Los libros

Arte en el infierno

Portada de 'Artistas en los campos nazis', de Javier Molins.

Artistas en los campos nazis

Javier Molins

Diseño y producción de Ana Cortils

Nagrela

Alcobendas (Madrid)

2019

Convertir un libro en un objeto de arte es lo que ha hecho la diseñadora Ana Cortils con Artistas en los campos nazis, en cuyo texto Javier Molins ha vertido sus conocimientos de los más de diez años de investigación que duró su tesis doctoral, si bien su interés por el Holocausto le viene de lejos, según afirma en la introducción.

En su texto, Molins introduce el motivo central de su trabajo informando al lector de la relación que el Gobierno nazi mantuvo con el arte. La nazificación de los comisarios, directores de los museos y artistas solo era comparable con la de la profesión médica, que alcanzó hasta el 44,8 % de profesionales simpatizantes del partido. La importancia que el nacionalsocialismo otorgó a la cultura se evidencia tanto en el énfasis que empleó para perseguir la que consideraba contraria a sus ideales como la que ensalzó como propaganda para difundirlos. Un arte oficial de exaltación de la raza aria, y un arte degenerado, así fue como se dividió en sendas exposiciones a los artistas admitidos por el régimen, Gran Exposición de arte alemán, y a los 110 “degenerados” cuya obra el propio Hitler tachó de “cháchara artística” y “obra chapucera de un niño”, en el discurso de inauguración de la primera. El arte que llamaron degenerado, afirmó el Führer, no podía considerarse “expresión de nuestra edad, y aún menos, del futuro de Alemania”. Entre los artistas degenerados se encontraban Kandisnky, Paul Klee o Chagall, por citar solo los más conocidos. El exilio fue el destino de muchos de ellos, y los campos de trabajo o de exterminio el de otros.

Dibujo de Leon Delarbre: Un camarada muerto al borde del camino. Abril. Bergen-Belsen.

Dibujar estaba prohibido en los guetos, los judíos eran obligados a entregar sus libros y el material impreso pero, no obstante, algunos artistas quisieron reflejar en sus obras la crueldad de la vida en los guetos, y Molins recoge algunos ejemplos de los realizados en los guetos de Varsovia, Terezin, o Łódź, entre otros. A estos se suman los de los artistas confinados en Dachau, Buchenwald, Mauthausen, Auschwitz, Schasenhausen; así hasta un total de 11 campos en los que estuvieron recluidos los 77 artistas a los que Molins dedica este libro. Algunos recibían encargos de sus propios carceleros nazis para que les realizaran retratos, pero también, como le ordenó Mengele a Dina Gottliebova, retrataban a los prisioneros gitanos que el terrorífico doctor utilizaba en sus experimentos genéticos.

Hasta 81 imágenes de estos artistas se muestran en este libro, procedentes de diferentes museos y exquisitamente presentadas en el apartado final. Porque lo que hace a este libro excepcional ha sido el trabajo de la diseñadora Ana Cortils, que se ha encargado del concepto, diseño y producción y ha concebido un libro-objeto bellísimo que, en sus propias palabras, “es un sentido homenaje” a estos artistas. “Los cambios de papel, tono, gramaje y tamaño recuerdan la precariedad de las condiciones a las que estaban sometidos al intentar narrar su realidad”, añade.

Prisionero agachado (1940), de Felix Nussbaum.

Con su trabajo, Cortils ha conseguido un libro de factura artesanal, donde ha cuidado hasta el más mínimo detalle. Un libro cuya forma transmite a la perfección su contenido, y donde se guía al lector, a través de elocuentes propuestas gráficas, como esas constelaciones que dibujan los trágicos itinerarios que obligaron a realizar a estos artistas, que nos remiten a un trabajo de investigación y de emoción sintetizado para el lector en un gráfico metonímico, paradójicamente bello y aterrador al mismo tiempo.

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Por todo lo anterior, aplaudimos que el Ministerio de Cultura y Deportes lo haya distinguido en sus Premios Libros Mejor Editados en 2019: “Por ser un libro experimental tipográficamente muy bien resuelto con letra grotesca y elementos bien escogidos para la composición final”. En definitiva, una joya.

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Lola López Mondéjar es psicoanalista y escritora. Su último libro es Qué mundo tan maravilloso (Páginas de Espuma, 2018).

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