Los libros

Tiempo hostil

Portada de La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes.

La madre de Frankenstein

Agonía y muerte de Aurora Rodríguez Carballeira en el apogeo de la España nacionalcatólica

Episodios de una guerra interminable

Almudena Grandes

Tusquets

Barcelona

2020

Un joven psiquiatra que se ha formado en el exilio, Germán Álvarez, recibe una oferta para volver a trabajar en España y aplicar los tratamientos con clorpromazina que mejoran la salud de los enfermos. En el hospital de Ciempozuelos, un manicomio de mujeres, se encuentra con Aurora Rodríguez Carballeira y con María Castejón. En cuanto a la primera, una mujer culta, pero también paranoica, había mantenido relación profesional con el padre de Germán, un catedrático de Psiquiatría progresista, durante la República, cuando esta se hizo célebre al matar a su hija Hildegart en 1933, otro crimen ejemplar, a quien había criado para que fuera una mujer perfecta. Por su parte, la segunda es una joven ayudante de enfermería, cuya existencia había estado estrechamente vinculada a esa institución, donde su abuelo trabajaba como jardinero.

En las relaciones que se generan entre los miembros de ese triángulo, los tres narradores de la novela, cuyas voces van alternándose, y en las graves incidencias que sobre sus vidas y trabajo tiene el franquismo, sobre todo a través de las instituciones médicas y religiosas, se sustenta la historia que se narra. Se trata, en suma, de otro alegato contra la dictadura, la falta de libertad, la presión sobre la vida privada de las gentes y, en especial, sobre la de las mujeres, que en esta novela adquieren un protagonismo relevante.

Así, si por un lado Aurora es una enferma mental que ha asesinado a su hija porque no cumplía con las expectativas que había puesto en ella; por otro, el Estado y la Iglesia toleran las prácticas eugenésicas ("la eugenesia es una ideología criminal", p. 70) del doctor Vallejo Nájera, que permite los robos de niños recién nacidos, el tratamiento de los homosexuales como si fueran enfermos junto con aquellos portadores del denominado gen rojo, además de utilizar los manicomios para enclaustrar a mujeres de clase social alta que acabaron convirtiéndose en una presencia molesta para sus maridos, según ocurrió en el caso de la madre del músico y militar republicano Gustavo Durán, íntimo amigo de Gil de Biedma.

Estamos ante la quinta entrega de los Episodios de una guerra interminable, que Almudena Grandes inició en el año 2010 con Inés y la alegría, aunque debe recordarse que se trata de una novela independiente, como el resto de las de la serie, sin que nos olvidemos de que forma parte de un conjunto mucho mayor.

La madre de Frankenstein transcurre durante la mitad de los años cincuenta, con frecuentes saltos atrás, sobre todo a las dos décadas anteriores, a los años de la República y la Guerra Civil. Véase, por ejemplo, el relato de la huida de los malagueños hacia Almería, o la situación en el puerto de Alicante, cuando los republicanos intentan abandonar España y llegar a Orán. O los primeros años de la Victoria, cuando en 1949 el padre Armenteros, personaje de ficción, funda los Cursillos de Cristiandad, unos retiros espirituales parodiados por Juan Marsé en La oscura historia de la prima Montse. En esos veinte años, transcurre la historia que se nos quiere contar: la retorcida existencia de Aurora, la madre de Frankenstein, la trayectoria familiar y personal de Germán, el joven psiquiatra republicano formado en Suiza, así como la vida anterior de María. La novela se ocupa, además, de aspectos de la dictadura que apenas si había tratado la ficción narrativa, como el poder omnímodo de los psiquiatras Vallejo Nájera y López Ibor, miembro del Opus Dei, en connivencia con el obispo Eijo Garay y el citado Armenteros.

