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Club de lectura

Cambios de ciencia ficción

Ilustraciones de 'El día antes de la revolución', de Ursula K. Le Guin.

Abril Gómez de Enterría

Los clubes de lectura forman un tejido muy importante en la vida cultural. Les dejamos esta sala para que comenten sus lecturas y nos ayuden a componer nuestra biblioteca. Si formas parte de un club de lectura, puedes escribirnos a losdiablosazules@infolibre.es para contarnos vuestra historia y hacernos llegar vuestras recomendaciones.losdiablosazules@infolibre.es

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En la tertulia que mantuvimos en el club de lectura de la librería Enclave de libros, en Madrid, sobre El día antes de la revolución de Ursula K. Le Guin contamos con la participación de Lola Robles y Diego Moreno. El encuentro nos permitió no solo acercarnos a parte de la obra literaria de una de las más destacadas autoras de ciencia ficción y fantasía —firme candidata al premio Nobel en sus últimas ediciones—, sino también tratar un buen número de temas tanto literarios como de la vida cotidiana, así como acercarnos a diversos aspectos del proceso de edición.

Lola Robles es filóloga hispánica, escritora y activista feminista, pacifista y queer. Tras licenciarse en Filología Hispánica y trabajar durante años como agente judicial, tuvo que jubilarse prematuramente debido a sus problemas de visión. Fue alumna de los talleres de escritura creativa de Clara Obligado y desde 2006 imparte el taller de lectura y debate Fantástikas. Durante casi dos décadas trabajó en la Biblioteca de Mujeres de Madrid y fue cofundadora de la Red de Centros Documentación y Bibliotecas de Mujeres. Recientemente ha publicado Yabarí, la última de sus novelas, que se suma a La rosa de las nieblas, El informe Monteverde y Flores de metal y es autora de numerosos cuentos entre los que destacan los recogidos en Historias del Crazy Bar y otros relatos de lo imposible, coescrito con Mª Concepción Regueiro; así como de artículos sobre escritoras españolas de ciencia ficción y sobre la relación entre la ciencia ficción y la narrativa gótica con el feminismo, la teoría queer y la temática LGTBI. Desde hace más de 10 años publica periódicamente en su blog Fantástikas, donde se puede encontrar información sobre sus obras y recomendaciones literarias.

 

Diego Moreno, licenciado en sociología, es editor y fundador de la editorial Nórdica, que forma parte del grupo Contexto de editores, y desde hace más de 10 años se ha propuesto recuperar las diferentes literaturas de los países nórdicos. Además, la editorial apuesta por recuperar algunas de las obras fundamentales de la literatura universal, así como por publicar libros ilustrados para adultos, como el relato que nos ocupa. Recientemente ha incorporado a su catálogo el cómic y la literatura infantil y juvenil.

Nacida en 1929 y licenciada en Antropología, la norteamericana Ursula K. Le Guin es una de las grandes autoras de ciencia ficción y fantasía del siglo XX. Desde un marcado ideario político de izquierda cercano al anarquismo, la obra de Le Guin —compuesta por novelas, relatos, poesía y crítica literaria— trata de explorar posibles y alternativos modelos de sociedad y de relación tanto entre individuos como entre especies, así como de estos con el entorno que habitan. Todo ello lo hace desde una perspectiva feminista, pacifista y ecologista, dando lugar a una extensa obra que va desde la ciencia ficción fundacional a la literatura fantástica, haciendo a menudo incursiones interesantísimas en el campo del lenguaje y la comunicación, frente a los grandes desarrollos tecnológicos y las aventuras espaciales que frecuentemente asociamos con el género. La calidad literaria de su obra la ha llevado a recibir numerosos galardones, la mayoría de los vinculados a la ciencia ficción, pero sobre todo a que sus creaciones sean reconocidas más allá de la pertenencia a cualquier género. Entre sus obras de fantasía destaca la serie conocida como Ciclo de Terramar, que dio lugar a una serie de novelas y cuentos que se desarrollan en el mundo ficticio que le da nombre. Sus novelas de ciencia ficción más conocidas son las que se recogieron en la antología titulada Los mundos de Ursula K. Le Guin: Los desposeídos, La mano izquierda de la oscuridad y El nombre del mundo es bosque); la primera de las cuales se desarrolla varias generaciones después del momento en el que se sitúa El día antes de la revolución, una vez ha sido consolidada la sociedad resultante tras la revolución a la que hace referencia el título de nuestro relato. La escritora, pese a su avanzada edad, continúa publicando, ejerciendo su particular activismo, participando en congresos y concediendo entrevistas.

