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Los diablos azules

La luz de los márgenes

Ama, de José Ignacio Carnero.

Si un viaje devuelve la herida suturada y abierta a la vez es el regreso a la vida de nuestros padres con la impresión amarga de que no siempre estuvimos a la altura. Allí nos asaltan sus fragilidades y fortalezas, el contenido de lo que no se habló y los interlineados de las narraciones que hasta entonces siempre dimos por fiables. Lo escribió Manuel Vilas en Ordesa y, en parte, puede ser la lectura universal que todos hemos podido hacer de un libro que cuenta una historia familiar privada: “Mirarle la vida a mi padre. Eso debería haber hecho”.

 

Varias páginas desencadenadas casi al comienzo de Ama (Caballo de Troya, 2019) disparan la intrahistoria reciente de una clase social arrinconada en la literatura, la que vivió las migraciones internas de este país en los años cincuenta y que se dejó los días trabajando para que sus hijos vivieran mejor (qué fácil se escriben las frases que contienen todas las madrugadas). Mujeres y hombres que llamaron a sus padres de usted y nunca les dijeron te quiero y les dieron de comer en la boca hasta que les cerraron los ojos. En este caso, de Galicia a la ría del Nervión, un espacio literario casi desconocido que levanta un muro natural entre lo que no lo es: como si las márgenes de la ribera albergaran a uno y otro lado dos formas de entender la vida y de quedar en las páginas. Esta historia, como su autor, José Ignacio Carnero, es hija de la Margen Izquierda, tierra de astilleros y de los altos hornos.

El hueso de este libro es la enfermedad y muerte de la madre y eso me hace leer sin mirarlo de frente. No porque sea o no una narración autobiográfica o una novela, en él están todos los engranajes que convierten las palabras en literatura y todo recuerdo acaba siendo una ficción, o porque el duelo atraviese su trama, de qué otra cosa más puede ir todo que de seguir de pie después de dos o tres despedidas, como por mi cobardía, porque soy una hija. “Mi madre se ha muerto unas líneas más atrás”, escribe. El lector asiste y el autor responde y no se escapa y tampoco esquiva la pregunta: cómo se llama a una madre para que venga a consolar su propia pérdida.

El libro también reconstruye junto a la biografía de la madre el paso de una orilla a otra de su narrador y su conversión en un abogado que ve las tardes caer desde un ático de Barcelona. Él escribe “snob” y escribe “farsante”. Lo cuenta para salvarse, y aunque afirma que no hay rencor y la rabia está más o menos domada, la bofetada que da Ama se escapa y siempre te da. Y luego se necesita coger aire. Los recuerdos de la niñez, la universidad, la vida en Madrid y hasta el desamor alivian el peso que uno va recogiendo de esta vuelta al origen y a la primera identidad. Ama es catártico y está escrito desde muy adentro de nuestros días.

Hace dos años, Florencia del Campo narró desde los límites del lenguaje la enfermedad y muerte de su madre en Madre mía (también en Caballo de Troya). Un libro amargo con una prosa original y punzante sobre la imposibilidad de nombrar, escrito desde el centro de las páginas. En este caso, el hijo único de aquella mujer aborda con emoción sostenida, pulso y belleza los márgenes, no solo geográficos, de una biografía: el olor, las cartas, la cuchara que se hunde en el potaje, la silueta oscura de la madre joven a través de la verja de un jardín, las visitas de ida y vuelta y las conversaciones que fijan la genealogía y salvan una memoria: un autor a la búsqueda imposible de la luz nocturna de los altos hornos que iluminaban la habitación de la infancia.

José Ignacio Carnero: "Este libro es un álbum de recuerdos de algo que se muere"

José Ignacio Carnero: "Este libro es un álbum de recuerdos de algo que se muere"

En este libro hay un hermoso réquiem por una generación que nunca escribiría estas páginas. _____

Aroa Moreno Durán, columnista de infoLibre, es escritora y periodista. Su último libro es La hija de la comunista (Caballo de Troya, 2016). 

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