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Aquellos días que sacudieron al mundo

Portada de La venganza de los siervos, de Julián Casanova.

La venganza de los siervosJulián CasanovaCríticaBarcelona2017La venganza de los siervos

 

“Es la venganza de los siervos…, el resultado de nuestro pecado original (…). Si Rusia hubiera sido bendecida con una verdadera aristocracia terrateniente, como la de Inglaterra, que tuvo la decencia humana de tratar a los campesinos como personas en vez de como perros… entonces quizá las cosas podrían haber sido diferentes”. Con estas palabras del Príncipe Lvov, jefe del Gobierno Provisional de Rusia en 1917, comienza precisamente La venganza de los siervos, el último estudio histórico de Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza.

El libro de Casanova sintetiza, en poco más de 200 páginas, las más importantes investigaciones que sobre la Revolución rusa se han llevado a cabo desde 1991, año de la apertura de los archivos soviéticos. La venganza de los siervos es un volumen ameno y riguroso, ideado con la clara voluntad de transmitir a un público amplio qué sucedió en aquellos años que, parafraseando a John Reed, sacudieron al mundo. Como el propio autor indica al inicio de su ensayo, no existen “explicaciones simples para los grandes acontecimientos”. Se trata de una frase sencilla que, una vez leída resulta obvia, pero que debería repetirse hasta la saciedad. Da igual que nos refiramos a la Revolución rusa o a lo que sucede a nuestro alrededor: no existen explicaciones simples para los grandes acontecimientos. Los historiadores, en ese sentido, cumplen –o deberíamos cumplir– una importante labor social. La clave está en huir, en los análisis históricos, de simplificaciones y maniqueísmos, tarea harto difícil cuando se abordan asuntos impregnados de una alta carga emocional o ideológica, como es el caso que nos ocupa.

Aunque acontecida hace ahora 100 años, la revolución que condujo a Lenin y a los bolcheviques al poder tuvo una repercusión enorme, tanto en Europa como en el mundo, determinando poderosamente la historia del siglo XX. Aquella revolución no sólo representó una esperanza para millones de obreros y trabajadores, no sólo significó una importante amenaza para las élites gobernantes en la Europa del primer tercio del siglo XX; la influencia de las revoluciones rusas ha sido tan potente que la consolidación del Estado del Bienestar tras la Segunda Guerra Mundial no puede entenderse sin considerar la alternativa al capitalismo que representaba el bloque soviético. Su legado es tan duradero que Lenin, el líder bolchevique que logró canalizar la revolución hacia sus intereses, sigue siendo hoy en día una figura polémica.

Explicar la Revolución rusa (o mejor, las revoluciones rusas) no es tarea sencilla, y menos aún hacerlo en un volumen de reducidas dimensiones. Lo cierto es que Julián Casanova realiza un recorrido muy completo sobre cómo se desmoronó el todopoderoso Imperio ruso, y cómo aquella enorme región acabó convirtiéndose, contradiciendo a la teoría marxista ortodoxa, en el primer país comunista. Aunque La venganza de los siervos tiene como principal foco de atención los sucesos de 1917 (la revolución de febrero, espontánea y popular, y la de octubre, manejada por un reducido grupo de bolcheviques), no olvida explicar concienzudamente las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que propiciaron aquella transformación total de la vida cotidiana de los habitantes del Imperio.

Casanova analiza el funcionamiento y las contradicciones de la monarquía zarista: cómo Nicolás II se negaba una y otra vez a aceptar los cambios que se estaban produciendo en la sociedad rusa. Por un lado, los propios de la modernidad; por otro, los que le demandaban sus súbditos. Él seguía conduciéndose como un autócrata insensible al sufrimiento que la corrupción, el atraso material y los abusos de los terratenientes causaban entre el pueblo ruso.

Pese a las hambrunas que periódicamente afectaban al campesinado (aproximadamente un 80% de la población) y pese al malestar creciente que expresaban obreros y estudiantes ante lo miserable de sus condiciones de vida, fue la guerra, la Primera Guerra Mundial, la que actuó como el catalizador de la revolución. Casanova explica con solvencia cómo ese malestar social en el que vivía la mayoría del pueblo ruso no fue suficiente para transformar las estructuras políticas del país. Hará falta un devastador conflicto bélico para que la autoridad desaparezca y el Imperio del zar se desmorone, arrastrando consigo no sólo todo lo que encontraba a su paso, sino también a quienes trataban, desde distintas instancias, de evitar males mayores. Pese a los esfuerzos de los liberales y de los sectores revolucionarios más moderados, será absolutamente imposible afrontar al mismo tiempo una revolución interna y una guerra total en el exterior.

El libro de Casanova cumple con las expectativas. Lejos de tratar la revolución como un proceso lineal con Lenin como uno de sus principales actores, da buena cuenta de todos sus protagonistas; también muestra la complejidad, lo impredecible de aquellos sucesos, cómo lo que finalmente acabó sucediendo podía haberse desarrollado de muy distintas maneras. No rehúye, además, ninguna de las polémicas que siguen orbitando en torno a la revolución, como el papel desempeñado por Lenin en todo el proceso o hasta qué punto el líder bolchevique sentó las bases de un sistema autoritario y antidemocrático que alcanzará su punto más terrible con el gobierno y las purgas de Stalin.

¡Que viva John Reed!

¡Que viva John Reed!

La venganza de los siervos es un volumen muy completo, una síntesis acertada y actualizada sobre uno de los acontecimientos trascendentales del siglo XX. Un libro que no olvida, como decíamos, las aportaciones historiográficas más recientes, como el papel desempeñado por las mujeres en el proceso revolucionario y sin las cuales el desmoronamiento de la autocracia zarista no hubiera sido posible. Un volumen de prosa cuidada pensado para traspasar los límites del ámbito estrictamente académico. Una buena oportunidad para conocer de la mano de un gran especialista aquellos días que sacudieron al mundo.

*Alejandro Lillo es Doctor en Historia Contemporánea y profesor en la Universidad de Valencia.Alejandro Lillo

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