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Unión Europea

'Lobby planet': una guía para entender cómo se subordina lo público a lo privado en Bruselas

Hemiciclo del Parlamento Europeo.

En el plano teórico, los poderes públicos solo sirven a sus representados, quienes les eligen mediante sufragio directo. Solo ante ellos rinden cuentas. En el plano práctico, aún el más ingenuo de los defensores de la democracia liberal sabe que no siempre funciona así. Sin embargo, el servilismo de lo público a poderosos intereses privados se suele achacar a misteriosas manos negras, oscuras maniobras de las élites: y en realidad es todo más evidente de lo que parece. Las organizaciones Corporate Europe Observatory (CEO), el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) y Ecologistas en Acción publicaron en mayo de 2018 la edición española de Lobby planet, una completa guía sobre cómo los lobbies intentan influir e influyen en la Unión Europea, interviniendo en los procesos legislativos para conseguir ventajas y favores para sus negocios (puedes consultarla aquí). Sí: lo hacen a cara descubierta, aunque con muy poca transparencia.

Más de 500 millones de personas están afectadas por lo que se decide en la Unión Europea y sus tres patas: el Consejo, el Parlamento y la Comisión. "Mientras los lobistas se dedican a cultivar una tierna amistad con los funcionarios públicos e interlocutores políticos de la UE entre cócteles de bienvenida, cenas en grandes hoteles, reuniones extraoficiales y cenáculos a puerta cerrada, la ciudadanía sigue sin tener ni la más remota idea de lo que se cuece en los mentideros de 'la Corte institucional europea'", denuncia el informe. La intensa actividad de los lobistas, sufragados por millones de euros por las empresas a las que representan, no suele ser de conocimiento general. Aunque no se escondan.

El documento, de más de 100 páginas, repasa una a una todas las compañías que se dedican a esta labor, sus particulares intereses en influir en la legislación comunitaria y dónde ejercen: en apenas cuatro calles de la capital de Bélgica y de la UE, Bruselas, donde comparten reuniones, comidas, risas y confesiones con los legisladores y los mandatarios europeos. Un barrio, además, hecho a medida de la jet set: dedicado únicamente a los negocios, con el coche como método de transporte casi omnipresente, caro y con altísimos edificios. "El lobby profesional permite llevar a cabo acciones en un periodo dilatado en el tiempo e intervenir en todas las fases del proceso de toma de decisiones", explican los investigadores. Algo que, por supuesto, cuesta tiempo y dinero. Es decir, que no está al alcance de todos. No es la misma presión la que puede ejercer una ONG que Monsanto, por poner un ejemplo.

El proceso legislativo de la Unión Europea es complejo. Las propuestas suelen partir del Ejecutivo, la Comisión Europea. Tanto el Consejo (formado por ministros de los Países miembro) como el Parlamento Europeo (elegido directamente por la ciudadanía) elaboran enmiendas y actúan como colegisladores, y posteriormente la Comisión se encarga de estudiar las propuestas y dar con un texto final que contente a las tres partes. A la Comisión y al Consejo suelen dirigirse los esfuerzos de cabildeo, explica Lobby planet. A la Comisión, porque ostenta gran parte del poder fáctico: pero cuando no consiguen sus objetivos, se dirigen a los representantes de los países. "El proceso de toma de decisiones en el Consejo es increíblemente opaco para los investigadores del lobismo. Es la única gran institución que no participa en el registro de transparencia, aunque (sus miembros) son uno de los principales objetivos", afirma el informe.

Por obligación legal, todos los lobbies tienen que registrarse y declarar cuánto dinero aportan a esta labor de cabildeo. Sin embargo, hay limitaciones. Para empezar, no todos se apuntan al Registro de Transparencia. Las organizaciones calculan que hay 12.000 lobistas declarados y 25.000 ejerciendo de tal en la Unión Europea. Además, aunque "algo es algo" –afirman–, muchas reuniones entre funcionarios y empresas no son públicas y a la hora de acceder a documentación, mucha aparece censurada: incluso páginas enteras, según denuncian los autores del informe, de documentación de un encuentro entre la industria del tabaco y la Comisión. Las empresas tabaqueras son algunas de las más activas, aunque hay de todo. El Consejo de la Industria Química Europea (Cefic) es el que más gasta, o al menos el que más declara que gasta: 12 millones de euros al año. Se trata de una asociación que agrupa los intereses en concreto del sector químico, un modelo muy común en el lobismo. También trabajan asociaciones intersectoriales como Eurochambres (Asociación de Cámaras de Comercio e Industria Europeas), segunda en el ranking con 7.600.000 euros anuales.

En el top 20 hay grandes conocidas, como ExxonMobil y Shell (petroleras, y particularmente poco interesadas en medidas ambiciosas de acción climática) o Google y Microsoft, que dedican 4.250.000 euros anuales cada una en influir, por ejemplo, en la legislación en materia de protección de datos (dado que los datos son su principal negocio). Lobby planet pone diversos ejemplos de medidas que se sospecha que han contado con la participación de los grupos de presión. Por ejemplo, el dieselgate, que según los activistas "dejó al descubierto un sistema de legislación laxo y demasiado complaciente con la autorregulación de la industria automovilística" o Bayer, propietaria de la multinacional Monsanto, que trabaja para evitar la prohibición de insecticidas con neonicotinoides, cuyo potencial tóxico para la fauna es motivo de polémica.

"Tácticas del 'lobista' empresarial"

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Con mucha, mucha ironía, el informe elabora una guía de "tácticas del lobista empresarial", en la que describe los métodos de las empresas para influir en lo públicolobista. La primera se basa en "repetir, repetir y repetir" el mensaje a colocar, siempre disfrazado con "conocimientos científicos" y no limitándose al político de turno, también a funcionarios y otros cargos de Bruselas. Y por supuesto, que no falte el dinero. "Úntalos bien", recomiendan sarcásticamente los investigadores.

"Algunos eurodiputados te abrirán complacientemente un hueco en su agenda ante la imposibilidad de resistirse a la tentación de disfrutar de un espléndido desayuno, una fastuosa cena, un cóctel o un viaje con todos los gastos pagados", señalan. Los autores, incluso, recomiendan a los lobistas que se ofrezcan a los parlamentarios para elaborar ellos mismos las enmiendas. El uso de los think tanks, puntualizan, es también muy útil: el objetivo que se persigue es que las ideas que favorezcan sus intereses parezcan fruto del sentido común.

"Desde que se introdujo el Registro de Transparencia de la UE, se han producido tímidos avances en el seguimiento y escrutinio público del lobby de la UE. En efecto, muchos lobbies se han inscrito y han proporcionado información sobre el gasto que destinan a sus estrategias de presión, su plantilla y los temas en que trabajan. Sin embargo, al mismo tiempo, todavía falta mucho para alcanzar una transparencia significativa", señalan los activistas, que hacen referencia a la "burbuja de Bruselas": un mundo donde lo privado y lo público se mezcla sin mesura, donde no se rinden cuentas y donde se decide el futuro de millones de europeos  en base, en ocasiones, a los intereses de decenas.

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