Día 20 de marzo en Nueva York. El
director de tecnología de la CIA ofrece una
conferencia que bien podría haber sido argumento de Mortadelo y Filemón. Dice el individuo, un tal Gus Hunt (el nombre tiene ya su gracia): "el valor de cualquier pieza de información solo se conoce cuando puedes conectarla con algo más que llega en el futuro”. “Puesto que no puedes
conectar puntos que no tienes, eso nos lleva a… digamos que fundamentalmente tratamos de recogerlo todo y mantenerlo para siempre.” Y advierte luego: “Ustedes son ya sensores andantes” y
“la tecnología en este mundo se mueve más rápido que los gobiernos o las leyes… Ustedes deberían preguntarse cuáles son sus derechos y quién es propietario de sus datos”.
El bueno de Gus puede decir tal cosa sin que se le caiga la cara de vergüenza hasta que descubrimos, como esta semana, que, en efecto, la CIA está haciéndose con
información de millones de personas, que pasa previamente por las manos de jóvenes en zapatillas y sin corbata en empresas privadas. No será porque Gus no nos había avisado…
Hay acontecimientos que nos despiertan del
sueño de la ciberutopía. Como pensábamos que Internet es otro mundo, creímos que ahí sí se podían robar libros o canciones o fotos. Y que eso no era lo mismo que robarlos de una librería, una tienda de discos o una exposición fotográfica. Como pensamos que Internet es un mundo nuevo,
confiamos en que esa nueva libertad de internet nos permitiría derrocar a dictadores y sátrapas. Hasta que llegaron los cañones y liquidaron las esperanzas infantiles de los sofactivistas. Como pensamos que Internet abre un mundo nuevo, pusimos los
periódicos gratis, hasta que recientemente hemos redescubierto que la buena información debe pagarse, y ahí están los viejos periódicos volviendo a pasar factura por lo que debe sin duda pagarse. Como supusimos que Internet abría las
posibilidades de la participación política, fomentamos plataformas, campañas y wiki convocatorias, para descubrir que los interesados y los comprometidos son los de siempre, y que
sin riesgo, disciplina y perseverancia no se provocan de verdad cambios sociales. Como pensamos que Internet debía ser “neutral”, dejamos en manos las multitudes, lo horizontal y lo aparentemente espontáneo la
autorregulación de Internet. Para descubrir que lo único que hemos promovido es una increíble
concentración de poder en manos de unas cuantas empresas gigantes en Sillicon Valley; eso sí, con un amable aspecto inofensivo de jóvenes en zapatillas y jugando al billar en espacios diáfanos. Como creímos que el futuro estaba en la “libertad” infinita de la red, nos opusimos a la regulación. Y vemos ahora que eso permite tropelías como la persistencia de patrañas en la red, la
vulneración de derechos individuales o la desnudez de la vida privada de uno.
Quienes creemos que
es absurdo distinguir Internet de lo real, porque Internet es ya real; o lo
on-line de lo
offline, porque ambos se funden ya de hecho; o a los cibernautas de los ciudadanos, porque todos somos ya ambas cosas… Quienes creemos que esa distinción es absurda, pasamos por viejos y antiguos. Dicen que queremos
manejar el mundo del siglo XXI con normas del XX. Yo digo que los viejos son ellos, que quieren regular el siglo XXI con normas del siglo XV. Lo moderno, con permiso, es entender que los estados, en representación de sus pueblos, deben poner coto a los desmanes de los poderosos, en el mundo real, o en internet, que son exactamente lo mismo.
Coincido en todo su texto, Sr. Arroyo, sobre todo la última frase del último párrafo del artículo. Salud y suerte
Responder
Denunciar comentario
0
0