Proceso de paz en Colombia

“La negociación es más ética que la dicotomía de vencedores y vencidos”

“La negociación es más ética que la dicotomía de vencedores y vencidos”

Sergi Tarín | Valencia

¿Cómo incluir la voz de las mujeres en el proceso de paz de Colombia? ¿Cómo trasladar a la mesa de negociación de La Habana sus experiencias de paz o el horror de la memoria como víctimas? Estas son algunas de la preguntas esenciales planteadas este fin de semana en las III Jornadas Internacionales Mujeres, Derechos Humanos y Paz en Colombia. Se trata de un encuentro organizado por la Mesa de Apoyo, plataforma fundada en 2007 e integrada por 24 organizaciones de mujeres de España y Colombia. Las anteriores jornadas, en 2008 y 2011, también fueron promovidas por la ONGD Atelier con la colaboración de la Universidad de Valencia y la Generalitat Valenciana.

“Preferimos una paz imperfecta a un conflicto centenario”, explica Ángela María Robledo, congresista en la Cámara de Representantes de Colombia por el Partido Verde y copresidenta de la comisión de los Acuerdos de Paz desde 2010. Para Robledo esta es “la última oportunidad de paz para toda una generación de luchadoras”. Desde septiembre de 2012, el Gobierno y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), la guerrilla más antigua de América Latina, dialogan para callar los fusiles de una guerra que solo desde los años sesenta ha dejado entre 220.00 y 350.000 muertes, según distintas estadísticas.

Además, según la Unidad de Víctimas, se contabilizan 7.712.041 damnificados, de los que el 47,9% son mujeres. La cifra representa el 20% de la población. De ellos se estima que, entre 1985 y 2013, se registraron 5,9 millones de desplazamientos, el 12% del censo. De hecho, Colombia es después de Siria, el país con más desplazamientos forzados. Y existen 5.374 víctimas de delitos contra la libertad y la integridad sexual. De estos registros, entre 2011 y 2014, solo existen 181 mujeres víctimas reconocidas bajo sentencia. “Algo que da idea de los niveles de impunidad en el país”, lamenta Robledo, quien ve en la magistral obra del colombiano Gabriel García Márquez, Cien años de Soledad, una gran metáfora de la desmesura y la gran frustración de la sociedad colombiana: “Aureliano Buendía libró 32 guerras, no ganó ninguna y su mayor tragedia es que no podía amar”.

Refugiadas políticas

Y una cuestión de amor por la paz ha sido el compromiso de muchas mujeres durante años. “La paz no nace ahora con el proceso, sino que se ha venido construyendo desde la base y con mucha antelación al Gobierno”, destaca Mª Solángel Mosquera, de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Indígenas y Negras de Colombia (ANMUCIC), que con 27 delegaciones departamentales es la entidad femenina campesina más importante de América Latina. Leonora Castaño fue su presidenta entre 1987 y 2003, año en que se exilió a España debido a las continuas amenazas de muerte a ella y su familia por parte de los paramilitares. Desde 2013, junto con otras refugiadas políticas que recientemente han conformado la Colectiva de Mujeres Refugiadas, Exiliadas y Migradas en España, buscan incluir su experiencia como expatriadas en la mesa de negociación, concretamente en el punto de Memoria y Verdad después que se haya cerrado el de Víctimas. Las refugiadas proponen celebrar en España una gran audiencia pública que recoja sus expectativas y sus memorias en el extranjero. Y aunque resulta complicado enumerar las víctimas que salen del país por motivos estrictamente políticos o económicos derivados del conflicto, se contabiliza en 6 millones la gran diáspora colombiana.

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Según Castaño, el resultado de esa gran puesta en común podría canalizarse a través de la Subcomisión de Género en La Habana, una apuesta inédita en procesos de paz anteriores y que se constituyó el 7 de septiembre de 2014, liderada por María Paulina Riveros, de parte del Gobierno, y Victoria Sandino Palmera, por las FARC. Entre diciembre de 2014 y marzo de 2015, esta subcomisión se reunió con 18 representantes de organizaciones de mujeres, feministas y de diversidad sexual para la incorporación de la perspectiva de género en los acuerdos de paz.

Entre las principales reivindicaciones, tal y como enumera, Esther María Gallego, de la Ruta Pacífica de las Mujeres, con más de 20 años de experiencia y 1.000 testimonios acumulados, “hemos trabajado muy solitariamente antes del proceso de paz y las víctimas deben de estar en el centro del proceso, que debe convertirse en una oportunidad de oro para empoderar a las mujeres”. Para Gallego es necesario reconocer que la violencia contra la mujer sea delito, que no existan leyes de punto final y establecer una red de cuotas en la administración pública y en las listas electorales.

Un debate sobre el modelo que precisa de pasos pequeños para llegar lejos, según defiende Robledo; “la negociación es más ética que la dicotomía de vencedores y vencidos”. De hecho, el diálogo se inició tras un profundo trabajo de monitoreo previo de otros procesos de paz, “para sacar lo mejor, aprender de los errores”, especialmente en Guatemala, Uruguay, Nicaragua, El Salvador e Irlanda del Norte. Un trayecto con especificidades colombianas por aquello de la extensión y diversidad territorial, la pervivencia en el tiempo de los fusiles y los diferentes modelos de guerra. En ese sentido, Robledo cree que la negociación no debe ser únicamente del gobierno con las FARC, sino también con la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional), con los que existen contactos en mesas exploratorias desde hace dos años y que, según Robledo, podrían cuajar en el próximas semanas en un diálogo formal, “única posibilidad para la superación integral, con garantías, del conflicto”.

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