El Partido Conservador de David Cameron ha obtenido 331 escaños en la Cámara de los Comunes, según el recuento ya definitivo y que sitúa a
los tories cinco diputados por encima de la mayoría absoluta.
Tras una larga noche de recuento en las 650 circunscripciones, los conservadores se han hecho con el escaño de la última comunidad que quedaba por repartirse.
Con esta victoria,
han sumado un total de 331 diputados, lo que les garantiza una mayoría suficiente que se ampliaría teniendo en cuenta que
los cuatro diputados del Sinn Fein tradicionalmente no toman posesión de su asiento.
El Partido Laborista, que aspiraba a gobernar Reino Unido durante los próximos cinco años, se ha tenido que conformar con 232 diputados,
26 menos que los obtenidos en 2010.
En tercera posición ha irrumpido el Partido Nacional Escocés, que ha rozado el pleno al lograr
56 de los 59 escaños a los que optaba. En el lado contrario, el Partido Liberal Demócrata se ha desplomado hasta quedarse con
ocho diputados.
El Partido de Gales ha obtenido tres representantes, mientras que el Partido por la Independencia de Reino Unido (UKIP) y el Partido Verde se han quedado lejos de sus expectativas al quedarse con
sólo un escaño cada uno.
Los 18 escaños restantes han quedado repartidos entre un amplio abanico de partidos que compartirán legislatura de nuevo con un Gobierno
tory.
La oposición en Reino Unido, descabezada
La contundente victoria lograda por David Cameron ha provocado la dimisión en cadena de los líderes de los otros tres grandes partidos del país.
La más previsible era la del líder de los laboristas,
Ed Miliband, quien tras el fuerte varapalo sufrido no ha dudado en entonar el
mea culpa y apartarse a un lado.
Antes de que se conocieran los resultados definitivos (331 escaños para los conservadores y 232 para los laboristas), Miliband ha asumido la
"responsabilidad total y absoluta" del mal resultado y ha anunciado su renuncia, con el fin de permitir que el partido abra de forma inmediata un "debate abierto y honesto" sobre su futuro.
Asimismo, tras poner a su hasta ahora número dos al frente de forma cautelar, Harriet Hartman, ha invitado a los suyos a que lleven a cabo el proceso con "civismo y camaradería", intentando con ello zanjar
potenciales divisiones como las que habían marcado en los últimos años al Laborismo con la guerra abierta entre los ex de Tony Blair y Gordon Brown, y la lucha fratricida que él mismo mantuvo en 2010 por el liderazgo.
Los laboristas deberán elegir próximamente al que será su cuarto líder en menos de una década. Los medios especulan ahora con quién tomará las riendas del partido, máxime cuando el que podría haber sido el heredero natural de Miliband, el "ministro" de Finanzas en la sombra, Ed Balls, no ha conseguido un escaño en las elecciones. En las quinielas están precisamente su esposa, la hasta ahora portavoz de Interior, Yvette Cooper; así como el responsable de Salud, Andy Burham, ambos ex ministros con Gordon Brown.
Tampoco tenía ante sí una tarea fácil en estas elecciones el líder del Partido Liberal Demócrata,
Nick Clegg. Su decisión de entrar en la coalición con los conservadores ha pasado factura a su formación, que además
no ha sido capaz de sacar adelante algunas de sus grandes promesas, como la reforma del sistema electoral.
Un modelo conocido como
first past the post, por el que el más votado se lleva el escaño en cada circunscripción, que su partido
lleva años denunciando que le perjudica, ya que su porcentaje de votos a nivel nacional no se ve traducido en un número considerable de escaños.
En esta ocasión, los sondeos auguraban que Clegg podría incluso perder el escaño que ocupaba hasta ahora, algo que finalmente no ha ocurrido. Sin embargo,
los liberaldemócratas han visto cómo los 57 escaños que obtuvo en 2010 han quedado reducidos a tan solo ocho.
Clegg ha reconocido que el partido vive "su momento más negro" desde su fundación y que, "finalmente, el resultado ha sido más demoledor y duro de lo que había temido".
Está por ver ahora quién sucede a Clegg, teniendo en cuenta también que
algunos de los pesos pesados de la formación han quedado fuera de Westminster.
Por último, el líder del Partido para la Independencia de Reino Unido (UKIP), Nigel Farage, se ha visto obligado a renunciar para cumplir con el órdago que él mismo planteó hace unos meses:
si no conseguía un escaño en estas elecciones, tras el fracaso en 2010, abandonaría la jefatura del partido que comandaba desde 2011.
En su caso, sin embargo, ha sido una renuncia a medias, ya que
se ha reservado la baza de presentarse al puesto en el Congreso que celebrará el partido en septiembre. "Soy un hombre de palabra", ha afirmado, anunciando su renuncia y que deja temporalmente el testigo a la 'número dos', Suzanne Evans.
En todo caso, su derrota es más agridulce si cabe que las de Miliband y Clegg, puesto que, con él al frente, tal y como ha destacado el partido, el UKIP ha logrado los mejores resultados de su historia: un 12,6% de los votos. Sin embargo, el sistema electoral le ha penalizado, ya que estos se han visto traducidos en un único escaño,
a falta de 3.000 papeletas.
Increíble la aparición de la vicepresidenta buscando un paralelismo entre el éxito del partido conservador británico, en contra de lo que vaticinaban las encuestas, y el PP. CON UNA SONRISA INFANTIL y una expresión entre complicidad y chulería. No ha tenido en cuenta que la situación económica de los dos países no tiene nada que ver y, sobre todo, se olvida de que el PP es el partido de la mentira y la corrupción. Un pequeño detalle.
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