Como explica Le Guin en la introducción al texto, El día antes de la revolución «trata de una de aquellas personas que se marcharon de Omelas», la ciudad distópica que se nos describe en el relato Los que se marcharon de Omelas —incluido en Las doce moradas del viento—; precisamente trata de aquella que se convirtió sin pretenderlo en líder de los revolucionarios que construyeron una nueva sociedad en el planeta Anarres de Los desposeídos. A través de la figura de Laia Odo de Asieo tenemos la oportunidad de conocer no solo su desarrollo político y activista y buena parte de los sucesos que ha vivido a lo largo de la peripecia, sino sobre todo el relato personal de la anciana que sabe que su tiempo es limitado y recapacita sobre los cambios personales y sociales que ha experimentado desde su infancia en los suburbios.

En la edición que nos ofrece Nórdica, el relato de Le Guin viene acompañado de un texto paralelo: las imágenes que reflejan la lectura que el ilustrador Arnal Ballester hizo de la obra. Un complemento que nos permite acercarnos a personajes, iconos y planteamientos anarquistas que forman parte de nuestra historia. En la presentación del libro que se realizó hace unos meses en la librería Traficantes de sueños pudimos conocer el proceso de creación de este relato paralelo en palabras de su autor, que lamentablemente no pudo acompañarnos en nuestra tertulia.

Lola y Diego dieron comienzo a la tertulia hablando de la extensa obra de Ursula K. Le Guin, de su estilo "limpio, impecable, cuidado y preciso" en palabras de Lola, y de la pertinencia de presentar a los lectores un texto que resume la vida personal y de lucha de una revolucionaria desde el punto de vista de la persona, coincidiendo con el centenario del inicio de la Revolución Rusa. En primera persona y en femenino, aunque en este caso desde el ensayo, están narradas también las Consideraciones sobre la Revolución Francesa, de Madame de Staël, que Arpa ha rescatado recientemente. Diego se refirió a la obra poética de Le Guin, cuya primera traducción al castellano está preparando Nórdica; a cómo en ésta se ve reflejada la concepción del mundo de Le Guin, de carácter anarquista, atemporal en el planteamiento de sus temas y cuyos relatos pueden ubicarse en cualquier lugar; y a la carta dirigida a la autora que Roberto Bolaño incluye en su novela El espíritu de la ciencia-ficción. Por su parte, Lola hizo un repaso de la obra narrativa de Le Guin, dando a conocer y recomendando la lectura de las novelas que conforman la trilogía Los mundos de Ursula K. Le Guin y los relatos antologados en La rosa de los vientos y Las doce moradas del viento, entre los que destacó "Más basto que los imperios y más lento" —un descubrimiento del mundo poco antropomórfico—, "Nueve vidas" —sobre la clonación— y "El collar de Semley" —que introduce los viajes en el tiempo, origen de su novela El mundo de Rocannon—; habló de la visión del mundo que defiende la autora: filolibertaria, pacifista, feminista y contra el racismo y la xenofobia; y explicó que Le Guin suele gustar a todos los lectores, sean o no amantes de la ciencia ficción y la fantasía.

