Luces Rojas

Coraje cívico contra la lógica de la contaminación

La ONG alemana Sea Watch lanzó a comienzos de diciembre la campaña #UnsereToten (#OurDead, en inglés) para denunciar que, como consecuencia de la política migratoria de cierre de fronteras de los Gobiernos de la UE, se priva a quienes perecen en el intento de llegar a Europa “no sólo la vida, sino también su identidad". La campaña, de la que dio cuenta infoLibre, consistió en difundir una esquela por cada una de las personas ahogadas en el Mediterráneo, con el siguiente mensaje: "No son números y cifras lo que Europa está dejando que se ahogue en el Mediterráneo, son personas. Tienen amigos y familiares, miedos y sueños. Son personas como tu y yo. Ellos son #ourdead también".

Personas, no inmigrantes, ni demandantes de asilo. Personas, adultos, mujeres embarazadas, niños, como ese niño maliense de 14 años que llevaba cosidas sus notas como certificado de buena conducta y que se hundió en el pozo marino sin atención mediática alguna, salvo para la forense italiana Cristina Cattaneo que nos ha contado su historia en su libro Naufraghi senza volto (cfr. la entrevista a la profesora Cattaneo en Libero: Historias de personas. Como las que, según relataba en este mes de enero un artículo del periodista Nicolás Castellano, trata de identificar un grupo de forenses que encabeza José Pablo Baraybar para el Comité Internacional de la Cruz Roja, a fin de tratar de identificar a los 1.050 víctimas del mayor naufragio documentado hasta ahora en las rutas migratorias hacia Europa, en abril de 2015).

Uno de los barcos de esta ONG, el Sea Watch 3 (con bandera holandesa), tras rescatar a 47 náufragos, lleva casi dos semanas pidiendo un puerto seguro a las autoridades de Malta e Italia y, en su caso, a los Gobiernos europeos. El Gobierno italiano no sólo rechaza esa petición sino que ahora, por boca del progresista Di Maio, que no del xenófobo Salvini, ha lanzado un órdago al Gobierno holandés para que acepte un “corredor humanitario” que lleve a Holanda a los 47 personas rescatadas y amenaza con llevar el caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, por la responsabilidad de Holanda en el ¡incumplimiento de los derechos humanos!

Lo más grave de todo esto es que Salvini va ganando. Sí, esa política está consiguiendo contaminar a sus socios europeos, en un fenómeno que va más allá de las políticas migratorias y de asilo aunque se sirve de ellas como mascarón de proa y abarca cuestiones más amplias de políticas públicas, hasta tocar el meollo de los principios en los que se asienta el modelo europeo, la defensa del Estado de derecho y de los principios y valores democráticos, que tienen como emblema tomar en serio los derechos humanos, lo que quiere decir los derechos de los otros, y no sólo los de nuestros compatriotas.

Esta es la verdadera amenaza. La contaminación de los partidos conservadores, liberales y socialdemócratas por la lógica de exclusión, de repliegue frente al otro, que amenaza mucho más que este o aquel modelo de política migratoria. Porque frente al giro que propician los movimientos sociales y los partidos políticos de extrema derecha, la peor opción para combatirlas es adoptar sus posiciones, por miedo a perder votos, esto es, por falta de coraje cívico para esa batalla de ciudadanía, de paideia, que quienes se afirman como defensores del Estado de Derecho –en nuestro caso, los partidos soi-dissants constitucionalistas– no deben, no pueden dejar de dar. En otro caso, como en el cuento de Pedro y el lobo, esa profecía cumplida acabará estallando ante nuestros ojos en el mes de mayo, en las elecciones europeas, en las que esas formaciones de corte xenófobo, racista, aislacionistas, parecen caminar con el viento a favor.

