El cuento de todos

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El escritor Ignacio Martínez de Pisón.

Ignacio Martínez de Pisón

(Inicia Ignacio Martínez de Pisón.)Ignacio Martínez de Pisón

Pasaban unos minutos de las nueve de la mañana. El empleado de la estafeta subió desde dentro la persiana y se entretuvo un instante colocando la papelera en su sitio. Cuando rodeó el mostrador para situarse en la sección de recogida de paquetes, había ya una persona esperando. Era un hombre de unos cuarenta años, con la nariz algo torcida y barba de dos días. El empleado ni siquiera le había visto entrar. El otro, sin decir nada, dejó sobre el mostrador el aviso de llegada.

—Carné de identidad, por favor —dijo el empleado.

El hombre le mostró el documento sin sacarlo de la cartera. El empleado verificó los datos e hizo con la cabeza un gesto de asentimiento. Se le quedó grabado el nombre: Eladio. Con el papel en la mano buscó entre los sobres y paquetes que se apilaban en las estanterías metálicas. Era una caja rectangular, del tamaño de un horno microondas. Pero pesaba bastante más que un horno microondas. Para llevarla al mostrador tuvo que acomodársela en los antebrazos y sostenerla contra el pecho. Soltó un silbido de admiración, pero el otro ni se inmutó. Pasó después el lector de códigos de barras y le tendió el dispositivo PDA.

—Una firma —dijo—. Con el puntero.

El hombre hizo un garabato, cogió la caja y se marchó sin despedirse. El empleado le siguió con la mirada.

Un cuarto de hora después, Antón Salillas, director de una sucursal del Banco de Santander, apuraba su café con leche ante la barra de la cafetería Las Palomas. Intercambió algún comentario intrascendente con el camarero y se despidió con un movimiento de cabeza. Cuando se disponía a salir, su mirada se detuvo en un cliente que hojeaba un periódico deportivo en una de las mesas próximas a la entrada.

—¿Eladio? —dijo Antón—. ¿Eres tú?

El otro se quitó las gafas de vista cansada y le observó con extrañeza. A sus pies tenía una caja rectangular del tamaño de un horno.

—¿Perdone?

—¿No eres Eladio? De la facultad... De Económicas...

—Se equivoca. Lo siento.

—El novio de Elena. De Elenita Ramos, que tenía un grupo que cantaba canciones en inglés... —insistió Antón con gesto incrédulo.

—Ya le he dicho que se equivoca —replicó el otro con aspereza—. No sé quién es esa Elenita. No sé de qué me habla. Me confunde con otra persona.

Antón farfulló unas disculpas y se fue. A través de la cristalera de la cafetería se veían los portales y negocios de la otra acera: una peluquería, una clínica veterinaria, una óptica, una sucursal del Banco de Santander. Si Eladio se hubiera vuelto hacia su izquierda, habría visto a Antón cruzar por el paso de cebra y entrar en la oficina bancaria. Pero nada de lo que ocurría fuera del local despertaba su curiosidad. De hecho, tampoco lo que pasaba en el interior parecía interesarle. Terminó de hojear el periódico y se quitó las gafas. Miró el reloj con propaganda de Coca-Cola que había sobre la máquina de tabaco: faltaban tres minutos para las nueve y media. Dio un trago al vaso de agua mineral y dejó unas monedas sobre el platillo de la cuenta.

Luego se agachó hacia la caja y arrancó un extremo de la cinta de embalar, lo justo para entreabrir las solapas de cartón y echar un vistazo al contenido. Comprobó con los dedos el envoltorio de burbujas de plástico y cerró otra vez la caja. Esperó hasta que el segundero del reloj de Coca-Cola marcara exactamente las nueve y media. Entonces agarró la caja con ambas manos y salió de la cafetería Las Palomas. Viéndole cruzar por el paso de cebra con la caja en brazos, no parecía tan pesada como cuando el empleado de Correos la había colocado sobre el mostrador.

Ignacio Martínez de Pisón: "Las familias conflictivas dan mucho juego literario"

Ignacio Martínez de Pisón: "Las familias conflictivas dan mucho juego literario"

(Continuará Sara Mesa.)*Ignacio Martínez de Pisón es escritor. Su último libro, Sara Mesa

Ignacio Martínez de PisónDerecho natural (Seix Barral, 2017). 

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