Los diablos azules

Tres fotos de 1959

De izquierda a derecha y de arriba a abajo, Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente, Alfredo Castejón, Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald, en Colliure.

Este viernes, 22 de febrero, se cumplen 80 años de la muerte del poeta Antonio Machado en el exilio, en la localidad francesa de Colliure. En homenaje al escritor, y con motivo también del tributo que el Gobierno le brindará el 24 de febrero —con una visita a su tumba, la primera de un presidente en ejercicio—, dedicamos este número de Los diablos azules a su memoria. una visita a su tumba

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En febrero de 1959 un grupo de poetas españoles, liderados por los componentes de la Escuela de Barcelona, se reunieron en Colliure para reivindicar la figura de Antonio Machado, de la que habían intentado apropiarse en la primera década de la postguerra intelectuales falangistas, como Dionisio Ridruejo o Pedro Laín Entralgo, en revistas como Escorial o Cuadernos Hispanoamericanos, como ha recordado Carme Riera, o en los sesenta, el poeta y articulista Manuel Alcántara, en las celebraciones de los XXV años de paz. Acudían, lo ha contado muy bien Araceli Iravedra, al llamamiento de los intelectuales franceses, con el auspicio del Partido Comunista; no en vano los actos tuvieron un claro cariz político de oposición al régimen.

Como principales testimonios de aquella reunión han quedado dos fotos, una de Asunción Carandell y otra de Ivonne Hortet, aunque a menudo se reproduzcan sin concederles la autoría. En la primera, en la fila de arriba, de izquierda a derecha, aparece, Blas de Otero y los entonces jóvenes poetas José Agustín Goytisolo, Ángel González y José Ángel Valente. Y junto a ellos, Alfredo Castejón, quien durante muchos años, al describir la foto, fue confundido con Carlos Sahagún, o simplemente recortado. En la fila de abajo, sentados en el suelo, encontramos a Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald. Sobre esta célebre foto, el escritor jerezano comenta con sorna en La costumbre de vivir (2001, p. 242), sus memorias: “Nos hicimos una foto que, en términos nada hiperbólicos, casi ha dado la vuelta al mundo”; e insiste: “Si no ha dado la vuelta al mundo, le deben de faltar pocos kilómetros”. De esta foto existen tres versiones parecidas pero no idénticas. Reproducimos aquí, creo que por primera vez, dos de ellas, las de mayor calidad.

 

 

Fíjense en que Ángel González tiene en la mano una cámara de fotos, que utilizó, poniendo el disparador automático, para inmortalizar también al grupo, aunque por lo que sabemos, esas fotos ni se han reproducido ni han podido encontrarse hasta ahora. Sí sabemos que el poeta asturiano fue un gran aficionado a la fotografía, hasta el punto de que cuando viajaba siempre llevaba consigo una cámara que solía utilizar con frecuencia. Para él, me comenta Susana Rivera, su viuda, la fotografía era la versión visual de la magdalena de Proust. En una de sus Máximas mínimas, título que debió de tomar prestado de Jardiel Poncela, nos proporciona la siguiente definición: “Fotografía: ¡la verdad revelada!”.

 

La otra foto, obra de Yvonne Hortet, la esposa de Carlos Barral, está hecha en el cementerio de Colliure, junto a la tumba del poeta sevillano, y aunque faltan algunos de los componentes del grupo, aparecen en ella Barral, Caballero Bonald, Luis Marquesans y Gil de Biedma, entonces pareja, Ángel González y Juan Ferraté.

Al homenaje dedicado a Machado habría que sumar lo que el encuentro tuvo de presentación en sociedad de la nueva generación o grupo, como algunos han preferido denominarlo, del 50 o del mediosiglo quizá sean los marbetes más repetidos. Aunque María Payeras, otra gran conocedora de la poesía de estos autores, haya apostado por la denominación de generación Colliure. Del encuentro surgió, además, la antología de José María Castellet, Veinte años de poesía española (1960), y la colección Colliure (ahora con el topónimo castellanizado, frente a su versión francesa), que dirigió el entonces influyente crítico, quien le dio nombre, pero de la que eran accionistas Gil de Biedma, Goytisolo y Barral, que actuaría como contrapeso barcelonés de la colección Adonais, controlada por el grupo madrileño. Pretendían contribuir a la resistencia y tener a su disposición unos órganos de influencia para la mejor difusión de su propia obra y de la de otros poetas afines, como así ocurrió. A ese respecto, comenta Barral en sus memorias que “desde Collioure todo se ve en política de generación: entrevistas, frente común, política de publicaciones, antología…”.

Pero volvamos a lo que aquí nos ha traído hoy, al importante papel de las fotografías en la articulación y consolidación del sistema literario, en la fijación de unas imágenes que los lectores identifican y que sirven para proporcionarle visibilidad, entidad, a un grupo literario.

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P.S. Aprovecho la ocasión para desde aquí llamar la atención de las instituciones culturales del Estado (Ministerio de Cultura, Instituto Cervantes, Biblioteca Nacional), para que se ocupen de impedir que no se pierda el valioso archivo de fotos de escritores de Asunción Carandell, adquiriéndolas y custodiándolas, de lo que es un buen ejemplo las tres instantáneas que reproducimos en esta ocasión. _____

Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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