A lo largo de la tertulia conversamos acerca de la ciencia ficción como género literario, comentamos la cantidad de subgéneros que incluye, reflexionamos sobre la dificultad de establecer límites claros entre esta y la fantasía y hablamos acerca de cómo la capacidad de inventar o imaginar el futuro, al estar mediatizada por aquello que conocemos, ha hecho que la ciencia ficción evolucione a lo largo del tiempo. Hablamos además de los neologismos empleados en la narrativa de ciencia ficción y cómo algunos como el ansible, inventado por Le Guin y que se refiere a un instrumento que permite la comunicación instantánea de un planeta a otro y aparece por primera vez en Los desposeídos, ha sido después incorporado a las historias de numerosos autores de ciencia ficción, pasando a formar parte del universo compartido por autores y lectores de este género. Definimos la literatura fantástica como el reflejo de hechos que suponen un escándalo a la razón al implicar la ocurrencia de lo imposible, al tratar sobre elementos ajenos a las leyes de la naturaleza, fuerzas sobrenaturales contra las que no se puede actuar; mientras que nos referimos a la ciencia ficción como el relato de lo posible, referido a inventos que aún no se han desarrollado y en el que se introduce un cambio, algo novedoso sobre nuestro estado de desarrollo. Concluimos que estas definiciones deberían conocerse y estudiarse desde el colegio y aprovechamos para aclarar las diferencias que existen entre utopía, distopía y utopía ambigua —como es el caso de la que nos ocupa, junto con Beaubourg, novela que algunas lectoras tuvieron presente al leer este relato—.

Varias lectoras coincidieron al afirmar que, de no haberles sido presentado el relato El día antes de la revolución como perteneciente a la ciencia ficción, lo habrían entendido como una historia de corte más bien realista que nos aproxima a una sociedad diferente como, por ejemplo, algo cercano a una comuna hippie. Hablamos entonces de la oportunidad de presentar estos textos desde editoriales con catálogos no especializados en ciencia ficción como forma de acercarlos al gran público, así como de la importancia de una estética en las ediciones que permita evitar el encajonamiento y minimizar el peso de los prejuicios a la hora de decidir acercarnos a lecturas de autores que no conocemos. Lola puso como ejemplo de buenas prácticas en este sentido a la editorial Dos Bigotes, especializada en literatura gay y lésbica y en ciencia ficción; mientras Nuria, una de las participantes, nos recomendó leer a Robert Bloch, a Avram Davidson y el relato de Harlan Ellison "No tengo boca y debo gritar".

Al comparar las ediciones anteriores de obras de Ursula K. Le Guin con esta que nos ofrece Nórdica, además de comentar su estética, encontramos una notable mejoría en cuanto al cuidado en la traducción y la corrección del texto. Lola nos explicó la precariedad con la que trabajaban Minotauro y otras editoriales especializadas hace varias décadas, cómo a menudo el editor se encargaba de las diferentes tareas del proceso de publicación y con frecuencia firmaba las traducciones con un pseudónimo o cómo en ocasiones estas eran encargadas a personas de su entorno que no eran profesionales. Así, se trataba de ediciones realizadas con pasión pero también con recursos escasos. Afortunadamente, y aunque queda mucho por hacer, esta situación está cambiando y en los últimos años se empieza a valorar y reivindicar la traducción de calidad de las obras que se publican, a la vez que se pelea por alcanzar unas condiciones laborales dignas para traductores, correctores y el resto de profesionales que intervienen en el proceso de edición. Como anécdota en torno a las peculiares traducciones al español que encontramos a lo largo del siglo XX, comentamos las realizadas por Jorge Luis Borges, quien creía firmemente que la traducción podía mejorar al original y así trató de ponerlo en práctica con numerosos autores, entre cuyas traducciones Lola y Mª Luisa —otra de las participantes— destacaron las versiones que resultaron del relato Donde su fuego nunca se apaga, de May Sinclair, y de Orlando, de Virginia Woolf; donde Borges, además de traducir el texto e intervenir en el estilo, omite aquellas partes que considera secundarias dando lugar a una obra significativamente diferente de la original.

