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Instagram, el paraíso oculto de las 'fake news'

Un móvil con la aplicación Instagram.

Cuando se piensa en Instagram, lo primero que se nos viene a la mente son sus imágenes y sus stories idílicos que rozan el postureo junto a sus decenas de filtros con los que esta red social quiere convertir a sus usuarios en aspirantes a fotógrafos profesionales e influencers en potencia. Sin embargo, buceando un poco en sus interioridades, no todo brilla en la app del imperio de Mark Zuckerberg. Como sus hermanas mayores, Facebook y WhatsApp, está repleta de teorías de la conspiración, desinformación y noticias falsas además de miles de memes con mensajes racistas, xenófobos y homófobos. Un reciente artículo de The Atlantic calificaba a la aplicación como el "nuevo hogar del odio en Internet" debido a las miles de publicaciones y perfiles con millones de me gustas y seguidores gracias a la difusión de fake news sobre las vacunas, la familia Clinton o #QAnon, la especulación según la cual Donald Trump lucha contra la pedofilia y el "Estado profundo".

Instagram es, sin duda, una de las plataformas donde se librará la próxima batalla contra la desinformación. Aunque es la que más está pasando desapercibida en esta lucha a pesar de sus números. Propiedad del imperio tecnológico de Zuckerberg después de comprarla por 1.000 millones de dólares en 2012, cuenta con más de mil millones de usuarios a nivel mundial y más de doce en España: muy cerca de las cifras de Facebook, que suma a nivel mundial 1.560 millones de usuarios diarios, según sus últimos resultados correspondientes al primer trimestre de 2019. La aplicación consigue además que al día se visualicen más de 500 millones de stories.

Además, según datos del Reuters Institute, mientras que el uso de Facebook para consumir noticias cayó un 6% de media entre 2017 y 2018, el uso de Instagram creció: en países como Brasil, Argentina o Chile el crecimiento fue de hasta 4 puntos. Es decir, un canal perfecto con una masa crítica muy apetitosa en el que implantar la semilla de la desinformación. Sin embargo, durante todos estos años ha evitado los fantasmas de los escándalos de privacidad y la expansión de fake news que han asediado y perseguido a la empresa madre.

Inofensiva como WhatsApp

¿La razón? A Instagram le pasa algo similar a lo que sucede con WhatsApp. En el caso de la app de mensajería, sus usuarios la entienden más como un canal de sociabilización que como una red social en el que se sienten más libres y seguros ya que lo perciben como una plataforma cerrada a su círculo de confianza. Es sorprendente esta percepción de seguridad cuando todos los expertos la apuntan con el dedo como uno de los focos de contagio de las noticias falsas: la Universidad de Oxford y la agencia de noticias Reuters publicaron en junio de 2018 un informe en el que se le señalaba como el nuevo canal para la proliferación de las fake news y la culpaban directamente de la circulación de información falsa en India, Brasil, Kenia y Reino Unido.

En el caso de Instagram, basada en un contenido puramente visual, sus problemas radican en su propia naturaleza: las fotografías entendidas como contenido inofensivo. "Las imágenes son grandes propagadoras de desinformación", explica Silvia Majó-Vázquez,  investigadora del Reuters Institute for the Study of Journalism y de la Universidad de Oxford, que asegura que "los factcheckers a nivel internacional coinciden en señalar que la mayoría de bulos se transmiten a través de imágenes, más que de textos". Para esta experta esto es "plausible" ya que "la imagen exige un esfuerzo menor para procesar información que la lectura" y en las redes sociales lo que abunda es "un consumo de información más fragmentado y sobretodo de información que exija menos atención"

Su propia naturaleza inofensiva se suma a una buena fama resultado de su buena reputación entre sus usuarios. Aunque los más veteranos se han quedado en la parte de compartir fotografías más o menos artísticas de paisajes, comidas o animales en busca de likes y de cuentas de corte similar, los más jóvenes han encontrado en esta red social un nuevo canal para comunicarse con sus amigos pero también para informarse y explorar en sus gustos. Por tanto, "sus propios usuarios la perciben como una plataforma menos ideologizada, lo cual les lleva a bajar la guardia y les hace, por tanto, mucho más vulnerables", reconoce Ferran Lalueza, profesor de comunicación y de social media en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador del Grupo de Investigación en Aprendizajes, Medios y Entretenimiento (GAME).

