Conflicto palestino-israelí

Un escudo humano en Gaza: “Estamos dispuestos a pagar el precio que haga falta”

Un escudo humano en Gaza: “Estamos dispuestos a pagar el precio que haga falta”

"Según dice Amnistía Internacional, Gaza es la mayor cárcel del mundo. Yo diría incluso más: Gaza es el mayor campo de exterminio del mundo". Quien se muestra así de tajante es Manu Pineda, un activista español de la Asociación Unadikum que estos días se encuentra en la Franja ejerciendo de escudo humano frente a los ataques israelíes que ya han dejado más de 1.100 muertos y millares de heridos y refugiados.

Pineda no se arruga cuando relata la situación en Gaza, aunque no puede evitar ir subiendo el tono mientras se indigna. "Israel se está cebando con las familias. Hay una enorme cantidad de niños que han asesinado... tan sólo esta noche, nosotros hemos recogido en la zona media de la Franja de Gaza siete niños, y nos hemos vuelto dejando otros 20 cuerpos que no podíamos sacar debajo de unos escombros, entre ellos 12 de niños", explica el activista. "Ayer bombardearon una placita que hace las veces de parque infantil. Bombardearon sobre los niños, mataron a 10 y dejaron a 50 heridos", abunda.

También se extiende al detallar los ataques de Israel contra varios centros sanitarios situados en la zona palestina. "Atacaron un hospital con pacientes en coma en el que nos encontrabamos para hacer de escudos humanos. Tuvimos que sacar a los pacientes en condiciones pésimas, desconectándolos de un tirón de las máquinas", explica Pineda, que es tajante al afirmar que lo que salvó la vida a estos enfermos fue, precisamente, la presencia de los activistas extranjeros. "Si nosotros no llegamos a estar dentro hubieran lanzado misiles de una tonelada que hubieran destruido el edificio completamente. Pero al estar nosotros dentro, no bombardearon con los [aviones de combate] F-16, sino con tanques y drones", cuenta el voluntario, que explica que Israel procura no matar ciudadanos extranjeros para evitar incidentes internacionales.

"Pero una vez que salimos nosotros y el hospital estaba evacuado sí que han mandado los F-16 y lo han dejado como una alfombra", señala indignado Pineda. Por ello el activista y sus cinco compañeros de diferentes nacionalidades han cambiado de táctica y ahora se dedican a viajar en las ambulancias que transportan a los heridos para evitar que sean bombardeadas por el ejército israelí. "Nosotros hemos comunicado a la ocupación que seis activistas internacionales vamos en las ambulancias, pero no hemos dicho en cuáles", relata. La estrategia es peligrosa: "Ellos tienen que asumir el riesgo de que si atacan las ambulancias pueden matar a ciudadanos internacionales, que esperemos que les importen más que los palestinos".

La ONU, desbordada

Y más allá de las muertes, Pineda incide en que la situación de los refugiados es desesperada. "Ahora mismo la mayoría de las familias de Gaza deciden estar todo el día juntos en una habitación, porque quieren sobrevivir juntos o morir juntos", relata con crudeza el activista, que también hace hincapié en que la ayuda humanitaria está desbordada. "La UNRWA [siglas en inglés de Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo] ha habilitado todos sus centros para que se alojen en sus instalaciones quienes ven destruidas sus casas. Todas esas instalaciones tienen capacidad para 50.000 personas, pero ahora mismo hay 180.000 que las necesitan, y hay gente deambulando con una colchoneta por la Franja porque no tienen donde ir".

La interpretación de Pineda es terminante. "Israel quiere dar un mensaje claro: que no tiene limite, que puede hacer lo que quiera y no va a tener contestación: con estos asesinatos, con bombardeos de ambulancias, de geriátricos, de centros de discapacitados, le está diciendo a todo el mundo que hace lo que le da la gana con el apoyo de la comunidad internacional", afirma tajantemente. Y es que la falta de respuesta internacional es precisamente, según el activista, el elemento clave que da alas a Israel en su ofensiva.

"En España nadie está libre de que un navajero te mate, pero sabes que la Justicia va a intentar perseguirlo. Aquí lo dramático es que Israel mata a los niños y los padres los entierran sin ninguna esperanza de que el crimen sean perseguido, porque tienen el apoyo de la comunidad internacional, de esos gobiernos lacayos que luego mandan un contenedor de tiritas para que [los supervivientes] se las pongan en las heridas que les han hecho las armas que han vendido a Israel", denuncia indignado Pineda.

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Boicot comercial

¿La solución? Para el activista, el único método de presión que puede hacer plantearse su política a Israel es el boicot comercial. Por ello, muestra su apoyo a las manifestaciones que se están produciendo ante la embajada israelí en España, pero asegura que es necesario cambiar el destinatario de las protestas. "Nuestros gobiernos, las democracias, son complices necesarios. Por eso hay que hacer manifestaciones ante el Ministerio del Interior, y ante las embajadas de Alemania y Francia, que son los que marcan la línea de nuestro Gobierno".

Con este panorama, Pineda es claro: sabe que puede que no vuelva a casa. "Si yo te dijera que no tengo miedo sería o un embustero o un loco", comenta. "A mi me han caído bombas cerca, ayer lanzaron tres misiles contra nuestro coche, algo que interpretamos como un aviso porque si nos hubieran querido dar, nos dan", abunda el activista, que igualmente cuenta que "por la noche, cuando estábamos recogiendo cadáveres, seguían cayendo las bombas cerca de nosotros". No obstante, afirma que seguirá corriendo el riesgo. "Ahora que los palestinos las están pasando canutas, estamos dispuestos a pagar el precio que tengamos que pagar".

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