 escribe Rejano que García Lorca se ve acosado por “los mastines de la España negra, los mastines de esa España feudal que a nosotros, los hombres liberales, nos llaman la anti-España”; y, más o menos por la misma fecha, cuando Unamuno acude a un almuerzo con J. A. Primo de Rivera, el periodista advierte que el gusto unamuniano por la paradoja y el riesgo puede llevarle al borde del abismo (baste recordar los incidentes del 12 de octubre de 1936 en Salamanca: no le faltaba razón a Juan Rejano). Su posición política es muy clara desde el principio: en varios artículos queda patente la admiración por Manuel Azaña, sobre todo cuando hace la crónica del mitin de Valencia en mayo de 1935.

Menos atención dedican estos artículos al cine, a la música y a las novedades en el ámbito literario: sí se destaca, por ejemplo, el auge de las biografías al reseñar el libro de Antonio Espina sobre el actor Julián Romea, en la línea de Maurois o Zweig. Y, en lo que se refiere a las artes plásticas, no se puede obviar la crónica de las exposiciones de Picasso organizadas por ADLAN en la primavera de 1936; Rejano, que escribiría en el exilio un texto memorable sobre Picasso, Duende español, constata por primera vez su faceta de escritor: “El poeta Paul Éluard trae los originales inéditos de unos poemas escritos por Picasso. El pintor se ha hecho poeta. Poeta surrealista”.

Rejano también demuestra un amplio conocimiento de la literatura europea a través de las figuras de Bjorgson, Giraudoux, Barbusse, Malraux, Gorki o Chesterton. En la época de los frentes populares y del ascenso del fascismo, se hace eco de la celebración en París del Primer Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura y presta cada vez más atención a la política internacional. Pero ya desde 1931 se advierte una constante, y es la lucha ideológica contra los sectores más reaccionarios de la política y la cultura españolas, desde Albiñana hasta Maeztu, Pemán o Muñoz Seca. Significativamente, los dos últimos artículos –publicados en julio de 1936— insisten en el clima de violencia que se percibe en Málaga y en todo el país. Rejano hacía una llamada a la cordura, a la racionalidad, que ya por desgracia se habían vuelto imposibles en vísperas de la tragedia. Él vivió un largo exilio en México y murió en 1976, cuando preparaba su regreso a España.

*Antonio Jiménez Millán es poeta y profesor de Literatura. Su último libro, Antonio Jiménez MillánCiudades (Antología 1980-2015) (Renacimiento, 2016).

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