A pesar del título (y del extenso subtítulo), el primero se refiere a Aurora y a su empeño de crear seres a su imagen y semejanza, de insuflarles vida a muñecos creados por ella, mientras que el segundo se ocupa de tres acontecimientos: los últimos momentos de la vida de Aurora, el nacionalcatolicismo imperante y el manicomio de Ciempozuelos. A pesar de ello, me parece que si la novela cuenta con un protagonista ese es Germán, un niño de la guerra que a finales de 1953, cuando tiene 33 años, regresa a España. El caso es que mientras que todos aspiran a salir de aquí, Germán abandona Suiza y regresa a su país.

Otros personajes secundarios también desempeñan un cierto papel en la novela, como Pastora, una mujer libre, militante comunista; el psiquiatra homosexual Eduardo Méndez ("el amigo –confiesa Germán— que siempre tenía razón", p. 69), a quien de niño le administraron electrochoques para convertirlo en heterosexual (p. 292); y las hermanas Belén y Anselma, dos monjas cuyo carácter e ideología se contraponen, pues la bondad de la primera contrasta con la soberbia y maldad de la segunda. Almudena Grandes suele utilizar en sus novelas el contraste de caracteres (el pragmático José Luis Robles, director del sanatorio, frente a los apasionados idealistas, como Germán, María o Eduardo Méndez; o las semejanzas y diferencias entre Else, María y Pastora), aunque también relacione a los personajes por afinidades, como ocurre con la hermana Belén y María, ambas buenas contadoras de historias.

Al igual que sucede en todas las narraciones de este ciclo, la trama se desarrolla sobre un fondo histórico, si bien situando en primer plano –como se ha visto— una historia privada en la que suelen aflorar los sentimientos y las pasiones. En este caso, se trata de la amistad, el odio, la sospecha, la simpatía, el sexo o el amor en una España nacionalcatólica que apenas si deja resquicios para vivir en libertad.

El sanatorio de Ciempozuelos es el microcosmos en que transcurre gran parte de la historia, aunque otras veces la acción se desarrolla en la ciudad de Madrid o en diversos lugares de Suiza, sobre todo en Neuchâtel, donde Germán se formó en la clínica Waldau, y donde se casó y vivió hasta que decide regresar a España. Y ello aun cuando no pueda evitarse la continua comparación entre la sociedad suiza y la española, en favor de la primera. El otro exilio es el de la familia Goldstein. Saul Goldstein había estudiado Medicina en Leipzig con el padre de Germán, para acabar convirtiéndose en suegro de este, al casarse con Rebecca. Dicha familia acogió en su casa al joven exiliado español. Eran judíos alemanes que habían huido de su patria, tras padecer los trágicos avatares de la Segunda Guerra Mundial. La instalación de los Goldstein en un país neutral, a salvo de la persecución del nacionalsocialismo, no impide que padezcan su propia tragedia, pues pierden a su hijo Willi, que es asesinado por los nazis en 1938, si bien no llegan a conocer los hechos hasta muchos años después, con unas consecuencias sin duda graves: la conversión al judaísmo más fanático, tanto de la madre (Lili) como de una de las hijas (Else, quizá la más loca entre las cuerdas de la narración, y uno de los personajes más dañinos), con lo que la familia queda no solo destrozada, sino también partida en dos.

La novela aparece encabezada por dos citas, una de los Caprichos de Goya, muy conocida, y otra de Ángel González. Se trata de unos versos que acaban con una referencia a "este tiempo hostil, propicio al odio". La narración se divide en siete partes, de las cuales, las cinco primeras componen el cuerpo de la ficción. Las dos restantes deberíamos considerarlas paratextos, informaciones completarias que sirven para entender mejor la narración. La última parte, titulada "Los personajes", desempeña la misma función que los dramatis personae de Robert Browning y que en España han utilizado también Álvaro Cunqueiro, Juan Perucho o Carlos Pujol. En cambio, en la primera parte de la novela, sin titular, narrada por Germán, se nos presenta a los otros dos personajes principales: Aurora y María, y el espacio donde en esencia se desarrolla la acción, el manicomio de mujeres.

