Ecología política en el viejo continente

Las dos almas en disputa de la ola verde europea: acercarse al centro o imponer una nueva forma de construir izquierda

La líder de Los Verdes en Alemania, Annalena Baerbock.
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Cuenta una leyenda cherokee que cada persona tiene dos lobos en su interior: uno negro y uno blanco. "Gallo rojo y gallo negro", lo interpretaba Chicho Sánchez Ferlosio: "El gallo negro era grande, pero el rojo era valiente". La dicotomía no es tan extrema, ni se trata de una película de buenos y malos, pero los partidos verdes que cogen fuerza y poder en Europa en estos últimos meses tienen que tomar la decisión que ha atravesado durante décadas a la ecología política en el continente: elegir entre sus dos almas. ¿Ser un partido apegado al centro, una tercera vía que recoja votos de conservadores y reformistas descontentos, o ubicarse claramente en la izquierda para reivindicar otra forma de hacer progresismo?

A grandes rasgos, con matices, la primera opción es la que más parece funcionar, sobre todo en zonas del centro y el norte de Europa, donde el eje clásico izquierda-derecha está más desdibujado y tiene otras connotaciones. Muchos ya tomaron esa decisión. Más País-Verdes Equo, con ambiciones de crecimiento a nivel nacional, tendrá que tomarla. 

El referente de los partidos que se definen como verdes en Europa siempre ha sido y es, ahora quizá con más razones que nunca, Alemania. Allí, Alianza 90/Los Verdes (en alemán: Bündnis 90/Die Grünen) están más cerca que nunca, según las encuestas, de hacerse con la cancillería en las próximas elecciones bajo el mandato de Annabella Baerbock. Aun siendo conscientes de que esta opción política estaba en plena efervescencia, los sondeos han sorprendido hasta al más optimista de los ambientalistas. Los germanos tomaron la decisión hace ya unos años y ahora beben tanto del apoyo de la derecha como de la izquierda alemana.

El hueco dentro del progresismo se ubica entre una socialdemocracia en caída libre en muchos de los países europeos y una izquierda poscomunista cuyos planteamientos no seducen a muchos. "Me considero de izquierdas, pero no me siento representada por el SPD. Me parece un partido antiguo. Tampoco por Die Linke [La Izquierda], demasiado radical", aseguraba para El País hace unos días una votante de un barrio de clase media de Berlín. Pero si solo captaran votos de lo que en España sería equivalente al PSOE y a Unidas Podemos, la CDU, el partido de Angela Merkel, no estaría preocupada. Y lo está. El semanario Der Spiegel filtró cuál era el argumentario de la formación conservadora para atacar a sus rivales con motivo del Día del Trabajo. Se centran en sus medidas más progresistas, como la subida de impuestos o la tasación del patrimonio. "Al hacerlo, ponen en peligro la recuperación económica después de la crisis", argumentan. 

"Ya no queremos ser un partido que esté en los márgenes y represente a una minoría. Queremos estar en el centro del debate", dijo recientemente el copresidente de Die Grünen, Robert Habeck, en una entrevista con el Financial Times. Pero a su vez, dejó la puerta abierta a su posición tradicional dentro del espectro parlamentario: "No tenemos ningún miedo en asumir el liderazgo del centroizquierda". La discusión es prácticamente consustancial a la existencia de un partido que surgió al calor de la movilización antinuclear tras el desastre de Chernobyl y que se fusionó con Alianza 90, una formación anticomunista en la antigua República Democrática, tras la caída del Muro de Berlín. Durante los 90, se fracturaron entre los fundis, que llamaban a guardar las esencias ecologistas, y los realos, que pedían colaborar con otras fuerzas para lograr cambios en el corto plazo. Los primeros entraron en cólera cuando Joschka Fischer, ministro de Exteriores en un Gobierno de coalición con los socialdemócratas, metió al país en la guerra de Kosovo.

