Los libros

Un Rousseau privado

Escritos, 1884-1914, de Henri Rousseau.

Irene García Chacón

Escritos, 1884-1914Henri RousseauLa microMadrid2017Escritos, 1884-1914

 

La editorial La micro ha publicado un nuevo número de su imprescindible colección Escritos de artista con el que nos podemos aproximar, en este caso, a la figura del pintor francés Henri Rousseau (Laval, 1844-París, 1910).

La micro no solo cuida los aspectos textuales de su edición, también los materiales. De hecho, lo primero que descubrimos es un libro de pequeño formato (11,5 x 15,4 cm) con solapa troquelada. Siguiendo el valor estético del tamaño –Susan Stewart teorizó sobre la capacidad de la dimensión de los objetos para comunicar determinadas funciones sociales; así lo grande transmite aspectos que se asocian con lo exterior mientras que lo pequeño revela interioridad y se relaciona con el espacio privado (2003)–, el ejemplar nos dispone para la lectura de unos escritos intimistas que han sido traducidos por Guido Sender.

La primera parte de esta edición recoge distintas clases de documentos del yo. Se inicia con una nota autobiográfica redactada para el segundo volumen de Portraits du prochain siècle en la que el propio artista destaca algunas de sus obras. Se continúa con una entrevista que mantuvo con el crítico de arte Arsène Alexandre en 1910. Este diálogo recoge confesiones significativas para la trayectoria del pintor: "Me habría gustado –expresa Rousseau– entrar en un taller de la Escuela de Bellas Artes. Pero con cuarenta años había superado el límite de edad..." (p. 20). Además, las palabras de esta entrevista reflejan los procesos creativos del artista: "Yo siempre veo un cuadro antes de pintarlo [...] Solo que, mientras lo pinto, encuentro cosas que a mí mismo me sorprenden y me causan mucho placer" (p. 20). Las descripciones de Alexandre permiten, por su parte, conocer los intereses pictóricos de Rousseau –tenía, por ejemplo, reproducciones de Watteau o de la escuela boloñesa en su taller– e intentan apartarse de los lugares comunes que rodean a este personaje –se incide en que no debe ser llamado aduanero, pues era recaudador de aduanas (p. 18)–.

Así, estos documentos del yo ofrecen una perspectiva más humana que lucha contra la caricatura histórica y muestra una visión menos heroica del arte. En la correspondencia epistolar reunida en este libro nos acercamos a un Rousseau que intenta ganarse la vida y abrirse camino en el mundo del arte, promueve su obra, establece contactos y pide favores: en una carta dirigida en 1893 al Presidente de la República solicita su intercesión para obtener un puesto de profesor de dibujo y pintura en alguna institución pública; en otra redactada en 1898 que tiene como destinatario al alcalde de Laval le sugiere que compre su cuadro titulado La gitana dormida. Las misivas también evidencian las relaciones artísticas del pintor que escribe al crítico André Dupont, al creador Ardengo Soffici o al marchante Ambroise Vollard. Guillaume Apollinaire, a quien conoció en 1906 a través de Alfred Jarry y quien le encargó un retrato junto a la artista Marie Laurencin, tiene un peso muy representativo tanto en esta correspondencia como en la segunda parte de este volumen, donde se reúne una selección de crónicas artísticas publicadas en Je dis tout, L'Intransigeant, y Les Soirées de Paris de 1907 a 1914. Apollinaire escribió sobre Rousseau en diversas ocasiones con motivo de los acontecimientos culturales del momento en los que participó el pintor como el Salón de Otoño o el Salón de los Independientes. Fue Apollinaire quien encargó al crítico Maurice Raynal un texto para el número especial de Les Soirées de Paris dedicado a Rousseau. Este texto, que sirve de cierre al volumen, relata el conocido como "Banquete" Rousseau, homenaje ofrecido al artista en 1908 por diferentes personalidades del París de la época.

El pintor de Laval solía acompañar sus lienzos de leyendas o versos que escribía en tablillas y que, posteriormente, situaba debajo de los marcos. Según confesó en la entrevista mencionada más arriba, esta práctica se debía a que los "cuadros necesitan una explicación" (p. 17). En este sentido, es un acierto que en la edición de estos escritos se incluyan veintiséis reproducciones de las obras de Rousseau a las que se alude en el texto, estableciendo un diálogo entre palabra e imagen, ofreciendo a la lectora o al lector la posibilidad de leer las palabras y mirar las imágenes o, si se prefiere, de mirar las palabras y leer las imágenes.

Estos Escritos, 1884-1914 nos descubren detalles de la intrahistoria artística que, a modo de puntos geográficos de un mapa, nos permiten conocer nuevos territorios con los que recorrer la trayectoria de un pintor fundamental, complejo e insólito como Henri Rousseau.

*Irene García Chacón es doctora en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid.Irene García Chacón

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