Instagram no es Facebook, aunque es de Facebook

Esta buena fama y reputación también es producto de entender que, en esta red social, las fake news se mueven de forma "diferente" a como lo hace en Facebook. "No existe un botón de compartir y no hay la posibilidad de compartir enlaces en las publicaciones del muro", explican desde Instagram a preguntas de infoLibre sobre la desinformación. Esto, según argumenta la aplicación hace que disminuya "notablemente" el potencial de que "un contenido se extienda viralmente en nuestra plataforma".

Argumento que no comparte el profesor Lalueza, ya que para él "las redes sociales son herramientas comunicativas y, por lo tanto, ninguna está exenta de convertirse en canal de mensajes indeseables". Aunque puntualiza que determinados formatos favorecen más que otros y "al final, todo tipo de contenido tiene cabida en cualquier plataforma", en el caso de Instagram  su naturaleza "eminentemente visual" propicia "la difusión de contenidos que apelan a la emotividad, de forma que resulta adecuada para transmitir mensajes que en cambio no superarían el filtro de una racionalidad cabal".

Para la investigadora Majó-Vázquez, el problema es que las técnicas de investigación basadas en texto están "mucho más avanzadas que las que se basan en imagen". Esto explicaría que "haya mucha más evidencia científica de los problemas que afectan a Facebook en el ámbito de la desinformación que de los problemas que puedan afectar a Instagram".

Desde Instagram también admiten que comparten las mismas políticas que Facebook y no permiten contenido que "ataque a personas basándose en su raza, etnia, lugar de origen, religión, orientación sexual, casta, sexo, género, identidad de género y enfermedad seria o discapacidad". Para ello, aseguran usan tecnología para "detectar y encontrar" contenido que haya sido desacreditado por los programas de verificación de datos externos y una vez localizado "se filtra de los hashtags y de Explore".

A pesar de que comparten las mismas políticas, esta buena reputación es todo lo contrario a la de Facebook. "Instagram no está sometida a un escrutinio tan férreo como el que ya está empezando a soportar Facebook, de modo que permite a los manipuladores una libertad de acción muy conveniente para sus intereses partidistas y desestabilizadores", expone Lalueza. El profesor de la UOC apunta que la empresa californiana no hará lo mismo con Instagram, y con WhatsApp, hasta "que no sea presionada en la misma dirección" por lo que gasta entonces seguirá siendo "un eventual paraíso para los manipuladores". Y eso que su lucha contra las noticias falsas comenzó al mismo tiempo: con las elecciones presidenciales de Estados Unidos que ganó Trump.

Los 'trols' rusos

La agencia Internet Research Agency (IRA), vinculada al Kremlin, impulsó un ejército de trols para difundir campañas de desinformación trols que inluyeron en los comicios de 2016 con una inversión de 100.000 dólares para 3.000 anuncios en más de 400 cuentas. Según datos de Facebook de noviembre de 2017, unos 29 millones de estadounidenses vieron estos contenidos en la red social, y unos veinte lo hicieron en Instagram. Sin embargo, un año después, un estudio del Senado de EEUU concluyó que esta agencia rusa logró 187 millones de interacciones entre 2015 y 2018, el doble que en la plataforma que da nombre al imperio californiano (77 millones) o que en Twitter (73 millones).

"Instagram jugó un papel muy significativo en la operación de influencia del IRA, algo que los ejecutivos de Facebook parecen haber evitado mencionar en el testimonio del Congreso", asegura este informe. Según recoge Bloomberg, el dosier explica que este hecho podría "ser un indicador de que la plataforma es más ideal para la guerra de los memes". "Aunque la operación de Facebook recibió más atención en la prensa general, se creó más contenido en Instagram, y el compromiso general de Instagram superó al de Facebook", afirma el documento del Senado publicado el pasado mes de diciembre.

Este informe llega después de que Facebook haya llevado a cabo una limpieza de cuentas en la red social y en Instagram relacionadas con la Internet Research Agency desde 2017. Sólo en abril de 2018, la compañía informó que había cerrado más de 200 páginas y perfiles controladas por Rusia. Esta decisión de eliminar concretamente estas cuentas en ambas plataformas no se debió al contenido si no a que "estaban controladas por la Internet Research Agency".

