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Estados Unidos

Las cinco incertidumbres que despierta la toma de posesión de Trump... más allá de EEUU

La Banda del Cuerpo de la Marina de EEUU ensaya para los actos de la investidura de Donald Trump.

Este viernes 20 de enero está marcado en rojo en el calendario político de EEUU y, por ende, en el mundial. Será el día en el que el empresario Donald Trump recoja oficialmente el testigo del todavía presidente de los EEUU, Barack Obama, y acceda a la Casa Blanca para tomar el mando de la primera potencia mundial. Su llegada, no obstante, está llena de incertidumbres: la relación de EEUU con China, el proteccionismo económico del que hace gala el nuevo mandatario y sus consecuencias en el resto del mundo o el impulso que la victoria de Trump puede dar a la ultraderecha europea son tan sólo algunas de las incógnitas abiertas por la llegada del magnate al poder.

Trump no habrá tomado aún posesión, pero desde luego eso no significa que no haya ejercido ya de facto como dirigente de EEUU. El presidente electo lleva varios días protagonizando episodios polémicos, entre los que se cuentan amenazas a varias empresas que tenían pensado invertir en México para que lo hicieran en territorio estadounidense, ataques a medios de comunicación como la CNN o críticas subidas de tono a quienes vinculan su victoria en las elecciones a una posible intervención rusa.

Pero con la llegada de Trump al Despacho Oval se desatarán una serie de incertidumbres relativas a su actuación en política internacional. Más allá de asuntos internos como la posible supresión del programa sanitario implantado por Obama, existen incógnitas como las consecuencias que puede generar la política proteccionista de Trump, su enfrentamiento con China –con quien ya ha tenido choques dialécticos–, el futuro que le espera a la OTAN, el posible portazo a la aprobación del TTIP o el eventual empujón que pueda suponer Trump para la ultraderecha europea en un año electoral en Francia, Alemania y los Países Bajos.

  ¿Se extenderá la ola antiglobalización?

En las semanas previas a su toma de posesión, Trump ya ha puesto en marcha una de las políticas en las que más insistió en campaña electoral: el proteccionismo económico. El presidente electo ha amenazado a través de Twitter a empresas como Toyota para que se olviden de invertir en países con menores costes salariales y construyan sus plantas en EEUU. Su táctica es sencilla: si las compañías –en este caso, fabricantes de coches– instalan las fábricas en Mexico para ahorrarse costes, EEUU les impondrá fuertes aranceles.

 

El principal afectado por esta política podría ser México, un país con una fuerte dependencia económica de EEUU. Pero si Trump decide seguir esta línea, podría generar una reacción en cadena. Así lo asegura Jorge Galindo, sociólogo y doctorando en la Universidad de Ginebra, que explica que "si el actor más importante de la escena mundial cambia su política económica de manera radical, podrían producirse fundamentalmente dos consecuencias: que China busque tomar el testigo como abanderado de la globalización y que México, por el contrario, dé un giro proteccionista".

Miguel Ángel Simón, politólogo y profesor invitado en la Universidad de Pittsburgh coincide en que el viraje económico que plantea Trump afectaría principalmente a China y México. Simón, no obstante, advierte de que las soluciones que plantea el presidente electo podrían, incluso, volverse en su contra, y alerta de que la UE también podría verse afectada –aunque en menor medida– por la política proteccionista del nuevo presidente.

"En la economía globalizada, la deslocalización de empresas es solo una de las caras de la moneda, la realidad es que existe una gran interdependencia económica a todos los niveles", señala Simón, que explica que "es cierto que una parte de la industria del automóvil, la más intensiva en mano de obra, se ha trasladado de EEUU a México", pero plantea que "esa producción en México depende de la importación de un 40% de sus componentes desde EEUU". "Lo mismo ocurre a la inversa y en algunos sectores multiplicado", señala el experto, que afirma que "el nacionalismo económico traducido en subidas de aranceles supondría la elevación del precio de todos esos componentes", y eso "puede dañar incluso a las empresas instaladas en EEUU y destruir empleos".

El nuevo presidente no se ha pronunciado de manera concreta contra ninguna empresa europea, pero Simón advierte de que las economías de la UE también podrían verse afectadas si Trump aplica a los países comunitarios su política proteccionista. "Es evidente que una subida de aranceles a la importación de productos europeos tendrá un efecto no solo sobre la economía europea, sino a escala global, ya que lo previsible es que haya represalias económicas de la UE, si llega el caso", esboza el politólogo, que no obstante señala que son "las economías más débiles" las más expuestas. "En el caso de la UE, estamos hablando de uno de los mayores mercados del mundo y por tanto con mayor capacidad de presión y de respuesta".

  ¿Hasta dónde llegará la escalada con China?