Frente a la imagen más conocida de Aurora, la mujer visionaria, progresista, que pretende modificar el destino de la Humanidad, fundar una nueva sociedad, tratando que su hija se convirtiera en un nuevo modelo de mujer, que fuera independiente, perfecta, pero a la que acabó matando por no cumplir con sus expectativas, al desviarse del camino que le había marcado; en la novela aparece Aurora como un ser inteligente pero enfermo, paranoica y delirante, recluida en el manicomio donde acabará muriendo de cáncer, cuando cree que va a dar a luz con más de setenta años. Al final, es posible que el lector se pregunte quién fue realmente Aurora: una enferma que asesina a su hija, sí, pero también una mujer inteligente que acabó perdiendo el juicio, al ejercer una cierta tiranía con los que más la apreciaban, como ocurre con María, pero que al fin y a la postre consigue ganarse la simpatía de los lectores.

Germán (véase el retrato que traza de él María, p. 253), por su parte, es el exiliado que regresa, y que a pesar de las graves carencias del país, en todos los sentidos, decide quedarse para siempre en España, trabajar para mejorarlo. Mientras que María (la foto de Ernst Haas que aparece en la cubierta podría ser la suya, cuando vive en Londres y ha encarrilado su existencia), que procede de las clases sociales más humildes, destaca por su tesón y bondad, por su entrega a los enfermos. Quizá por ello, Germán la compara con "una yema batida con azúcar, un prodigio difícil, dulcísimo y extraño" (p. 308), comparación que se repetirá en diversas ocasiones. Si bien solo consigue vivir como desea tras salir de España, huyendo del chantaje de una monja malvada y de un tipo, el rijoso viudo Juan Donato, que se empeña en casarse con ella, a pesar de saber que ella no lo quiere.

En la novela hay un homenaje a Galdós, a Fortunata y Jacinta, que en este caso trasciende a los paratextos, pues compara la trayectoria sentimental de María con la de Fortunata, aunque por suerte para ella, se dice, Germán no sea Maxi, ni mucho menos Juanito Santa Cruz, que en cambio podría estar representado por el guapo canalla Alfonso Molina, quien no solo deja embarazada y abandona a María, sino que vuelve a huir de ella en otra nueva ocasión. Pero la autora también reconoce sus deudas con Balzac (y Galdós y Marsé: mediante los errores lingüísticos que cometen los personajes), Víctor Hugo, Luisa Carnés, Luis Martín Santos y Carlos Castilla del Pino, psiquiatras progresistas que contrastan con los siniestros Vallejo Nájera y López Ibor, como a su vez estos últimos lo hacen con las prácticas de la clínica del doctor Esquerdo y las de del sanatorio de Jiménez Díaz, donde acabará trabajando Germán. Ni tampoco falta una exaltación de los militantes del PCE en la clandestinidad, representados en esta ocasión por Pastora, Rita, la hermana de Germán, y por el llamado Pepe sin Apellidos, el falso loco, quienes ayudarán a María a huir de Madrid y a cambiar de identidad. Tampoco faltan los personajes que proceden de otras novelas anteriores, como la citada Pastora.

Al final, sabremos que en 1979 Germán publicó un libro contando esta historia, que fue presentado en Madrid y que María lo leyó en Londres. Unos personajes mueren, otros se emparejan (dejemos que el lector los descubra), sin que falten los que salen impunes de sus fechorías, como no podía ser menos en una novela de estas características y dimensiones cuya acción transcurre en una dictadura. Pero si el arte de la novela consiste, entre otras cosas, en conectar temas y motivos que podían parecer distintos, en relacionar situaciones, ideas y formas de vida, puede afirmarse que esta narración torrencial de Almudena Grandes lo consigue con creces.

Almudena Grandes: "En los cincuenta, el miedo era como una segunda piel"

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P.S. para lectores muy curiosos. El protoganismo en la novela de la ciudad suiza de Neuchâtel tiene su origen en el llamado Grand Séminaire que la profesora Irene Andres-Suárez le dedicó a la autora en la Universidad, en el año 2010.

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Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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