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Luces Rojas

¿Por qué no mejora el PSOE en las encuestas?

Pablo Fernández-Vázquez

Más de dos años después de encajar su peor resultado en unas elecciones generales desde la transición, el PSOE no levanta cabeza. Según datos de una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de octubre pasado, la intención directa de voto al PSOE –la expresada directamente por el entrevistado, antes de que se aplique la llamada “cocina”– es de sólo un 13%. Este grado de apoyo, ya de por sí muy bajo, es incluso menor que el expresado justo después de las elecciones de noviembre de 2011, un 18%. Si la distancia entre el PP y el PSOE se ha reducido, eso se debe fundamentalmente a la erosión del PP y no a una recuperación de los socialistas.

¿A qué se debe esta incapacidad del PSOE de rentabilizar el desencanto con el gobierno de Mariano Rajoy? Los socialistas arrastran un pesado lastre de la segunda legislatura de Zapatero. La falta de reflejos para afrontar la crisis, por un lado, y la aplicación de políticas de austeridad fiscal desde mayo de 2010, por otro, generaron una imagen del PSOE como un partido que gestiona mal la economía y que está dispuesto a romper con sus compromisos ideológicos con el Estado del bienestar.

Así lo muestran los datos de opinión pública recogidos por el CIS. El primer gráfico muestra el derrumbe de la valoración de la gestión del gobierno socialista desde el comienzo de la segunda legislatura. Si entre 2006 y principios de 2008 la proporción de ciudadanos que consideraban la gestión como buena o muy buena era ligeramente superior a la de los que la consideraban como mala o muy mala, a partir de abril de 2008 el número de aquellos con una visión positiva de la actuación del Gobierno se hunde mientras crece de manera ininterrumpida el porcentaje con mala valoración.

Valoración de la gestión del gobierno socialista 2006 - 2011

Asimismo, el viraje hacia políticas de austeridad emprendido en mayo de 2010 ha supuesto un alejamiento de su electorado tradicional, especialmente de los ciudadanos situados más a la izquierda. En efecto, a raíz de los recortes, los votantes de izquierda y centro-izquierda consideran que la ideología del PSOE se ha movido hacia la derecha.

Como se puede ver en el siguiente gráfico, a partir de junio de 2010 la posición ideológica atribuida al PSOE se escora decisivamente hacia el centro. Los más sensibles al cambio de orientación de las políticas económicas son los ciudadanos en posiciones claramente a la izquierda. Es importante notar, además, que la tendencia no se interrumpe con la derrota electoral. La posición atribuida al PSOE hoy está más alejada de la izquierda que en noviembre de 2011. Parece por tanto que la labor de oposición del partido no ha sido capaz hasta ahora de restablecer las credenciales socialdemócratas del PSOE.

Este “viaje al centro” involuntario del PSOE presenta riesgos importantes, en la medida en que puede ser capitalizado por partidos situados a su izquierda, como IU, Iniciativa, Anova o Compromís, todos ellos en ascenso en las encuestas. No olvidemos que los ciudadanos de izquierda siempre han constituido el núcleo de la coalición que sustenta al partido. De hecho, en las últimas tres elecciones, los ciudadanos situados en las posiciones 1 y 2 de la escala ideológica suman un 10% del electorado socialista, mientras que los ubicados en la izquierda moderada (posiciones 3 y 4) representan otro 60%.

El problema de imagen del PSOE, además, no tiene fácil solución. En primer lugar, desde la oposición resulta complicado restaurar la confianza en la capacidad de gestionar eficazmente la economía porque no se puede hacer valer una hipotética evolución positiva de la coyuntura económica. Y prometer que la economía va a mejorar si el partido es elegido no resulta creíble. Por tanto, el mejor de los escenarios posibles para el PSOE es que la mala situación siga deteriorando la reputación del PP a la hora de llevar las riendas de la economía.

¿Puede el PSOE al menos recuperar su identidad socialdemócrata y así salvaguardar su posición dominante entre el electorado de izquierda y centro-izquierda? Ese parece ser el objetivo de la actual dirección. La Conferencia Política celebrada en octubre pasado ha sido interpretada por periodistas y politólogos como el anuncio del retorno a las esencias ideológicas del partido (“el PSOE ha vuelto”). No está claro, sin embargo, que los ciudadanos se vayan a creer que el PSOE ha cambiado realmente de orientación ideológica y que, llegado el caso, aplicaría políticas distintas de la promovidas durante el final del gobierno de Zapatero.

De hecho, la investigación que he realizado como parte de mi tesis doctoral sugiere que al PSOE le va a ser difícil convencer a los ciudadanos de un giro socialdemócrata en sus postulados. Un análisis comparado de la experiencia de las principales formaciones políticas europeas en las últimas décadas indica que, cuando los votantes advierten que detrás de un anuncio de cambio ideológico puede haber una motivación electoral, lo descuentan como un movimiento oportunista sin base real. Por lo tanto, en la medida que los ciudadanos interpreten que el giro del PSOE viene dado solamente por un intento de recuperar apoyos entre los votantes de izquierda, la estrategia de comunicación del Partido Socialista estará condenada al fracaso.

La continuidad de Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del partido tampoco ayuda a convencer a los ciudadanos de que el partido ha cambiado. En efecto, resulta más difícil de creer que el PSOE haría las cosas de manera distinta en un hipotético próximo gobierno si sigue liderado por políticos que han tenido un papel destacado en la última etapa en el poder. La experiencia reciente de otros partidos así parece confirmarlo. Según datos de un trabajo que estoy realizando con la profesora Zeynep Somer-Topcu de la Universidad de Vanderbilt (EEUU), los ciudadanos están más dispuestos a revisar su opinión sobre un partido político si éste ha cambiado de líder recientemente.

Así pues, las primarias que espera celebrar el PSOE en otoño son una oportunidad no sólo para que el liderazgo adquiera la legitimidad del apoyo popular, sino también para remozar su imagen ideológica. En ese sentido, cabe hacer dos apuntes. En primer lugar, es probable que los ciudadanos estén más dispuestos a creer un mensaje de cambio si el candidato elegido es efectivamente una “cara nueva” que no haya estado en primera fila en el pasado. En segundo, la elección de los tiempos puede ser relevante también.

Unas primarias a final de este año, a sólo unos meses de las próximas elecciones generales y ya, por tanto, con cierto ambiente de precampaña electoral, no parecen el mejor contexto para persuadir a los ciudadanos de que los posicionamientos políticos del partido no están motivados por consideraciones meramente electoralistas. Ése parece sin embargo el rumbo escogido en el comité federal del domingo pasado. El tiempo dirá si fue una buena decisión. ________________________________________________

Pablo Fernández-Vázquez es investigador doctoral en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Nueva York (NYU).Es especialista en comportamiento electoral y partidos políticos

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