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Muy fan de

Isabel

Condenada. Ese sería un buen título para una copla de las que tú sueles cantar: “Condenada a quererte aunque tú no me quieras, ay, ladrón...” sonaría bien ¿verdad?. Pero no, Isabel, la tuya es otra canción, has sido condenada por un juez a veinticuatro meses de cárcel por blanqueo de capital, esta vez sí que has dado la nota.

Claro, teníamos que haber sospechado de tu afición por el blanqueo al ver el protagonismo del color absoluto en ese acontecimiento nacional que fue tu boda: blanco tu vestido, blancos los corceles que arrastraban el carruaje que te llevó hasta la basílica de Jesús del Gran Poder - no, esto nada tenía que ver con Jesús Gil- , blancas las palomas que salían de la blanca tarta nupcial, todo blanco y radiante como tú.

Pero, claro, eran los ochenta, éramos tan inocentes, estábamos tan felices, tan despreocupados viendo bailar a los chicos de Fame, escuchando aquello de que la fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor”, que no nos podíamos imaginar a una de nuestras celebrities sudando, años más tarde, en el banquillo de un juzgado. Maldito parné...

Recuerdo cuando te convertiste en viuda de España y tu dolor se extendió a tus fans que sufrieron con tu sufrimiento y lloraron con tu llanto. Los mismos que tras tus dos años de retiro, recibieron con gran emoción tu vuelta a los escenarios, en el Teatro Lope de Vega, con el pequeño Paquirrín haciéndote los coros, momentazo. Quién sabe si algunos de ellos estuvieron también la semana pasada esperándote a la puerta de la Audiencia de Málaga para llamarte guapa o choriza, que ambos epítetos sonaron en aquel bochornoso vodevil con desmayo incluido. Ya sabes cómo es la gente.

Y luego ese fogonazo de amor con el hombre que susurraba a los caballos del Rocío pero que, sobre todo, se volcaba en hacerte mimos a ti, su gitana, para delirio de vuestros admiradores. El mismo que orinaba junto a la carreta en medio del camino, en una estampa animal del machote alfa que marca territorio con un estilo inigualable, carne de documental de la 2. No sé como no te desmayaste en ese momento.

Hay quien le echa la culpa de tus desmanes con el dinero a ese apasionado amor, y puede ser. ¡Quién no perdería la cabeza por un hombre tan grande, si hasta su bragueta es XXL! Por qué, si no por amor, ibas tú a poner en juego tu prestigio, cobrando como cobrabas 60.000 euros por gala, dicen las malas lenguas. Se te enamoró el alma, claro, eso fue lo que pasó.

Después del proceso judicial llegó el momento de salir al escenario y lo hiciste con una condena que, dado que no tienes antecedentes penales, te deja al filo de la posibilidad de cumplir prisión- Mayte Zaldívar está que trina-. Ojo, podría ser que entraras en la cárcel si el juez lo determina, pero la mayoría piensa que no tendrás que pasar por el maltrago de que se te enrede la bata de cola entre los barrotes, tú eres esa.

Soy muy fan de ti porque nos has regalado estampas inolvidables que no se pagan con dinero, bueno sí, se han pagado con todo el que blanqueaste y que ahora, andeandará. Es tradición española, ya sabes, que el dinero obtenido de manera ilícita se pierda en la inmensidad del océano y que, ni un marinero de luces, lo pesque para satisfacción del contribuyente.

Pero, sobre todo, soy muy fan porque dejas grandes frases para la historia: “No me vais a grabar más” no sabíamos, cuando la pronunciaste, que ese “grabar” estaba escrito con uve, como el de “gravar impuestos”, ya me entiendes. Y qué me dices del mítico: “Dientes, dientes que es lo que les jode”, ni Platón en una buena tarde sería capaz de elaborar una sentencia similar. Quizás ahora deberíamos actualizarla y cambiar los “dientes, dientes” por “corrupción, corrupción”, que eso sí que nos jode.

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