La
Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha sentado en una mesa de negociación, durante este miércoles y jueves en Ginebra, al Gobierno de
Marruecos y al
Frente Polisario —que controla la autoproclamada
República Árabe Saharaui Democrática (RASD)— para intentar alcanzar una solución al conflicto del
Sáhara Occidental, que ya es uno de los más prolongados del planeta.
La ONU invitó a las partes a retomar “de buena fe” las conversaciones y en la invitación al diálogo el organismo ha fijado como meta principal
“relanzar el proceso político” abandonado durante décadas. Antes de la reunión, sin embargo, ambas partes ya habían anunciado que
no transigirían en su postura con respecto a la situación del territorio africano. El encuentro, en consecuencia, no ha arrojado ninguna medida concreta de avance a la resolución del enconamiento y después de los dos días de diálogo, lo único que se ha fijado es
el emplazamiento de futuras reuniones —para la ONU sería deseable que la primera tuviese lugar en el primer trimestre de 2019, antes de emitir su próxima resolución sobre el Sáhara Occiental—.
Otra reunión estéril
En una rueda de prensa al término de la mesa de encuentro, el enviado personal del secretario general de la ONU para el Sáhara, el alemán
Horst Köhler, declaró que el acontecimiento se había “mantenido en una atmósfera de compromiso, franqueza y respeto mutuo”. “Las delegaciones han asegurado que están dispuestas a seguir participando […]
Nadie gana por mantener el statu quo y creo firmemente que nos interesa a todos resolver el conflicto del Sáhara Occidental a fin de crear un entorno en la región que conduzca a un fuerte crecimiento económico, la creación de empleo y más seguridad”, aseveró Köhler.
El delegado del Frente Polisario en España,
Bucharaya Beyun, considera "positivo" el acercamiento porque, dice, "rompe el hielo" que durante seis años han mantenido las dos posturas y asegura que el Frente está dispuesto a "negociarlo todo menos la soberanía saharahui" y "a participar en este tipo de foros como medio para conseguir la autodeterminación", pero no como un fin para que las demandas de su pueblo queden sepultadas por el paso del tiempo.
Sobre ese hipotético
referéndum, Beyun defiende que es la única vía de solución.
Una alternativa pacífica —"meter una papeleta en una urna no le hace daño a nadie", dice— que no depende, afirma el delegado, ni de Marruecos ni del Frente Polisario; sino que "los únicos legitimados [para decidir si quieren independencia o formar parte de Marruecos] son los habitantes del Sáhara". También alega que desde su punto de vista, "
la mayoría aplastante de la comunidad internacional apoya la causa saharaui" y ve como un paso importante que Naciones Unidas haya creado la figura del enviado especial.
Autonomía frente a independencia
Las delegaciones designadas para acudir a Ginebra fueron, en la parte marroquí, el ministro de Asuntos Exteriores del país,
Nasser Bourita, el embajador de Marruecos ante la ONU,
Omar Hilale, y tres representantes de instituciones locales, que son saharauis promarroquíes —Rabat pretende así evidenciar que el movimiento independentista no es monolítico ni homogéneo—. En el lado saharaui acudieron el enlace con la Minurso,
Mohamed Jaddad, y el enviado del territorio ante la ONU,
Sidi Mohamed Omar. A la cita en Ginebra también fueron invitados representantes de los países limítrofes con Marruecos,
Mauritania y Argelia —este último como parte implicada por la acogida de
más de 100.000 refugiados saharauis y a quien Marruecos acusa de “cobijar, armar y financiar” al Frente Polisario—.
La discordia más latente en la pugna entre Marruecos y el Sahara Occidental pivota sobre el citado referéndum de autodeterminación que podría abrir la posibilidad de reconocer al Sáhara como un país soberano. En 1991 Rabat y el Frente Polisario firmaron el
alto el fuego tras décadas de hostilidades y la ONU envió la
Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en Sáhara Occidental (Minurso), una fuerza de paz creada
ad hoc para conseguir que se celebrase una consulta de autodeterminación consensuada, vinculante y con garantías.
Frente a este escenario, Marruecos empezó a utilizar unos subterfugios legales que se han ido extendiendo a lo largo de los años, poniendo impedimentos a las condiciones de la votación. Primero cuestionó el censo de saharauis que vivían en la excolonia española, después subordinó la celebración del referéndum a que, en vez de vinculante, solo fuese consultivo. Al final, en 2007, acabó
desentendiéndose de cualquier proceso electoral y, en su lugar, presentó una ambigua propuesta que otorgaba al Sáhara Occidental más autonomía pero sin abandonar el tutelaje de Marruecos. La última ocasión en la que ambas partes se sentaron a dialogar fue a principios de 2012 en Manhasset (Nueva York, Estados Unidos), sin que las posiciones se movieran.
España, que se ha mantenido de perfil en el asunto, no fue invitada a la convención Suiza. Sobre su papel en la situación saharaui, Beyun opina que "debería jugar
un papel mucho más activo" porque "España sigue vinculada al conflicto [...]
forma parte del problema y ahora puede y debe ser parte de la solución". Pese a todo, apoya que las relaciones entre Marruecos y nuestro país sean buenas ya que, en su opinión, es importante mantener la estabilidad en el norte de África.
La pasividad y el retraso favorecen a Marruecos
En días previos al viaje a la ciudad suiza el presidente de la RASD,
Ibrahim Ghali, recalcó la “voluntad sincera” de los saharauis para conseguir desenlace satisfactorio, aunque ha insistido en la conveniencia de “garantizar el derecho del pueblo saharahui a la autodeterminación y a la independencia”. Esta conversación es el único paso positivo para la resolución de la histórica discordia que ha conseguido dar Köhler —nombrado hace poco más de un año—. Su inmediato predecesor, el estadounidense
Christopher Ross, por el contrario, llegó a ser declarado
persona non grata por Rabat —que le prohibió la entrada durante más de tres años a la zona saharaui que administra—, al considerar que favorecía a quienes Marruecos llama
“separatistas del interior”.
En abril y octubre de este año, el Consejo de Seguridad de la ONU prorrogó la mediación de la Minurso, pero solo para periodos con una vigencia de seis meses. Esta decisión busca presionar para que ambos contendientes encuentren pronto un desenlace, a pesar de que responde a un giro en la política internacional de
Estados Unidos con la llegada de
Donald Trump al Gobierno de ese país —un integrante muy poderoso de las Naciones Unidas—.