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Los libros

La "inteligencia del deseo" y la "ética serena"

Portada de Gavieras, de Aurora Luque.

Gavieras

Aurora Luque

Visor

Madrid

2020

En el poema "Azuloscuro" Aurora Luque habla de "la inmensa inteligencia del deseo". Es la sensación que se tiene al leer Gavieras (Visor, 2020), su último libro publicado, galardonado con el Premio Loewe, que dejará sin duda una huella profunda en la literatura española reciente. Puro deseo, pura inteligencia, poesía lucidísima, sensual y abrazable, Gavieras cumple sobradamente con lo que Eliot en Tradición y talento individual reclamaba a la gran poesía: asimilar la tradición e inscribirse en ella a través de la innovación.

La magnética figura de la gaviera es, como explica Josefa Álvarez Valadés en la cubierta, "el femenino de gaviero, marinero que está en la gavia del barco, pero también en sentido más amplio como la que atiende el horizonte. Así, la gaviera mira más allá, es una nómada que aspira a cuestionar moldes, esquemas, en particular los impuestos por la monolítica sociedad patriarcal". El poema que abre el libro, "Gavieras", está dedicado a la escritora y mítica editora de El Gaviero, Ana Santos Payán, inventora de la palabra. La singular disposición de los versos recrea la forma de un barco, un barco en el que navegar hacia horizontes sensuales y libres:

la resistencia en sí pero la vida se hace navegable si traduceel deseo si da fe de horizontes que dejaste tensados brillael horizonte cuando la libertad cuando unos versoslo sostienen tiranteimparcelable

 

Si "la vida se hace navegable si traduce/ el deseo", el horizonte se configura a través de los versos como imparcelable, desbordante, sin punto final. El desbordamiento (marítimo, luminoso, de inteligencia sensual) es una de las claves de la poética del libro. Así, en "Conversación con el prefijo des-" leemos: "Mírate: desbordar./ Di por qué desbordar no ha sido nunca/ deshacer los bordados. ¿Cuántas horas de oro,/ toneladas de tiempo luminoso hallaríamos/ si todos los bordados de la historia menor/ quedaran desbordados?".

El vocabulario marítimo es importantísimo en Gavieras, construido alrededor del mar físico y metafórico, el mar como genealogía de la libertad. "Aproar", "volver la proa a alguna parte" según el DRAE, une el mar y lo que Hélène Cixous llama "la llegada a la escritura": "Vino la poesía de improviso./ A mí, que me sentía/ malquerida por ella/—porque yo no la quise a su capricho—/ me dijo: Túmbate y mira al cielo./ Vuleve al ciclo del huerto,/ vuelve al mar mitológico". A este "mar mitológico" pertenecen figuras como Anfitrite, la diosa del mar tranquilo, "el mar-espejo, el mar-aceite", la que enseña "la ética serena/ que aleje a los feroces". "Tengo una casa, pero tengo los mares/ cuando amo los mitos", leemos en "Mar de Argónida", donde aparecen "una existencia/jubilosa y absorta, previvida", unos "deseos encriptados/ en no sé qué vehículos del cuerpo" y se reclama de manera cixousiana la risa de la Medusa, una lectura subversiva, transgresora de los mitos: "Medusa, es hora ya/ de anular tu mirada de piedra, tus serpientes".

Hay un "Decálogo de la flâneuse" delicioso, que reivindica el femenino del flâneur de Baudelaire, reinventa a la paseante sin prisa, que recorre la ciudad, sus afueras y sus librerías con una mirada de inteligencia sensual y atenta, aprendida en Woolf, Perec y Varda: "Amarás una lentitud nueva cada día". Una paseante que se define como andariega en "Amor traducido por el fuego". "Lenguajes vegetales de mi país vaciado" es un poema que erotiza con una mezcla de sutileza e intensidad como solo los mejores poemas pueden hacerlo: "¿Nos vamos a negar a las flautas de junio?/ […]/ Nuestra es la noche. Goce como urgencia./ ¿La danza de la muerte ?/ La danza de los vivo lo viviente lo vivido./ ¿La danza de la vida!". Es la danza de "la ética serena" y "la inmensa inteligencia del deseo", la danza reclamada en "Rumbo al este": "Noche, cobijo mío, ¿no está pidiendo el mundo/ una liberación/ como una danza?". Es la danza de la espigadora de Agnès Varda, la danza de "Afrodisiar" (palabra que inventa Aurora Luque en un hallazgo genial): "Afrodita merece un verbo activo./[…]/ Afrodísiame, llévame contigo./ Afrodísiame un poco, quédate conmigo". Es el camino trazado en el mar y en el aire ("Vivir, escoger rumbos en el aire", leemos en "la condición aérea"), es el "Amor traducido por el fuego», es «una ambición de voluptuosidades" ("Hablo a Safo").

El erotismo de la danza vital es inseparable de la "ética serena/ que aleje a los feroces", ética que se reivindica también en el homenaje a figuras femeninas como Eleonora Fonseca, ahorcada por haber soñado con la "Reppublica Partenopea" en Nápoles de finales del XVIII y haber impreso el periódico Monitore Napoletano, o "Las refugiadas, según Esquilo", poema que remite a la tragedia Las suplicantes. Las Danaides de Esquilo, las hijas de Dánao que huyen para escapar del matrimonio con sus primos, se niegan a su destino de "siempre castigadas", se convierten en "Neodanaides" sedientas "de pura libertad inconcebible—/ cabalgando por bosques soleados". "Pacta con las sirenas preodiseicas/ con la Medusa joven", leemos en "Carta a una joven poeta".

Hay en Gavieras un vitalismo extraordinario, una celebración de la vida, de lo fluido, del mar y la sensualidad íntimamente vinculada a la reivindicación de figuras femeninas desbordantes de plenitud: "Amigas, esperadme. Antes de que los rumbos/ enloquezcan, bebamos/ un buen vino" ("No es noche"). Y, cómo no, una exigencia del carpe noctem: "Sin la noche qué haremos finalmente" ("Epílogo a carpe noctem"). Pues eso, qué haremos sin la noche, sin las ética serena, sin la inmensa inteligencia del deseo.

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Gavieras es no solo un libro de enorme calidad poética, sino un libro profundamente abrazable, que se queda para siempre en la piel, el pensamiento y el corazón.

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Ioana Gruia es escritora y profesora de Literatura. Su último libro es El expediente Albertina (Edhasa, 2016).

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