Conflicto palestino-israelí

Ladrillos contra la paz

Ladrillos contra la paz

Hace casi 20 años una foto dio la vuelta al mundo. En la imagen aparecía en el centro un sonriente Bill Clinton, flanqueado por el primer ministro de Israel, Isaac Rabin; y el líder de la OLP, Yasir Arafat. Los tres mandatarios celebraban la firma de los Acuerdos de Paz de Oslo destinados a iniciar una nueva etapa en la tortuosa y eterna historia de las negociaciones entre israelíes y palestinos. Dos décadas después, otro presidente de EE UU, Barack Obama, aspira a protagonizar una foto similar porque los problemas de fondo del conflicto, cuya solución se negoció en la capital noruega, siguen tan enquistados como siempre. Ni el estatus de Jerusalén, ni el regreso de los refugiados palestinos, ni la extensión de los asentamientos israelíes, ni la seguridad y la delimitación de las fronteras han avanzado apenas, pese a la redacción de innumerables hojas de ruta y la celebración de infinitas reuniones. Entretanto, un conflicto con altibajos de violencia en Oriente Próximo, pero siempre latente, una guerra que algunos analistas definen con humor negro como la guerra de los 2.000 años.

Por la presión de Washington, que necesita estabilidad y prestigio en una zona cada vez más convulsa por la guerra civil en Siria, israelíes y palestinos han aceptado a regañadientes sentarse de nuevo, a partir de este miércoles, en una mesa de negociaciones. De todos modos, el escepticismo predomina entre los expertos en Oriente Próximo, acostumbrados a constatar un fracaso tras otro, aunque valoran el esfuerzo por el diálogo. “Hay todavía una multitud de cuestiones que dividen a las dos partes, pero al menos pueden discutirlas a partir de ahora”, señala Kevin Connolly, corresponsal de la BBC en Jerusalén. Ahora bien, la mayoría de observadores ha considerado un mal presagio el reciente anuncio del Gobierno israelí, que dirige el conservador Benjamin Netanyahu, de aprobar la construcción de casi un millar de nuevas viviendas al sur de Jerusalén.

Se trata de una medida que los palestinos han considerado una provocación porque supone, en total, el otorgamiento de unos 3.300 permisos para edificar sobre suelo palestino en los últimos ocho días. Pero a Israel no parece preocuparle ni la airada reacción de sus vecinos ni la doctrina de la ONU que considera ilegales los asentamientos. No es ninguna novedad porque desde hace mucho tiempo, los gobiernos israelíes, con el manto protector del amigo americano, se han permitido ignorar olímpicamente las resoluciones de Naciones Unidas. Así pues, fieles a la política de palo y zanahoria, los partidos de la coalición que encabeza Netanyahu han dado luz verde, como gesto de buena voluntad, a la liberación de un centenar de presos palestinos a lo largo de los próximos nueve meses. Los primeros 26 prisioneros deben ser puestos en libertad durante esta semana.

Israel bombardea lanzacohetes en Gaza mientras excarcela a 26 presos palestinos

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Del otro lado, los palestinos acuden a la cita negociadora en una situación de debilidad y división. Mientras la Franja de Gaza sigue controlada por los radicales de Hamás, la autoridad de Mahmud Abbas apenas se deja sentir en Cisjordania y, así y todo, el histórico líder ha tenido que encajar la dimisión de su primer ministro, el independiente Rami Hamdalá, el pasado mes de junio. Desde el año 2006 no se han celebrado elecciones generales en los territorios palestinos y cabe recordar que Hamás ganó aquellos comicios. Tras una breve guerra civil entre palestinos, Al Fatah, el grupo de Abbas, se hizo con el control de Cisjordania mientras los islamistas se atrincheraban en Gaza.

Habrá que confiar en el interés de Washington para alcanzar acuerdos y no caer en el pesimismo más profundo. Pero la propia prensa norteamericana ha denunciado que la extensión del ladrillo en los asentamientos judíos no presagia nada bueno. “El calendario de los planes de vivienda puede formar parte de un cálculo político”, ha titulado The New York Times con su asepsia habitual. Si reparamos en que el Ministerio de la Construcción y la Vivienda de Israel está en manos del partido Hogar Judío, que representa directamente a los colonos, pocas perspectivas se abren para que el Gobierno de Netanyahu respete las resoluciones internacionales y negocie de verdad. El titular de ese departamento, Uri Ariel, fue rotundo cuando en marzo pasado afirmó que “la construcción de asentamientos proseguirá más allá de la línea verde, de acuerdo con la política del Gobierno y en el mismo orden y magnitud”.

Con este panorama de fondo se comprende que los Acuerdos de Oslo se hayan quedado en papel mojado en las cuestiones fundamentales. No parece fácil, pues, que Obama y su secretario de Estado, John Kerry, puedan colgarse una medalla de pacificadores como lo hizo Clinton. Aunque, con el paso del tiempo, aquella foto haya servido para bien poco.

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