Mientras Diego comentaba el trabajo del ilustrador Arnal Ballester en esta edición de El día antes de la revolución descubrimos que, más allá de los tres relatos paralelos y complementarios que habitualmente encontramos en una obra como esta —el texto original, el que resulta de la traducción de este y el que constituye el relato gráfico formado por las ilustraciones—, podemos leer un cuarto relato, aquel al que da forma el editor al integrar las ilustraciones en el texto escrito. Diego nos habló, así, de las diferentes formas de trabajar que distinguen a los ilustradores jóvenes, que suelen presentar su trabajo acompañado de un storyboard o guión ilustrado y a los veteranos, más dados a presentar su trabajo de ilustración en bruto y sin orden y esperar a la propuesta de montaje del editor para plantear los matices y las aclaraciones de su obra necesarias para dar por finalizado el trabajo. De esta manera, nos explicó cómo fue el proceso de componer e integrar el trabajo en negro, más literal, con el trabajo libre de las ilustraciones a página completa de Ballester, y lo comparó con otras formas de resolver esto como al anteponer el trabajo de ilustración de Elena Odriozola al texto de Mary Shelley en Frankenstein o el moderno Prometeo; nos habló de las pajaritas del anarquista Ramón Acín, emuladas en las ilustraciones de las guardas, que se encuentran en el parque de Miguel Servet en Huesca y, ahora también —como nos dijo Marisa—, en la Plaza del Pilar en Zaragoza; y explicó los guiños de Ballester a diferentes autores y personajes anarquistas en sus ilustraciones del relato. Comentamos la manera en que las ilustraciones casan con el texto por su claridad y solidez, así como por su carácter rompedor pero muy armonizado, y se comentó que las ilustraciones libres recuerdan a la cartelería de guerra, a la propaganda, a los panfletos... provocando en algunos casos una cierta distancia inicial en el lector. Paloma compartió con el resto de tertulianas sus prejuicios desde la infancia hacia los libros ilustrados, prejuicios que también estaban presentes en otras lectoras, que se vieron superados tras escuchar la descripción que el propio Arnal hizo de su trabajo en la presentación del relato en la librería Traficantes de Sueños e identificar en él un discurso alternativo y complementario.

A lo largo de la tertulia surgieron diversos temas extraídos del relato, que fue descrito como un ensayo sobre la humildad, el paso del tiempo y la importancia de lo que se ha conseguido y lo que no. Hablamos de la senilidad del cuerpo y de la desgastada ilusión por la revolución en la protagonista, de la dura situación personal que vive esta y de la sensación de fragilidad y vulnerabilidad en que desemboca el envejecimiento, de la decepción que se atisba al final de su vida cuando la revolución ha dejado de pertenecerle —pues ahora es de los jóvenes, quienes la pondrán en marcha muy poco después— y de que la vulnerabilidad del cuerpo es, precisamente, un tema muy vinculado a la mujer. Hablamos del regreso al pasado que se produce ante la senilidad y comentamos cómo la protagonista, en el declive de su vida y por lo tanto al final de su propio viaje, emprende el regreso personal y se nos presenta como esa niña de seis años, de 10, de 16... que ya entonces era una revolucionaria.

Hablamos del peligro del culto al líder y de cómo esté es un problema actual —o quizá incluso inherente al ser humano— ante la dificultad del hecho de que no todos podamos ser asamblearios; peligro que Odo, la protagonista del relato, espera que desaparezca tras una o dos generaciones —aunque al leer Los desposeídos veremos que es un asunto que no encuentra fácil solución—. Comentamos la intencionalidad por parte de la autora de que la líder de la revolución sea una mujer —hecho que presenta como algo absolutamente natural— y que sea un hombre joven su secretario, su ayudante. Por último, alguien comentó que el altruismo es, en estos casos, lo primero que se corrompe.