Antes incluso de tomar posesión como presidente, Trump ya ha tenido varios momentos de tensión con China. Uno de los primeros se produjo cuando el presidente electo aceptó la llamada de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, para felicitarle por su victoria electoral, una conversación que supuso una afenta para China porque rompía la política de "una sola China" –por la cual Pekín considera a Taiwán como parte de su territorio nacional en rebeldía–, en virtud de la que EEUU no mantiene relaciones diplomáticas con Taipéi desde 1979 para no desairar a China.

La incertidumbre, no obstante, no sólo está provocada por el hecho de que Trump cuestione el estado geopolítico actual de la región, sino que también ha habido choques relativos al comercio entre China y EEUU. El nuevo presidente considera que el gigante asiático perjudica a EEUU con el coste de su mano de obra, y por ello ya abogó en campaña por establecer aranceles a las importaciones chinas, una "guerra comercial" ante la que el presidente chino, Xi Jinping, ha avisado de que "nadie saldrá vencedor".

"Los problemas que puedan surgir con China por parte de Trump están relacionados con su programa económico, pero pueden derivar en escaramuzas regionales", choques militares a pequeña escala, explica Ignacio Molina, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid y analista del Real Instituto Elcano, que señala que una imposición de aranceles por parte de EEUU a los productos chinos "puede ser contestada con más aranceles" y también con una depreciación de las divisas nacionales, lo que implicaría abrir un contencioso entre ambas potencias.

"Es más que probable que tanto los expertos del Departamento de Estado como de Defensa, del Pentágono y de las agencias de inteligencia le aconsejen no ir a una guerra económica abierta con China y a un repliegue nacional, no solo por las consecuencias económicas, que pueden ser enormes, sino también por consideraciones estratégicas", explica por su parte Simón, que señala que, en el caso de que Trump cumpliese sus promesas con respecto al gigante asiático, "China se apresurará a ocupar el espacio que deje, al menos en su zona de más influencia".

  ¿Supondrá Trump un impulso a la ultraderecha europea?

En este 2017 se celebrarán elecciones generales en, al menos, tres países clave de la UE: Alemania, Países Bajos y Francia. Mientras las encuestas pronostican que, en el primero, la formación xenófoba Alternativa por Alemania podría conseguir entre un 12 y un 15% de los votos, en las otras dos naciones los ultraderechistas Geert Wilders y Marine Le Pen encabezan los sondeos. Aunque Wilders y Le Pen tienen pocas opciones de gobernar –los partidos holandeses podrían formar una coalición contra el primero, mientras que el sistema de doble vuelta francés perjudica a priori a Le Pen–, los expertos sostienen que el hecho de que Trump tome posesión como presidente puede ayudar a normalizar a ojos de la opinión pública a las formaciones ultraderechistas.

Galindo y Molina coinciden en su análisis. "La llegada de Trump a la Presidencia puede generar dos efectos contrapuestos", explica el politólogo del Real Instituto Elcano, que señala que una de las consecuencias será el "arrastre, porque verlo en la Casa Blanca da robustez a su proyecto". Por el contrario, un segundo efecto puede ser "la reacción" de los ciudadanos opuestos a la extrema derecha. "Ver a Trump como presidente puede movilizar al votante contrario a este tipo de partidos, e incluso algunos de sus propios votantes potenciales, los que vengan de la indignación o quienes quieran votarlos como forma de protesta, pueden echarse atrás".

"Sin duda, que Trump tome posesión es un paso más en el proceso de normalización de la extrema derecha europea que ya lleva varios años avanzando", sostiene por su parte Simón, que afirma que "en los procesos de cambio político hay un efecto bola de nieve que está muy bien documentado, se vio en las primaveras árabes y se vio antes en las diferentes oleadas de transición a la democracia o de regresión democrática, en el siglo XX". No obstante, y pese a que afirma que "estamos en un momento de regresión de la democracia", el experto sostiene que la llegada de Trump a la Casa Blanca podría tanto beneficiar como perjudicar a las formaciones de ultraderecha europeas. "Dependerá mucho de cómo enfoque las relaciones con Europa", plantea.

Pero tanto Simón como Molina advierten de que las causas que han generado el ascenso de las formaciones ultranacionalistas en Europa seguirán ahí independientemente de lo que haga Trump. "Las dinámicas que en Europa generan estos populismos nacionalistas son de fondo: el multiculturalismo, el rechazo a la inmigración o la acogida de los refugiados", explica el politólogo del Real Instituto Elcano, mientras que Simón coincide y apunta otros dos elementos: "la desconfianza hacia las instituciones europeas, el sentimiento anti-establishment generalizado y una creciente desconfianza hacia la globalización".

