Luces Rojas

‘House of Cards’, Pablo Iglesias y el Partido Socialista

House of Cards es una serie de televisión: puro entretenimiento, disfrute del público. Pero es también una indagación sobre la forma de hacer política. En concreto, en el Congreso de los Estados Unidos. Está protagonizada por Kevin Spacey y Robin Wright y es una producción de Netflix. En sus distintos capítulos, los responsables nos narran y nos muestran las artimañas, el juego sucio y las canalladas que el congresista demócrata Francis J. Underwood está dispuesto a hacer con tal de alcanzar sus metas. No es un tipejo sin escrúpulos; es un ser astuto y ruin en un mundo de petimetres maquiavélicos, de diablillos ambiciosos.

No podemos olvidar que se trata de una serie de ficción; pero tampoco hay forma de evitar las comparaciones. Lo que urden Frank Underwood y su esposa Claire –todos esos tejemanejes y complejas maniobras de poder– se asemeja en cierto sentido a lo que está sucediendo en la España poselectoral. Especialmente entre los partidos de la izquierda con más representación parlamentaria. Sin duda, habría que preguntarse quién es aquí el Underwood sofisticado y cruel. En fin, nada es comparable al glamour estadounidense de la Casa Blanca y el Capitolio. Pero miren, miren... algo se aprende.

Por un lado tenemos a Podemos y a su líder, Pablo Iglesias, acérrimo seguidor de Juego de Tronos. El miércoles 23 de diciembre, tres días después de las elecciones, Iglesias publicó un artículo en El Huffington Post titulado “A Pedro no le dejan”. Allí procedía a atacar el funcionamiento de nuestra actual democracia al tiempo que, con mucho aspaviento, se extrañaba de que Pedro Sánchez aún no se hubiera puesto en contacto con él para hablar sobre “un gobierno alternativo al de Rajoy”. Mientras trataba de poner en evidencia al Partido Socialista y al señor Sánchez, proponía un “nuevo acuerdo de país”, tendiendo la mano a todas aquellos grupos parlamentarios contrarias a las políticas del PP.

La imagen que con este planteamiento se esfuerza por transmitir Iglesias es la de un político responsable y nada partidista, exclusivamente preocupado por la buena marcha del país ante la parálisis y el inmovilismo de los demás. Se presenta, además, deseoso de mejorar la vida cotidiana de la “gente” (así, la gente en general) a la mayor brevedad posible. La "gente": esa palabra que es habitual en este chico de barrio, como santamente lo califica Antonio García Ferreras.

Sin embargo, mientras Pablo Iglesias afirmaba todo esto, las secciones territoriales de Podemos se dedicaban y se dedican a hacer cuanto podían y pueden para boicotear los gobiernos autonómicos gobernados por la izquierda. ¿Cómo entender esta contradicción o esta aparente contradicción? ¿Acaso es inocencia? ¿Quizá cinismo propio de un chico de barrio?

El 24 de noviembre Podemos votó con el PP y Ciudadanos una enmienda a la totalidad de los presupuestos de la Junta de Extremadura. La iniciativa fue presentada por la formación de Pablo Iglesias, que meses antes había apoyado a los socialistas, traduciéndose esta maniobra en la total paralización del gobierno autonómico: justo lo contrario de aquello que en su artículo dice que está tratando de evitar.

En Aragón sucede algo muy parecido. Podemos, que apoyó la investidura del candidato socialista, se ha negado a negociar cualquier tipo de acuerdo presupuestario. Existen, por tanto, muchas posibilidades de que no se llegue a ningún entendimiento antes del 1 de enero, produciéndose una vez más la parálisis política en otra comunidad autónoma.

Quizá a numerosos simpatizantes de Podemos esta actitud les parezca bien, pues al fin y al cabo el PSOE es un partido viejuno, alejado de la “gente”, únicamente preocupado por perpetuar un sistema caduco y corrupto. Puaj. Sin embargo, la parálisis política que está tratando de provocar el partido de Pablo Iglesias a nivel regional –el gobierno más cercano y que con mayor rapidez puede resolver los problemas de la ciudadanía– no sólo alcanza a gobiernos del PSOE, sino también a otras formaciones políticas progresistas.

En Asturias, por ejemplo, donde los socialistas gobiernan con Izquierda Unida, Podemos presentó dos días después de las pasadas elecciones una nueva enmienda a la totalidad de los presupuestos, votando una vez más con el PP y con Ciudadanos en contra de las iniciativas presentadas por el PSOE e Izquierda Unida. Las políticas de justicia social y de redistribución de la riqueza en Asturias están ahora mismo completamente paralizadas, con el consiguiente enfado de Gaspar Llamazares. Este último, bien dolido, invitó a Podemos, cuyos representantes ni siquiera se sentaron a negociar, a dejarse de chuminadas y a pactar directamente con el Partido Popular.