Debatimos en torno a la idea de anarquía que nos ofrece la autora, que se define por la libertad, el sentido de la responsabilidad y el contexto histórico en que se desarrolla. Comentamos su crítica a los regímenes capitalistas y socialistas o comunistas y Lola llamó nuestra atención sobre esto por constituir un ejemplo de cómo media lo conocido para imaginar mundos futuros: Le Guin no crítica en esta obra de los años setenta otros regímenes como los actuales determinados por el extremismo islámico porque es una realidad que resultaba difícil imaginar hace tan solo unas décadas.

Más allá de los temas tratados o sugeridos a través del relato, atendimos al propio texto y al estilo de Le Guin, que elabora un discurso con sustantivos muy contundentes que, en opinión de Nuria, puede hacernos pensar en un autor varón y no en una mujer; afirmación esta que dio lugar a un encendido debate en el que por un lado se percibió un sesgo en el planteamiento de la cuestión y se defendió la inexistencia de una literatura por y para hombres/mujeres que nos llevaría a evitar distinguir entre el género del autor o la autora de las obras literarias, mientras que por otro se afirmó que —como planteaba Lara Moreno en un artículo publicado pocos días antes del encuentro— somos lo que leemos o hemos leído y es probable que Le Guin en los 70 hubiese leído en mayor medida a autores hombres que a mujeres, lo cual podría explicar en cierta medida estos aspectos de su estilo. Este debate es amplio y complejo y no está cerrado, pero en cualquier caso hubo acuerdo en un aspecto fundamental: la gran calidad literaria de la obra que estábamos comentando, que hace que en última instancia resulte secundario el género asociado a su autoría.

Otro de los debates más interesantes que surgieron fue el referido a la voz narrativa, una tercera persona que constituye un falso narrador omnisciente y que mientras algunas lectoras no lo habíamos identificado como tal y nos mostrábamos sorprendidas por la capacidad de generar un elevado grado de empatía y una gran verosimilitud y viveza al imaginar lo relatado, otras consideraron que hubiera sido mejor si la autora hubiera empleado la narración en primera persona. Entonces surgieron dudas y se inició una discusión acerca de la facilidad o dificultad que supone el empleo de una u otra fórmula narrativa para tratar cuestiones tan personales como el sentimiento profundo o la propia muerte, y Diego planteó el reto de trasladar el texto a una primera persona como proyecto de escritura.

Una España de TBO

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Algunas lectoras manifestaron su dificultad inicial para seguir el texto al comienzo, por la ausencia de referentes y dado que el relato empieza con un sueño; lo cual para algunas suponía una dificultad y una decisión arriesgada pero para otras lectoras, como Arantza, supuso un acierto al lograr que el lector ponga toda su atención sobre lo que está leyendo. Se plantearon además algunas dudas acerca de términos empleados por la autora, como la venta de teratogénicos en el mercado negro, y se abrió un debate en el que especulamos sobre las posibles intenciones de la autora: perversión, ironía, presentación de esos fármacos como una forma más de envenenamiento...

Ante la imposibilidad de conseguir que Ursula K. le Guin participe en una de nuestras tertulias para sacarnos de dudas, alguien propuso que fuéramos nosotras a Portland, Oregon, donde reside. Más allá de esto, fueron muchos los comentarios acerca del acierto de haber tenido la oportunidad de conocer la obra de Le Guin, Diego ilustró los prejuicios literarios a los que se había referido al presentarnos la reciente publicación de El hombre del traje negro, de Stephen King, y Nuria sugirió que prestemos atención a los autores góticos sureños, a los que ella está descubriendo. Habrá que investigar. Otro proyecto que quedó en el aire —y mucho más factible que el de visitar a Le Guin en su granja de Portland—, es que Diego realice en Enclave una charla sobre el proceso de elaboración de un libro. Estoy segura de que ese momento llegará y disfrutaremos de lo lindo con su exposición.

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