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'Corona-news': el respirador de ingenieros de la Fórmula 1, el loco mercado de las mascarillas y la crisis de desinformación

Una trabajadora del centro de salud Nóvoa Santos de Ourense.

Dolores Armijo

infoLibre resume las informaciones más interesantes sobre el covid-19 publicadas en la prensa internacional. Esta es nuestra selección de hoy.

Un respirador creado por ingenieros de la Fórmula 1 (The Economist)

Los siete equipos de Fórmula 1 de Gran Bretaña tienen centros de ingeniería de alta tecnología y cientos de empleados con talento para diseñar, probar y fabricar piezas rápidamente, en los periodos de tiempo entre las carreras. The Economist desvela que, con la temporada suspendida, han estado colaborando para producir respiradores, que se necesitan urgentemente para tratar a los pacientes con el covid-19. Esta semana un equipo, Mercedes-AMG, obtuvo la aprobación para un dispositivo.

La máquina no es un propiamente un respirador, sino lo que se conoce como un aparato CPAP, siglas en inglés de “presión positiva continúa en las vías respiratorias” (continuous-positive-airway-pressure). Normalmente se utiliza para ayudar a las personas con problemas de apnea. La máquina suministra aire a una presión ligeramente superior a la atmosférica mediante una máscara colocada sobre la nariz y la boca. Esto ayuda a mantener abiertos los alvéolos pulmonares (donde se realiza el intercambio de oxígeno con la sangre), lo que reduce el esfuerzo de la respiración. Según informes de Italia, alrededor de la mitad de los pacientes con coronavirus que recibieron tratamiento CPAP han evitado la ventilación mecánica invasiva, en la que se inserta un tubo por la garganta del paciente.

Mercedes-AMG trabajó con un equipo del University College de Londres para desmontar, copiar y mejorar una máquina CPAP sin patente en cuestión de días. Como se basaba en un diseño existente, el regulador médico del Gobierno británico pudo acelerar la aprobación. El equipo también trabajó con Oxford Optronix, una pequeña empresa británica que fabrica monitores de oxígeno. Los primeros 100 dispositivos han sido entregados al Hospital del University College y a otros hospitales de Londres para pruebas clínicas. Se espera que estas se prolonguen durante tres o cuatro días. Si tienen éxito, el equipo de Mercedes-AMG calcula que puede fabricar 1.000 máquinas CPAP al día en su base cerca de Northampton, y distribuirlas desde allí a hospitales del país.

El mercado chino de las mascarillas: una casa de locos (The Guardian)

La batalla por las mascarillas ha creado una atmósfera de "manicomio" entre los fabricantes chinos, que están obteniendo enormes beneficios mientras los clientes de todo el mundo luchan por obtener el material. Así lo explica The Guardian en un reportaje que se apoya en una conversación con Michael Crotty, un intermediario del sector textil con sede en Shangai.

Crotty, que trabaja en Golden Pacific Fashion and Design, explica que se pasa el día atendiendo una avalancha de peticiones de estados de EE.UU., gobiernos nacionales, ayuntamientos, hospitales, distribuidores y empresas privadas que buscan proteger a sus empleados. "Es una casa de locos. Los fabricantes sólo miran una cosa: cuánto dinero hay en mi cuenta bancaria y cuándo llegó. Y si llega antes que el de otro tipo, entonces se lleva la producción. El dinero manda", señala.

Las empresas que han cambiado rápidamente sus líneas de producción para hacer mascarillas están exigiendo el pago del 50% cuando se hace un pedido y el otro 50% antes de que salga de la fábrica. Con la proliferación de estafas, esos son a menudo términos inaceptables para muchos compradores, especialmente los que gastan dinero público. "A la fábrica no le importa", indica Crotty, "reciben pedidos de gente de la que nunca antes habían oído hablar".

Ante las quejas generalizadas sobre mascarillas de mala calidad importadas de China, Pekín ha decidido tomar medidas y sólo está certificando a las empresas que han vendido anteriormente en el mercado interior chino. Crotty asegura que el efecto ha sido reducir la oferta porque el 80% de las empresas con las que trata sólo fabrican para la exportación. "Sólo el 20% podrá obtener esos certificados, y esas desde luego que van a subir los precios", afirma. Y destaca que las mascarillas sin certificación podrán seguir exportándose si se etiquetan como "sólo para uso personal o comercial".

También una crisis de desinformación (Der Spiegel)

"La crisis del coronavirus es también una crisis de desinformación". Así titula Der Spiegel una entrevista con Peter Pomerantsev, periodista, escritor y profesor en la London School of Economics (LSE), especializado en temas de propaganda y manipulación informativa.

Pomerantsev pronostica que en el futuro se producirá en Europa "una regulación masiva" de la información digital. "Pero me temo que no se aplicará de manera muy inteligente. La regulación tiene que centrarse en los algoritmos: cómo promueven ciertos contenidos, cómo usan nuestros propios datos para dirigirse específicamente a nosotros. Sin embargo, a menudo las normas sólo se refieren a parte del contenido generado por los usuarios y no al sistema en su conjunto".

Tanto las fuerzas democráticas como las autoritarias han descubierto que la censura de la vieja escuela o la hegemonía intelectual difícilmente pueden imponerse en un sistema con sobreinformación, advierte el profesor: "Es mucho más prometedor propagar la incertidumbre y la desconfianza y luego pretender ser el hombre fuerte que puede guiar a la gente a través de este mundo oscuro y confuso. Ya sea Trump o Erdogan, Aleksandar Vucic o Putin, su propaganda alude a un mundo de interminables y oscuras conspiraciones, donde la verdad es insondable y donde el ciudadano corriente no puede cambiar nada. Las teorías de la conspiración socavan el sentido de la acción democrática. Hacen que la gente sea pasiva. Para combatir el pensamiento conspirativo, hay que hacer que la gente sienta que tiene influencia".

