Los libros

La otra clandestinidad

Al principio fue el fin, de Adriana Georgescu.

Ioana Gruia

Al principio fue el finAdriana GeorgescuTraducción de Joaquín GarrigósPrólogo de Monica LovinescuXorkiMadrid2018 Al principio fue el fin

 

En julio de 1943 Adriana Georgescu tiene 23 años. Vive en Bucarest, acaba de obtener la licenciatura en Derecho, es enfermera en un hospital militar, sueña con ser periodista, es hermosa como una actriz y escribe crónicas cinematográficas en uno de los principales periódicos de la capital. Son precisamente estas crónicas la razón por la que, a las seis de la mañana, un compañero de la redacción la busca febrilmente a la salida de su turno de guardia. La policía secreta quiere capturarla y puede ser entregada a la Gestapo. Sus textos critican demasiado las películas alemanas de los cines bucarestinos, en un momento en el que Rumanía lucha en la Segunda Guerra Mundial al lado de Hitler: "Las películas nazis, con sus lemas, consignas y su ferocidad racial eran odiosas y lo dije".

Desde aquel momento Adriana Georgescu no vuelve a casa. Con el pelo teñido y papeles falsos, se esconde de los soldados alemanes en distintas casas del campo rumano, junto a varios miembros de la resistencia antifascista. Después de la breve euforia del 23 de agosto de 1944, cuando Rumanía se convierte en aliada de Inglaterra, Estados Unidos y Rusia, Adriana Georgescu descubre que deben esconderse durante un tiempo también del Ejército Rojo, cuyas violaciones y deportaciones aterrorizan a la población.

Este es el comienzo de Al principio fue el fin, donde la autora, nombre de referencia de la lucha por la libertad en Rumanía, narra desde el exilio parisino cinco años muy convulsos en la historia de su país, desde 1943 hasta 1948. Es decir, desde la última época del régimen del general Antonescu hasta la instauración y la consolidación a través de la fuerza y el terror del comunismo estalinista.

Como se menciona en la contraportada, si los acontecimientos relatados no respondieran exactamente a la realidad histórica el lector podría pensar que está ante una trepidante novela de intriga. Adriana Georgescu narra con talento de escritora, de manera sobria y ágil, el calvario personal de las cárceles estilinistas y la sobrecogedora historia colectiva de aquellos años. Al volver a Bucarest después de su participación en la resistencia antifascista, la joven encuentra trabajo como reportera política y luego como jefa de gabinete de Radescu, el primer ministro del último gobierno antes de la llegada al poder del Partido Comunista Rumano, ya poderoso debido a su fuerte apoyo de Moscú. La autora describe atónita los métodos utilizados por los comandos de choque del partido: abolición del derecho a la huelga, imposición de la votación a mano alzada, despido fulminante de los obreros que se niegan, supresión de los periódicos no afines e intimidación a través de la fuerza física.   

En febrero de 1945, las fuerzas comunistas, con el apoyo de las autoridades soviéticas, asaltan todas las prefecturas del país y el Ministerio del Interior, desde cuyas ventanas la autora es testigo de escenas escalofriantes. Vishinski, el fiscal jefe de los juicios de Moscú, viaja a Bucarest con una lista preparada para reemplazar al gobierno rumano. Las matanzas, la sistemática marginación y eliminación de la oposición democrática y las distorsiones de los acontecimientos en la prensa se suceden a un ritmo vertiginoso, muy bien narrado en el libro. También se narra la enorme decepción que produce la conferencia de Yalta, donde las potencias aliadas abandonan a Rumanía al estalinismo.

El 29 de julio de 1945 Adriana Georgescu, de nuevo activa en lo que llama en el libro "la otra clandestinidad", donde militan asimismo los miembros de la antigua resistencia antifascista, es detenida bajo la acusación de terrorismo por reparto de octavillas y torturada hasta el borde de la muerte. Han empezado los juicios políticos a imitación de las purgas estalinistas, las acusaciones delirantes y los periplos carcelarios de los miembros y simpatizantes de la diezmada oposición (a los que seguirán pronto las purgas de los propios comunistas ya incómodos para el Partido). El resultado de las elecciones es burdamente falsificado. La autora consigna el día a día de distintas cárceles, la red de solidaridad que se va tejiendo, la dignidad de los acusados en los procesos políticos y de los abogados que los defienden a sabiendas de los riesgos a los que se enfrentan. Una de las escenas más sobrecogedoras del libro es el momento en el que Adriana Georgescu solicita en el proceso un reconocimiento médico para denunciar las pruebas de la tortura y como, ante la negativa del tribunal, expone las huellas de la barbarie en su cuerpo.

Las historias de Al principio fue el fin, que puede leerse en español en la impecable traducción de Joaquín Garrigós, recuerdan a las mejores novelas de espías, con la diferencia de que responden a una historia colectiva dolorosa. Como precisa la autora, únicamente algunos nombres y lugares fueron cambiados para proteger a las personas de la represión. El libro termina con la historia de una fuga espectacular que desemboca también en una historia de amor. Al principio fue el fin se publicó en francés en 1951 en París, en la traducción de Monica Lovinescu, uno de los grandes nombres del exilio rumano. Aunque una sospechosa compra masiva agotó casi la edición (este era uno de los métodos del régimen para frenar la información sobre lo que sucedía realmente en Rumanía), el libro tuvo eco en la prensa francesa, suiza y belga, donde fue considerado digno de Dostoievski. No por casualidad de la biblioteca de uno de los amigos de Adriana Georgescu la policía secreta hace requisar un ejemplar de Los demonios, donde las proféticas palabras de Verjovenski sobre Shigaliov («¡Ha inventado la ‘igualdad’! […] Cada miembro de la sociedad vigila a los demás y está obligado a informar. Cada uno pertenece a todos, y todos a cada uno. Todos son esclavos, e iguales en la esclavitud») anticipan la pesadilla estalinista. ______

Ioana Gruia es poeta y profesora de Teoría Literaria. Su último libro es El expediente Albertina (Castalia/Edhasa, 2016).

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