Los Verdes alemanes siempre han tenido una vocación pacifista que, consideraban los críticos, fue traicionada por la realpolitik de Fischer. Aspiran a "asumir el liderazgo del centroizquierda", pero pactan tanto con el CDU como con el SPD en los gobiernos regionales en los que participan. Se consideran progresistas, pero aspiran a una tercera vía con la que han tocado poder. Ahora quieren más

Lo centrado funciona mejor (pero no siempre)

Los datos muestran que, en general, los partidos verdes más centristas, del corazón y el norte de Europa y que siguen el libreto de Die Grünen, cuentan con más representación que los ecologistas que prefieren aliarse con la izquierda tradicional, complementando su espacio en vez de disputarlo. En Suecia y en Finlandia son parte del Gobierno, aunque los primeros perdieron 9 escaños en la última convocatoria de elecciones parlamentarias. En Noruega tienen menos fuerza, pero crecen en cada convocatoria de comicios: se refieren a los partidos tradicionales de izquierda y derecha como "el bloque fósil".

En Reino Unido, el sistema electoral hace difícil que opciones alternativas a los tories y los laboristas tengan peso en el Parlamento: en las últimas elecciones, a pesar de que los verdes aumentaron sus votos en un 59%, solo tienen derecho a un escaño. Pero en Escocia, el partido de la primera ministra los necesita para gobernar, y en las elecciones locales es otra historia. Son tercera fuerza en Londres, pero han ganado representación en zonas urbanas tradicionalmente laboristas como Bristol o Sheffield. En total, ganaron 82 concejales en los comicios municipales de mayo. Los analistas piensan que beben tanto de conservadores preocupados por la cuestión medioambiental como de progresistas cansados del "estilo autoritario" del líder laborista, Keir Starmer, cuenta The Guardian

En el sur de Europa, la historia es diferente. En Italia, los verdes son irrelevantes. En las últimas elecciones generales (2018) se desdibujaron al ir dentro de la Coalición Juntos y, a su vez, dentro de la coalición de centroizquierda. Aun con la suma de más de 10 partidos, los progresistas perdieron 185 diputados y quedaron por detrás de los populistas del Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte, de extrema derecha. En Portugal, los verdes acuden a los comicios aliados con los comunistas formando la Coalición Democrática Unitaria (CDU), sin escuchar a la tendencia del norte que llama a los ecologistas a ocupar espacios diferenciados de la izquierda clásica. La unión perdió en 2019 cinco escaños.

Y curiosamente, en Países Bajos, que por su ubicación geográfica y su cultura política podría acoger a verdes más centristas, cuenta con Izquierda Verde como miembro del Partido Verde Europeo. Nacieron en 1990 como fusión de cuatro partidos a la izquierda de los socialdemócratas. Perdieron 8 escaños en los comicios de 2021. 

¿Hay una correlación entre el éxito electoral de los verdes y su posición centrada? ¿Cuanto más aspiran a recoger votos tanto de izquierdistas como de conservadores, mejor les va? El politólogo Pablo Simón cree que la hipótesis no está mal tirada, pero que hay excepciones. "No hay una correlación exacta. Los verdes franceses o belgas están normalmente más a la izquierda", son más progresistas que el verde puro de Alemania. Y no les va mal. En Francia, los verdes fueron con los socialistas en las últimas generales, pero en las grandes ciudades como Lyon, Burdeos y Estrasburgo han triunfado. París sigue bajo el mando de los socialistas, pero la alcaldesa Anne Hidalgo ha desplegado una intensa agenda de movilidad sostenible que firmaría cualquier ambientalista.

En Bélgica hay dos formaciones dentro de este espectro, atendiendo a la división cultural entre francófonos y neerlandófonos: Groen, que pasó de 2 a 8 escaños en la última convocatoria, y Ecolo, que a nivel nacional ascendió de 7 a 13. Sin embargo, estos últimos gobiernan en coalición con los socialistas en la Región Administrativa de Bruselas-Capital. Sin embargo, aunque se identifiquen como progresistas, sigue habiendo una tentación común de recoger votos de todos lados. "El cambio climático no es una cuestión de derechas o de izquierdas", aseguraba para infoLibre la copresidenta del Partido Verde Europeo (y miembro de Ecolo) Évelyne Huytebroeck, firme defensora de otra manera de hacer progresismo, más centrada en los problemas reales de la gente que en alegatos espiritistas sobre la Naturaleza o una confrontación agresiva contra la extrema derecha, a diferencia de la izquierda más clásica.

