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Muy fan de...

Muy fan de... Lanzas

Juan Lanzas, ese es tu nombre. Aunque, para describirte con propiedad, tu segundo apellido debería ser sonrisas: “Juan, Lanzas Sonrisas cuando vas camino del furgón policial”. Y con esas gafas negras, modelo Blues Brothers, que no te quitaste ni para comparecer ante la comisión de investigación en el Parlamento andaluz, como si estuvieras en una partida de póker y quisieras ocultar tu jugada. Olé, tienes una gracia que no se puede aguantar.

Soy muy fan de tu ánimo a prueba de jueces porque en estos tiempos, malos de solemnidad, cuando sonreír cuesta más que encontrar curro, vas por la vida tan fresco, con tu felicidad por bandera, enseñando la piñata como en un anuncio de dentífrico. Se diría, Juanillo, que llevas un alegrón interno que pa qué. ¿Eso qué es lo que es, la EREcción por llevarte la pasta de los desempleados andaluces? Qué arte tienes, bribón.

En tu pueblo, Albanchez de Mágina, eres Juan, a secas. Para el resto de España, eres el de los ERE –perdón por la redundancia–, el que pasó de defender los derechos de los trabajadores a robarles la merienda. Pero en el caso judicial, se te conoce como El conseguidor, por tu asombrosa destreza consiguiendo prejubilaciones fraudulentas para otros – que tienes un corazón que no te cabe en el pecho– y, de paso, para ti y los tuyos –que tienes un pastón, que no te cabe en el banco–. Será por eso que guardabas lo suelto debajo del colchón de tus padres, ochenta y dos mil euros en billetes de quinientos, una miajita de ná, por si traían un sobre a casa y les tocaba dar propina... Ah, no, calla que a ti los sobres te los daban en la mismísima Consejería de Empleo de la Junta, si es cierto lo que ha declarado un presunto testaferro. Eres un figura.

Seguro que te acuerdas de tu homónimo televisivo, El conseguidor. Sí, hombre, aquel señor que salía en un programa de José María Iñigo, sonriente también, pero con sombrero. No como tú, que eres más de gorra, según cuenta uno de tu pueblo en El Mundo, y que siempre que entras al bar pides un cigarro, no compras porque lo estás dejando. Claro, ir de gañote es de gente lista, que paguen los tontos, los paganinis ¿verdad? Pues sí, Juan, me recuerdas al conseguidor de Íñigo, el que sonreía porque hacía realidad los sueños de algunos espectadores de aquel programa, Fantástico. Y, para fantástico tú, que has hecho realidad los sueños de cienes y cienes de beneficiarios de ese mítico fondo de reptiles en el que había pasta como pa' una boa.

Soy muy fan de ti porque, entre tus múltiples habilidades, hay quien te atribuye la medallita por haber sido el único español capaz de engañar a Ruiz Mateos. Sí, dicen que el Superman de Rota te pagó, presuntamente, un pastón por conseguirle financiación pública de cinco ERE para empresas de la familia. ¡Te pega, leche, haber logrado ese mérito! Si es que, cuando uno tiene madera, no se le ponen por delante ni los Cien mil hijos de San Luis ni los tropecientos de Ruiz Mateos.

Todo lo que rodea tu leyenda te engrandece: que tu mujer se llame Patrocinio, siendo como es, presunta patrocinada por la Consejería de Empleo con una prejubilación dorada; que seas íntimo de Guerrero –ex director general de Trabajo y Seguridad Social–, otro que sonríe como tú, tal vez estáis los dos bajo los efectos de haberos fumado el dinero público, qué pechá de reír ¿eh?; que tuvieras una cámara llena de jamones pata negra, buen gusto, sí señor, yo habría jurado que tú eras más amigo del chorizo; o eso que dicen que dijo la madre que te parió: “Mi hijo tiene dinero para asar una vaca” pues sabiendo de donde viene tanto billete, dan ganas de darte una chuleta. O dos.

En fin, Juanete, hay quien dice en tu pueblo que eres un pez pequeñito dentro de la trama, que todavía andan sueltos los tiburones. Y aquí estamos, esperando y confiando en que muerda el anzuelo de la Justicia el tiburón que “se la llevó, se la llevó...” con todos y cada uno de los responsables de este robo repugnante. Vamos, que aunque tú no seas un pez gordo, por la parte que te toca, pezqueñines no, gracias.

Ah y sobre ese problemón que cuentan que le confesaste a un vecino: “Tengo tanto dinero que no sé qué hacer con él” yo te lo digo, devuélvelo y paga las consecuencias, entonces sí que nos vamos a reír todos.

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