Elecciones EEUU 2020

Biden se acerca a la victoria en los Estados clave mientras Trump sigue agitando las sospechas sobre el recuento

Manifestantes sostienen carteles de apoyo a Joe Biden durante una manifestación en la que se pide el recuento total de los votos en Los Ángeles, California.

Con buena parte de los estadounidenses ya durmiendo –seguramente con pesadillas relacionadas con los Estados bisagra, votos por correo y compromisarios–, el mundo aún no sabe si será Joe Biden (demócrata) o Donald Trump (republicano) el próximo presidente de los Estados Unidos. El candidato azul, al cierre de esta crónica, se encuentra con ligera ventaja con respecto a su rival: según varios medios estadounidenses, el conteo ya ha terminado en MichiganWisconsin, territorios claves donde se ha impuesto, en el segundo de los casos, con apenas 20.000 votos de diferencia y que el equipo de Trump ya ha anunciado que impugnará. Biden también va ganando en Nevada, y también con una diferencia escasísima. Las proyecciones, asimismo, dan como vencedor al demócrata en Arizona, pero los trumpistas están ganando territorio. Por otro lado, el republicano mantiene margen en Georgia, Carolina del Norte y Pensilvania. Pero alguno de ellos podría perder en las próximas horas el color rojo: quedan por incluirse los resultados de los grandes núcleos poblacionales, y en muchos el voto por correo se contabiliza más tarde. Y muy pocos republicanos han utilizado este método, repudiado por el actual presidente por el supuesto "fraude" que conlleva, sin prueba o evidencia alguna.

Biden cuenta, actualmente, con 243 votos electorales o compromisarios, frente a los 214 de Trump. Necesitan 270 para ganar. Los estadounidenses no eligen directamente al presidente, sino que eligen a estos intermediarios, proporcionales a la población de cada Estado, que una vez finaliza el recuento votan (todos ellos) a favor del candidato que tenga la mayoría simple en cada territorio. Por ejemplo: En Florida ha ganado el republicano con un 51,2%, un margen estrecho. Pero se lleva los 29 votos electorales, no la mitad. Por lo tanto, un pequeño vuelco de última hora puede cambiar el destino de una de las naciones más poderosas del mundo.

El candidato demócrata tendrá el camino expedito a la Casa Blanca, sobre el papel, si se mantiene en cabeza en Arizona y Nevada, una vez ganadas Wisconsin y Michigan. Pero su ventaja es mínima, en algunos casos de menos de un punto. Eso sí: si gana en Georgia, donde Trump va por delante pero perdiendo margen, ya lo tendría prácticamente hecho. Pero la situación se complica para Biden si en Arizona o en Nevada gana finalmente el republicano: el candidato de los azules necesitaría, además del medio oeste, Pensilvania, donde aún hay diferencia. Hay algunas posibilidades más, pero esas son las principales. 

El equipo de Biden, así como la mayoría de analistas, ven muy probable su victoria: incluso barajan el escenario de mantener los Estados en los que ya va en cabeza en el recuento y recuperar algún Estado rojo, como Pensilvania o Georgia, por el efecto retardado del voto por correo y la influencia de las grandes ciudades, donde los demócratas se manejan con mucha más soltura que en un rural habitado por hombres blancos sin estudios universitarios –el gran caladero de votos de Trump–. Pero aunque las urnas proclamen vencedor al exvicepresidente de Obama, la larga noche electoral aún no habrá acabado y probablemente seamos testigos de semanas de amenazas, tensión, manipulaciones y recursos judiciales. El equipo del presidente ya ha anunciado que pedirá un recuento de los votos en Wisconsin y una paralización del conteo en Michigan, y Trump lleva todo el miércoles tuiteando el supuesto "fraude" de los demócratas con el voto por correo y el, a su juicio, inexplicable fenómeno de perder fuerza en Estados donde el recuento aún no había terminado. 

Trump sigue la estrategia que llevaba meses anunciando, basada en la mentira. Muchas semanas antes de la elección, empezó a poner en tela de juicio, sin aportar ni un solo argumento o prueba, el voto por correo por el que muchos ciudadanos iban a optar dada la pandemia de covid-19, y pidió a sus seguidores que acudieran presencialmente a las urnas. El presidente sabía que el resultado podía ser ajustado, que las papeletas enviadas en vez de depositadas se contarían más tarde y que serían mayoritariamente demócratas, lo cual le daba margen para declararse ganador durante la madrugada española cuando el recuento le favoreciera. Y posteriormente apuntar a una conspiración para explicar el vuelco, y lanzarse a una batalla judicial con un Tribunal Supremo conservador. Así ha pasado. 

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El plan a seguir por Donald Trump solo era ejecutable si ganaba Florida. Y en torno a las 3 de la madrugada, hora española, se consumaba la victoria del republicano en un Estado densamente poblado, que aporta 29 compromisarios. Se disipaban las opciones de victoria rápida de Biden, que, si bien mantiene serias opciones de proclamarse ganador, ha estado muy por debajo, una vez más, de lo que pronosticaban las encuestas. El voto de los cubanos residentes en Florida que huyeron de Castro, profundamente sensibles al discurso de Trump, podría haber decantado la balanza. Pero no explica por sí solo unos resultados demócratas que ya pueden calificarse de pobres. 

A pesar de una pandemia devastadora, un contexto económico desalentador, las protestas afroamericanas y su Black Lives Matter, la ruptura del momento populista y la utilización del odio y la mentira como armas políticas, Donald Trump no ha perdido significativos apoyos desde 2016. Sí han aumentado, por el momento, los de Biden frente a Clinton en 2016, pero no de la manera que se esperaban muchos expertos que auguraban una contundente respuesta anti-Trump. El establishment demócrata se impuso frente a la izquierda de la izquierda de Bernie Sanders en las primarias, esperando atraer mucho más apoyo que una opción radical: las próximas semanas serán el momento de reflexionar sobre si la estrategia fue la adecuada. 

Por otro lado, los demócratas van camino de perder, sin que las razones estén aún muy claras, las mayorías tanto en el Congreso como en el Senado. Por lo que, de ganar Biden, su iniciativa legislativa se encontrará con importantes escollos.

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