Pomerantsev considera necesario que se produzca una "supervisión pública" de los algoritmos para que podamos ver exactamente cómo se organiza la información digital, por qué los algoritmos muestran a la gente un contenido y no otro, y si esos algoritmos están en línea con los valores democráticos. "Pero también necesitamos apoyo público para producir contenidos que puedan ignorar la lógica comercial de Internet", afirma, como una vía para poder romper "la espiral de polarización en la que ahora estamos atrapados".

¿Cómo funciona esa espiral? Pomerantsev lo explica así: "El mercado de la publicidad digital es profundamente opaco. No distingue entre las publicaciones que tienen unos estándares editoriales y las que son deliberadamente engañosas. Ese mercado está impulsado por la arquitectura algorítmica de Internet y de las redes sociales, que se orienta hacia un contenido muy emocional. En ese entorno, tanto para los medios como para los usuarios individuales, lo más rentable es adoptar posiciones cada vez más extremas y polarizadas. Una lógica algorítmica que a su vez anima a los políticos populistas a hacer precisamente eso. Así que generan contenido que los medios de referencia creen que pueden limitarse a describir... y así continúa girando la espiral".

Historia de una negación (The Washington Post)

"Desde la Oficina Oval hasta los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), los fallos políticos e institucionales se sucedieron en cascada y se perdieron oportunidades para mitigar la pandemia". Esa es la principal conclusión de una investigación realizada por The Washington Post sobre cómo actuó la Administración de Donald Trump. El periódico explica que entrevistó para dicho trabajo a 47 altos funcionarios, expertos en salud pública y miembros de los servicios de inteligencia.

Para cuando Trump se proclamó "presidente en tiempos de guerra" con el coronavirus como enemigo, los Estados Unidos ya estaban camino de ver morir a más gente que en las guerras de Corea, Vietnam, Afganistán e Irak juntas.

No tenía que haber ocurrido así. "Aunque no estaba perfectamente preparado, EE.UU. tenía más conocimientos, recursos, planes y experiencia epidemiológica que decenas de países a los que, en última instancia, les fue mucho mejor en la lucha contra el virus", asegura el rotativo. La Administración Trump recibió su primera notificación formal sobre el brote en China el 3 de enero. En pocos días, las agencias de espionaje incluyeron una advertencia sobre la seriedad de la amenaza –la primera de muchas– en sus informes diarios al presidente.

Sin embargo, pasaron 70 días desde esa notificación inicial hasta que Trump empezó a tratar el coronavirus no como una amenaza lejana o una inofensiva cepa de gripe bajo control, sino como una fuerza letal que había desbordado las defensas de Estados Unidos y que estaba a punto de matar a decenas de miles de ciudadanos. Ese lapso de más de dos meses aparece ahora como un tiempo crítico que fue desperdiciado.

Pero el comportamiento y las declaraciones de Trump sólo fueron la cara más visible de una serie de disfunciones más profundas. La más importante fue el fracaso en desarrollar una prueba de diagnóstico que pudiera producirse y distribuirse de forma masiva en Estados Unidos, permitiendo a los organismos trazar un mapa de los primeros brotes de la enfermedad e imponer medidas de cuarentena para contenerlos. En un momento dado, un funcionario de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) le dijo a empleados de un laboratorio de los CDC que sus incumplimientos de los protocolos eran tan graves –"incluyendo los relativos a las condiciones de esterilización"–, que lo cerrarían si fueran una entidad comercial en vez de gubernativa. 

Facebook pide disculpas (The New York Times)

Mientras el personal sanitario clama por recibir equipos de protección individual (EPIs), en Internet se han multiplicado las iniciativas para confeccionar mascarillas caseras cosidas a mano destinadas a los profesionales que las necesitan. Unos esfuerzos, desvela The New York Times, que en el caso de Facebook se han visto obstaculizados por su sistema automático de moderación de contenidos. Así lo denuncian usuarios que utilizaron la red social para coordinar las campañas de donación durante las últimas semanas.

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Facebook amenazaba a los organizadores de esos grupos de voluntarios con bloquearlos, impidiéndoles por tanto escribir o comentar. También advertía sobre la posibilidad de llegar a eliminar grupos, según explican dichos usuarios. Esta política de Facebook afectó a personas en estados como Pensilvania, Illinois y California.

En las últimas semanas, Facebook ha intentado restringir el contenido potencialmente dañino sobre el coronavirus. Ha creado equipos para lidiar con el tema y ha prohibido cierto tipo de publicaciones, prestando especial atención a los anuncios de mascarillas, geles de manos y otros que buscaban beneficiarse de la venta de equipos de protección. Facebook prohibió la publicidad de dichos equipos el mes pasado, y ha eliminado casi todas las publicaciones relacionadas con la venta de mascarillas en su sección Marketplace.

Así que es posible que mientras la compañía incrementaba sus esfuerzos contra los estafadores, los voluntarios hayan quedado atrapados en ese fuego cruzado. "Los sistemas automáticos que establecimos para evitar la venta de mascarillas médicas han bloqueado de forma inadvertida algunas iniciativas para donar suministros. Nos disculpamos por este error y estamos trabajando para actualizar nuestros sistemas, de forma que no se vuelva a repetir. No queremos poner obstáculos en el camino de la gente que hace algo bueno", explicó Facebook en un comunicado.

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