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Tratado de Libre Comercio

Expertos europeos y de EEUU alertan de que el TTIP daría “la llave” a las multinacionales

Algunos de los ponentes en la jornada sobre el TTIP: Melinda St. Louis, Yannick Jadot, Pierre Defraigne y Denis Redonnet

Explorar “algunos mitos populares sobre el TTIP”. Esa fue la intención de la conferencia organizada por el grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea en la Eurocámara este miércoles, un encuentro que contó con la participación de dirigentes políticos, sindicalistas, empresarios y lobistas europeos y norteamericanos y en el que quedó patente la fuerte controversia que existe en torno a asuntos como el polémico tribunal de arbitraje entre Estados y empresas (conocido por ISDS, en sus siglas en inglés).

El encuentro se llevó a cabo durante toda la mañana del miércoles en una sala de la sede de Bruselas del Parlamento Europeo abarrotada de periodistas, activistas y personas interesadas en el tratado. El acto estuvo dividido en tres paneles, cada uno de los cuales contó con la participación de tres ponentes diferentes y que abordaron algunos de los motivos que ofrecen tanto la Comisión Europea como el Gobierno de EEUU para defender la firma del TTIP: la necesidad de “contener a China y ligar EEUU con Europa”, los efectos positivos en materia de creación de empleo y la creación de un “estándar para el comercio global” que marcaría la pauta de los próximos acuerdos comerciales a causa del inmenso mercado que abarcaría –la UE y EEUU ya abarcan en torno al 50% del comercio global–.

En primer lugar intervino Pierre Defraigne, director ejecutivo de la Fundación Madariaga College of Europe, un think tank proeuropeísta. Defraigne, ex director general de Comercio de la UE, proclamó su simpatía a EEUU y a la OTAN, pero sostuvo que esto no implicaba que apoyase el TTIP, un acuerdo que a su juicio permitiría “que los lobbies extiendan su dominio a Europa” y daría "la llave" a las multinacionales. “EEUU es muy diferente a Europa, y dado que ya dependemos de EEUU en materia de seguridad, no tiene sentido depender de ellos también en materia tecnológica o medioambiental”, afirmó, para alertar de que el acuerdo supondría un paso más en la desregulación económica “e intenta colocarnos en una vía de bloques comerciales enfrentados en el mundo”.

“Existen muchas diferencias de modelo: EEUU es lo que es y nosotros también, y no tenemos nada que ver en protección alimentaria, fracking, o en la forma que tenemos de legislar, anticipándonos a un posible daño de un producto y no prohibiéndolo a posteriori” cuando se comprueba que es nocivo, explicó Defraigne, que negó taxativamente que un tratado como el TTIP pudiese contener el ascenso económico de China. “China tiene el poder de mandarnos al cuerno: tiene dinero, tiene hombres y tiene el mayor mercado interior, lo que le da un margen de maniobra que hay que tener en cuenta”, alertó. Y criticó que la UE, “en lugar de hablar a igual con EEUU sobre su política con China”, se limita a “seguir el juego” al país norteamericano.

También tuvo tiempo Defraigne de criticar duramente en su intervención a la comisaria europea de Comercio, Cecilia Mälmstrom, que descartó que el TTIP pudiera provocar que algunos sectores de la economía europea quedasen subyugados ante el poderío de las empresas estadounidenses por el hecho de que la UE representa un mercado más grande –en torno a 500 millones de habitantes– que el norteamericano –alrededor de 300 millones–. “Nunca he oído una tontería de semejante calibre”, aseguró taxativamente el ponente, que contradijo a la dirigente y aseguró que la UE “está en desventaja con EEUU porque ellos tienen un mercado único y una moneda única”, algo que sólo ocurre parcialmente a nivel comunitario. “Con EEUU no se puede negociar un tratado de libre comercio porque por primera vez negociamos con alguien más fuerte que nosotros”, remachó.

“¿A qué valores nos referimos?”

“Como UE estamos preparados, gracias a la integración [entre Estados] que tenemos, para sentarnos en la mesa de negociaciones con EEUU”, contrapuso Denis Redonnet, de la Dirección General de Comercio de la Comisión Europea, que se mostró “convencido” de que la firma de un acuerdo como el TTIP no supondría “una pérdida de soberanía en materia normativa”, una posibilidad que estuvo presente en varias de las intervenciones de los ponentes, ya que la intención de los negociadores es la armonización de algunas políticas y estándares entre los dos bloques, algo que para los contrarios al TTIP podría conllevar rebajas a nivel de derechos sociales, protección del medio ambiente o derechos laborales. “Se trata de aumentar compatibilidad normativa, y no creo que se vaya a perder soberanía, sólo se va a llevar a cooperar a nivel reglamentario”, aseguró Redonnet.

Mucho menos optimista se mostró Melinda St. Louis, responsable de campañas internacionales de Public Citizen, una organización estadounidense de defensa de los consumidores. “La cooperación regulatoria potenciará el papel de los lobbies”, aseguró sin dudas durante su intervención, en la que criticó que el presidente de EEUU, Barack Obama, pretenda presentar el TTIP como un acuerdo que debe servir para contener el auge económico de China preservando los “valores” norteamericanos. “El TTIP se ha hecho a puerta cerrada, con acceso privilegiado para 500 representantes de la industria, y contiene mecanismos como el ISDS [el tribunal de arbitraje privado entre empresas y Estados] ¿A qué valores nos referimos?”, se preguntó retóricamente la activista.