Terminaremos este recorrido en la Comunidad Valenciana, donde la formación de Pablo Iglesias gobierna en coalición con Compromís (liderado de facto por Mónica Oltra) y con el PSOE. En esta ocasión, Podemos se ha “equivocado” en reiteradas ocasiones en la votación de los presupuestos, apoyando al PP y a Ciudadanos en contra de las medidas de Compromís, el PSOE y el propio gabinete del que Podemos es sostén. Sus “errores” han generado un agujero de más de seis millones de euros en los presupuestos, perjudicando gravemente no sólo al gobierno valenciano, sino también los intereses de Compromís, sus socios en las pasadas elecciones. Esto sucedió dos días después de las generales.

Ante esta situación, el cinismo que demuestra Pablo Iglesias en el artículo citado resulta difícil de superar. ¿Seguro que quiere llegar a un acuerdo con el PSOE? ¿O es acaso la inocencia ejemplar de un chico de barrio? Mientras por un lado se muestra partidario de dialogar y pactar medidas que saquen a España del “inmovilismo” y la “parálisis”, por otro traiciona, uno tras otro, a los gobiernos de izquierdas que no están liderados por su formación.

Si ese es el concepto de lealtad que tiene Podemos, los votantes hemos de sentirnos estupefactos y hasta estafados o engañados. Este tacticismo y este oportunismo no son ejemplos de fair play; tampoco parecen una buena muestra de regeneración democrática o de respeto al adversario político. No lo sabemos con certeza, pero es probable que la ciudadanía asista desconcertada, asombrada, ante estas maniobras orquestadas en la oscuridad.

Con su actitud, Podemos demuestra, contrariamente a lo que afirma en sus declaraciones públicas, muy poco interés por el futuro inmediato de millones de personas, muchas de ellas en una situación desesperada tras años de gobiernos de derechas. En Podemos parecen estar supeditando sus ansias de poder y sus deseos de dañar, superar o desplazar al PSOE a la mejora de la vida del conjunto de la sociedad.

Dados estos antecedentes, ¿qué pueden esperar los socialistas de un acuerdo con Podemos? ¿En qué condiciones puede acudir a pactar Pedro Sánchez con Pablo Iglesias? El líder de Podemos no sólo se lo está poniendo difícil al PSOE, sino que con sus declaraciones provoca las contradicciones que existen en el seno mismo de los socialistas. Es una táctica mayestáticamente leninista: agucemos las contradicciones del rival...

En realidad, tampoco hace falta añadir mucha leña al fuego: a poco que les dejen, los barones y la dama del Partido Socialista se enzarzan en peleas y luchas internas por el poder y la preeminencia. Todos estos varones autonómicos y la señora presidenta que acaban de llamar a capítulo a Pedro Sánchez, y que al parecer quieren destituirlo, demuestran tan poco respeto democrático por las decisiones de sus militantes como Podemos por la de los votantes de izquierda. Pero no hay que echar balones fuera: el conservadurismo de los líderes territoriales del PSOE es estomagante. ¿Para qué vamos a emprender una renovación si la estabilidad de mi patrona y de mi poltrona es prioritaria?

Muchos aún estamos esperando que tomen alguna decisión sorprendente y atrevida que rompa la dinámica previsible a que nos tienen acostumbrados. ¿Hay alguien ahí? El PSOE debe renovarse con profundidad y responsabilidad, optando por un proyecto político sólido, valiente y decididamente progresista. No se trata solo de tomar o conservar el poder, sino de servir estratégica e inteligentemente a los ciudadanos.

Al Dr. Iglesias, doctor en Ciencias Políticas, le basta con tocar dos teclas –muy bien tocadas, por cierto– para destapar las contradicciones, los egos y los huevos revueltos de unos políticos socialistas que no parecen haber entendido lo que está en juego: su credibilidad como partido de izquierdas capaz de mejorar la vida de los españoles.

La actitud de los barones y de la dama socialistas ante Pedro Sánchez durante estos últimos días acaba por darle la razón a Pablo Iglesias: “A Pedro no le dejan”, se titulaba el artículo. Así parece que va a ser. No te fastidia: ahí están ellos y ella para velar por las esencias.

Muchos líderes del PSOE dan la impresión de no haber entendido nada. El triunfo de Podemos, su objetivo explícito, pasa por la fragmentación de los socialistas. Así de claro. Todas estas muestras de fricción interna es oro puro para las aspiraciones del candidato Iglesias. De modo que dejen de hacerle el juego a Podemos, vean House of Cards y piensen bien sus estrategias. La serie es pura ficción, pero se puede aprender mucho de ella. Lo que hoy son 69 escaños, mañana pueden ser 150. Y lo que hoy son 90, mañana puede derrumbarse como un castillo de naipes. Llamen a Francis J.: que sepamos está en plena campaña Underwood 2016. Tiene mucha experiencia.

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Justo Serna es profesor de Historia en la Universidad de Valencia

Alejandro Lillo es historiador, doctorando en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia

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