¿Un refugio para la extrema derecha?refugio

Pero Instagram no sólo tiene problemas con los trols rusos. Esta red social se ha convertido en los últimos años en un "refugio" para la extrema derecha. La explicación para Lalueza se encuentra en que "el extremismo ofrece una visión muy simplista de la realidad y suele recurrir al populismo y la demagogia para captar y fidelizar partidarios" ya que al ser una plataforma "eminentemente visual" y "nunca ha destacado por transmitir contenidos sesudos ni argumentaciones sofisticadas" puede ser el rincón elegido por estas ideologías que "apelan a las emociones más primarias y obvian los planteamientos más racionales". Tal y como explicó  The Daily Beast en octubre de 2018, este cobijo se ha ido produciendo a medida que otras redes sociales, como Facebook, han suprimido publicaciones con discursos de odio y de apoyo al nacionalismo y al supremacismo blanco que impulsan perfiles y cuentas relacionadas con esta ideología. 

Era el caso de Alex Jones, un locutor estadounidense que lleva décadas propagando conspiraciones desde la página web y el podcast que él mismo fundó, Infowars. Entre sus hits más recientes se encuentra la teoría de que el tiroteo en la escuela primaria Sandy Hook, en el que murieron veinte niños y seis adultos en 2012, se trató de una "farsa". En octubre de 2018, tanto Facebook como Twitter y YouTube suprimieron su página de sus plataformas, aunque en el caso de la red propiedad de Zuckerberg mantuvo operativa su cuenta personal. Sin embargo, en Instagram pudo continuar con normalidad.

Casi siete meses después, Facebook anunció a primeros de mayo que prohibía al considerar que "fomentan la violencia" tanto en su red principal como en Instagram la cuenta de Alex Jones e Infowars además de las de otros cuatro líderes de opinión vinculados con la ultraderecha. Se trata de Milo Yiannopoulos –una de las estrellas de Breitbart–, Paul Nehlen, Paul Joseph Watson y Laura Loomer. En la lista también se encuentra Louis Farrakhan, un predicador radical de Chicago vinculado al grupo Nación del Islam que ha hecho declaraciones antisemitas en repetidas ocasiones .

Los antivacunas también en Instagram

Otro de los frentes que tiene abierto Instagram, y también Facebook, es el movimiento antivacunas. Aunque el pasado mes de marzo la tecnólogica aseguró que también iban a combatir "la desinformación sobre las vacunas a través de la reducción de su distribución y proporcionando a las personas información autorizada sobre el tema".

Sin embargo, según apunta The Atlantic, una cuarta parte de las publicaciones en Instagram con el hashtag #vaccines contenían mensajes de antivacunas. Asimismo, Business Insider también desveló a finales de abril que hashtags como #antivaxx, #vaccineskill o #vaccinescauseautism además de memes antivacunas siguen estando muy activos en la plataforma con centenares de publicaciones. Y esto a pesar de que en marzo un portavoz de la red social aseguró a la CNN que bloquearían este tipo de temáticas.

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¿Cómo mejorar Instagram?

Una vez que se es consciente de que en Instagram también hay fake news, lo importante ahora es saber detectarlas debajo de todo el postureo y filtros que habitan en esta red social. Para Lalueza, la clave es actuar de forma "reactiva". "Los instrumentos basados en la inteligencia artificial y orientados a la detección automatizada de contenidos inadecuados carecen de las sutilezas requeridas para ser realmente efectivos a día de hoy", explica el profesor de la UOC. Asimismo, también destaca que "los equipos humanos de moderación, a su vez, carecen de la dimensión necesaria para supervisar la ingente cantidad de información que se difunde a cada instante en la plataforma".

Dificultades similares detecta Majó-Vázquez, que asegura que aún queda "un largo recorrido para mejorar la detección de imágenes falsas y la identificación de información dentro de esas imágenes". Aunque es un campo, explica esta investigadora de la Universidad de Oxford, en el que se trabaja "intensamente" aún queda como tarea pendiente "automatizar de forma fiable y sin afectar la libertad de expresión, la identificación de contenido susceptible de incitar al odio o de contenido falso" la búsqueda de fotografías falsas. Y le da un tirón de orejas final a la empresa de Zuckerberg, ya que entiende que "colaborar de forma abierta con los investigadores, una demanda que hace tiempo hemos dirigido a los gobiernos, la UE y las mismas plataformas, ayudaría a avanzar algo más rápido". Todo sea por volver al paraíso del postureo fotográfico.

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