"Más allá del efecto electoral a corto plazo hay una influencia más profunda: los partidos nacionalistas de extrema derecha ya no actúan de forma aislada", señala el experto, que pone como ejemplo las visitas de líderes ultraderechistas –Le Pen o el líder del eurófobo UKIP, Nigel Farage– que ha recibido Trump en los últimos días. "No se trata solo de afinidades personales. Steve Bannon, asesor destacado de Trump y fundador de la página de noticias Breitbart, fue también asesor del UKIP en la campaña del referéndum del brexit y mantiene contactos habituales con Farage", explica Simón, que apunta, además, que "en estos momentos se esta celebrando en Coblenza (Alemania) una reunión de casi todos los partidos de extrema derecha europea para, eventualmente, fijar una estrategia en este nuevo período".

  ¿Qué ocurrirá con el TTIP?

Otro de los ejes de la campaña de Trump giró en torno a su oposición a los tratados de libre comercio en los que EEUU está involucrado. Los que están en el punto de mira son, fundamentalmente, tres: el NAFTA, que comparte desde 1994 con Canadá y México; el TPP, que EEUU negociaba con varios países del sureste asiático con la excepción –premeditada– de China y que tiene pocos visos de seguir adelante; y el TTIP, el tratado de libre comercio entre EEUU y la UE, cuya negociación se ha encallado en los últimos meses por las reticencias de ambas partes y que, con Trump, puede sufrir un parón o incluso ser desestimado.

Los tres expertos consultados coinciden en que el tratado que EEUU negociaba con varios países asiáticos está "muerto", en palabras de Molina. Pero son más cautos a la hora de emitir el certificado de defunción del TTIP. "Trump no ha sido tan terminante al respecto, aunque es verdad que la negociación no pasa por un buen momento" incluso desde antes de la llegada del nuevo presidente, señala el politólogo, que pronostica que, en cualquier caso, "el TTIP quedará dormido por lo menos un año". "Una vez que Alemania y Francia renueven sus gobiernos y se aclare cómo va afrontar Reino Unido el brexit, podría reorientarse el tratado, pero habrá que esperar", plantea Molina.

"El TTIP ya salió muy tocado de la campaña, ya que no solo Trump anunció que no lo firmaría sino que la propia Clinton anunció su intención de revisarlo detalladamente", recuerda por su parte Simón, que señala que el "silencio" que ha guardado el nuevo presidente con respecto al tratado desde que fue elegido "puede querer indicar que lo da por muerto". "Sin embargo, también en esto, hay que esperar a ver cuál es su decisión final, porque en muchas de sus propuestas de campaña le hemos ido viendo matizar y modular tras ser elegido", advierte el politólogo.

  ¿Y con la OTAN?

"Durante la campaña, Trump señaló dos cosas: que no se sentía vinculado por el artículo 5 del tratado de la OTAN, que es la espina dorsal de la alianza, el que asegura la ayuda mutua en caso de ataque, y que si los aliados de EEUU quieren protección tendrán que pagarla", explica Simón. Y es que, en línea con su política aislacionista y también guiado por su buena relación con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, el nuevo mandatario ha puesto en tela de juicio la clave de bóveda de la estrategia militar estadounidense en Europa.

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Molina afirma que, para los Estados europeos, "la incertidumbre más preocupante" es, precisamente, la que afecta a la OTAN, especialmente por las tensas relaciones que mantienen algunos de ellos con Rusia. No obstante, el politólogo señala que también EEUU tiene interés en que la alianza siga en marcha. "Es verdad que los europeos no estamos pagando el precio de nuestra propia defensa, pero eso también es una consecuencia del diseño militar de EEUU", plantea Molina en referencia al despliegue de unidades norteamericanas en los países de la OTAN –en España, por ejemplo, en las bases de Rota y Morón–. Por ello, el experto considera "difícil" que haya cambios sustanciales en la relación de EEUU con la organización.

Simón tiene una visión diferente. "Parece claro que la OTAN va a dejar de ser el elemento central en la política de alianzas de EEUU", señala el experto, que pone en el centro de este planteamiento la relación de Trump con Rusia. El presidente, recuerda, "ya ha anunciado que está dispuesto a levantar las sanciones a Rusia, y por supuesto lo ha hecho unilateralmente, sin consultar a los socios europeos de EEUU para los que ese contencioso sigue siendo una herida abierta", lo que para Simón es una señal de que "Trump está tomando nota de un cambio importante a escala global, y es que el eje económico y geoestratégico más importante se está desplazando del Atlántico al Pacífico".

Y, ¿cómo puede responder Europa a una eventual pérdida de apoyo estadounidense a nivel militar? Galindo plantea que "si EEUU decide abandonar o limitar su papel de policía mundial, la UE tiene dos opciones: o bien pasar a asumir parte del liderazgo que deje EEUU favoreciendo la integración" en materia de defensa, "o bien decidir que cada país se ocupe de su propia defensa". La decisión, señala, "dependerá, como en otros asuntos, de la fuerza que tengan los partidos de extrema derecha" para imponer sus tesis.

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