Hans-Jürgen Völz, representante de la Asociación Federal de Pymes alemana, defendió igualmente los procesos de certificación de productos europeos, más exigentes que los estadounidenses y que el TTIP pondría en el punto de mira. “Tenemos que mantener los procesos de homologación europeos, largos y farragosos”, pidió Völz, que planteó que la armonización entre la normativa de la UE y la de EEUU a este respecto se haga tomando como modelo las prácticas europeas. “En EEUU se pueden llevar al mercado productos cuando nuestras empresas están aún haciendo pruebas. Debemos velar porque las normas y cadenas de protección global, que las normas que hemos fijado en la UE, que son más elevadas que en el resto del mundo, se puedan proteger”.

Frenar la capacidad regulatoria

Por su parte Sharon Treat, integrante de la Comisión de Política Comercial del Estado norteamericano de Maine, alertó de que, en la práctica, la cooperación regulatoria en este tipo de aspectos supondría frenar la capacidad legislativa de Estados como California o el propio Maine, con regulaciones más estrictas, ya que la norma el TTIP se firmaría a nivel federal. “Por ejemplo: a nivel de cosméticos, California está contemplando mayores regulaciones, igual que Maine, pero al Gobierno federal no le preocupa nada”, explicó Treat, que sostuvo que “si se elimina este nivel de regulación no habrá protección, por ejemplo, para los niños expuestos a sustancias tóxicas”.

“Quizá estoy hablando de una perspectiva demasiado localista”, admitió la ponente, que sin embargo alertó de que “la Comisión Europea propugna una cooperación que plantea que la legislación, antes de entrar en vigor, se podría cambiara través del llamado Consejo de Cooperación Regulatoria, un órgano del que aún no se conocen cuáles serían sus funciones exactas –los documentos hechos públicos por la Comisión Europea sólo las esbozan– pero que tendría la capacidad de emitir informes sobre las leyes propuestas en todos los niveles de gobierno de los Estados. “Estaría compuesto de funcionarios, no de cargos electos, y eso es una perversión de la democracia”, denunció Treat. “A mi me encantaría que el TTIP conllevase una armonización al alza, pero esto implica a las grandes corporaciones, y todavía no he oído a nadie ir en esa línea”, zanjó.

El del tribunal de arbitraje privado para resolver las disputas entre inversores y empresas que genera división entre los propios eurodiputados, incluso los favorables al TTIP–fue otro de los temas más candentes de la conferencia. Este ISDS –un mecanismo que ya existe en otros tratados comerciales en los que participan la UE y EEUU– funcionaría como una corte paralela a los sistemas de justicia europeo y norteamericano ante la cual las compañías podrían denunciar a los Estados por cambios legislativos que entiendan que contradicen el TTIP, y exigirles compensaciones económicas por los beneficios potenciales que perderían con estas modificaciones normativas.

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La mayor parte de los ponentes se mostraron contrarios a un mecanismo que ayudaría a las empresas a sortear los tribunales convencionales y además aumentaría la división entre pequeñas y grandes empresas, tal y como alertó Hans-Jürgen Völz. “Una pyme no puede permitirse, ni mucho menos, un proceso de ISDS”, aseguró tajantemente el empresario, que señaló que el establecimiento de un tribunal de estas características en el TTIP perjudicaría a la mayor parte de las compañías. “La aplastante mayoría de las empresas alemanas son pymes, no grandes empresas. Son ellas las que velan a nivel internacional por mantener el nivel de bienestar altísimo que hemos tenido en Alemania”, afirmó.

Quien se mostró más favorable a la firma del tratado fue Peter Chase, vicepresidente de la delegación para Europa de la Cámara de Comercio de los EEUU. Y no lo ocultó en ningún momento, ya que desde el inicio de su intervención planteó que trataría de convencer a la audiencia de las bondades del TTIP. Lo hizo apelando, fundamentalmente, al empleo: “La mayoría estudios y el sentido común”, según Chase, aseguran que el tratado traerá puestos de trabajo a Europa y EEUU, ya que “abre el mercado, quita cargas a los empresarios, les hace más fácil comerciar y más barato comprar”. Datos contrarios a los que sostiene un estudio realizado por Jeronim Capaldo, profesor de la Universidad Tufts, que asegura que la aprobación del TTIP provocaría la destrucción de 600.000 empleos sólo en la UE.

“Yo aprecio a las multinacionales, son las que potencian la globalización, pero no se les puede dar la llave”, había asegurado minutos antes Pierre Defraigne, que sostuvo en referencia al TTIP que “uno no puede disociar el mercado de las instituciones”. Y lanzó una advertencia estratégica para los contrarios al tratado: “Hay que atacar al TTIP en su esencia, la amenaza democrática radica ahí. Ojo con llevar demasiadas luchas sectoriales: insistamos en lo esencial”.

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