Es un guante que ha recogido claramente Más Madrid-Verdes Equo en su campaña para el 4M, adoptando los mismos métodos e incluso las mismas expresiones. Pero el partido liderado por Íñigo Errejón a nivel nacional no puede obviar, consideran los politólogos, las características de la cultura política española y del sur de Europa, en general. 

¿Cómo funciona en España?

Simón explica una teoría interesante, basada en amplia evidencia generada desde las Ciencias Políticas: "En los países con mayoría católica, se suelen solapar los temas posmateriales con la izquierda y la derecha. Si eres feminista y ecologista, la gente te ubica en la izquierda". En los países protestantes (Reino Unido, Alemania, nórdicos), "hay espacio para una posición transversal. Te puedes encontrar con izquierda anti-derechos LGTBI". Por lo tanto, el margen que tiene Más País-Verdes Equo para dirigirse al centro, en búsqueda de una transversalidad que siempre ha orientado las ambiciones políticas de Errejón, es limitado. Y más en un país donde la polarización y la política de bloques se ha disparado y no parece encontrar techo. "Ciudadanos sufrió tanto por eso. Aquí yo veo que que los vectores en los que se pueden mover los verdes son desde la izquierda", considera el politólogo. 

Por ahora, no hay noticias de que ni Más País ni Verdes Equo vayan a hacer un movimiento –al menos, demasiado llamativo– para salirse del espacio progresista, más allá de que sus mensajes puedan interpelar a todo tipo de votantes. Muchos de sus integrantes siguen aludiendo a la metáfora de la sandía, también popular entre los portugueses: verdes por fuera, rojos por dentro. Pero la tensión en el espacio de la ecología política española no es nueva. El último gran episodio se produjo con la salida del diputado de Unidas Podemos, Juan López de Uralde, de Equo, el partido que ayudó a fundar; ahora lanzará su propia formación dentro del espacio de la coalición morada. Equo, a su vez, surge como el sucesor de la Confederación de los Verdes, una agrupación de pequeños partidos locales y regionales apegados a las luchas ambientales en cada territorio, y que pervive –dado que no todos aceptaron la mudanza–. 

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David Hammerstein fue eurodiputado de la Confederación entre 2004 y 2009 y desde su retiro político asegura a infoLibre que sigue creyendo en un espacio verde que no se sitúe ni en la izquierda ni en la derecha. Critica el "consenso productivista" de los grandes partidos y explica: "Utilizar el indicador derecha e izquierda para definir a los partidos verdes no es apropiado. Hay una dicotomía entre unos partidos más desarrollistas, productivistas, que priorizan el crecimiento: y otros partidos que defienden una transición ecológica. Lo que tiene relevancia son los principios". 

De lo que no cabe duda es que, salvo catástrofe, los verdes están para quedarse. Y que, ya sea dentro de la izquierda o en búsqueda de un nuevo nicho, buscan otra manera de hacer parlamentarismo más allá de lo obvio: la acción climática, la protección de la biodiversidad, la pelea por unas ciudades saludables. Mónica García lo definió en Madrid como "lo que de verdad importa", las propuestas frente al ruido. Unas maneras que entroncan con una tradición política casi tan antigua como la propia Unión Europea.

"Entiendo el concepto de ternura en sentido amplio. Este concepto, para mí también político, incluye una relación tierna con los animales y las plantas, con la naturaleza, con las ideas, con el arte, con la lengua, con la Tierra, un planeta sin salida de emergencia. Y, por supuesto, la relación con los seres humanos. Ternura entre las personas, también en el seno de un partido alternativo y no violento, que apuesta públicamente sin cesar por la suavidad, la descentralización, la no violencia. Nuestro rumbo debe llevarnos, sin compromisos, en otra dirección ecológica. Eso significa ponerse a andar políticamente por la vía suave", contaba la fundadora de Los Verdes alemanes, Petra Kelly, en el preámbulo de los estatutos del partido. En 1984

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