Insisto. Lo grave no es ya que existan esas formaciones, que aparezcan ahí donde no existían como tales (nuestro caso Vox). Lo peor es esa contaminación de la lógica que exhiben, sin complejos, políticos como Salvini. Claro que algunos de los gobiernos europeos, como el holandés, parecen dispuestos a dejarse contaminar sin poner mucha resistencia. Y por eso me parece preocupante una deriva en la toma de posición del Gobierno Sánchez que, tras haberse erigido en el mayor contrapeso del modelo Salvini, ahora se diría nada reluctante a sus tesis.

Seguramente influye en este giro la conciencia de que su primera toma de posición sobre la necesidad de organizar un sistema coordinado y seguro por parte de los Gobiernos europeos para el rescate y desembarco para las personas que se encuentran en peligro en su arriesgado viaje hacia Europa (una posición humanitaria, no lo olvidemos, pues nunca fue una alternativa de política migratoria y de asilo) es hoy una opción aislada: ya no cuenta con el más o menos tibio apoyo que había obtenido inicialmente por parte de los gobiernos de Macron y Merkel, significativamente de perfil en los últimos casos de rescate de náufragos por barcos humanitarios.

Influye también, probablemente, la arremetida de la derecha, que huele sangre gracias a la manipulación habitual de la cuestión migratoria ante las inminentes citas electorales. Es decir, parece haberse impuesto entre una parte de los spins doctors del Gobierno el tópico asentado, la profecía del miedo, que pronostica una segura pérdida de votos si se defiende una política migratoria no ya de puertas abiertas (que nunca fue ese el propósito del Gobierno Sánchez, pese a los malintencionados rumores), sino simplemente basada en la prioridad de los derechos y en la tentativa de medidas europeas, es decir, de la existencia de un plan si no obligatorio, conjunto, multilateral, por parte de los Gobiernos de la UE.

¿Espejo de demócratas o jugadores de farol?

Ciertamente, resulta difícil aceptar esta inflexión en la política migratoria y de asilo del gobierno, que se manifiesta ahora en tres líneas de acción.

La primera, la negativa a entrar en repartos multilaterales de las personas rescatadas en la ruta del Mediterráneo central, tal y como se concreta palmariamente en el caso del Sea Watch-3. La segunda, en los obstáculos a las ONG que organizan acciones de rescate en el Mediterráneo: véase las excusas de leguleyo exhibidas por el Ministerio de Fomento para impedir la salida de puerto de los barcos Open Arms y Aita Mari, que pretenden trabajar en las tareas de rescate de náufragos en esas aguas, próximas a las costas libias. Un trabajo aún más necesario hoy, precisamente porque ya no quedan barcos de organizaciones humanitarias en esas aguas, salvo el mencionado Sea Watch-3. Y, en tercer lugar, de la mano del ministro del Interior, el magistrado Grande-Marlaska, en la adopción como objetivo prioritario de una batalla por conseguir que Bruselas dote de más fondos al Gobierno marroquí, de acuerdo con la más vieja lógica de externalización del control migratorio. Ello, hasta el punto de cinismo que exhibió la secretaria de Estado de Migración en Bruselas, la Sra. Rumi, que, interrogada por los periodistas acerca de las denuncias de ONG a Marruecos por violaciones de los derechos humanos, respondió, sin complejos: “¿Quién dice que Marruecos no cumple los derechos humanos? Eso lo dirá usted”.

El Gobierno debe reaccionar, si no quiere que se le pueda aplicar el duro diagnostico sobre la izquierda italiana que hacía en 2018 el jurista especializado en migraciones, Gianfranco Schiavone: "La inerte corriente de centroizquierda italiana apoyó y asumió un enfoque político-cultural que no correspondía siquiera a la política de los partidos de derecha, sino de la extrema derecha... La izquierda italiana, que durante años ha sido incapaz de producir su propia idea política acerca de la migración, ha terminado por canibalizarse a sí misma, ofreciendo un horrible espectáculo. No es un error táctico ni estratégico: se trata de algo más serio y profundo, que podría tener nefastas consecuencias a largo plazo". Ojalá reaccionen. Aún están a tiempo.

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