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Poesía completa (1993-2018)Karmelo C. IribarrenPrólogo de Pedro SimónVisorMadrid2019    Poesía completa (1993-2018)

  

 

Las exploraciones críticas están llenas de borraduras escritas con la tinta visible de las apariencias. En ellas suelen confundirse la profundidad y el rigor con el discurso denso, verboso, promovido por un incontinente cauce argumental. Esa descabellada creencia genera como efecto secundario miradas displicentes sobre lo conciso, como si las costuras de la sencillez evidenciaran las prisas del trabajo apresurado e incompleto.

La obra lírica de Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) es sólida demostración de que "menos es más", como enunciara el atinado aforismo poético de Juan Ramón Jiménez. El escritor suma estaciones y andenes en un largo trayecto definido por el apunte incisivo, la observación minimalista, el epitelio emotivo y la percepción callada y sugerente. Los poemas amanecen con una contenida economía expresiva que muestra en los versos un calado estético construido desde la austeridad y una penetrante intuición. Así ha levantado poemas de sólida cimentación que alzan formas ligeras, de modo sistemático, en cada entrega.

El trayecto del donostiarra arranca en 1993 y se ha compilado en el volumen Poesía completa (Visor, Madrid, 2019), con prólogo de Pedro Simón y una mínima nota final donde el poeta justifica la supresión de algunos textos de la etapa de amanecida que, a juicio del escritor, no han soportado bien los rigores del tiempo y han diluido aciertos expresivos. El umbral de Pedro Simón recurre al tono coloquial de quien ahuyenta didactismos para compartir impresiones en una terraza a media tarde, con cerveza fresca y cigarrillo sosegado, así comenta que la caligrafía poética de Karmelo C. Iribarren es "lija y seda", "una farola lejana en una calle oscura". Los lectores completarán juicios críticos con su propia opinión, con esos hilos de la subjetividad que son siempre la mejor estrategia para salir del laberinto de las especulaciones.

Nos adentramos en una cartografía poética que nunca pierde su condición urbana. En los espacios del poema la ciudad se define como un entorno contradictorio, hecho con desajustes y asimetrías, desapacible y abierto, dispuesto a dar cobijo a la soledad y mostrar en sus ventanas el fraude inadvertido de los sueños. También habita las salas de estar de la extrañeza de la convivencia, esos lugares compartidos que convierten al otro en zona de conflicto e incomprensión; son malos tiempos y "Hay gente que es capaz / de cualquier cosa / cuando ve una sonrisa".

El recorrido adopta como paso germinal la entrega La condición urbana (1995), aunque se integran también composiciones fechadas a partir de 1993, y sirve de coda el poemario Mientras me alejo (2017); queda fuera, por tanto, del corpus compilado la salida Un lugar difícil (2019), reconocida con el Premio internacional de Poesía Ciudad de Melilla. El conjunto abarca 11 poemarios completos y 25 años de ininterrumpida trayectoria creadora.

Tan notable aporte ahonda en la definición de un sujeto poético que añade a su identidad las imprevisibles mutaciones que dicta el fluir del tiempo. La mirada inicial es la de un personaje que muestra sus claroscuros existenciales. No se resigna a la derrota o a sumergir la nada vivida en el silencio, concibe el caminar diario como disposición a resolver el conflicto abierto que se expande sobre el levitar callado de las cosas. Las palabras rozan erosiones propias o ajenas, aunque sin el desgarro nihilista del tremendismo, y aportan muchas veces la ironía o el tono distanciado del sarcasmo. Así adquieren los poemas un aire de naturalidad expresiva que aporta en su discurso un anecdotario aparentemente biográfico que se adentra en un territorio afectivo, propenso al recuerdo y a la evocación, que añade las lindes abiertas del estar con los otros.

El poema aborda un proceso continuo de indagación y ahondamiento en el yo que se va depurando hasta convertirse en una incisiva estrategia expresiva que transforma lo anecdótico en reflexión emotiva. Es un claro en el bosque, un ajetreado peregrinaje para buscar sentido a lo diario y conocer las coordenadas habituales del presente. Son muchos los poemas que alientan una reflexión ética sobre los titulares de la contingencia, como si el sujeto verbal se convirtiera en testigo privilegiado, capaz de hacer de su percepción una crónica valorativa.

La lectura lineal de Poesía completa (1993-2018) permite percibir la unidad de estilo y la coherencia continuista de los estratos argumentales. Juntos, los libros reflejan un ideario que se define, como se ha dicho, en tres vértices integradores: el hablante lírico, el hábitat urbano y un incansable eclecticismo temático. El protagonista devana su estar entre lo deseado y lo aparente; construye itinerarios por los lugares de la memoria, esas calles que trazan una cartografía inspirada en los barrios de Donostia, tan cercanos a la experiencia existencial; y, por último, los núcleos argumentales superponen registros que conforman un íntimo diálogo entre observación, pensamiento y cauce evocativo: el rostro existencial en el tiempo, los descubrimientos afectivos, la percepción del deseo y los estadios de la convivencia, no exentos muchas veces, de una textura crítica y sombría.

También me parece necesario comentar la decidida voluntad formal del poeta. Su registro asimila andenes de la tradición realista. En ella resuenan ecos de Pío Baroja (citado en varios poemas), Antonio Machado y nombres esenciales de la Generación del 50: José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y Ángel González. No son referentes exclusivos; a mi modo de ver el componente narrativo de las composiciones y la construcción tipológica de los personajes muestran afinidades con hitos de la novela negra (Raymond Chandler, James Ellroy, Carver), los poetas de la beat generation, Philip Larkin o contemporáneos como Luis Alberto de Cuenca y algunos nombres del realismo sucio peninsular.

Karmelo C. Iribarren ha moldeado una personalidad literaria fuerte, lúcida e independiente. Sus poemas son ejercicios depurativos que contienen la voz natural de una filosofía existencial. Con ellos interpela los interrogantes de nuestra condición en el discurrir temporal. En Poesía completa (1993-2018) el legado de una lírica humanista, reflexiva, hecha de sensaciones, que deambula entre la naturaleza caótica de lo real. El poeta convierte la introspección en un aula de conocimiento en el que vierte el largo periplo de la experiencia vital, ese lugar sin vacuas pretensiones, donde habitan dudas y escepticismo. _____

José Luis Morante  es poeta y crítico literario. Su último libro A punto de ver  (Polibea, 20199 es una compilación de haikus y anotaciones aforísticas.

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